DE AYER A HOY
“Siempre fui ferviente defensor y eterno agradecido a la educación pública”
Lo expresó el ex juez Guillermo López Camelo. El camino hasta llegar a ser magistrado de un Tribunal Criminal durante 20 años: “Dictar sentencias basándose en lo que dice la prensa resultaría muy riesgoso”.

Leandro Grecco / [email protected]
Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco
La justicia es ética, equidad y honradez. Es la voluntad constante de dar a cada uno lo que es suyo. Es aquel sentimiento de rectitud que gobierna la conducta y hace acatar debidamente todos los derechos de los demás. Esta es una de las tantas acepciones que pueden encontrarse de un término tan vituperado por estos tiempos, cuestionado a partir de un inconformismo manifiesto de parte de la sociedad.
Bahía Blanca, ciudad en la que conviven un gran número de abogados y donde el Poder Judicial espera con ansias hace años, la designación de funcionarios para completar los cargos vacantes. Un detalle que parece menor pero que a la larga termina sobrecargando la tarea de magistrados y fiscales que terminan asumiendo diferentes responsabilidades por pliegos que esperan una firma en despachos de gobernantes de turno.
El último día de julio de 2018, Guillermo López Camelo pasó a retiro, acogiéndose a los beneficios de su jubilación en el Poder Judicial. Sin embargo, la pasión intacta y una vitalidad tan jovial como actualizada le permiten mantenerse activo, desde su papel de docente en la UNS, intentando devolver todo lo que la educación pública le brindó para convertirse en lo que logró ser, desde el punto de vista profesional. Para conocer algo más, LA BRÚJULA 24 tomó un café con él.

“Nací en Bahía Blanca, soy el menor de cuatro hermanos y mi infancia transcurrió justo enfrente al ingreso principal al Parque de Mayo, a metros de la UNS, donde tenían la casa mis padres, sobre avenida Alem, a metros de calle Córdoba en dirección contraria al centro. Era zona de quintas, terrenos baldíos muy amplios. Es así que considero que tuve una niñez divertida en cuanto a que teníamos espacios para jugar a la pelota, disfrutábamos del arroyo y hasta de las fogatas”, mencionó López Camelo, en el inicio de una charla sin desperdicios.
Como una semblanza de esa etapa, cayó en la cuenta de que “eran épocas donde se hacía el famoso barrio contra barrio. He visto pasar hasta los arreos que iban al matadero, es decir, las vacas que bajaban del tren. Los veranos eran muy esperados por todos nosotros porque hacíamos uso de la pileta del club Liniers”.
“Hice primero inferior y primero superior en la escuela pública que estaba donde actualmente hay un jardín de infantes en Alem y San Juan. Luego, pasé a la 17 que está en el interior del Parque, donde completé la primaria, para posteriormente ingresar al Colegio Don Bosco donde terminé los estudios secundarios. En líneas generales era buen alumno, siempre me gustaron las materias más sociales, por eso lograba buenas calificaciones en Historia o Geografía y me costaba un poco más en las ciencias duras”.
Esta etapa le daba lugar a la primera gran decisión de su vida: “Egresé en 1972, en ese momento había dos opciones, bachillerato y perito mercantil, que fue en la que terminé yo, también conocidas como nacional y comercio. Mi padre pensaba que el título secundario en la rama que estudié me permitía una salida laboral más rápida, al aprender mecanografía o contabilidad, lo que me abría las puertas a entrar en un estudio contable como ayudante”.
“Si bien conservo algunos amigos de aquella época, se han radicado lejos de la ciudad, uno en Buenos Aires y el otro en Europa. Mantengo un vínculo con los que hicieron el bachillerato de mi promoción, varios son médicos, otros abogados, con los cuales hemos compartido cenas durante todos estos años, a las cuales fui invitado cuando se cumplen fechas redondas de egreso. De esa camada están Carlos Pannelli, Gustavo Pereyra, Guillermo Lizarraga, Carlos Deguer, entre otros tantos queridos amigos”.
Con relación al camino por el que optó, López Camelo advirtió: “En mi familia existió una suerte de mandato tácito. Mi papá era abogado y en mis tiempos de adolescencia no existía la orientación vocacional, por eso elegíamos la carrera por lo que nos interesaba. Sabía que algunas no las podría haber seguido porque no tenía facilidad para una ingeniería”.
“Me gustaba Arquitectura, pero en ese momento, lo que me pareció que debía hacer era continuar la trayectoria de mi padre en el Derecho, que le había dado satisfacciones”
guillermo lópez camelo.
“Frente a ese panorama, sabía que mi única alternativa era radicarme fuera de Bahía Blanca, porque en la ciudad solo se dictaban carreras de grado, conocidas como ciencias duras. En ese momento, era común que los jóvenes de mi generación nos radicáramos en otra localidad, era una forma de despegar de la casa familiar, a diferencia de la actualidad donde los chicos pueden llevar adelante una vida más independiente sin necesidad de radicarse lejos”, agregó, mientras endulzaba su pocillo de café cortado.
Consultado con respecto a ese desafío, indicó que “en mi caso, se trató del inicio de un proyecto en el cual uno debía valerse por sí mismo, administrándose sin ayuda externa, motivo por el cual al poco tiempo que me establecí en La Plata empecé a trabajar. Paralelamente, pude hacer la carrera en tiempo y forma en la universidad pública, de la cual soy un eterno agradecido porque me permitió formarme, capacitarme y luego enseñar”.
“Siempre fui un férreo defensor de esa educación porque brinda oportunidades en las que no todo el mundo se da cuenta hasta dónde es importante acceder a un título, algo que recién comienza a valorar cuando viaja a otro país y se encuentra con universidades aranceladas. En lo particular, mi etapa como alumno de Derecho me tocó en una época difícil del país, porque empecé en 1973 y me gradué cinco años después. Eran tiempos delicados, donde abundaban los peligros, más allá de que guardo recuerdos muy bellos de aquella etapa”, aseveró en otro tramo de su testimonio.

