DE AYER A HOY
Baylac: “Ser vocero presidencial fue la experiencia más linda de la vida”
El histórico referente del radicalismo sobrevoló sus comienzos en política. La figura paternal de Alfonsín. Y aquel difícil diciembre de 2001. “Bahía no dio ningún salto cualitativo en estos últimos 20 años”, evaluó.
Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco
El influyente dirigente político que hoy toma la palabra en esta sección pasó su niñez en un entorno rural que le inculcó valores de trabajo duro y dedicación. Desde muy joven, mostró un carácter decidido y una gran capacidad de liderazgo, lo que lo llevó a buscar nuevas oportunidades más allá de su hogar. Fue en Bahía Blanca donde comenzó a forjar su propio destino, trasladándose a la ciudad con la ambición de labrarse un futuro prometedor.
Después de completar su educación secundaria, decidió continuar su formación en la Universidad Nacional de La Plata, donde se graduó como abogado. Su paso por la facultad no solo le brindó los conocimientos jurídicos necesarios para iniciar una carrera en el mundo de las leyes, sino que también lo introdujo al apasionante mundo de la política, donde pronto encontró su verdadera vocación. Al regresar a Bahía Blanca, comenzó a ejercer como abogado, pero su creciente interés por los asuntos públicos lo condujo rápidamente a la arena política.
En su trayectoria gubernamental, se destacó como legislador y alcanzó su punto culminante al ser nombrado vocero presidencial durante la administración de Fernando de la Rúa. Su papel en el gobierno le permitió estar en el centro de las decisiones más importantes del país, consolidándose como una figura clave en el escenario político nacional. Sin embargo, esta etapa se vio interrumpida abruptamente por la renuncia tumultuosa del presidente De la Rúa, un episodio que marcó un giro en su carrera y en la historia política argentina. En La Brújula 24, el testimonio de Juan Pablo Baylac.
“Siempre digo que soy nacido, crecido y desarrollado en Bahía Blanca. Pese a ello, mi padre estuvo muy vinculado con el campo en la zona de Ombucta, Pedro Luro y Lamarque, incluso hice primero inferior y superior en una escuela rural del primero de los pueblos que mencioné. Éramos diez alumnos entre todos los grados”, sostuvo Baylac al inicio de un ida y vuelta que iba a ir escalando en intensidad.
Y manifestó, además de confirmar que es hijo único, que “de mi mamá puedo decir que apenas hizo dos años de educación primaria, fue una mujer excepcional y de mi papá hizo el secundario e ingresó al Colegio Militar, para luego dedicarse a las tareas ligadas con el agro”.
“De chico era inquieto, me gustaban los deportes, pero tenía asma, por lo que para vencer esa afección hacía más ejercicio físico. Me daban hasta dos cuadras de ventaja en las carreras de bicicleta para la vuelta de la manzana y así todo me ganaban, pero nunca dejé de perseverar”, resaltó, respecto de aquella infancia marcada por lo lúdico.
No obstante, afirmó que “en un momento, mi papá administró una estancia en la zona de Sierra de la Ventana, por lo que también cursé la escuela algún tiempo allí y también lo hice viajando diariamente a Bahía Blanca en tren, acompañado con Néstor Schapiro que luego fue locutor radial. Íbamos al Colegio Don Bosco”.
“Luego, con apenas 11 años, dejé de viajar para ir a clases y me radiqué acá en la ciudad, más precisamente en la casa de mi abuela, ubicada en Belgrano 485. Hice quinto y sexto grado como pupilo porque era demasiado travieso”, contó, con una sutil sonrisa pícara y cómplice.
Asimismo, apuntó: “Ya en primer año de la secundaria me llevé seis materias y me mantuve en ese régimen por motus propio, con la promesa de que me ‘liberaban’ si me iba bien. Logré el Diploma de Honor y me retiraron en segundo año, hasta que luego me gradué en el Quinto Nacional B del año 1966”.
“Ya con 15 años me había puesto a trabajar en el estudio jurídico de mi tío, Mario Guido, para hacer las tareas de cadete, llevando expedientes a Tribunales. Lo hacía en mis tiempos libres, y ahí mamé la abogacía y la política, por lo que en 1968 me fui a estudiar Derecho a La Plata”, aseguró “Jean Paul”, como lo llaman en su círculo más íntimo.
