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INFORME ESPECIAL

Rendirse, jamás: familias que perdieron todo y volvieron a empezar

En esta crónica te acercamos los relatos de vecinas que se quedaron con lo puesto por culpa del fuego. La solidaridad del bahiense de a pie. Sus miedos e inquietudes. Y su fuerza para nunca bajar los brazos.

Por Juan Tucat, redacción La Brújula 24
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El último año y medio estuvo cargado de dificultades. Y no hace falta ser experto en economía para darse cuenta de que los bolsillos de los más vulnerables fueron, como ocurre siempre en épocas de crisis, los más afectados. Más allá del coronavirus o de los políticos de turno, esa es una realidad.

Ahora bien, dejando las cuestiones sanitarias y económicas de lado, al menos por un tiempo y conociendo el desastre que generó la pandemia, hoy vamos a enfocarnos en historias que son ejemplos de superación. Testimonios que reflejan que en Bahía la esperanza es lo último que se pierde. A pesar de todo y de todos.

Porque para más de uno podría resultar fácil bajar los brazos. Rendirse ante la adversidad. Pero acá esa no es opción. Y en este informe especial de La Brújula 24, a las pruebas nos remitimos.

Volver a empezar

Transcurrían los primeros días del mes de junio cuando, también en este medio, te contábamos lo ocurrido en la casa de Lorena Meunier, ubicada en Rondeau al 1600. Un desperfecto eléctrico cambió su vida y la de sus cuatro hijos para siempre. Literal.

En aquella oportunidad, recién recuperada de las heridas que había sufrido para intentar salvar algunas de sus cosas, la mujer nos explicaba que todo se había originado por una estufa utilizada ante la falta de gas en el domicilio. Dicho sea de paso, hacía un mes que estaba alquilando allí. El fuego pasó de un acolchado al colchón y consumió rápidamente el lugar con techo de madera.

“Me quedé sin nada, no puedo pedir nada porque no tengo lugar para guardar, me han ayudado con ropa para mi y los chicos, colchones. El que sepa de un lugar, se lo agradezco, así me cobren alquiler, necesito un lugar para vivir”, sentenciaba Lorena.

Hoy, meses después, su realidad es otra. “Empezamos con la ayuda de la gente, porque si no nos hubieran ayudado como lo hicieron, hubiera sido imposible. Perdimos todo, no nos quedó nada. La gente respondió de una manera impresionante, de hecho muchas de las cosas que recibimos las donamos a otras personas porque era demasiado. Recibimos no solo en la casa de mi papá sino también en la casa de mi hija”.

“Nosotros nos mudamos a un barrio cerca de Villa Rosas, pasó una señora y nos quedaba ropa que no usamos, era demasiado lo que teníamos. No necesitábamos 10 pares de zapatillas o 20 pantalones, así que le dimos lo que había”, contó Lorena. Y por supuesto, detalló los miedos que desde aquel día la acompañan. “Cuando tuvimos que buscar un lugar para alquilar, lo primero que vimos fueron las instalaciones eléctricas y el gas. Sentís a los bomberos y se te acelera el corazón. Te queda el temor de salir y dejar a los chicos, diciéndoles que tengan cuidado con el calefactor y todo eso”. 

“Hubo una señora muy predispuesta a ayudarnos, de Monte Hermoso, que movió cielo y tierra para poder conseguir un lugar donde vivir. Nosotros no queríamos nada regalado, pero pasa que las inmobiliarias te piden muchas cosas y garantías, entonces se nos complicaba un poco con eso. De la Municipalidad no tuvimos ayuda, más allá de Defensa Civil que aportó un colchón y que nos rescataron los gatos que teníamos en la casa”, aseveró. Y reiteró: “Sin la ayuda de la gente de Bahía, que es maravillosa, no hubiera podido volver a empezar. Es muy complicado, hay muchas trabas. Estoy muy agradecida a todos”. 

Otra familia que pasó por un trauma similar fue la de Rosa Henríquez, en Tierras Argentinas. En su caso, fue ni más ni menos que en medio de la celebración del Día del Padre cuando el fuego se apoderó de su casa en Eva Duarte al 2900. Las llamas consumieron todas sus pertenencias, las de su esposo y sus tres hijos. 

“La lámpara hizo un cortocircuito y no lo pudimos parar, perdimos muchas cosas”, reflexionada la damnificada ante la consulta de este cronista, con la mirada atónita. Aún impactada, sin tener en claro cómo iban a hacer para recuperarse.

Pero su relato fue escuchado y la ayuda no tardó en llegar, por suerte. “Es muy feo lo que pasó, pero tomé fuerza de la familia, los amigos y vecinos que nos ayudaron. Municipalidad y Defensa Civil también nos ayudó, con colchones en una primera instancia, ellos fueron los primeros que llegaron con cosas”.

“El temor nos quedó y ahora para poder salir de casa y estar tranquilos que no pase nada bajo siempre la térmica, pero el miedo nos quedó a todos. Es más, los nenes ven un poquito de humo, de la salamandra por ejemplo, y se asustan. Yo me despierto a la noche, el miedo siempre va a quedar. Es muy duro lo que nos pasó y estamos saliendo a flote gracias a mucha gente”, agregó.

Y para cerrar esta nota, la palabra y el recuerdo de Mariela Galeano. Su caso, ya más cercano en el tiempo, también fue desolador. El cortocircuito de unos cables consumió casi toda su vivienda ubicada en Pigüé al 2800, donde ella vive con sus cinco hijos de edades entre 3 y 11 años.

En su relato, ella misma explicó que no se había dado cuenta de la explosión porque justo esa noche estaban todos durmiendo en la cocina, por el frío y para poder ver una película en la TV que allí tenía. “Vino un vecino corriendo, cuando abrí la puerta de la pieza estaba todo lleno de humo y quemado”.

“Hoy estoy tratando de volver a empezar, de a poco viendo de construir cocina y comedor. A seguir luchando, no me queda otra, más que nada por mis hijos. La verdad es que cuesta salir adelante, pero no hay que bajar los brazos”, apuntó la joven madre.

Y recordó: “La gente me ayudó muchísimo, gracias a los bahienses que me llamaron de todos lados. Del Gobierno tuve que ir a ver a la asistente social y quedaron en ver qué podían hacer, pero se tiran la pelota uno a otro. Estoy muy agradecida con la gente, pero los políticos aparecen cuando quieren votos. Gracias a la gente pude conseguir todo lo que había perdido”.

“El miedo está, más que nada por los nenes porque estamos solos y no se lo que hubiera hecho si pasaba a mayores. Espero que no nos vuelva a ocurrir nunca más algo así, en un momento como ese no sabés qué hacer”. 

Relatos. Historias que se replican, sobre todo en sectores de mayor vulnerabilidad. Pero con un denominador común: la solidaridad del vecino de a pie, ese que lee y escucha las noticias y no se queda quieto. Porque así lo elige. Tal como manifestaron Lorena, Rosa y Mariela en este informe, sin su ayuda hubiera sido muy difícil. Gracias.

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