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Por Javier Luján

Talentos tecnológicos y cubanitos

Por Javier Luján, ingeniero, emprendedor y nómada digital

Para trascender de la capital del cubanito hacia la ciudad innovadora, ser más conocida por sus emprendedores que desafían el mercado, que exportan conocimientos atrayendo divisas, y que crean nuevos productos; es necesario que se generen políticas a largo plazo para promover todos aquellos espacios públicos y privados que permitan a los bahienses, además de formarse y explorar los nuevos desarrollos, complementarlos con conocimientos que enriquezcan las ideas. En un mundo donde la información está al alcance de la mano, el verdadero desarrollo profesional está en convertir la información en conocimientos. Ya no importa ni la edad, ni la profesión para innovar, pero hay que disponer del acompañamiento adecuado para que aquellas personas que quieran asumir el desafío puedan lograrlo. De la misma forma, rumbear una profesión hacia las nuevas tecnologías también requiere acompañamiento y formación. Para innovar hay que darse a uno mismo la posibilidad de arriesgarse, equivocarse y ser perseverante frente a los desafíos.  Si a todo esto agregamos el contexto actual, donde la tensión cambiaria expulsa a los talentos buscando nuevas oportunidades en el extranjero sin ofrecerles la posibilidad de desarrollarse y vivir en nuestra ciudad mediante trabajos remotos o bien promoviendo la exportación de conocimiento, empezamos a esmerilar nuestro potencial como ciudad innovadora y emprendedora.  

Distintos organismos y gobiernos a lo largo de los años fueron creando programas de incentivos al desarrollo de los talentos a través de concursos, competencias, cursos de formación e iniciativas similares. Sin embargo, desde hace unos años, en la ciudad se crearon espacios físicos que permiten alojar y brindar mayor apoyo a las acciones que intentan traccionar en ese sentido. Actividades aisladas difícilmente puedan generar un cambio significativo o aportar un gran valor a lo largo del tiempo, pero si tenemos uno o más lugares que nos convoquen a participar, relacionarnos y alojarnos, no solo para que uno mismo se lleve algún nuevo conocimiento, experiencia o contacto, sino y lo más importante, también poder dejar algo para los demás.  Estos espacios necesitan mayor difusión y acompañamiento, pero también mayor comprensión desde la comunidad del potencial valor de cambio que pueden tener. Me tocó vivirlo en primera persona, chicos de 10 años que descubren una pasión por el dibujo digital, adolescentes que al explorar la robótica empiezan a bullir de ideas, padres que se emocionan al ver a sus hijos interesados en desarrollar videojuegos en vez de solo jugarlos, emprendedores que llegan con una idea y un año después están teniendo clientes en el exterior, otros emprendedores que vienen con una idea, fracasan y vuelven con otra mejor idea, y ni hablar de todas los vínculos que se van construyendo y que luego de un tiempo se tornan en vínculos amistosos o sociedades iniciando proyectos. 

Hace algunos años, en Bahía Blanca, se armó un grupo de trabajo con pasión emprendedora a los que les designó el desafío de agregar valor al ecosistema emprendedor de aquel presente y hacia el futuro. Liderados por Diego Riva y junto con Martin Virdis, Albano Laiupa Sergio Kobalenko, Sebastian Malaspina, Diego Montero, quien escribe y varias personas más, se puso en pie el primer club de emprendedores de Argentina con el respaldo de la gestión nacional de ese momento. El club de emprendedores fue modelo para el programa nacional gracias al apoyo de todas las instituciones y actores que participaban activamente de su comunidad. Al tiempo, y nuevamente con el respaldo del gobierno Nacional, se hizo una nueva apuesta, mucho más ambiciosa: se convirtió una vieja y abandonada usina eléctrica en un espacio de formación e innovación para chicas y chicos en edades escolares, apostando a la próxima generación de emprendedores. Hace 2 años, ese apoyo se terminó, y los recursos Nacionales se direccionaron hacia otros destinos. Con el esfuerzo de la gestión local, se hicieron los ajustes y acondicionamientos necesarios para sostener estos espacios, además de crear los puentes para integrarlos en la búsqueda de mejorar la sinergia. Se dobló nuevamente la apuesta sobre el rumbo de una ciudad con más emprendedores tecnológicos, y se está creando un hub de innovación en Fitz Roy 682 con la impronta local. La vieja Usina de energía eléctrica ahora es una Usina de Ideas y Emprendedores.

En Fitz Roy vamos a encontrar un tridente de oportunidades para el desarrollo de la economía del conocimiento del presente y futuro. Aprendé 4.0 brindará las capacitaciones en nuevas tecnologías con certificaciones locales tanto para emprendedores y curiosos de los temas afines. En el PuntoTIC los emprendedores tienen la oportunidad de contar con un espacio de trabajo donde desarrollar sus proyectos, relacionarse con otros emprendedores y recibir asesoramiento. Además desde el mismo PuntoTIC, se desarrolla el programa de financiamiento semilla para startups en su versión renovada llamada “Semilla 2.0”. Para apostar hacia el futuro, y formar la próxima generación de emprendedores y personas innovadoras, dentro de la misma estructura donde nuestros emprendedores se capacitan, sigue funcionando el ya conocido Infinito por Descubrir, ahora con una nueva gestión pero con los mismo objetivos: acercar a las chicas y chicos las maravillas de aprender explorando, equivocándose, trabajando en equipo, creando proyectos y por sobre todas las cosas, descubriendo sus pasiones.

Hay muchas otras personas e instituciones que trabajan día a día empujando hacia el mismo rumbo, las universidades, el polo tecnológico, el puerto con su flamante programa de innovación abierta Smart Port Lab, y las empresas locales que también hacen sus aportes. Cada espacio son nuevas oportunidades que tenemos que aprovechar, defender y difundir. ¿Vos ya fuiste a conocer alguno de estos espacios? Quién sabe si el próximo unicornio pueda salir de nuestra ciudad en algunos meses o años.

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