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Por Liberto Ercoli

Sobre bicisendas, bolardos y macetones

Por Liberto Ercoli, decano de la UTN Bahía Blanca

Entre el 16 y el 22 de setiembre se realizó por cuarta vez consecutiva en la ciudad la Semana de la Movilidad Sustentable, organizada por la Plataforma de Sustentabilidad Integral. Acciones como esta deben ser valoradas por la comunidad como una importante vía de concientización acerca de los cambios que las ciudades deben realizar en el presente para construir su futuro en el marco de objetivos generales de sustentabilidad.

Una ciudad sustentable debe ser resiliente, inclusiva, solidaria, innovadora, lo que requiere el compromiso de la comunidad y todos los niveles de gobierno para que ningún ciudadano quede excluido de cuestiones como el suministro de alimentos y agua potable, logística y transporte, energías limpias, medio ambiente y recreación, salud, vivienda, infraestructura, comunicaciones, trabajo, seguridad y demás usos y servicios.

Son varias las tendencias que despuntan en la experiencia internacional. Un movimiento que cobra fuerza tras la pandemia para reorganizar el estilo de vida de los habitantes es el que busca que no se necesiten traslados de más de 15 minutos para resolver cualquier cuestión: trabajo, compras, salidas culturales, salud, servicios bancarios, etc. La condición es moverse a pie o en bici. La propuesta nace dando respuesta al problema del cambio climático, ofreciendo una disminución de los desplazamientos forzados en las ciudades actuales. De este modo se crea una accesibilidad a los servicios necesarios para vivir sin tener ni siquiera que tomar el transporte público. Es decir, crear microciudades autosuficientes dentro de la gran ciudad. Resulta fundamental por lo tanto la descentralización.

Desde el punto de vista de la salud, un estudio que compara la edad real con una “edad auditiva”, sostiene que en la ciudad de Buenos Airesse escucha, en promedio, como sise tuviese 16,5 años más. Cualquiera podría decir que la disminución auditiva se debe a otros factores, pero el mismo estudio demostró que hay una correlación del 64% entre la pérdida de audición y los niveles de contaminación acústica. Asimismo, numerosos estudios científicos realizados en grandes y medianas ciudades industriales han demostrado que la contaminación atmosférica producida por el parque automotor en los centros urbanos supera en muchos casos en mala calidad a las de las zonas cercanas a las industrias.

Concluyendo, en el futuro no viviremos de la misma manera que hoy. Si la innovación todo lo modifica y transforma ¿por qué no habrían de cambiar las ciudades? Esta transformación no debe verse sólo como nuevos desarrollos, sino como una renovación de lo existente, imprimiendo una nueva dirección a la localización de los usos, apostando por la sostenibilidad y mejora de la calidad de vida. Sin dudas, una eficiente diagramación de la movilidad urbana integral juega un papel preponderante en las “nuevas ciudades” y la bici será un actor en crecimiento constante en un plan de transporte integral. Oponerse porque si a los planes de desarrollo de bicisendas, bicicleteros seguros, angostamiento de las calzadas en zonas centrales, redireccionamiento de flujos vehiculares, implementación de calles peatonales y otras, aparece más como una resistencia al cambio para continuar en la zona de confort, que una discusión seria acerca de que ciudades construiremos hoy para que nuestros hijos vivan mejor que nosotros. Por ello, la clave para quienes impulsan los cambios parece yacer en poner énfasis en acciones de información y concientización que expliquen claramente a la población el porqué de los cambios, en el marco de qué plan y por cuales criterios rectores se realizan. Un trabajo colaborativo del municipio con las universidades y colegios profesionales coadyuvaría a generar propuestas que morigeren la resistencia, y despierten confianza y compromiso con el cambio en los ciudadanos.

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