Claro que, por ese contexto, nada fue sencillo: “Viví en pensiones, hasta que en un momento dejaron de alquilar a estudiantes por lo complejo del panorama del país y el miedo que se percibía en el ambiente, motivo por el cual, los últimos dos años vine a Bahía Blanca para terminar rindiendo libre las siete materias que me faltaban. En realidad, la cursada allá era por sorteo y no siempre se lograba acceder en el lote de alumnos, por eso en caso de quedar afuera solo podías concurrir como oyente”.
“Me gustaba escuchar a algunos profesores, que eran verdaderos maestros, pero como el contexto era tan adverso, al punto de no tener dónde vivir, no me quedó más remedio que regresar a Bahía, donde tenía previsto establecerme una vez que me graduara. Eso no alteró mis plantes, porque mi papá tenía un estudio jurídico y era una persona conocida que me abría muchas puertas desde el punto de vista profesional”, recalcó López Camelo.
Quien fue uno de los jueces de la ciudad más renombrados durante dos décadas, aclaró: “Apenas logré el título y con 24 años tuve que hacer la conscripción en la ciudad, luego de haber solicitado prórroga por estudio. Fue paradójico lo que me ocurrió porque cuando llegó el conflicto del Canal de Beagle, en 1978, nos movilizaron y nos llevaron al sur. En mi caso, a Comodoro Rivadavia, donde permanecí desde mediados de noviembre hasta días antes de Navidad”.
“Nos largaron, nos habilitaron para irnos. El problema estaba resuelto y, pensando que había terminado con mi servicio militar, alquilé una oficina para comenzar con mi tarea profesional. Pero en abril de 1979 recibí el llamado para volver a presentarme, permaneciendo hasta marzo de 1980. Al tiempo me casé, tuve dos hijas, luego me separé, volví a casarme con mi pareja con la que estuve dos décadas hasta que quedé viudo”, detalló, en una suerte de salto en el tiempo.

Los comienzos en lo laboral lo prepararon para su norte: “Durante 20 años ejercí como abogado en distintas ramas, pese a que interesaba sobremanera el Derecho Penal. Por espacio de una década fui abogado del Banco Nación, también patrociné sindicatos y fui asesor letrado de la Universidad Nacional del Sur, durante dos años con el regreso de la democracia, en tiempos en los que el rector interventor era el profesor Pedro González Prieto”.
“Paralelamente, Juan Pedro Tunessi cumplía el mismo rol que yo, pero en la Universidad Tecnológica Nacional. Ambos pertenecíamos a la Juventud Radical y fuimos destinados a esos lugares. Al tiempo fui concejal por la UCR. Aquellas experiencias me abrieron campos laborales impensados, permitiéndome desarrollar actividades que solo podía ejercer por mi labor. Mientras tanto, participaba de congresos y seminarios que me servían de preparación para rendir examen en mi afán de entrar al Poder Judicial”, afirmó el retirado juez.
El destino le tenía preparado un escollo que sorteó con éxito y lo fue marcando para lo que vendría: “En marzo de 1997 me presenté a concurso para ser profesor adjunto en la UNS y gané el cargo. Tras 15 años, cuando se retiró el profesor titular (de apellido Sierra) volví a ganar el concurso para titularizar en la cátedra de Derecho Penal I”.

