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Por Raúl Ayude

La violencia no nos es ajena

Ahora queda pendiente pensar qué debe suceder para que esto no se repita, cómo evitar futuras víctimas, reflexionar acerca de las conductas previas que podrían haber evitado ese asesinato.

Por Raúl Ayude, concejero escolar del Frente de Todos

Soy humano, nada de lo humano me es ajeno“. (Publio Terencio Afro, 185 AC – 159 AC)

La información cotidiana nos vincula con situaciones dolorosas y terribles que, a través de los medios, nos invitan a tomar partido desde la opinión, el juicio, la condena, lo emocional.

Estos hechos tienen un tratamiento periodístico similar si se trata de la separación de un artista, un reality como GH o asesinatos terribles como los de Lucio, Fernando o Yesica, Nilda o tantos femicidios que suceden a diario (es difícil elegir un nombre, esto muestra lo cotidianos y numerosos que son estos asesinatos).

La relación que establecemos con estas investigaciones y juicios es externa. Nos encontramos opinando fuera de lo sucedido acerca de las responsabilidades y condenas de sus protagonistas.

Ahora queda pendiente pensar qué debe suceder para que esto no se repita, cómo evitar futuras víctimas, reflexionar acerca de las conductas previas que podrían haber evitado ese asesinato.

“Soy humano, nada de lo humano me es ajeno” es una frase que utilizó el dramaturgo Publio Terencio en una de sus obras teatrales, luego popularizada por San Agustin, Miguel de Unamuno y Carlos Marx entre otros.

Creo que es oportuno colocarnos en esa perspectiva para reflexionar que no solo podemos ser víctimas sino también victimarios. Nosotros o alguien cercano a nosotros.

En nuestra vida cotidiana hay discursos, actitudes, discriminaciones, estigmatizaciones que van habilitando socialmente la violencia, la construcción de estereotipos y prejuicios que habilitan el menoscabo de las otras personas. Inmigrantes, diversidad de género, pobreza, aspectos físicos, participación política o sindical, identidades religiosas, pueblos originarios, edad, enfermedades mentales, discapacidad.

Podríamos agregar un ejemplo a cada uno de estas situaciones porque no nos son ajenas, las escuchamos en nuestros trabajos, la vía publica, clubes, redes, muchas veces en chistes y frases hechas. Filmar, circular el video, el morbo de la descripción, usar armas, manejar alcoholizado, la violencia para resolver conflictos familiares, muchas de estas acciones pueden tener un desenlace fatal.

Millones de mujeres defendiendo sus vidas y sus derechos nos han cuestionado como sociedad acerca de prácticas naturalizadas en nuestras vidas cotidianas que deben ser cambiadas, un proceso similar debemos recorrer para quitar la violencia de nuestras comunidades.

También es clave el rol que le corresponde al Estado en la administración de seguridad, justicia, salud, educación, prevención y concientización. Un tema que amerita una extensión que aquí no podemos darle pero no podemos dejar de señalarlo.

Hechos violentos en nuestra sociedad sobran. Ser sensibles y empáticos en su apreciación y sumarle la reflexión acerca de qué debemos cambiar en lo personal y como comunidad para que se pueden evitar la reiteración de situaciones similares es el desafío que tenemos.

Se pide justicia en las condenas pero, como nos han demostrado muchas de las familias de las víctimas, la mejor manera de homenajear, recordar y respetarlos es hacer el esfuerzo de reflexionar y cambiar nuestras conductas para que esto no vuelva a repetirse.

Evitar acciones violentas visibilizándolas como tales es un primer paso importante.

                            

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