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INFORME ESPECIAL

Entre fases y protocolos: el estado emocional de los bahienses tras un año de pandemia

Desde marzo del año pasado, cuando se dispuso el aislamiento obligatorio, la sociedad atravesó cambios de todo tipo. Hoy, profesionales de la ciudad analizan todos ellos y, en especial, los que vendrán.

Por Juan Tucat, redacción La Brújula 24
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La cuarentena obligatoria comenzó a regir en Argentina el 20 de marzo del año pasado, fecha que sin lugar a dudas será recordada como el día que cambió nuestra forma de vida, nuestras costumbres. Fue el quiebre entre una realidad que dábamos por sentada y otra que es mucho más frágil. Y a muchos, eso les genera ansiedad, lógico.

Habiendo transcurrido más de un año desde aquel momento, no son pocos los expertos que anticipan que el país está literalmente al borde de un “colapso” psicológico. Profesionales de la salud advierten, encima, que es inminente la llegada de una segunda ola de coronavirus, más contagiosa y letal, lo cual infunde aún más temor.

Pero además está el cansancio. Y si se tiene en cuenta la posibilidad, quizás algo remota, de que vuelvan las restricciones de circulación a nivel general –con la idea de evitar contagios masivos-, el combo es complicado. Ahí es donde vienen los verdaderos problemas: depresión, adicciones, estrés. De hecho, en estos mismos espacios de La Brújula 24, especialistas bahienses en salud mental abordaron el tema a mediados del 2020, cuando nada hacía pensar que podía extenderse tanto tiempo el ardid despiadado de la pandemia. (Léase “Cómo impacta la nueva normalidad”)

Por eso, en este informe volveremos a contar con el testimonio de reconocidos profesionales. No sin antes mencionar que el temor de la población en general está hoy más latente que nunca. Así lo muestra una encuesta realizada por el Observatorio de Psicología Social aplicada de la Facultad de Psicología de la UBA, que mide distintas variables desde los primeros días de confinamiento.

Los resultados de este trabajo, que fueron publicados por el diario Perfil, analizan las respuestas de 3.078 personas, consultadas en los grandes conglomerados del país, entre el 3 y el 10 de marzo de 2021, con un error muestral de más/ menos 1,8%. De acuerdo a estos datos, un 82% percibe al coronavirus como un factor de alta peligrosidad, mientras que una de cada dos personas lo considera una gran amenaza para la salud pública del país.

Y en cuanto al temor al contagio, una gran mayoría (73%) dice estar entre “muy asustada” (34%) y “un poco asustada” (39%) por la posibilidad de contraer el Covid-19. A su vez, un 55% señala que pensó alguna vez que podía estar contagiado, mientras que un 9% lo piensa todo el tiempo. En tanto, indica la publicación, la curva de salud mental muestra ‘mejores indicadores’ en comparación con la obtenida a los seis meses de pandemia, en plena etapa de aislamiento.

A más de un año, la cabeza de los bahienses

La licenciada Alba Picardi, presidenta del Colegio de Psicólogos de Bahía Blanca, afirmó en diálogo con este medio que “yo creo que el estado emocional, en esta situación de pandemia, es muy similar a lo que se ve en el resto de los lugares, aunque por supuesto con las características propias de la comunidad”.

En un principio, recordó la especialista, cuando surgió la necesidad del ASPO –Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio-, “lo primero que apareció fueron los síntomas típicos de alerta por la misma incertidumbre, era una pandemia con todo lo que eso implica, generaba mucho temor y angustia en la gente. Veníamos viendo cómo se desarrollaba todo esto en otros países y eso nos daba otra percepción del peligro que implicaba. Generaba una sensación de vulnerabilidad frente a lo desconocido. Esta incertidumbre provocaba mucha tensión y hacía que la gente estuviera asustada, lo cual se veía con distintas manifestaciones: ansiedad, irritabilidad, angustia, dificultades en el sueño o el exceso de apetito”.

En esa misma línea, Picardi analizó el inicio de la cuarentena, cuando todo era nuevo. “La gente aprovechaba para ordenar y limpiar su casa, por ejemplo, pero luego empieza a aparecer un agotamiento, y llega la falta de motivación, la falta de ganas, dificultades para mantener una rutina.  Se van generando situaciones de desorganización que influyen en el ánimo. Sumado eso a la dificultad de mantenernos aislados durante mucho tiempo”.