Consultado sobre su formación profesional, acotó: “Era plena dictadura militar, razón por la cual para afiliarme al partido radical debieron transcurrir algunos años más, algo que ocurrió finalmente en 1972. Me recibí en diciembre del 73 y la tesis la rendí en julio del 74, con la particularidad de que, el mismo día que murió Perón, fue cuando regresé a Bahía Blanca”.
“Me casé en 1975 con Rosa María Arauz, la madre de mis hijas, una gran mujer, en paralelo ejercí la profesión en la rama Civil y Comercial de la abogacía, primero con mi tío, hasta que en 1978 puse mi propio estudio en la primera cuadra de calle Moreno, el cual con ayuda de mis suegros se lo compré al doctor Bartolomé”, consideró, en referencia a sus primeras experiencias laborales.
Aquellos inicios en la profesión fueron más que ajetreados: “Para ese entonces daba clases en Médanos, donde también tenía un estudio, al igual que en Pedro Luro, Mayor Buratovich, Punta Alta, Coronel Pringles y Puán. Me la pasaba en la ruta, viajaba una vez por semana o cada 15 días a cada localidad”.
“Respecto de mi militancia, la magia del alfonsinismo me cautivó antes de 1983, aunque a Raúl lo conocí en 1971 en el marco de una charla que dio en la Facultad de Derecho y, a partir de ese momento, se podría decir que prácticamente nunca me fui de su lado”, aclaró Baylac, mientras saludaba a lo lejos a un allegado que circunstancialmente se encontraba en el mismo café.
La política se apoderó de todo su ser: “Con el regreso de la democracia, fui candidato a concejal hasta 1985, porque antes se elegía por sorteo quiénes cumplían su mandato por dos años y quiénes por cuatro. Luego, me convertí en diputado provincial hasta el 89, posteriormente estuve en la Cámara Alta a nivel nacional hasta el 93 y tuve un lapso de dos años sin ejercer cargos públicos”.
“Hasta que en el 95, con Massaccessi de candidato a presidente, fui en el segundo lugar de la lista de la UCR para ser reelecto y en el 99 volví a estar en la lista para diputado nacional con Fernando de la Rúa, a mediados del 2001 él como Presidente me convocó para ser su vocero. Luego de los hechos por todos conocidos, volví a la Legislatura a terminar mi mandato hasta 2003”, resumió el entrevistado.
Solo por un momento puso el ancla en el presente para relacionarlo con lo sucedido hace 41 años: “La generación que eligió un populismo en la última elección sintetizó que todo lo demás fue un fracaso y ninguno cumplió con la propuesta. No culpo a los votantes del gobierno nacional actual, pero en 1983 se prometió democracia y se conquistó porque la política era una herramienta para resolver conflictos sin violencia”.
“Las diferencias políticas siempre van a existir, pero el peronismo no supo aceptar que el gobierno de Alfonsín era un período de transición, no era hegemónico. Considero que eso no ayudó a crear el sujeto democrático que era necesario por entonces”, esbozó, en plena ebullición de la nota.
Luego, reconoció que “como concejal viví un lindo aprendizaje porque todos los radicales que llegamos al recinto, éramos 15 en total, y salvo Roberto Garmendia con una pequeña experiencia, ninguno habíamos tenido un paso por la labor legislativa. Era una ciudad que crecía en torno a una sociedad compleja que requería determinadas demandas que nunca habían existido”.
“Me tocó presidir la Comisión de Asuntos Legales y revisar el Estatuto de la Municipalidad, promoviendo ordenanzas que para ese tiempo fueron importantes, buscando consensos porque, si bien la UCR tenía mayoría, los ediles del peronismo tenían una trayectoria y nosotros, si bien contábamos con formación, nos faltaba rodaje”, admitió, con la grandeza de quien es consciente de aquellas limitaciones.
En esa misma dirección detalló que “posteriormente, tuve la posibilidad de ser legislador y se convirtió en un verdadero desafío para mí, fui dos años oficialista en el gobierno de (Alejandro) Armendáriz y los otros dos siguientes opositor con el mandato de (Antonio) Cafiero”.
