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De Ayer a Hoy

Turcumán, frontal y sin vueltas: "Jamás le tuve miedo a ser transgresor"

Con amplia trayectoria en medios y la movida nocturna, habló de todo. Su niñez en Dorrego. La popularidad en Bahía. Y los efectos de cada separación: “Siempre respeté a la mujer que tuve a mi lado”.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/X: @leandrogrecco

Emilio Turcumán ha sido un personaje disruptivo, creador de un estilo propio apoyado en su carisma, capaz de despertar la admiración y el desencanto. Forjó la carrera que soñaba de chico, pero jura que jamás la planificó, pese a que, cuando debió optar por un camino, no dudó en seguir su vocación. Voraz, exigente y desfachatado, son otros de sus atributos.

Rompió el molde de ciertos paradigmas de una sociedad bahiense pacata y conservadora. Alcanzó un nivel de conocimiento sumamente elevado, todos sabían quién era. Hoy, con la irrupción de las nuevas generaciones y cierto ostracismo al que eligió acogerse, mantiene un nivel de magnetismo propio de tantos años de extrema exposición, ya sea en radio o en su faceta como empresario de la noche, con sus exitosas propuestas en locales bailables.

Actualmente, se define como libertario de Milei, nostálgico y abuelo. Bajó varios cambios y encontró en su compañera de vida la paz que exclamaba a gritos, aunque en silencio. En “De Ayer A Hoy”, la clásica sección semanal, abre las puertas de un convulsionado pasado y responde a todas las preguntas, un animador y bolichero que con el tiempo será valorado como uno de los hombres que escribió algunos de los párrafos de la extensa historia de la ciudad.

“Nací en Coronel Dorrego, mis papás eran de allá, tengo una hermana por parte de mi papá que era camionero Mi madre era ama de casa. Cuando cumplí un año, nos mudamos a un barrio que había hecho Perón; era un sector sin luz, gas, agua, red cloacal, asfalto ni cordón cuneta, no había nada. Era como un campo que estaba lindero al final del ejido de la ciudad. Ahí permanecí hasta los 18 que fui a estudiar a La Plata. La primaria la hice en la Escuela N° 7, contrariamente al resto de los chicos de mi entorno que iban a la N° 1 del centro”, subrayó, con la verborragia que lo caracteriza.

Y agregó que “luego en la secundaria tenía la posibilidad de elegir entre Nacional y Comercial y opté por esta segunda opción porque era a la tarde. En el colegio fui un alumno normal que aprendió más de grande que de chico. Con 18 años fui a estudiar Arquitectura a La Plata, en un momento difícil, especialmente por acción de la Triple A. No aguanté el ritmo de vida de la ciudad de las diagonales, me había volcado al teatro porque lo mío era el arte y solo permanecí allí dos años”.

“Cuando vino el Golpe Militar de 1976 nos trasladaron al Registro de las Personas en La Plata, calle 1 y 60. A los que no éramos de dicha ciudad nos dieron la posibilidad de pedir el traslado y la vacante que más cerca me quedaba estaba en Punta Alta. En ese interín me casé con aquella chica con la que había estado mientras estudiaba Arquitectura en la capital de la Provincia”, infirió, apelando a su prodigiosa memoria.

No obstante, expuso que “empecé a trabajar en el Registro Civil de Coronel Rosales, luego de haber sido telefonista en la Cámara de Senadores de La Plata, lugar al que entré gracias a mi papá. Él era peronista, pero lejos de ser ñoqui, fue de aquellos que en 1955 debieron esconderse. Tomaba bien temprano a la mañana el colectivo de La Acción y allá iba de lunes a viernes. A los 22 años me tocó la colimba, luego de una prórroga que había solicitado previamente por razones de estudio. Fueron seis meses junto a la primera camada de jóvenes de 18 y debo reconocer que el servicio militar fue una etapa muy fructífera en mi vida”. 

“Al poco tiempo, conseguí trabajo en una compañía de seguros, a todo esto, LU2 llama a concurso para contratar locutores, por lo que me postulé para algo que no era ajeno a mi porque con 18 años ya había tenido experiencia en LU26 de Coronel Dorrego y los sábados hacía un programa en esa misma emisora. Me presenté a esa convocatoria, éramos más de 60 los aspirantes a ingresar y quedamos 5 semifinalistas y eligieron a mi coterráneo de Dorrego. Interiormente sabía que lo de él no iba a prosperar, pese a tener una voz espectacular, porque le faltaba quinto año”, consideró, en otro segmento del ida y vuelta con este cronista.

