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A 25 AÑOS DE SU MUERTE

Gilda: su santuario a la vera de la ruta y la construcción de un mito

Fanáticos y devotos de la cantante se reúnen para esta fecha en el monolito montado en el kilómetro 129 de la ruta 9, en Entre Ríos.

Cientos de fanáticos y devotos de Gilda de distintas partes del país se reúnen un día como hoy en el santuario montado en el kilómetro 129 de la ruta 9, en Entre Ríos, para recordar a la cantante devenida en santa milagrera que falleció hace 25 años en ese mismo lugar en un accidente de tránsito.

El 7 de septiembre de 1996 a las 7 de la tarde un camión chocó de frente con el micro en el que Gilda -menos conocida como Miriam Alejandra Bianchi- viajaba para dar un show en Entre Ríos junto a su familia y sus músicos. Estaba en la cresta de su carrera musical.

Por el impacto fallecieron tres miembros de su banda, el chofer del ómnibus, Gilda, su madre y su hija: tres generaciones de mujeres se interrumpieron de manera instantánea.

Desde entonces, para sus fanáticos el cuerpo de Miriam descansa en el Cementerio de la Chacarita pero para sus devotos el alma de Gilda todavía está ahí, en Ceibas, Entre Ríos, en el lugar exacto donde murió.

Es que si bien la tragedia sacudió al mundillo de la música tropical donde ella, una maestra de Villa Devoto muy lejos de los estereotipos pulposos del género se había ganado un espacio; también avivó los rumores que ya habían empezado a circular sobre la capacidad sanadora de Gilda.

“Yo no hice un santuario, ese nombre se lo pusieron los medios, la gente. Mi objetivo era hacerle un monolito, un lugar donde poder recordarla”, había explicado a Télam en 2016 Carlos Maza, herrero y dueño del predio que también fue el fruto de una promesa.

Si bien él había conocido a Gilda por su sobrina, que era presidenta de “La única”, uno de los primeros club de fans, la idea de hacer un monolito surgió de manera inexplicable, cuando decidió cortar un tronco con una foto y una placa y llevarlo a Entre Ríos para recordar el lugar donde había fallecido la cantante.

“Después entendí que fue algo personal. Mi segundo hijo nació con cáncer y pocos días antes de la cuarta operación, veo en la tele a una nena llorando que contaba que su madre se había curado con Gilda. En ese momento pensé: ¿Por qué no a mí?”, contó Maza.

“No tengo una explicación. Simplemente me aferré a eso, a prometerle que si mi hijo salía bien yo me iba a encargar de que su lugar estuviera siempre lindo. Hoy pienso que todos tenemos una misión”, reconoció en aquel entonces Maza.

Fuente: Télam

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