De Ayer a Hoy
Norma Giusto, la mujer que derribó barreras y se ganó un lugar en Bahía
Doctora, fue nombrada emérita en la UNS y el Conicet. Se abrió camino a fuerza de estudio, trabajo e investigación. La experiencia en Estados Unidos. Y una apreciación: “A la juventud le sugiero que estudie”.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/X: @leandrogrecco
Resulta natural encontrar en la era posmoderna a mujeres desarrollando su notable pericia en las diferentes áreas que llevan adelante. La igualdad de oportunidades ha otorgado una visión integradora en una sociedad marcada por las masculinidades, en detrimento de las capacidades más allá del género.
El paso del tiempo corrigió, al menos en parte, esta desigualdad. Mucho tuvieron que ver las contribuciones que ofrecieron personalidades como las que hoy conversan con “De Ayer A Hoy”, la sección de LA BRÚJULA 24. Una brillante profesional desde el punto de vista académico y en la investigación, con aportes destacados que fueron ponderados por sus pares.
Norma Giusto no ha sido lo suficientemente reconocida por la comunidad bahiense, pese a que días atrás recibió una distinción en ocasión del Día de la Mujer por parte de la Universidad Nacional del Sur. La ciudad todavía está a tiempo para ponderar su obra y entregarle las loas que merece porque trabajar de manera silenciosa no invalida la importancia de sus logros.

“Mi casa natal estaba en Brown 136, pegado a lo que era Gath & Chaves, a escasos metros de donde vivo actualmente. Mis padres se casaron grandes y tenían un negocio de arreglo de camisas que luego se amplió a la venta de bijouterie”, sostuvo Giusto, comprometida con la propuesta de este diario digital.
Y resumió respecto a su círculo más íntimo y las decisiones de su vida que “mi hermano falleció y era casi dos años más chico que yo, él tuvo cuatro hijos y por eso en mis adentros dije ‘para qué voy a ser madre’ (risas). Me dediqué a estudiar y a trabajar porque tampoco estuve casada”.

“Estudié en María Auxiliadora, colegio de monjas, pero nunca fui pupila porque vivía a un par de cuadras del establecimiento, iba y volvía caminando sin necesidad de que me acompañen mis padres. Recuerdo que en ese entonces era una odisea los días de lluvia cruzar calle Rondeau, colocaban un tablón de vereda a vereda, porque se inundaba”, señaló sobre aquella juventud cargada de momentos gratos.
Paralelamente, evocó que “en dicho establecimiento educativo también hice la secundaria y, paralelamente de forma particular, aprendí a tocar piano, una actividad para la que tenía un cierto talento porque llegué a participar de conciertos. Quien fue mi profesora habló con mi mamá para que me autorice a ir a estudiar fuera de Bahía porque me veía condiciones para ejecutar el instrumento”.

“Sin embargo, no logró convencerla, pese a que ya no era una niña y el dato es que me enteré de esa charla entre ambas 20 años después, cuando ya no tenía la edad para asumir ese reto. Fue una cuenta pendiente en mi vida porque por más que uno quiera retomar la interpretación de la música, es imposible hacerlo bien después de tanto tiempo alejada de las clases y ensayos”, estimó Norma, con una cierta sensación de aflicción.
Pese a ello, recordó que “mi primera carrera universitaria fue la Licenciatura en Bioquímica, la cual se cursaba en las aulas de calle Rondeau y pertenecía al Departamento de Química e Ingeniería Química. Luego, a fines de la década del 60 y con el doctor Nicolás Bazán, se creó el de Biología y fue ahí donde estuve un tiempo trabajando con el Dr. Mario Carlos Aggio con el cual, sin llegar a pelearnos, tuvimos algún problema de entendimiento”.

“Bazán tenía una capacidad impresionante y tuve la posibilidad de ejercer la profesión junto con él, una experiencia inolvidable. El primer concurso para profesora adjunta lo rendí en 1973 nada más y nada menos que con Luis Federico Leloir como jurado, ganador de un Premio Nobel”, exclamó con el mismo entusiasmo que pareció haber experimentado cuando vivió aquel episodio.
Y disparó: “Fui una caradura (risas), pero me fue bien, pese a que por cuestiones políticas tenías que esperar tu turno para alcanzar el cargo por el que había concursado. Luego me convertí en profesora asociada hasta que titularicé tiempo después para dar la materia Química Biológica, que estaba muy vinculada con la Medicina, que en definitiva, era lo que a mi me gustaba”.

“En todo ese trayecto dirigí 13 tésis y lo matizaba con mi labor como investigadora en el Conicet, otro capítulo que atesoro con mucho cariño en mi memoria porque excede la escasa remuneración económica que, en definitiva, era la que correspondía. Allí ingresé también mediante un concurso en 1978”, recalcó Giusto.
Luego, siguió con la crónica de su vida: “A comienzos de la década del 80 estuve un año viviendo en Houston (Texas) trabajando en el departamento de Oftalmología del Baylor College of Medicine para un doctor llamado Robert Anderson. Yo misma me pude diagnosticar la degeneración macular que desde hace poco tiempo sufro en la retina de mi ojo derecho”.

“Volví porque Bazán debía exiliarse por temas políticos, por lo que quedé al mando del Instituto de Investigaciones Bioquímicas junto al doctor Héctor Torres. A fines de noviembre de 2005 fui investida por la UNS con el nombramiento de Profesora Extraordinaria Emérita, siendo la primera mujer que logró esa distinción en la historia de la Casa de Altos Estudios, distinción que también recibí por parte del Conicet”, expresó Norma, más desenvuelta y haciendo gala de su locuacidad.
Consultada respecto a la visión que tiene de la sociedad bahiense, fue tajante: “Hay algo que quiero resaltar y va en contra de la percepción que tienen quienes llegan de afuera de la ciudad respecto de quienes vivimos acá. Lejos de notar esa antipatía que manifiestan las personas que no nacieron acá, soy una agradecida de la amabilidad que me dispensan, quienes me ayudan cuando circulo con mi andador por la calle, el cual empecé a usar luego de sufrir un incidente de tránsito”.

“Ese episodio aceleró mi retiro en el ámbito académico, tuve que vender mi auto, por lo que ya no pude asistir más al Conicet, en su sede de La Carrindanga, algo que hice hasta 2019. No puedo negar que extraño aquella vida, pero asumí que ya no voy a regresar, tengo a mi sobrina que me pone en vereda y me cuida”, planteó, con una sonrisa en su rostro.
Al epílogo, dejó un mensaje claro: “A la juventud le sugiero que estudie, es la única receta que conozco. Siempre fui muy afecta a la Universidad Nacional del Sur por su excelencia en todas las áreas académicas. Otro mimo que recibí de parte de la casa de altos estudios es ser la primera mujer en convertirse en Cuidadora de Sellos, función que ejerzo junto al doctor Guillermo Simari”.

“Esto es algo que hago de manera remota y sin necesidad de realizar la tarea de manera presencial. En definitiva, resulta ser algo que asumo como una manera de no perder el vínculo con el lugar que me dio tanto en lo personal”, concluyó la entrevistada, exhibiendo toda su bonhomía afable.
Norma Giusto sintetiza lo perfecto de una noble mujer que pudo realizarse, más allá de los mandatos sociales, normas no escritas, pero profundamente arraigadas en la sociedad, que dictan cómo se espera que los individuos se comporten. Visto en perspectiva, significa una proeza de enormes proporciones, propio de quien le ganó su cruzada a las épocas.
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