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Zambayonny: "Ir a Bahía es un oasis y me reencuentra con mis rituales"

Su infancia en la ciudad. Aquella nominación al Premio Gardel. El llamado para componer e interpretar el himno del club Olimpo. Y la explicación sobre las malas palabras en sus letras: “No reflejan mi pensamiento”.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

La sección “De Ayer a Hoy” que cada sábado por la noche se publica en LA BRÚJULA 24 tomó contacto con un artista disruptivo, que navega entre la música y la literatura. Nacido hace algo más de 51 años, se formó en Bahía Blanca, lugar donde absorbió sus primeras influencias artísticas y culturales. 

Con una poesía que desafía convencionalismos, su vocabulario, aunque en apariencia vulgar, oculta una profundidad que trasciende lo burdo para revelar un mensaje cargado de significados complejos y resonantes. Su impacto se ha reflejado en diversos reconocimientos, incluyendo una nominación al Premio Gardel, así como en la creación de un himno para el club Olimpo y en la convocatoria constante de salas de teatro llenas. 

Este polifacético y emergente personaje, con un amplio reconocimiento entre sus pares y el público de distintas partes del país (y el mundo) ha conquistado un lugar destacado en la cultura contemporánea, consolidándose como una figura de privilegio en el ámbito artístico. Sin ningún condicionamiento y predispuesto como pocos, aceptó el reto y no dejó ninguna pregunta por responder.

“Me llamo Diego Perdomo, nací en Buenos Aires, a dos cuadras de la Casa de Gobierno, con lo cual mis plazas de la infancia eran la de Mayo y la Dorrego, por lo tanto imaginate el caos que me rodeaba (risas). Luego nos mudamos brevemente con mi familia a Neuquén, para radicarnos posteriormente en Bahía Blanca, lugar en el que nos afianzamos de manera definitiva con mis padres y mis dos hermanos, ambos menores”, destacó “Zamba”, desde el otro lado de la lente de su teléfono celular, en una videollamada.

Y agregó que “por eso es que estoy tan emparentado con la ciudad y está presente en cada entrevista que me toca dar. Llegué con edad de segundo o tercer grado de primaria, etapa que cursé en la Escuela Nº 2, de Avenida Colón y Vieytes, donde también había ido mi mamá. Fui un alumno muy tranquilo, que además jugaba al fútbol y tenía la cabeza puesta en mi querido club Olimpo”.

“La secundaria la realicé en la Media Nº 3, donde me recibí de perito mercantil. Siempre escribí poemas, poesías y cuentos desde niño y con la música, el idilio llega cuando tenía 17 años, instrumentando todo el material que había redactado en la infancia y adolescencia. Con un amigo empezamos a componer y a partir de entonces no paré nunca más”, enfatizó  

No obstante, apuntó que “cuando terminé quinto año, empecé a alternar entre Bahía Blanca y Buenos Aires, viajando mucho, con proyectos abiertos en ambos lugares y yendo y viniendo infinidad de veces. Armar una banda para alguien que viene del Interior no es nada sencillo, pese a que yo llegaba de la décima ciudad más importante del país”.

“Hoy en día, esas barreras se han roto porque podés mostrar lo que hacés desde tu casa aunque vivas en un pueblo muy chico gracias a Internet. Me alegra mucho este cambio que democratiza el arte porque Argentina tiene una calidad de artistas en los lugares más recónditos que es digno de destacar. Es algo fabuloso, ese cambio de lógica en la cual pueden triunfar todos sin limitaciones geográficas”, recalcó el histriónico artista, quien iba captando el espíritu de la charla. 

Consultado sobre el ingreso a la senda del éxito, detalló que “mi primer golpe de efecto se dio a partir de la decisión de tener siempre bandas paródicas y tradicionales, mezclando proyectos porque además de la música seguía escribiendo cuentos y novelas. Me divierte crear personajes en las canciones y compartirlas con otros artistas, algo que me ocurrió cuando se iniciaron los blogs, yo tenía cinco en paralelo. Ahí conocí a Hernán Casciari que hacía algo parecido”. 

“Uno de los proyectos era Zambayonny que estaba pensado para un café-concert, con temas netamente de humor, cuyas letras tenían malas palabras. Es así que en 2008 me instalé en Buenos Aires, en febrero empecé a tocar en un bar luego de un show en Mar del Plata y en mayo ya estábamos llenando La Trastienda. Como me dice mi amigo Diego Savoretti, no llegué a tener under (risas)”, acotó el protagonista de este artículo.

Luego, afirmó que “como todos los que nos dedicamos a esto hice otras cosas en paralelo: enseñé ajedrez, repartir boletas de impuestos, trabajé en fotocopiadoras e hice radio, además de componer para otros artistas y escribir alguna obra de teatro. Es muy difícil vivir de la música, se necesita complementar con otras cosas en determinados momentos. Desde aquel show que mencionaba de hace 16 años a la actualidad ya son 600 las presentaciones que nos ha tocado hacer, un número muy alto que refleja que prácticamente no paramos de tocar”. 

