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Con los ojos rojos

La Dictadura Catódica

No hace falta explicar que, si bien la televisión ha sido el centro de los hogares desde su nacimiento, desde que la generación de contenidos ha entrado en el mundo “on demand” ha consolidado su rol como dueña de gran parte de nuestro tiempo. Aquí, en La Brújula 24, una breve guía de como de ser “La Caja Boba”, la televisión terminó de ahogar al cine como espacio, y se adueñó definitivamente de nuestras vidas.

Por Fernando Quiroga
Especial para La Brújula 24

Hay tanto para ver que ya no sabemos qué ver… ¿podemos hablar de una globalidad agobiante en cuanto al mundo de producción audiovisual? Tal vez, pero lo más importante sería tomar en cuenta que, desde el punto de vista artístico, hoy, en pleno siglo XXI, estamos mucho mejor que hace cincuenta años. Si nos retrotrajésemos a la década de los 60 o los 70 (por no irnos tan lejos en el tiempo) recordaríamos que, la producción cinematográfica era de un caudal mucho menor al de la actualidad. El porqué es muy simple y concreto: la tecnología de elaboración y los capitales para tales menesteres, no estaban en las posibilidades de todo el mundo.

Con el aluvión tecnológico creciente (consolidado en los años 90 con el advenimiento de la era digital) y las oportunidades de negocios globales suscitadas a partir de los nuevos brillos del mercado, la industria audiovisual (porque no fue solo la cinematográfica) creció casi sin control.

Así entonces nos encontramos con irrupciones de cine independiente, producciones televisivas de alto vuelo iniciadas en formatos caseros, e incluso gritos de rebeldía en la forma de realizar como la del director danés Lars Von Trier, al crear el Dogma 95.

¿Y Hoy? ¿Cómo estamos? Con plataformas de la talla de Netflix, Amazon Prime Video, Disney +, Starz o Hulu, que se disputan nuestra atención con ofertas de alto vuelo, muchas veces difícil de igualar. A nivel hardware, los televisores (por ejemplo) se transformaron en pantallas del tamaño que hubiese imaginado Ray Bradbury, por lo que el cine en casa, dejó de ser una entelequia anhelante para convertirse en una realidad pragmática. Ante este cimbronazo de calidad, la industria produjo más para la pantalla hogareña (ya no pantalla chica…) y el cine quedó reducido a una forma, no a un evento social que implica la salida del hogar.

Hemos hablado de cuestiones técnicas y económicas, pero… ¿hay otros motivos? Si, claro, la percepción acelerada del mundo, la sensación de inmediatez que vino de la mano del click del mouse; el mundo que no espera, que dicta y reclama atención, urgencia y resolución, obligándonos a simplificar nuestras vidas en un mapa de bits improcedente, siempre inoportuno y transpersonal.

Sin dudas, y aunque no nos gane la hilaridad, lo único que nos faltaría para completar un presente bizarro pero simpático, serían las naves espaciales que nos legó el retrofuturismo, para conducir por las arterias del vértigo cotidiano; como si evocásemos a los Jetsons de Hanna Barbera o al querido DeLorean de Martin McFly.

¿Y vos? ¿Cómo te llevás con las pantallas y las plataformas?

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