“Llegó la presidencia de (Carlos) Menem y era de los pocos que representaba a la provincia de Buenos Aires en el Congreso sin el traje del oficialismo. Sabía que leyes propias no iba a sacar, entonces me dediqué a controlar que no haya actos de corrupción y generar consensos para que salgan algunas normas, estableciendo límites lógicos”, dijo Baylac.
La cruzada no era nada sencilla: “Transité la convertibilidad, la dolarización, no fue sencillo porque muchas veces estaba solo en esa pelea. Tuve infinidad de conflictos con (Gerardo) Sofovich, (Alberto) Lestelle y varios personajes del gobierno de Menem porque pedíamos informes sobre hechos que parecían actos ilícitos y que se investigaron. Ya para el 95 me había convertido en un diputado mediático y combativo en los programas de (Bernardo) Neustadt y (Mariano) Grondona”.
“Llegué a la Cámara de Diputados de la Nación como expresidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales para la reforma constitucional de la provincia en 1989, donde no tuvimos el apoyo de los ciudadanos a través del plebiscito. Fue una lástima porque creo que era una de las mejores reformas que se habían planteado y lamentablemente no prosperó”, evocó aún con un dejo de resignación.
Una alternativa, sin querer, se abrió en ese contexto: “En lo particular me llevó a ser invitado por muchos programas de TV para confrontar con el menemismo que estaba aliado con la Ucede, en tiempos en los que Alfonsín y Cafiero habían hecho un pacto recíproco. En esos debates, varias veces gané y en otras me ligué algunos bifes (risas)”.
“Haber sido vocero presidencial fue la experiencia más linda que me tocó vivir, a pesar de que fue corta en el tiempo. Pude conocer la entraña del poder, estar en los 14 cuadrados donde las corporaciones, oficialismo y oposición toman decisiones. Es como un tablero de ajedrez donde el Presidente tiene que hacer el juego de defensa y ataque permanente”, postuló Baylac.
En relación a la figura de De la Rúa, exclamó que “era una persona muy capaz, pese a que nuestras primeras interacciones se dieron en el tramo en el que fue presidente del bloque cuando fui diputado en mi segundo mandato y la relación no había sido quizás la mejor porque su rol era atemperar las peleas y el mío dar todas las discusiones posibles”.
“Para ser su vocero me convocó Patricia Bullrich que era ministra de Trabajo, me dijo que debía hablar con Alfonsín para convencerlo porque el presidente me quería en el cargo. Mi primera reacción fue decir que era abogado, no periodista. Hablé con Raúl, me preguntó si tenía un proyecto para llevar adelante, respondí afirmativamente y lo armé en pocos días”, rememoró el histórico dirigente de la UCR.
Previo a ello, hubo un episodio clave: “De la Rúa había venido a Bahía días antes del 6 de junio cuando me designaron vocero y en esa ocasión viajé en el mismo helicóptero que él y Linares que era intendente. Bajamos en Ingeniero White, un gran logro porque fui interlocutor opositor en la interna provincial y eso me llevó a chocar con mis amigos Cabirón y Jaime que estaban en la otra línea”.
“Luego de aquella secuencia, De la Rúa me invitó a viajar junto con él a Chaco. Estábamos arriba del helicóptero pasando por sobre El Impenetrable y sentado a mi derecha me dijo: ‘Vas a ser mi vocero ¿no?’ No pude negarme”, susurró, entre risas.
Cuando se le preguntó por aquel abrupto desenlace, advirtió que “en diciembre de 2001 fui de los últimos dirigentes que se quedó a su lado. Sin creerme un especialista en cómo manejar situaciones complejas como las que se vivieron en esos días, me tocó asumir un protagonismo que resultó ser inédito para alguien en mi posición”.
“Apenas terminó la elección del 30 de octubre sabíamos lo que se aproximaba, por las reuniones de los radicales con Duhalde, teníamos información de que venían por nosotros. Algo de eso se reflejó en la serie ‘Diciembre 2001’, aunque esté muy ‘kirchnerizada’. En términos políticos, varias cosas que están en esa superproducción audiovisual ocurrieron realmente”, diferenció sin vacilar y con tono firme.
Pese a lo cual, dejó en claro que “el objetivo de Alfonsín era voltear a Cavallo, quien era la expresión de un modelo neoliberal y tenía demasiadas reservas desde su mirada como socialdemócrata. Actuó en emergencia, acompañando y en silencio, aceptando los hechos aun cuando a mi me tocó denunciarlos. No fue capaz siquiera de llamarme para decirme que estaba equivocado”.