“En mi caso, me pasó alcanzar una alta repercusión siendo relativamente grande, si me ocurría con 18 años quizás me hubiese mareado un poco, pero lo llevé muy tranquilo y estabilizado. Siempre mantuve un estilo de vida muy austero, nada cambió desde entonces hasta el presente, voy a los mismos bares y juego al fútbol con el mismo grupito de amigos”, aseguró Zamba, promediando el ida y vuelta.

Inmediatamente se zambulló en un punto en el que suele ser requerido: “Sobre los temas que escribo e interpreto y tienen malas palabras continuamente digo que veo las canciones del mismo modo que un director de cine puede ver su obra y un dramaturgo ve su novela. El pensamiento del artista no está allí plasmado, son ficciones, el problema lo generan los propios cantantes románticos cuando dicen que escriben lo que les pasa en el corazón. Escribo canciones, cuentos y novelas con personajes salvajes y otros que son tristes, si alguien quiere preguntarme lo que pienso, me lo consulta en una entrevista”.

“Es como cuando el público va al teatro y se da cuenta que la actriz que hace de mala, es una persona divina. La utilización de palabras vulgares alguna que otra vez me trajeron problemas, quizás en mis comienzos, pero ya ni lo recuerdo porque el impacto fue mínimo. Cuando ves el concierto y su contexto te das cuenta de quién es quién, más allá de que alguno pueda enojarse, pero no nos ha ocurrido casi nunca”, exclamó enfáticamente. 

Una convocatoria lo llenó de orgullo: “Lo del himno de Olimpo surgió allá por 2011, que la TV Pública transmitía todos los partidos y buscando algún hincha famoso me contactaron para que lo interprete, como no encontraron a nadie me llamaron a mí (risas). Acepté inmediatamente, pero a los 10 minutos me vuelven a contactar para decirme que no existía ningún himno de la institución, por lo que parecía que quedaba todo ahí”.

“Una semana más tarde vuelven a comunicarse conmigo para preguntar si me animaba a componer una canción alusiva a Olimpo y no lo dudé ni un instante. Le puse una impronta de los años 40, es decir de himnos de otros clubes y la presentaron en un partido con Colón de visitante, pese a que mi idea era que fuera en uno donde las chances de sacar un buen resultado fueran altas”, evocó el multifacético artista, a modo de anécdota. 

Y la remató del siguiente modo: “Pusieron la canción por primera vez en esa transmisión, pero el destino quiso que ganemos y quedáramos punteros del campeonato, así que el debut fue hermoso. Me han dicho que lo quieren oficializar, pero eso para mi es algo secundario porque el simple hecho de escuchar el tema me provoca un orgullo que me sobrepasa”. 

Me tocó estar nominado una vez a los Premios Gardel en el año 2012 con el álbum Búfalo de Agua que produjo Diego Savoretti en su casa de Bahía Blanca y nos ganó el grandioso León Gieco que lo había grabado en Los Ángeles (Estados Unidos), pero super merecido porque su material era genial”, consideró, sin ponerse colorado.

Otro de los puntos que tocó es el contexto actual: “Estoy muy preocupado con el presente del país desde antes de las elecciones, uno sabe que cuando la derecha se junta para gobernar tiene sus recetas y te las dicen en la cara. Ahora no tengo ningún tipo de esperanza y los que votaron esto estarán disfrutando porque está haciendo exactamente lo que dijo”.

“A Bahía Blanca voy menos de lo que me gustaría ir, hoy se ha convertido en mi lugar para descansar y comer asados con mi entorno más cercano. Cuando puedo me escapo, estuve a punto de ir para el Día de la Madre, pero surgieron shows a último momento y tuve que cancelar el viaje, no resulta fácil organizar la agenda”, se lamentó “Zamba”. 

“Igualmente, cada vez que voy, canto invitado por algún amigo en su show, grabo algo muy puntual, o bien si surge un evento privado trato de estar presente porque me reencuentro con todos mis rituales de toda la vida. En definitiva, siento que Bahía Blanca es como un oasis para mi”, sintetizó al reflejar lo que vivencia en cada vuelta a sus raíces.

Sobre su actualidad, más aplomado por la experiencia, indicó que “en este momento estoy terminando de grabar un disco nuevo, con un productor de Barcelona que combina músicos de acá y de allá y tendría que salir para fin de año, aunque ya no llegamos, pese a lo cual me tiene muy entusiasmado. Ya se termina de masterizar y se podrían sacar los singles”. 

“Además, tengo novelas por corregir para que puedan ser editadas y enviadas a la editorial, sumado a los Podcast a los que me están invitando. Siempre son varias cosas a la vez, un año priorizo la música y al siguiente le doy más lugar a la prosa, mientras tenga la posibilidad de elegir, voy cambiando”, dijo sin vacilar.

Por último, manifestó que “no puedo encasillarme en un género musical, mis letras no pasan desapercibidas, llaman la atención y cuentan historias que buscan emocionar. No es música para poner de fondo en la línea telefónica de espera del odontólogo, la idea es despertar reacciones en el público y lo estamos logrando”.

Zambayonny, quizás sin proponérselo, no solo llegó a la meca que cualquier personalidad de su rubro ansía alcanzar, sino que también se sostiene dentro de una élite propiedad de los que tienen con qué. El capital más importante es no haber perdido ni siquiera una pizca de la humildad que lo llevó al sitio que hoy ostenta. Esa es otra de las claves de su exitoso presente.

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