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DE AYER A HOY

“El talento junto con la disciplina son la combinación ideal para el árbitro de elite”

Raúl Chaves tocó la cúspide en el básquet. Respetado por cada logro y querido por su don de gente. Los inicios. Los viajes por el mundo. Y la confesión: “No extraño dirigir porque me retiré cuando era el momento”.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

Dos trilogías de jugadores marcaron una época (“Lito” Fruet – “Beto” Cabrera – “Polo” De Lizaso por un lado y “Pepe” Sánchez – “Manu” Ginóbili – “Puma” Montecchia por el otro), explican en parte el mote de Capital del Básquet que recibió Bahía Blanca, una ciudad que respira este deporte como ninguna otra del país.

Sin embargo, no menos importante ha sido el aporte que han hecho otros “actores de reparto”, denominación que llevan por no ser protagonistas dentro de un juego, aunque destacándose en su labor. En lo que respecta al arbitraje, el legado de Rodolfo Gómez lo tomó Raúl Chaves, un verdadero embajador y líder de la actividad que llegó a lo más alto que se puede aspirar. Claro que impartir justicia con un silbato en la boca no es lo mismo que picar la pelota y tirar al aro.

El ”Colorado” participó en dos Juegos Olímpicos (Atlanta 96 y Sydney 2000) y en dos mundiales masculinos de mayores –además de un par de certámenes internacionales femeninos– , en todos los casos llegando a pitar en juegos decisivos. Con una claridad de conceptos propia de un hombre con el roce que le dio codearse con los mejores, entregó sus pinceladas a LA BRÚJULA 24. Un lujo…

“Soy hijo único y nací en el Barrio San Martín, mis padres son de Felipe Sola y se radicaron en Bahía antes de que yo nazca. Mi papá trabajó en el campo y al tiempo que empezó a desempeñarse en el ferrocarril, lo trasladaron a los talleres noroeste, sobre calle Rondeau. Llegó a la ciudad en 1941, veinte años antes de mi llegada al mundo. Con mi mamá se conoció cuando viajaba los fines de semana al pueblo para jugar al fútbol en el Club Agrario”, comentó Chaves, en lo que fueron sus primeras apreciaciones al encenderse el grabador.

Apelando a su memoria, repasó: “De mi niñez recuerdo que residí en Granada 784 y pasaba gran parte del día en la calle. Allí viví hasta que me casé, con 25 años. En la esquina de casa estaba el Club Dublin, que en ese entonces se llamaba Tandil, además del potrero en Tierra del Fuego y 25 de Mayo. Eran no menos de seis horas disfrutadas en esos espacios después de clases. Fui a la Escuela Nº 34 de Fitz Roy y Ángel Brunel porque no había cupo en la que estaba al lado del Club San Martín y la de calle Teniente Farías”.

“Mi primer deporte fue el fútbol, donde se jugaban los interbarriales. Cuando tomé contacto por primera vez con el básquet tenía 13 años y llegué para acompañar a mi primo. Allí conocí otro mundo, me gustó el ambiente y me hicieron participar enseguida. Un día faltó un jugador en la categoría, me anoté y arranqué con ese deporte. La secundaria la hice en la ENET Nº 1, los primeros tres años en el edificio que estaba en calle Chiclana y desde cuarto hasta sexto en Azara”, indicó “el Colo”, en referencia a su formación académica.

Asimismo, admitió que “me recibí de Técnico Electricista, más allá de que siempre quise ser abogado penalista. Sin embargo, mi padre me dijo que no me podía mandar a estudiar afuera, una carrera que se dictaba solo en Córdoba, Buenos Aires y La Plata. Él me ofrecía que siga una carrera en Bahía, que un plato de comida nunca me iba a faltar, pero para irme de la ciudad no tenía los medios económicos para sostener mi estadía lejos de mi casa”.