“El 1º de enero de 2002 asumió Duhalde y yo volví a la Cámara porque todavía tenía mandato. Al lado mío se sentó Raúl, con su traje de color pastel, cuando vio que me quedé callado y levanté la mano por el nuevo presidente, me apretó la pierna en un gesto de aprobación”, contó, sobre una secuencia que lo dejó marcado para siempre.
La figura del primer presidente tras el regreso de la democracia fue muy fuerte: “Con Alfonsín tenía una relación casi de hermandad, él suplió a mi padre que murió en el 72, lo asumí como una figura casi familiar. En 2003 terminé mi gestión dentro de la política, me quedé en Buenos Aires porque en Bahía Blanca me había quedado sin estudio jurídico”.
“Nunca me sentí una persona no grata acá, sí fui observado y señalado, en tiempos en los que era presidente del Club de Golf, uno de los socios mandó una horda de muchachos de la Izquierda y Montoneros y el tema terminó a las trompadas y en la Justicia, con una condena para todos ellos”, sintetizó, explicando una situación puntual allá por comienzos de siglo
En lo referido a su función dentro del partido fundado por Leandro N. Alem en 1891, enfatizó que “mi gestión vinculada a los cargos terminó hace más de 20 años, pero nunca abandoné la militancia, durante todo ese trayecto hubo tiempo de mucho silencio, solo hacía radio en Buenos Aires. Fue un volver a los medios porque en los dos años que no fui legislador había hecho TV con Jorge Arguello, conocido por su paso como embajador”.
“Lo que pasó con la locación de la planta de GNL fue algo cantado, se sabía que se iba a perder una de las herramientas a futuro más importantes para la ciudad. Era algo que venía circulando hacía años, siempre atado a que esa alternativa pueda impactar positivamente, más allá de que el vecino de a pie tienda a darle la espalda al Puerto, es algo histórico”, acotó, al momento de poner bajo la lupa la coyuntura actual.
Sobre este ente público no estatal refirió que “es un lugar que lo ve como algo propio de Ingeniero White y las empresas, pero no de los bahienses. Sin embargo, cuando les planteás que acá se iban a invertir 35 mil millones de dólares, alguna moneda se iba a derramar para ellos”.
“La ciudad no escapa a la línea general del país, no hemos pegado ningún salto cualitativo en los últimos 20 años, algo que se había logrado con Cabirón y Linares por las inversiones en el complejo industrial. Desde 1983 no se ha trabajado en la regionalización, en generar conciencia de que no somos el Gran Buenos Aires para los pueblos del interior de la Sexta”, declaró Baylac.
Ingresando al tramo final de la charla, disparó: “Más allá de todo esto, entiendo que de ninguna manera deberíamos renunciar a ayudar al hinterland del Puerto local con las inversiones de los propios protagonistas para ser socios de un complejo agroindustrial que necesita inexorablemente de complementos”.
“Tal vez deberíamos hacer como hacen los chilenos que con 150 mil hectáreas de cerezas y uvas sin semillas tienen más ingresos per cápita que Argentina en carnes y cereales. En aquel país han ingresado 2295 millones de dólares, vendiendo su producción a China e India”, reclamó.
Al epílogo, dejó una reflexión: “Por mi edad, hay cosas que no voy a ver. Sigo teniendo esperanza en la democracia, el progreso y una sociedad civilizada. Esos componentes, el gobierno actual no los admite como tal. No se puede desarrollar y mejorar los estándares de vida sin ciudadanos que quieran vivir dentro de la Ley, sabiendo que al lado hay un ser humano que necesita de tu solidaridad. Eso es igualdad de oportunidades”.
Juan Pablo Baylac, ya retirado de la escena pública, se convirtió en una voz autorizada para analizar la actualidad. Su vasta experiencia, acumulada desde el regreso de la democracia, le permite observar de cerca los sucesos más trascendentales. Baylac no solo fue testigo, sino también protagonista en momentos clave de la historia reciente, lo que le otorga una perspectiva única y profunda para evaluar los desafíos y oportunidades del presente. Su análisis, caracterizado por una mirada crítica pero constructiva, sigue siendo relevante en el debate público, reflejando su compromiso continuo con la vida democrática del país.
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