Y evocó: “Me llamó (Jorge) Tirabasso para decirme que había sido seleccionado, le pedí disculpas y le dije que declinaba su ofrecimiento porque había conseguido trabajo en el Banco Oddone, una entidad que luego caería a comienzos de la década del 80. Nunca me arrepentí de esa negativa a ingresar a dicha emisora porque en ese momento era panelista de Rubén Álvarez en LU3. Me separé de mi primera mujer, hacía tres años que nos habíamos casado y no teníamos hijos, por lo que quería irme de Bahía Blanca”.

“Aprovechando que el banco estaba abriendo sucursales, hablé con mi primo que era juez en el Tribunal de General Roca y vivía solo en un barrio lleno de funcionarios de distintas fuerzas de Río Negro. Con 26 años me radiqué allá y empecé a intercambiar cartas con una amiga que había conocido en Monte Hermoso y cuyo hermano trabajaba de jefe de noticias en una radio de allá. Me tomó una prueba y apenas leí dos oraciones del diario Río Negro en voz alta me contrató pese a que no tenía título de periodista. Él necesitaba un informativista y quedó eclipsado porque leía bien, por lo que rápidamente me sumé al staff de LU18”, arremetió, con sumo entusiasmo.

Consultado sobre su formación para el desempeño frente a un micrófono o una cámara, “Siempre fui autodidacta, con ansias de querer aprender, sumado a que jamás me costó el desarraigo. Sin embargo, el banco quebró, Canal 10 de General Roca demoraba su apertura por la transición de la TV en blanco y negro a la TV en color, por lo que mi estadía allá tenía fecha de vencimiento en el corto plazo. Me reconcilié con mi hasta ese entonces ex mujer, llamé a José María ‘Pato’ Bilbao que era su cuñado y él me ofreció entrar a trabajar a una financiera en Bahía, por lo que volví a armar las valijas y asumí el nuevo desafío”.

“Entré a trabajar en Coarco, que luego se terminó vendiendo a un banco, pero no me afectaba tanto porque paralelamente grababa avisos publicitarios en el estudio de (Juan Carlos) ‘El Flaco’ Filiberto para, con los años, llegar a ser el locutor estrella de Daniel Volpe & Asociados. Hablé con mi suegro y le expliqué que no quería trabajar más como bancario, que quería dedicarme a lo que me gustaba. Él me ayudó, se instaló como vanguardia, era uno de los fundadores de Bualó Hermanos y sabía lo que era arrancar desde cero porque antes de ser exitoso como fotógrafo a diario se desplazaba desde Villa Rosas a la otra punta de Bahía Blanca en bicicleta”, ponderó con suma admiración.

Asimismo, admitió que “con su respaldo me animé a fundar Ondas S.A., que iba a perdurar con el nombre que aún hoy tiene la FM de LU3. Mi socio era un bohemio, un fenómeno en lo suyo, pero sin mirada empresarial, más allá de ser un gran editor en tiempos en los que no había computadoras. Conseguimos el espacio a la tarde en LU3 para hacer un programa para la juventud de aquel entonces, compitiendo mano a mano con Ritmo Joven que iba por LU2. Se deshizo aquella sociedad, hubo diferencias de dinero y terminó aquella aventura. Llamé al director de la emisora, Pablo Serrat, y le dije que quería una hora de noche, que era para alimentar a mi primera hija. Como una paradoja del destino, Sergio ‘Piquito’ De Cunto me advirtió que había quedado acéfala la programación a la mañana, razón por la cual recibí el llamado en el que me ofrecieron esa franja horaria y la libertad de hacer lo que quiera”. 

“Ahí nace el mano a mano de Lorenzo (Natali) y Emilio (Turcumán), lo que en mi caso me dio un nivel de popularidad que me ubicó en un lugar impensado. Nunca me di cuenta de ese crecimiento, cuando era chiquito jugaba a hacer radio, no tenía noción de lo que me sucedía. En la FM de LU3 nace ‘El Club de los Treintones’, que era una copia de lo que hacía ‘Mochín Marafioti’ juntando los discos de la década del 60. Adapté ese formato a algo un poquito más actual y se convirtió en un boom”, acotó Turcumán.