“Al mes que empecé a jugar en las categorías formativas del club, vino “Tati” Deminicis, que fue mi descubridor casi en un 100%, la otra parte se la dejo a Oscar Pérez, y me preguntó si era nuevo. Me planteó una serie de pautas internas, me trajo un reglamento de minibásquet y un silbato de los de cotillón de cumpleaños. Ellos me indicaron que iba a ir a dirigir partidos de menores, acompañado de alguien más grande, siendo mi debut en cancha de Leandro N. Alem con ‘Lalo’ Bualó”, agregó, en otro segmento de la charla que recién estaba en ciernes.

Paulatinamente, comenzó a percibir un indicio de que algo estaba ocurriendo: “En un determinado momento, noté que todos los chicos rotaban y que el único que iba siempre era yo. Como jugador no me destacaba, entonces con 16 años y tres en Estrella, me tocó dirigir un partido de lo que era Reserva de Primera División local, todo un enorme desafío. Todavía no me daba cuenta de que tenía condiciones para arbitrar, pero percibía que me iban dando cada vez más partidos”.

“El ‘Ruso’ Reising, que fue mi compañero en ese cotejo, me dijo que dirigiera como lo hacía cuando me tocaba un juego de cadetes o juveniles. Me dio confianza, me manifestó que tenía condiciones, fui designado para la final de Reserva y con 17 años, Deminicis me expresó con total franqueza, sabiendo que me gustaba el básquet: ‘Como jugador sos un perro (risas), pero como árbitro tenés grandes condiciones’”, enfatizó Chaves, estableciendo allí una frase que lo motivó.

Y comentó: “Ahí fue cuando empecé a tomar conciencia, me dieron un partido de Reserva entre Olimpo y Villa Mitre que era bastante chivo, un cotejo que iba a ser observado por dos jueces (Boubee y García) y que pasarían un informe en relación a mi desempeño. En lo personal, arbitrar fue algo natural que nunca sufrí, no requería más esfuerzo que el de progresar constantemente, inclusive ya en el profesionalismo”.

“Siempre que representé a Estrella dirigí ad honorem, más allá de las atenciones que tuvo el club. Además, en esos años me acuerdo que una vez Rodolfo Gómez me trajo un silbato balilla que eran los que usaba la Policía en Firenze (Italia). La personalidad viene con uno, es innata, el carácter hasta cierto punto se puede amoldar, pero tuve esas dos cualidades y fueron aspectos en los que me destaqué”, añadió el mejor árbitro de básquet que dio la ciudad.

Consultado respecto de cómo forjó un nombre dentro del ambiente, reveló: “Bahía me dio la ayuda para formarme porque el básquet era una actividad muy arraigada, me tocaba ir a canchas muy difíciles. Con casi 24 años coincidí con el inicio de la Liga Nacional de transición, otro golpe de suerte porque hasta ese entonces solamente había sumado experiencia en un Provincial en Olavarría y en 1984 voy como candidato a juez nacional a un certamen de Mayores en Pergamino”.

“Ahí me recibo de árbitro a nivel argentino y se alinearon los planetas porque allí surge no solo la Liga A, sino también la B y C, por lo que se necesitaban jueces y un federalismo abierto. En eso fue fundamental Jorge Rubinsztein que abrió el juego porque la idea de (León) Najnudel era que la dirigieran árbitros de Capital Federal, pero en una reunión, el primero de ellos convenció al creador de la Liga Nacional de incorporar jueces del Interior”, sintetizó “el Colo”.

Tan vertiginosa como exitosa fue esa etapa, la cual le abrió infinidad de puertas: “Ya a los 26 años fui internacional y mi primer torneo importante fue en 1993, un Mundial Sub 23 que se disputó en España. Estuve casi un cuarto de siglo a ese nivel y en eso la competición interna dentro de nuestro país fue fantástica para todos los estamentos, ya sea jugadores, entrenadores y también para nosotros los árbitros. Hoy, visto en perspectiva, puedo ponderar todo aquello como algo clave”.

