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Por Gaby, la voz sensual del tango

Aprender de los jóvenes

Por Gabriela Biondo, (Gaby, la vos sensual del tango), licenciada en Ciencias de la comunicación, cantante, autora, compositora, guionista.

¿Cuánta culpa pagará la juventud? Las nuevas generaciones tienen más conciencia sobre el cuidado del medioambiente, son más sabias que nosotros cuando se trata de integrar a quien tiene gustos sexuales, apariencia o pensamientos diferentes a los propios y, además, no dejan de sorprender con acotaciones diarias sobre la vida cotidiana. Aún con sus ojos fijos en dispositivos electrónicos (celular, tablet, consolas de juegos o computadoras) tienen la capacidad de hacer lo que les interesa y, simultáneamente, escuchar a quienes los rodean, sacando conclusiones dignas de prestar atención… recomiendo no perderse los comentarios que los hijos tienen para hacernos sobre nuestras actitudes y conductas.

Hace unas semanas, caminábamos a casa con Galo, mi hijo de 15 años, y refiriéndome a una noticia del día le dije: “La gente está loca”. Él -calmadamente- me respondió: “Me molesta que generalicen. No toda la gente está loca mamá, lo que pasa es que los medios siempre nos muestran a quienes hacen las cosas mal”. Es cierto, “una buena noticia no es noticia”, me dijo resignado un periodista local. Lo que interesa más al público son los acontecimientos inverosímiles o lamentables que ocurren a diario. Invertimos horas siguiendo la resolución de algún delito grave, y pasamos sin mucho detalle las buenas nuevas sobre acciones de una biblioteca, un comedor o una salita médica que propone capacitaciones, ayuda a la comunidad u otro servicio.

Si generalizamos, debemos reconocer que nosotros también “estamos locos”, ¿o no somos parte de “la gente”? Si consideramos que somos la excepción a la regla, tenemos alguna distorsión egocéntrica que nos hace creer superiores al prójimo, capaces de conservar la calma en medio de un manicomio sin fronteras. Admitamos que vivimos tiempos convulsionados, que afectan nuestra psicología, nuestra salud mental y física, nuestra rutina, nuestros proyectos de vida, y que nos generan angustia frente a la incertidumbre y la impotencia. Sin embargo, de allí a creer que somos una sociedad que ha perdido la cordura, hay un largo trecho. La mayoría de nosotros quiere y cuida a su familia, se levanta todos los días para trabajar dignamente, cumple con sus obligaciones… sin embargo, creo que, como en numerosos momentos de la historia, nos encontramos en un tiempo en que son los jóvenes los que deben tomar la posta y -aunque suene utópico- salvar el mundo.

No supimos cuidar los recursos naturales, no pudimos sostener un modelo de país, no hemos podido progresar social, cultural y económicamente como nación, perdimos identidad, fomentamos una sociedad discriminatoria, intolerante, corrupta y egoísta. Muchos se quieren ir al exterior, reniegan de la política por el desempeño cuestionable de muchos funcionarios y los entiendo, pero la lucha es acá; dejemos que la defensa de los valores modernos e igualitarios se hagan desde la naturalidad de un otro diferente y no desde el resentimiento por heridas pasadas. ¿Me expliqué bien? Lo que para una mujer de mi edad puede significar reivindicar, a veces desmesuradamente, un derecho vedado por años, para Galo es un derecho adquirido por el sólo hecho de estar vivo. Sin resentimientos, los odios desaparecen. Con el recambio generacional, lo nuevo se naturaliza.

Esto me recuerda a una de las frases que descubrí tras una fecha del taco del calendario que arrancaba ansiosa por las mañanas cuando era niña -cosa que hice ininterrumpidamente, guardando los que me resultaban interesantes, hasta que, como al comprar figuritas para llenar un álbum, ¡me tocaban todos repetidos!-: “Hice todo por salvar el amor. Tengo la conciencia tranquila o una pésima memoria”… ¿Qué país les estamos dejando a nuestros nietos?

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