Una nueva ventana al éxito se abría camino: “Radio Universal daba sus primeros pasos casi en simultáneo y la pensé desde un principio como una señal con formato AM en una sintonía de frecuencia modulada, por eso convoqué a (Sergio) Donati, (Alberto) Mc Dougall, (Mónica) Celave, a los que no sabía cómo les iba a pagar, pero finalmente se dieron las cosas y pude cumplir con las obligaciones. Al principio hubo bastante reticencia por parte de los oyentes que no entendían cómo podía tener un móvil en la calle o transmitir un partido de fútbol, a lo que se sumaba en un comienzo que muchos receptores hogareños no tenían la opción para sintonizar FM”.

“Se siguió creciendo, se gestó lo que fue ‘Treintones’, en Brown 6, una especie de cueva (risas) en un lugar llamado Tío Gaspar. Recuerdo que la primera noche llovía a cántaros y metimos 250 personas en un lugar donde entraban 120 y con gente que quedó afuera. Carlitos Fioramonti era el disckjockey y el último fin de semana del mes hacíamos una fiesta en ese lugar que fue un éxito. Fue una continuidad de lo que se llamó Radiomanía Show, con modelos y una banda de música, recorriendo la región en colectivo”, aseveró Emilio.

Los desafíos no lo amilanaron: “Un día vino ‘El Negro’ Chiro (Isidoro Pieri) y me comentó que iba a abrir Champagne, por lo que tanteo cómo venía la movida en las primeras noches y me decido a llevar ‘Treintones’ a los clubes de barrio porque éramos cuatro para repartir la ganancia y yo no quería que el dinero se vaya a otros bolsillos con una idea que era mía. Me hacía cargo de la habilitación y los impuestos, lo recaudado en la cantina quedaba para el club y yo me llevaba lo de la boletería. Noté que todas las instalaciones me quedaban chicas, por eso dejamos de hacer la movida itinerante y nos instalamos en Villa Mitre”.

“No tenía idea de lo que estaba pasando, pero me di cuenta de que los hijos de los que convocaba al inicio estaban yendo a bailar la cumbia de Comanche, Peluche, entre otras bandas pioneras, por eso me preguntaba dónde estaban sus padres y es ahí que inventé ‘El Wincofón’. Hablé nuevamente con ‘Chiro’ y los viernes ofrecí en su local bailable una propuesta que también tuvo gran aceptación. Le advertí que si andaba bien, me iba a quedar un año para juntar el dinero para terminar mi casa”, enunció el protagonista de la conversación.

En esa misma dirección, apuntó que “en el ambiente siempre fui visto como ‘el grasa’, ‘el groncho’, pero con el tiempo se bailó cumbia villera en Pajas Bravas. Una vez, llevé un CD de Sombras, que tenía el tema ‘La Ventanita’ a la cabina del discjockey de Toovak´s y le exigí a Galo Levantesi que ponga esa canción. Me tenía tanta fe que le dije que si la pista de baile no explotaba, me echaba para no dejarme entrar nunca más al boliche. Accedió al desafío y apenas sonaron los primeros dos acordes del hit que interpreta Daniel Agostini hubo una ovación”.

“Siempre decía, y aún lo sostengo, que como cuando tengo hambre y duermo cuando tengo sueño, disfrutaba la rentabilidad de mis negocios, viajaba muchísimo. Si ganaba 100, con 25 vivía muy bien, otra cantidad similar la guardaba y los 50 restantes los gastaba arriba de un avión, viajando 5 o 6 veces al año. Por mis problemas personales que muchos han sido de público conocimiento, confié las empresas a terceros y, visto en perspectiva, el resultado no fue el deseado”, esgrimió una de las personalidades más populares y legendarias.

Inflando el pecho, argumentó que “con Treintones en el centro sentí una inconmensurable satisfacción porque hice un boliche totalmente nuevo, desarmé todo lo que había sido El Cielo y puse toda mi inversión ahí para cambiar la onda del lugar. Me fui de Villa Mitre porque consideré que era una etapa terminada, un día entré a El Coloso y vi los equipos tirados en el suelo, un descuido total por parte del club y eso me hizo tomar la decisión final”.