“Al poco tiempo, más precisamente en octubre de 1998, ingresé como Juez de Transición, donde permanecí casi cuatro años, cuando entré como miembro del Tribunal Criminal Nº 3 y fue allí mismo donde me jubilé en 2018. Bahía Blanca siempre tuvo un foro muy respetado, tanto entre los abogados como en los miembros del Poder Judicial”, advirtió López Camelo.
Con el orgullo de haber cosechado lo sembrado, mencionó que “mientras ejercí la profesión que abracé con tanto amor, tuve una excelente relación con todo el mundo y cuando estuve en la Justicia, incluso, logré hacer amistades que, en algunos casos, aún perduran, las cuales me permitieron establecer con todos ellos una relación profesional excelente”.
“Lo que se observa o escucha en otros distritos sobre tantas manchas que salpican al Poder Judicial, no existe en Bahía Blanca, donde prima la dignidad y el respeto”
guillermo lópez camelo.
“Tengo el mejor de los conceptos de cada uno de los actores de la Justicia, al menos hasta que me fui. Siempre los fallos son opinables y en las causas judiciales, cuando se le da la razón a uno quiere decir que el otro no la tiene. Eso le abre a este último el derecho a quejarse porque tiene su verdad y lo que puede ocurrir en otros lugares es que se superen las barreras, desprestigiando a magistrados y fiscales porque la gente misma está muy sensibilizada y las causas penales calan muy hondo”, reflexionó, con la certeza de quien sabe lo que dice.
Y fue aún más allá: “Estamos hablando de situaciones en las que se ven todas las miserias del ser humano, por eso la no conformidad sobre un fallo puede traer esas opiniones contrarias. En lo que a mi me toca, Bahía Blanca no tiene ninguna mancha en ese sentido, al menos dentro de lo que me tocó conocer. A mis alumnos les digo que la vida profesional me enseñó que la justicia pura no existe, porque lo que termina prevaleciendo es lo que uno siente que es justo y siempre es una abstracción que hacemos realidad los hombres, los cuales somos seres imperfectos”.
“Me conformé siempre con no ser arbitrario, algo que nunca fui porque siempre me ajusté a la ley. Los tiempos de la Justicia no son los de la gente y es lógico que así sea. Cuando uno tiene un conflicto, quiere tener la resolución lo antes posible pero los períodos procesales llevan sus etapas, recursos, hasta que cuando se dicta una resolución, termina no siendo algo importante por lo larga de esa espera”, recalcó el ex juez penal bahiense.