“Fue fundamental haber aprendido a hablar inglés para poder comunicarme con todos porque en el arbitraje tenías por un lado a los europeos, con un comportamiento profesional. Ellos pusieron los tres jueces en cancha a principios de los 90 y nosotros recién dos décadas después, algo que viví en la Euroliga y potenció mi desempeño. Así, se dirige más fácil y el margen de error se reduce claramente”, diferenció, promediando el ameno mano a mano.

No obstante, sumó: “Los latinoamericanos como árbitros somos mucho más temperamentales, quizás no tan técnicos. Físicamente en líneas generales ellos estaban mejor. Uno se da cuenta cuando hace su trabajo bien o comete algún error puntual. Para que un árbitro muy bueno supere dicha barrera y se convierta en uno de elite debe resolver de manera correcta tres situaciones puntuales dentro de un mismo cotejo”.

“En partidos muy parejos, por ejemplo, de la Euroliga, hay tres decisiones dentro del trámite que uno se puede equivocar. Si uno acierta en esos fallos, se transforma en un juez de elite. Eso te da el consenso, porque el árbitro debe ser aceptado antes de entrar a la cancha. Si eso no ocurre, no va a ser suficiente con hacer luego un desempeño sin ningún tipo de fisura para evitar que te consideren de manera negativa”, infirió.

Y lo ejemplificó con una anécdota: “Recuerdo que tuve un partido definitorio que fue Estados Unidos-Italia en el Mundial Sub 23, donde tomé una decisión algo fuera del reglamento y que el Jefe Técnico me dijo que había resuelto una situación todo lo contrario a lo que ellos querían. Sin embargo, me ponderó que lo que yo había hecho era lo mejor para el juego, lo que me ayudó al desarrollo del resto de mi carrera”.

“Con los instructores suelo hablar de que el talento está primero y luego disciplina. La combinación de ambas es una mezcla perfecta”

“El apoyo de la familia es indispensable, algo que pude corroborar en la previa de lo que fue la final de la Liga Nacional de 1996 entre Atenas de Córdoba y Olimpia de Venado Tuerto. Mi rutina no se alteró en lo más mínimo y me indicaba que la tarde previa al partido debía dormir dos horas de siesta y en la habitación del hotel, horas antes al juego, venía el Comisionado Técnico a tomar mate”, describió, quien aún conserva grandes amistades en el ambiente.

En paralelo, contó que aquello era “un ritual inalterable que, además, incluía un llamado a mi casa y esa tarde hablo con Laura (mi esposa) quien me deseó suerte y no me dijo nada que un rato antes mi papá se había caído de la escalera. Quizás otra persona en su lugar me hubiese contado lo sucedido y eso me desenfocaba un poco del partido de la noche. Por eso, reitero que el entorno que a uno lo rodea es vital para conseguir los objetivos”.

“La concentración en el arbitraje es clave, cuanta más información tiene y el conocimiento de los que son partícipes del juego son rasgos vitales a la hora de pitar adentro de la cancha. Los árbitros en general nos motivamos cuando el estadio está lleno y en mi caso particular me ayudó el hecho de criarme mucho tiempo en la calle. En el barrio, uno sabe quién es el que va a laburar, el que roba, el que vende droga o levanta quiniela”, remató Chaves con absoluta naturalidad.

Su experiencia le indica que “todos están identificados y uno cuenta con todas esas alarmas activadas, por eso cuando alguien llega desarrollado de esa manera, todo se hace más fácil en el alto nivel. Actualmente, un árbitro joven se promueve sin ese roce, no digo que sea ni mejor ni peor, pero hoy los chicos se la pasan con el teléfono y adentro del departamento. Creo que, en esta profesión, uno debe ser bicho y perspicaz”.

“Suelo dar el mismo ejemplo en charlas con chicos jóvenes que aspiran a ser árbitros. Les digo que de niño aprendí lo que era robar las naranjas de la vecina sin que me vieran. Cuando me preguntan qué tiene que ver eso con el rol de juez en un partido de básquet les digo que, al entrar a la cancha, los jugadores y los entrenadores van a querer llevarse esa fruta y uno debe estar preparado para evitarlo, van a querer sacar ventaja”, graficó, ingresando en la porción final de la conversación.