“Respecto de la salida de Luis Cano de Universal, hubo factores políticos y económicos de por medio, a sabiendas de que el nivel de audiencia de la radio iba a caer. El oyente se acostumbra al conductor, ‘El Narigón’ era un bocón con el cual más de una vez tuve cruces porque sentía que me estaba complicando el negocio. Siempre le decía que el error que cometía era vender el programa en lugar de venderse a sí mismo”, admitió.

Sin eludir la requisitoria, ni apelar a evasivas, abordó otra situación puntual y, para muchos, tabú: “La droga, por haberme movido tanto tiempo en el ambiente de la noche, la he visto pasar, y sí, la he consumido, pero nunca dentro de los espectáculos o en el ámbito laboral, sino en un momento muy puntual de mi vida, donde tomaba cocaína como parte de un fetiche en ciertos momentos de intimidad. Lo que tengo en claro es que jamás adquirí la adicción a ningún estupefaciente”.

“Con mi primera mujer tuve dos separaciones, siendo la primera de ellas la más dolorosa porque estaba enamorado del concepto de familia. Había encontrado en los Bualó lo que buscaba, porque me enamoré y me casé con ella y su círculo más íntimo. Es por eso que me dolió tanto esa ruptura. Luego me junté y tuve un hijo, pero la relación no prosperó. Soy un tipo denunciado por todos lados, soy el violador, golpeador, falopero y puto, soy vago, pero siempre respeté a la mujer que tuve al lado, pese a haber sido víctima de infidelidades, algo de lo que nadie está exento, algo que se agravó con mi última ex”, reflejó promediando la nota. 

Otra pregunta que no faltó en el café compartido fue a partir de una fábula urbana: “Sé del mito que circuló, y aún se replica, en la sociedad bahiense donde la leyenda cuenta que un día llegué a un hospital con una botella en el ano. Lo tomé con humor, sabiendo que no era cierto. Ahí nació el personaje radial llamado Maximiliano Trapeletti, un meteorólogo con su voz afeminada que buscaba parodiar aquella situación irreal que me adjudicaban de modo muy injusto”. 

“Nunca le tuve miedo a ser un transgresor, algo que también dejé expuesto cuando me hice las cirugías en el rostro. Tenía 35 años, era muy joven, pero me teñí el pelo y me retoqué la cara. De nada de eso me arrepiento, pero ya no lo haría a esta altura del partido. Mi problema era que tenía el tabique de la nariz desviado por un pelotazo de básquet que recibí cuando era chico. Respiraba mal y, si bien en esas cirugías había algo de estético, también se trató de una cuestión vinculada a la salud”, se excusó Turcumán.

Emilio transita un sendero tranquilo: “Actualmente me encuentro en paz con una compañera de vida que es de fierro y que había sido mi novia en el pasado. La conocí en la puerta de Toovak´s yo tenía 42 años y ella 23. Cuando rompimos, la cité a tomar un café y le dije ‘mirá Ale, vos estás estudiando y te estás por recibir de maestra jardinera, yo me subo a un escenario en Tornquist y me bajo en Buratovich, entro a LU3 y salgo de Canal 7, mi rutina es diferente y te voy a cagar la vida’. Con el paso de los años, nos reencontramos por Internet y se sembró lo que hoy cosechamos como una bella relación”. 

“No se me caen los anillos, viajé por el mundo, con 18 años fui a dedo a Bolivia, después tuve la posibilidad de recorrer los lugares más exóticos y lujosos, por eso ahora no me olvido de mis raíces y hoy disfruto de un periplo en el colectivo de un tour para visitar las atracciones de Argentina” finalizó.

Por lo vertiginoso de lo que fue su día a día durante décadas, sobran anécdotas y se ubicó en sitiales de privilegio, reservados para unos pocos. Las valoraciones corren por cuenta de quienes han tenido la posibilidad de conocerlo, lo que sí está claro es que el magnetismo que lo rodea con un aura reservado para pocos permanece intacto. Con eso se nace, uno crece y lo conserva hasta el último día.

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