No obstante, admitió que “siempre se dice que la Justicia lenta no es justicia y deja de ser algo apetecido porque uno pretende otra cosa de un servicio tal. Eso se ha tratado de salvar, lográndose a medias, porque hay tanta demanda que los tribunales no dan abasto. Tal es así que en lo penal se buscan medidas de mediación, alternativas de juicios abreviados y el principio de oportunidad para que el fiscal decida si insta o no la acción penal, herramientas que buscan satisfacer esa demanda dentro de plazos normales”.
“Los tiempos de la Justicia no son los de la gente y realmente comprendo a quien ha sufrido una situación por la que formaliza un reclamo cuando espera una respuesta satisfactoria en lo inmediato, sea cual fuere la controversia que motive su expectativa. Y si se trata de un conflicto dinerario, suele ocurrir que cuando hay veredicto, el aspecto inflacionario termina licuando el valor que estaba en juego”, infirió.
López Camelo se considera un afortunado, como la inmensa mayoría de sus colegas: “He podido desarrollar mi actividad sin ningún inconveniente porque en la ciudad en mayor o menor medida todos nos conocemos y fue el lugar donde elegí vivir. Jamás debí soportar presión alguna, como tampoco sufrí amenazas”, al tiempo que agregó: “La prensa se involucra, sobre todo si se trata de derecho penal. Años atrás, los cronistas de policiales se acercaban a pedir información, para luego publicar. Con el tiempo, ganó espacio el periodismo de opinión, que no está mal porque todo lo que signifique un avance de la libertad y la incentivación del acceso a la información, es correcto”.
“A veces conviene consumir de los medios de comunicación para no ser influenciado porque desde el periodismo se pone el énfasis en la mirada de la gente, ciudadanos que no van a Tribunales a leer las causas”
guillermo lópez camelo.
“Lo que nunca debe dejar de existir es una templanza en el magistrado para no dejarse influenciar por la prensa, más allá de la buena o mala relación que pueda generarse a partir de ello con el cronista. Cuando uno legisla mirando el televisor salen leyes muy disparatadas y si uno dicta sentencias escuchando al periodismo también puede correr el riesgo de no hacer lo que uno debe”, esgrimió López Camelo.
Y lo argumentó con una explicación tan sólida como difícil de refutar: “Para eso, el sistema tiene los recursos porque ningún juez está exento de equivocarse. En mi caso particular hubo instancias superiores que me han revisado sentencias, sometiendo a revisión mi decisión y corrigiendo en caso de ser necesario”.
“El sistema penitenciario no está pasando por el mejor momento, está colapsado y, de alguna manera, es el reflejo de una sociedad que está desquiciada y así como hay problemas en el acceso a la salud, y la educación, lo propio ocurre en las cárceles. No se le brinda a este ítem una atención y un presupuesto acorde a las necesidades. Todos quisiéramos, y así lo enseñamos en la universidad, que el penal cumpla una función de resocialización para que aquellos que desviaron el camino y no pudieron tener otra oportunidad, encuentren un espacio para reinsertarse”.
Con el bagaje de conocimientos que acarrea de tantos años en el Poder Judicial, reveló: “En la provincia de Buenos Aires, el servicio penitenciario necesita no solo de más presupuesto, sino también de política criminal, definir qué queremos hacer con los detenidos y qué haremos cuando salgan en libertad. Si no hay trabajo para aquel que no tiene antecedentes, menos aún el que tiene que mostrar su ficha y aparece una condena de prisión. Nuestra sociedad demanda reformas estructurales, para evitar la reincidencia”.
“En una sociedad donde falta trabajo, existe una sensación permanente de inseguridad y una queja constante, al ex convicto le resulta muy difícil poder reinsertarse, más aún si permaneció un largo período detenido”
guillermo lópez camelo.
Ya sobre el final, Guille –como lo llaman sus íntimos– afirmó: “Desde que me fui del Poder Judicial, lo único que mantengo como actividad es mi labor como profesor en la UNS, donde soy titular de una materia de grado y dicto un postgrado cuatrimestral cada dos años, con la particularidad de que en 2021 se dictó virtual. El departamento de Derecho tiene una excelente conducción, abrió la universidad y permitió que la carrera sea atractiva”.
“Si se necesitan o no tantos abogados, es una discusión de otro terreno pero puedo decir que el nivel académico es muy bueno, permitiéndome desplegar mi actividad, al punto de devolverle a la universidad pública parte de lo que me ha brindado. Hasta febrero soy consejero académico, lo que me demanda una tarea de gestión paralela a la docencia y mi idea sería no continuar, porque ya de por sí debí culminar en 2021 y se extendió un año más producto de la pandemia que impidió las elecciones”, adelantó.
Por último, y tras más de 40 minutos de diálogo, señaló: “No quiero sumar actividades, poco a poco voy sacándome compromisos porque no quisiera asumir trabajos que no sé si voy a poder cumplir. Todos los días que puedo voy al club de golf a caminar un rato, llevo los palos, pero la idea es despejarme y hacer amigos, relacionarme. Es algo que me da mucha satisfacción, ir dos horas y cada tanto jugar un torneo porque me hace estar al aire libre, ejercitarme y tener un esparcimiento que a mi edad es fundamental”.

El verano en la ciudad se siente, no solo desde el punto de vista de la temperatura que hace arder el asfalto. También las calles céntricas se ven más despobladas, sobre todo hasta la caída del sol. Sin embargo, el invitado de esta ocasión no vaciló un instante en aceptar el convite y, a juzgar por las sensaciones que se llevó, la pasó realmente muy bien. Y nosotros también.
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