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A 21 años del doble crimen, el presente de dos familias unidas por el dolor

Un día como hoy, pero de hace 21 años atrás, a Mirta y Roberto Chiaradía se les empezó a escurrir como agua entre los dedos buena parte de la razón de vivir: María Victoria Chiaradía desaparecía misteriosamente junto con su novio, Horacio Iglesia Braun, ambos de 19 años.

“Hasta el 27 de agosto de 2000 nuestra vida era una cosa, y a partir de esa fecha fue otra. No hay proyectos de vida, lo único que hacemos es respirar para poder seguir viviendo”, expresó Roberto Chiaradía a la redacción de LA BRÚJULA 24.

“Con mi esposa Mirta, para poder seguir, vamos todos los días al cementerio a visitar a nuestra hija; es como una terapia que nos ayuda. Al principio era desgarrante, después fue cambiando la situación y ahora vamos diez o quince minutos, regamos las plantitas que pusimos donde ella está y nos volvemos”, agregó.

Roberto se estremece cuando recuerda aquella llamada telefónica que su hija hizo desde Tornquist para avisar que llegarían más tarde porque habían pinchado una rueda del Corsa. La abuela Cata fue la última persona de la familia que escuchó la voz de “Vicky”.

“Indudablemente estaban amenazados para hacer esa llamada. Se hizo un relevamiento de la Ruta 33 y la zona y, a la semana, encontraron los cuerpos en un monte cerca de Coronel Suárez.

A partir de ahí comienza otra historia. Vivíamos con mi esposa en la comisaria segunda, que era el lugar adonde acudíamos a diario para ver si había novedades”, afirmó.

Chiaradía subrayó la participación de instructores policiales que llegaron de La Plata. Luego de distintas averiguaciones, los investigadores ratifican al robo del auto como el móvil del rapto de la pareja. El papá de la joven tiene la sospecha de cuál fue el desencadenante para que los hayan asesinado.

“Horacio reconoce a uno de los delincuentes, que era policía y que conocía al padre. Creo que ese fue el detonante para hacer lo que hicieron”, indicó.

Resaltó la labor de los fiscales D’Empaire y Lorenzo en la causa que permitió condenar a los instigadores del robo: Goyeneche, Corona y Martín. De igual manera valoró la identificación del autor material de los crímenes: Gustavo Ravainera.

“Faltó avanzar con el encubrimiento policial. A eso yo lo consideraba algo accesorio. Las dos familias queríamos era saber quiénes fueron los policías y que la gente viera sus fotos en un diario, para que sepan qué clase de policía tenemos en Tornquist, Lamadrid y Suárez”, finalizó.

Martín Iglesia Braun, hermano de Horacio: “Me despertaba a las 3 de la mañana pensando que era un sueño”

Martín Iglesia Braun era menor que Horacio cuando se produjo la desaparición de su hermano y de la novia de éste.

“Es una cicatriz imborrable. Es un dolor que uno lo lleva para toda la vida y que nunca había imaginado que algo así me pudiera suceder”, manifestó.

“Yo tenía 17 años y este hecho me cambió. Me costó terminar el secundario, ir a clases, estar con mis compañeros y eso que fueron excelentes, al igual que los directivos y docentes. Me despertaba a las 3 de la mañana pensando que era un sueño, tocaba la cama de al lado para ver si (Horacio) estaba. Fueron momentos muy difíciles”, agregó.

Recordó que hubo distintas hipótesis, más allá del robo del auto, sobre las razones de los homicidios.

“Mi abuelo, que vivía a la vuelta del taller de Goyeneche, había estado en ese lugar con Horacio. Por eso a Goyeneche el auto le ‘quemaba’”, precisó y agregó: “La otra es porque era hijo de un policía”.

“Lo de Roberto, Mirta, Cata –la abuela- es un dolor enorme, eterno. Si bien uno sufre y tiene una herida, nada se compara con lo que pasan ellos”, expresó.

Consideró que la causa sirvió para eliminar las excarcelaciones del 2×1 y poner en la agenda política la existencia de desarmaderos clandestinos, entre ellos el que regenteaba Elvio Fernández, conocido como “el rey del corte”.

“Hace falta mucho trabajo en ese sentido porque en el camino quedan familias destrozadas”, acotó Iglesia Braun, quien trabajó como representante del Centro de Prevención de Derecho de las Víctimas, dependiente del Ministerio de Justicia bonaerense.

Claudia Lorenzo: “Siempre creí que el auto era para Goyeneche”

Claudia Lorenzo fue la principal colaboradora del Fiscal Eduardo d’Empaire en la investigación de los crímenes de María Victoria Chiaradía y Horacio Iglesia Braun. La Fiscal Lorenzo habló con la redacción de LA BRÚJULA 24 a 21 años, al día de hoy, de la desaparición de la pareja.

