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INFORME ESPECIAL

La admirable tarea de los comedores y merenderos en Bahía

La pandemia y la acuciante crisis económica hicieron que estos espacios se multipliquen en el último tiempo. Organizaciones sociales, religiosas y vecinos de nuestra ciudad, a veces con aporte del Estado, hacen lo imposible para tratar de frenar el hambre de los más vulnerables. La palabra de los protagonistas.

Por Juan Tucat, redacción La Brújula 24
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Comenzamos a transcurrir el mes de abril y los temas de conversación siguen siendo (en su mayoría) los mismos. Y no es para menos, la pandemia provocada por el avance del coronavirus, con una incipiente segunda ola que amenaza con causar estragos, no nos permite relajarnos.

Pero no todo son protocolos y restricciones. En los últimos días fueron publicados los datos de la pobreza en la Argentina y las cifras son alarmantes. Un 42% de los habitantes se encuentra bajo esa delgada línea. Un verdadero papelón para una dirigencia que, a pesar del paso del tiempo y los colores partidarios, no logra revertir esa tendencia. 

En este punto vale destacar que, a nivel local, Bahía se ubica como una de las ciudades “menos golpeadas” por este flagelo. Según la medición, ese índice descendió un 10% con relación al primer semestre del año pasado, diferenciándose de otros grandes centros urbanos que sí evidenciaron marcadas subas. 

Pero cada número es una persona. Y la realidad muestra que en la ciudad, al igual que en el resto del territorio, aumentó de forma exponencial la cantidad de personas que asisten a comedores comunitarios. Una sumatoria de problemas –además del Covid– hicieron que se multipliquen espacios de este tipo que buscan atenuar, al menos en parte, el hambre de los más desprotegidos.

Sin ir más lejos, días atrás el equipo periodístico del programa “Nunca es tarde”, que se emite por LA BRÚJULA 24, habló al respecto con el vicedirector de Cáritas Bahía Blanca, Miguel Vidal, quien no dudó en afirmar esa cuestión.  “A mucha gente no le alcanza con asistencia directa, es decir, un bolsón, una comida o algo que resuelve el problema por unos días”, remarcó.

Cada vez más comedores y merenderos

Hoy por hoy dar un número exacto que plasme la cantidad de dichos lugares en la ciudad resultaría imposible. Literal. Por caso el propio Vidal contó en la nota antes mencionada que desde la organización religiosa que representa se colabora con más de sesenta, cuando años atrás lo hacían con apenas dos. Eso solamente en Bahía, claro.

Y si nos referimos al Estado, este cronista tomó contacto con la titular de la Secretaría de Políticas Sociales del Municipio, Vanina González, quien remarcó que desde la comuna “colaboramos con 170 comedores y merenderos, con alimentos secos”, y dijo que “la cantidad va de acuerdo a las viandas que realizan”. Al mismo tiempo, destacó que “ahora entregamos 5000 huevos de Pascua, que fueron elaborados por los internos de la cárcel, siendo que nosotros aportamos los insumos”. “Además, si recibimos donaciones de alimentos frescos los repartimos entre los comedores”.

La palabra de los protagonistas

Para conocer la realidad en primera persona de los comedores comunitarios, en este informe te acercamos el relato de algunos referentes barriales que, desde su lugar, tratan de ayudar a los que menos tienen. Sin bajar los brazos nunca, ni siquiera en medio de una pandemia.

“Hace treinta años llegué a la Iglesia con una enfermedad; me habían diagnosticado osteoporosis torácica, la cual era muy dolorosa. Dios me sanó de esa enfermedad, que para la ciencia es controlable, pero no curable; y fue ahí cuando comencé a retribuir lo que Dios había hecho en mí, dando a los más necesitados lo que en ese momento no me faltaba que eran alimentos. Comencé con algunos hermanos de la Iglesia y como me parecía poco empecé a caminar por los barrios más necesitados. Y así fue que junto con una hermana decidimos iniciar con una copa de leche por allá en el 2003 en Villa Nocito, donde alquilamos un garaje”, relató Dora Sensini, encargada del Hogar Natan.

Y agregó: “Hoy trabajamos con 20 voluntarios que colaboran semanalmente en embolsar los alimentos y repartir el día de entrega. Y obviamente hay muchas empresas y personas que a lo largo de estos 18 años hicieron esto posible”. Además, consultada en relación al impacto de la pandemia, Dora señaló que “la verdad es que no estamos sorprendidos por la cantidad de gente que viene a buscar alimentos ya que en Natan vemos vecinos de distintos barrios de la ciudad y hasta de Cerri”. Contundente.

Laura Mellado, del merendero A Puro Corazón, por su parte, indicó que “trabajamos hace 8 años en calle Richieri 545, en Bajo Rondeau, mi esposo Diego Castillo y yo lo fundamos y coordinamos, con la ayuda de voluntarios que se suman esporádicamente”.

