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Gisella Avale

Toda una vida junto a un semillero de bailarinas

Tenía cinco años cuando la película “El lago de los cisnes” la cautivó. Licenciada en Economía e hija de la recordada pianista Susana Persia, realiza un balance de su trayectoria en el mundo de la danza. Habló, también del legado de su madre: “Sigo llorando su ausencia”, dijo.

Gisella Avale

Cecilia Corradetti / [email protected] / La Brújula24

Transcurrió casi toda una vida junto a su pasión, la danza. Gisella Avale tenía cinco años cuando quedó cautivada con “El lago de los cisnes”, la película que vio en el Teatro Don Bosco junto a su madrina, Milca Patocci. Allí supo que amaba ese mundo. Con el correr del tiempo se convirtió en una gran formadora del semillero de bailarinas en Bahía Blanca.

Hija de la recordada pianista Susana Persia, fallecida en 2018 y de quien, asegura, heredó su pasión por el arte, Gisella nació el 3 de mayo de 1976. Su papá es Sebastián Avale.

Junto a su mamá, Susana Persia, y su hermana Aldana

“El ballet que vi en aquella película encendió mi amor por la danza. Salí del cine sorprendida y con ganas de aprender. En Bahía Blanca, en aquel momento existía la escuela de danza, pero hasta los ocho años de edad no se podía ingresar. Mi mamá se enteró de que en un estudio de danza jazz, el de Sandra Brandawer, había una muy buena bailarina de ballet dando clases y me llevó”, recuerda, en diálogo con La Brújula 24.

A los siete comenzó sus clases de ballet con Elsa Mochen, su primera maestra, y aún recuerda intacta la música y la coreografía que la acompañaron durante todo ese primer año.

Ya con ocho años recién cumplidos rindió el examen para el ingreso a la escuela de danza, una prueba nada fácil. “Entré y mis maestras fueron Stella Maris Salomón, Liliana Rodríguez, Marta Pereyra, Raquel Méndez, Vivana Paolucci. Durante 6 años concurrí allí. Una lesión en una rodilla me impidió rendir ese último año y comencé a prepararme por fuera de la escuela con una bailarina-maestra que había regresado de trabajar en México, Alicia Katzen”, repasa.

–¿Cómo siguió la historia?

–Ella tenía un método diferente y decidí seguir estudiando con ella. Me enseñó muchísimo sobre la técnica clásica y bailar. Los años fueron pasando y fui tomando clases con otros maestros/as y, dentro del espacio de Alicia, aprendí también sobre el repertorio clásico del ballet. A su vez, terminé el secundario y comencé una carrera universitaria. A la par siempre seguí con mi pasión hasta finalizar mis estudios universitarios (soy licenciada en Economía). Fue en ese momento cuando mi querida maestra Alicia partió abruptamente de Bahía Blanca. Me propuso, junto con una compañera, seguir con su estudio de danza. Corría septiembre del año 2000.

Desde los comienzos Gisella aconseja a las futuras bailarinas que sean constantes y voluntariosas, responsables, y respetuosas

–¿Allí pasó de ser alumna a profesora?

–Claro. Inesperada y felizmente me encontraba dando clases y dirigiendo el espacio que tanto me gustaba. Desde allí me dediqué a la docencia de la danza clásica, capacitándome y actualizándome y, por sobre todo, enseñando el amor por la danza.

–¿Expresarse y contagiar pasión por la danza prevalece por encima de competir?

–El objetivo primordial del estudio es que todas las personas que concurran puedan disfrutar de ese tiempo, a la par de aprender la técnica e inculcar el amor por el ballet clásico y la formación de bailarinas y bailarines. Por supuesto que fuera del estudio la competencia existe, como en todo el mundo, pero en lo posible trato de que alumnas y alumnos piensen más en mejorar y crecer que en el premio, la medalla o la competencia. Pienso que, más allá de la competencia, si una persona tiene todas las cualidades que requiere el ballet, va a sobresalir del resto y eso se va a destacar. En fin, la idea es disfrutar y que tanto las más pequeñas como las más grandes tengan un lugar adecuado para desarrollarse y expresarse. Con tantos años de experiencia decidí también formar el grupo independiente Suite ballet, con las alumnas con más nivel técnico y así mostrar el trabajo más terminado. La intención, a futuro, es que se autogestione y sostenga como un pequeño ballet.

–En el espacio suelen participar de Danzamérica, un encuentro muy reconocido ¿Cómo suelen ser esas experiencias?

–Desde el año 2012 concurrimos a ese concurso internacional que se realiza en Villa Carlos Paz, Córdoba. Es una experiencia totalmente enriquecedora, motivadora. Es muy bueno para mis alumnas y también para mí que vean y bailen en otros lugares, conozcan otros maestros y alumnos de otras partes de Argentina y América. Es muy interesante que puedan participar bailando en un gran teatro y escenario cómo el Luxor, algo que aquí, en su ciudad natal apenas si pueden acceder como público por ser menores.

Junto a una alumna, Lola Evangelista, en el Miami City Ballet School

–¿Qué resultados obtuvo allí?

–Muchos, pero recuerdo que en el año 2016 en Danzamérica una alumna, Lola Evangelista, recibió una beca de estudio al Summer 2017 del Miami City Ballet School, a través de su representante brasilera Alice Arja. Tuvimos la suerte con Lola de viajar y conocer semejante institución. Fue una experiencia inolvidable y soñada. Este año viajé con 11 alumnas y recibí una beca para un curso de capacitación para maestros, algo planificado para 2024.

–¿Qué se le debe inculcar a una niña que quiere ser una futura bailarina?

–Desde los comienzos les aconsejo que sean constantes y voluntariosas, que sean responsables y respetuosas. En esta danza la disciplina tiene mucha importancia, sin eso es difícil poder realizarse como bailarina.

–¿Cuál es el balance de estos 20 años?

–Es un balance totalmente positivo, pienso cuando empecé, miro todo el camino recorrido y veo un crecimiento total en todos los aspectos. Y creo aún que estoy en un trayecto ascendente porque sé que quedan muchos proyectos por realizar y tengo ideas para seguir proyectando y trascender aún más.

“De mi mamá aprendí que se puede vivir del arte”

Confiesa, con orgullo que el recuerdo de su madre, la talentosa pianista Susana Persia, sigue latente.

“Aún sigo llorando por su ausencia”, reflexiona Gisella, que está casada con Pablo Di Carli y es mamá de los mellizos: Francesco y Julieta, de 17 años.

Gisella y su familia, Pablo y sus hijos Francesco y Julieta

“Qué decir de ella, una excelente y talentosa pianista y promotora del folklore nacional. Haber sido su hija es un orgullo. Me dejó enseñanzas a montones, cumplir con las responsabilidades, comprometerse hasta el final, el amor y la pasión por el arte, ella por la música; yo por el ballet… En fin, darlo todo para brindar lo mejor al público”, enumera.

También está convencida, porque así lo estaba Susana, que vivir del arte es posible: “Luchar hasta el final y aferrarse a la vida hasta más no poder. Estas dos últimas enseñanzas son las que me quedaron grabadas a fuego, sobre todo en sus últimos días”.

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