“Tengo un convencimiento absoluto que la dinámica de los hechos es la que se probó en los dos debates; debates que tuvieron relación entre sí. El primero tuvo que ver con la instigación al robo del vehículo y lo que eso desencadena: una red montada para la sustracción de autos. Es una realidad que existía y no se visualizaba. En el segundo debate, la condena (a Gustavo ‘Lagarto’ Ravainera, ya fallecido) fue confirmada por Casación; es cierto que nosotros llevamos a dos personas más a juicio, que fueron absueltas”, expresó.

Como referente del grupo de investigadores (se acumularon 85 cuerpos de expediente), recordó que “hubo un encargo concreto de un vehículo de esas características”, en alusión al Chevrolet Corsa de la familia Iglesia Braun.

“Lo que pasó dentro del vehículo lo saben Horacio, María Victoria y el imputado. Esto es personal pero quizás Horacio, asustado, mencionó a su papá (el comisario Héctor Iglesia) como una puerta de salida a lo que estaba viviendo, y eso le firmó su sentencia de muerte”, indicó.

Subrayó el trabajo pericial que contó con la participación de destacados profesionales.

“Los chicos bajaron del auto y fueron caminando sin ningún tipo de resistencia hasta el monte donde los mataron de dos impactos calibre 22. Yo creo que les dijeron que los dejaban vivos ahí. Si no, no se entiende la no resistencia de un chico joven, súper vital”, mencionó.

La Fiscal valoró el respaldo del entonces ministro de Seguridad, Juan Pablo Cafiero, y señaló que el encubrimiento de factores de poder (de la política y/o la policía) en el robo y adulteración de automotores quedó en evidencia.

“Martín Goyeneche no era un pequeño chapista. Los peritos quedaron impactados con el taller de secado que tenía. ‘Este taller no lo tiene Renault’, nos dijeron. La ambulancia del hospital municipal suarense era un ‘poncho’”, afirmó.

Lorenzo juró como Fiscal en el año 1998. Para la fecha del doble crimen, su vida personal cursó por una etapa trascendental: fue mamá el 26 de mayo de 2000. Volvió de la licencia por maternidad el 15 de agosto de ese año, poco antes de la desaparición de los jóvenes.

“Creí siempre que el auto era para Goyeneche y que, cuando lo recibió, supo lo que había pasado y se deshizo del Corsa. Ese ‘poncho’ iba a estar manchado con sangre de cuatro muertes: los primeros dos de un accidente en Necochea”, recordó. El “ponchado” consistía en adquirir un vehículo siniestrado pero con documentación, para recortar la chapa identificatoria a fin de implantarla en un coche robado de la misma marca y modelo.

La Fiscal asegura que es una agradecida por haber trabajado codo a codo con Eduardo d’Empaire y ser parte de un equipo que también integró Guillermo Petersen. “Se hizo el kilometraje posible del vehículo y otras pericias muy avanzadas para Bahía Blanca y para la época”, subrayó y destacó el aporte del comisario mayor José Luis Costa, experto del Excalibur (mecanismo de interceptación de comunicaciones telefónicas) y quien supo trabajar en el caso de José Luis Cabezas.

Esas viejas y vigentes sensaciones

Por Augusto Meyer
Especial para LA BRÚJULA 24

Trabajar en la cobertura periodística de los crímenes de Vicky y Horacio me sigue generando, pasados 21 años, la sensación de haber estado en el lugar exacto en el momento indicado.

Desde la publicación de la nota inicial en La Nueva Provincia sobre la “misteriosa desaparición” de los jóvenes, pasando por la presencia como enviado del diario al lugar donde aparecieron el Corsa (en General La Madrid) y los cuerpos (en Coronel Suárez), con pocos días de diferencia, me hicieron caer en la cuenta de la importancia de haber estado in situ allí para informar lo que pudimos observar y escuchar.

Bastó con ver los rostros de funcionarios policiales y judiciales saliendo, avanzada la noche, de ese lugar próximo a la Ruta 76 donde habían sido hallados los cadáveres. Daba la sensación que los chicos (y así lo corroboraron las pericias) habían sido ejecutados con un tinte mafioso.

La comunidad bahiense reaccionó y, en una primera movilización pidiendo justicia, participaron unas 2.500 personas. Quienes reflejamos esa multitudinaria manifestación tuvimos la sensación que la Justicia iba a poder llegar a los autores de los crímenes. Y así sucedió.

Lo que no se logró fue avanzar en eso que quedó en evidencia en los dos debates realizados en los tribunales: que, detrás del robo de autos, había bandas con una logística muy aceitada que no podía no contar con encubrimiento policial para “liberar” zonas.

Sensaciones aquellas que tuvimos y que seguimos teniendo, a 21 años de uno de los hechos policiales y judiciales más conmocionantes que haya ocurrido en esta región.

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