“Asistimos a muchas familias y recibimos ayuda estatal, pero sin duda la mayor cantidad de donaciones son de personas particulares, fundaciones y otras instituciones”.

“El coronavirus modificó nuestro trabajo dentro del espacio físico, porque hasta el 2020 teníamos cursos, capacitaciones con salida laboral gratuita, y no pudimos seguir con lo mismo. También en la forma de entregar las cenas, desde el año pasado lo estamos haciendo casa por casa con viandas descartables a familias con personas con discapacidad, abuelos, y con covid positivo. Lo mismo con la entrega de mercadería y productos de limpieza e higiene”, aseveró Laura, con la ilusión a cuestas de un 2021 mejor.

Mariano Carlson colabora en el merendero “Pioneros”, que conduce el Movimiento Territorial Liberación. “Hace unos dos años asistimos a 80 personas del barrio Costa Blanca y no recibimos ayuda del Municipio”, señaló. Y añadió que “el impacto de la pandemia fue similar al del resto de los comedores de la ciudad”.

Otra referente en tomar contacto con este medio fue Claudia Bevacua, coordinadora de la Corriente Clasista y Combativa, quien apuntó que “en la organización contábamos con 23 merenderos en distintos barrios populares de Bahía Blanca, pero desde hace cuatro años comenzaron a convertirse en comedores, debido a que muchos compañeros y compañeras quedaron sin trabajo y la situación económica fue empeorando”.

“Un claro ejemplo de lo ocurrido a causa del covid es “Hakuna Matata”, perteneciente a la Delegación Noroeste. Allí funcionaba como merendero para aproximadamente 35 a 70 niños del sector, y cuando arrancó la pandemia de un día para otro se convirtió en comedor, empezando a desbordarse.  Fue en ese lugar que se formó el primer y único punto caliente de la ciudad. Se acercaron personas de la iglesia católica, del oratorio Santa Lucía, concejales, personal de las salas médicas, de la Delegación, y de otros ideales políticos, todos ellos buscando un bien mayor, sin enarbolar ninguna bandera”, recordó.

Y explicó: “Como primera medida se trasladó el comedor al Oratorio y se organizó el trabajo con protocolos. Ejemplo de esto es que hubo cerca de 27 voluntarios trabajando divididos en grupos de nueve por día, tres limpiando, tres pelando y cortando carne, y tres elaborando. Se cocinaba para 550 personas cada día, y también se repartió mercadería”.

Y por último, pero no por eso menos importante, contamos con la palabra de Pamela Abarca, del merendero “El Principito”, que funciona hace ocho años en el barrio Cabré Moré. “Yo arranqué con la decisión de contar con un lugar fijo ya que en ese lugar, cuando se armó el barrio, había mucha gente joven con chicos. El nombre se lo puse porque me gusta ese cuento y deja una enseñanza muy importante. Agarré una olla que tenía en casa, leche, vasos descartables y salí casa por casa a buscar a los pibes”.

“Hoy en día sigo de la misma manera, dando vueltas de lugar en lugar. La Municipalidad nos donó un terreno en Punta Alta al 2000 para que podamos construir, ahora estamos esperando que salga el tema de la escritura. Y con respecto a la gente que colabora, está Raquel que se encarga de hacer la leche, todo el mundo la ama. Ella está hace tres años con nosotros. También está Noelia que hace las galletitas y el pan, Andrea que se encarga del roperito, busca la ropa y hace la feria. Pablo retira toda la mercadería, lo que sea para el merendero. Tiago, mi sobrino, que me ayuda con las bolsas. Y a veces nos dan una mano Vanesa, Carolina y las mamás”.

“Hoy en día la Municipalidad, al estar registrado, nos aporta leche, azúcar y chocolate. Además, cada un mes más o menos envía pan y facturas y alguna mermelada”.

La pandemia. “El año pasado nos dejó mucho trabajo y ese es un reclamo que le podemos hacer a la comuna, muchas familias se quedaron sin trabajo y es como que nos dejaron un poco solos. El coronavirus hizo desastre en los barrios, gente que se volcó más a pedir una ayuda, una merienda o el bolsón. Yo contaba con 50 familias y hoy son más de 100, que van cada una de dos a ocho hijos. Abuelos también se han ido sumando a pedir la leche”.

“Creo que los merenderos han sido fundamentales, todos, porque le pusieron al hombro la pandemia y ayudaron a mucha gente. La verdad aplaudo y me saco el sombrero porque trabajamos mucho”, cerró Pamela.

Resultaría imposible poder plasmar en un texto periodístico las sensaciones de los cientos de vecinos solidarios y otras organizaciones –aquí no mencionadas– que aportan su granito de arena a diario, muchas veces en silencio.

Desde este espacio aplaudimos la tarea desarrollada por quienes se ponen en el lugar del otro, tratando de cubrir necesidades básicas de los más vulnerables. Construyendo así un país menos desigual.

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