“Se profundizaron los problemas de aquellas personas que ya venían con dificultad para vincularse

“Luego se pedía a la gente estar informada, pero no sobrexponerse a las noticias porque eso también generaba mayor preocupación. Y con el correr de los meses se fue dando otro efecto que tiene que ver con el tiempo prolongado en el que estamos expuestos, aparece una sensación de agotamiento mental, de apatía. Esto tiene que ver con el impacto que se generó en la vida cotidiana, cambiando los estilos de vida de la gente, generando muchas veces modificaciones en las formas de vincularnos, no poder darnos un beso o abrazarnos”, argumentó.

Y dijo que “cambió incluso la percepción de la enfermedad, fuimos conociendo más al respecto y algunos temores se pudieron haber incrementado. También el psiquismo de las personas fue atravesado por la realidad económica. Por supuesto que quienes relativamente tuviesen una salud y personalidad con suficientes recursos lo van a atravesar de una manera distinta al que quizás trajera una patología de base. En esos casos hubo que actuar desde los espacios de salud, teniendo otra presencia”.

“Esta fatiga, también llamada ‘fatiga pandémica’, ha empezado a generar dificultad para sostener el cuidado”

“Vemos que las comunidades están más propensas a relajarse con los protocolos. Es una conducta que puede ser esperable, por eso el trabajo permanente en reforzar esos cuidados personales y con el otro”, consideró la psicóloga bahiense.

Y refirió que “las poblaciones más vulnerables en salud mental fueron aquellas con alguna condición de base, los adultos mayores, y en ellos hemos visto un agobio importante porque no solamente pasaban por una situación de incertidumbre, sino que además se la nominaba como población de riesgo”. “La angustia y el temor en estas personas ha sido muy importante y hubo que trabajar mucho en la contención. La soledad a la que fueron llevados los adultos mayores fue muy importante”.

Niños y adolescentes. “Esta pandemia ha sido trabajada desde lo preventivo, pero pensada siempre desde una mirada adulta. Mucho de lo que se habilitó tuvo que ver con las necesidades del adulto y muy tarde se empezó a pensar en los niños y adolescentes, que al igual que los adultos mayores han estado mucho tiempo sin poder vincularse con sus pares. Pensemos que la escuela no solo tiene que ver con contenidos pedagógicos, tiene que ver con un desarrollo emocional y social, entonces haber quedado tanto tiempo sin ese contacto no es un dato menor a la hora de pensar como están”.

“Hoy vemos adolescentes negados totalmente a lo tecnológico en cuanto a la información, chicos que piden el contacto presencial. Esta apertura de las escuelas es un respiro para ellos, pero sí han sido un colectivo que ha sufrido mucho en esta pandemia”, sintetizó.

El médico en psiquiatría Gustavo Mena, también plasmó sus sensaciones en este informe especial. “La pandemia es una emergencia socio sanitaria que se ha dado a mediados de diciembre de 2019 en el mundo, creciendo de una manera inusitada, convirtiéndose en esta infección que ha dejado a la vista las numerosas falencias que tienen los sistemas tanto políticos como sanitarios para enfrentar una catástrofe natural. Y se puede analizar desde varios puntos de vista, porque tiene consecuencias tanto en lo político como lo social, económico, la salud pública y el ser humano”.

“Afecta en especial a niños, adolescentes, adultos mayores y personas de bajo poder adquisitivo”.

“El ser humano ha sufrido cambios de costumbres, la profunda angustia de sentir como la incertidumbre ganaba sus vidas, con respecto a lo que pensaba como seguro y ya no lo es, al tomar conciencia de la vulnerabilidad, al futuro laboral, la pérdida de seres queridos que ha sido realmente grave”, explicó.

“Temor con angustia, irritabilidad, desgano, violencia, nuevas formas psicopatológicas que se incentivan, por ejemplo, el trastorno de pánico, abuso de sustancias, drogas y alcohol. La pandemia ha hecho que el ser humano atrape lo que tenía a su alcance para poder enfrentar esta crisis que es única. No estábamos preparados y ha sacado lo peor y lo mejor del ser humano en la sociedad a nivel general”, señaló el profesional.

De igual modo, aclaró que “no podemos dejar de pensar en la incidencia que tiene en el plano social, político y económico, porque sin dudas aumentó considerablemente la pobreza. Se ha perdido entre un 5 y un 10% del PBI en un año en los países de Sudamérica, pero lo peor es que las consecuencias aún son desconocidas, porque la humanidad va a cambiar para siempre. Las cosas que estamos utilizando hoy seguramente sean adoptadas de forma permanente”.

Nos enfrentamos a una época muy compleja, que expone al ser humano a un estrés para el que no estaba preparado”  

“La sociedad se ha vuelto más cambiante e innovadora. Esto va a producir cuestiones desde lo social a través de cambios políticos, en la organización de los países, de las organizaciones multinacionales. Creo que los alcances de esta pandemia aún no los podemos medir”, indicó.

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