Consultado sobre el momento del colgar el silbato, Raúl relató: “Siempre fui consecuente entre lo que pensaba y lo que decía porque cuando entré a la Liga Nacional tan joven, había árbitros de 50 años que se estaban yendo. A esa edad uno veía lejana la opción de retirarse y se preguntaba por qué los veteranos seguían en actividad, pero cuando me tocó a mi llegar a esa instancia de la vida, supe que lo mejor era dar un paso al costado para dejarle lugar a las nuevas generaciones, más allá de que uno pueda sentirse bien o no”.

“Hay etapas y uno las tiene que cumplir. En 2009 me retiré de manera oficial dirigiendo un amistoso entre Argentina y Uruguay en Bahía Blanca, ante la mirada de mis padres que nunca me habían visto en un encuentro internacional. Y en el torneo local estiré un año más la carrera, acompañando a algún joven, cuando cumplí los 50 lo hice definitivamente. Luego entré a trabajar en la empresa familiar de baños químicos, eso fue algo que me ayudó mucho, no tuve tiempo de lagrimear mi retiro”, confesó quien con su desempeño dentro y fuera de la cancha se convirtió en un ejemplo para el resto de sus colegas.

Comenzaba para él una nueva vida: “Esa decisión me reinsertó en el rubro comercial porque antes de eso había formado parte de la empresa Terrabusi. Lo que más extrañaba era el post-partido, la cena luego de cada juego donde se daban charlas interminables. Me retiré de la empresa y dedico mi tiempo a mirar todos los deportes, conozco a los protagonistas de cada uno de los que practican cada disciplina, sea golf, rugby, vóley o fútbol que me encanta”.

“Respecto a este último, creo que si modificara un par de cosas a nivel reglamentario mejoraría muchísimo más porque está hecho para especular y eso es en lo que se debe tratar de trabajar para llegar a una modificación. Hoy, perjudica a aquel que propone y lo que nunca tiene que hacer la tecnología es rearbitrar, eso es lo que tendría que tener en cuenta el VAR y cualquier mecanismo alternativo”, disparó, a modo de crítica constructiva.

Por lo tanto, esbozó: “Si un juez vio penal, es penal. Que no haya visto una acción de juego es otra cosa y es ahí donde puede intervenir, pero cambiar un fallo es algo más difícil de aceptar. En el básquet tenemos el instant replay y lo he utilizado para una finalización de un partido y a los entrenadores en el trayecto hasta la pantalla les decía que ya había tomado la decisión en la cancha”.

“Siempre una resolución rápida, aunque sea equivocada, va a ser mejor que una justa y lenta. Prefería equivocarme siempre por no sancionar algo que sucedió que cobrar algo que no había pasado. Si la tecnología no demostraba lo contrario, dejaba intacta mi decisión inicial. Estoy a favor del VAR, pero si el árbitro interpretó que un contacto fue falta, no te pueden llamar de arriba para decirte lo contrario. El fútbol tiene que convivir con eso”, aseguró “el Colo”.

Al cierre, introdujo la alternativa que le daría mejores dividendos al deporte más popular del país: “Con dos tiempos netos de 30 minutos se termina con el hecho de que un arquero se quede a vivir en el suelo simulando una lesión para hacer correr el reloj o vaya a buscar la pelota lejos teniendo una al alcance. Inglaterra fue el primero en plantearlo. Días atrás en Manchester City-Arsenal se jugaron 56 minutos de tiempo neto y se adicionaron 8 que luego fueron 12 por un jugador lesionado, no se estuvo cerca de llegar a los 90 reglamentarios”.

Verborrágico y concreto en cada una de sus apreciaciones, Raúl Chaves guarda en el arcón de los recuerdos todo y cada uno de los momentos vividos tanto dentro como fuera del rectángulo de juego. Su palabra autorizada lo transforma indiscutiblemente en un baluarte de estas tierras, un claro ejemplo de que, con dedicación y esfuerzo, todo es posible en esta vida.

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