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DE AYER A HOY

Ana Llobet, la mujer que le pone el cuerpo a la búsqueda de niños desaparecidos

Presidenta de Missing Children en Argentina, evocó el paso por la docencia. La doble vara respecto a las redes sociales. Y su lema: “El trabajo demanda mucho de mi, pero el tiempo con mis nietos no se negocia”.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

La vocación de servicio no se compra en un supermercado, esa irrefrenable voluntad de tender la mano para satisfacer una necesidad que los canales naturales no logran colmar. En ocasiones, no son pocos los que consideran que la multiplicidad de gestos solidarios son un indicador de que algo no funciona de la manera correcta. Y algo de razón les asiste, porque en un mundo donde abundan las injusticias, inevitablemente aparecen actos altruístas.

En rigor de verdad, por más equidad que pueda existir en la Sociedad, esas almas caritativas no van a parar hasta poder canalizar su generosidad infinita. En definitiva, son seres que alimentan el alma hacienda el bien, sin mirar a quién. Son individuos indispensables para equilibrar las desigualdades y en Bahía Blanca proliferan cada día más, síntoma de aquello con lo que iniciábamos el artículo.

En LA BRÚJULA 24, Ana Rosa Llobet dio testimonio de ello. Desde el plano académico, pero luego potenciada su labor en una ONG como Missing Children donde, sin proponérselo, alcanzó hasta la actualidad ser la presidenta a nivel nacional. En una charla a corazón abierto y con su estampa de mujer apasionada, dejó una huella imposible de ignorar. Una adelantada a su época que hoy logra cosechar los frutos de su compromiso.

“Nací en Capital Federal, pero siempre me consideré bahiense, porque a los dos años vine acá con mi familia, así que mi ciudad es Bahía Blanca. En 1955, a mi papá lo nombraron juez en los Tribunales de Bahía Blanca, motivo por el cual nos trasladamos todos para acá y comenzamos con la vida en esta ciudad”, deslizó al comienzo, con su dulce y comprometida voz.

Y subrayó que “llegamos, además de mis padres, mis cinco hermanos (soy la cuarta). Actualmente todos vivimos en aquí, salvo una de mis hermanas que reparte su tiempo entre Bahía y Bariloche. En la niñez pude disfrutar del barrio, vivíamos en la calle Rodríguez al 400 y pude hacer mis primeros amigos nuestros amigos”.

“Con muchos de ellos íbamos a la Escuela Nº 7, de calle 19 de Mayo, pero lo que más recuerdo es que mi casa siempre llenaba de gente. En mi época del secundario también pasaba muchas horas rodeada de amistades y ya en la juventud una de las cosas que más guardo en el recuerdo fue haber integrado el Coro Universitario”, exclamó con orgullo.

Luego, Ana evocó sus épocas como estudiante: “En general era una buena alumna, bastante aplicada y con buena conducta, algo que se nos inculcaba mucho en casa, ni se nos ocurría portarnos mal. En la UNS estudié Letras, me recibí, trabajé como profesora de esa asignatura hasta 2010, con mucho placer porque me gustó mucho siempre el trabajo docente”.

“Claro que en la juventud tenía muchas opciones al momento de optar por una Carrera: me gustaban Abogacía y Psicología, pero opté lo que se podía estudiar en Bahía. Nunca me animé al hecho de irme afuera de la ciudad. Cuando me jubilé, empecé a trabajar no solo en Missing Children, sino que también lo combiné con talleres literarios que tengo aquí en mi casa”, añadió, en otro segmento de la conversación.

No obstante, vivió de cerca momentos convulsionados: “Como estudiante universitaria me tocó la época más controvertida, porque entré en el 72. Creo que fue el lapso más difícil de la historia de la UNS. Muchos de mis compañeros fueron desaparecidos en esa época. Tengo la sensación de que había más compromiso político también dentro del Departamento de Humanidades y entonces lo sufrimos mucho en todos los sentidos”.

“Me marcó, perdí a compañeros muy queridos, de los cuales nunca más se supo nada. No obstante, considero que la universidad es una institución muy prestigiosa, considerada a nivel mundial. Estoy orgullosa de haber pasado por sus aulas, todos mis hermanos pasaron por allí y compartimos un grato recuerdo de la UNS”, diferenció, rescatando el costado positivo de dicha experiencia.

Enseñar le llenó el alma: “En mi caso, fui profesora en el Instituto Avanza, en Escuela Medias y rurales, puedo decir que me gustó mucho enseñar, me encanta el trabajo docente. Sin embargo, debo admitir que los últimos años me resultaron difíciles porque había coexistían muchos problemas sociales dentro del aula, chicos con muchos conflictos, un clima de desinterés y me di cuenta de que por ahí ellos necesitaban alguien más joven para transmitirles un poco más de entusiasmo por el estudio”.

“Sentí que lo que hacía no me estaba ayudando a sentirme satisfecha, por eso, apenas encontré la posibilidad, me jubilé. No lo tomé como una frustración porque hacía todo lo que podía, pero me daba cuenta de que no lograba captar el interés de los chicos, estábamos en una sintonía distinta, propio de las diferencias generacionales”, reconoció, consciente de lo acertado de haber captado la señal que le indicaba que era el momento de dar un paso al costado.

Muchó ayudó a Llobet el hecho de haber detectado pronto su cable a tierra: “Iniciar el trabajo con los talleres de escritura me permitió encontrar algo que me apasiona, canalizando mi interés por esa rama del arte, algo que aún trato de profundizar en la actualidad y es parte del motor de mi presente, ocupando mi tiempo y manteniéndome vinculada con muchas otras personas”.

“Siempre pensé que el día que me jubilara iba a hacer alguna actividad solidaria concreta. Mi mamá fue varios años voluntaria del Hospital Municipal. En mi caso, cuando tenía 17 años hice lo mismo que ella, pero en IREL y estuve en las guarderías municipales. Siempre me pareció que debía hacer alguna cosa por el resto del mundo porque uno es un privilegiado por todo lo que tiene”, aseveró, agradecida y con un tono lleno de nobleza.

Paralelamente, aclaró que “eso me llevó a buscar alguna actividad inmediatamente de jubilarme. Lo de Missing Children me pareció algo sumamente indispensable para mi vida, por lo que me conecté con Laura Meloni, que ha sido una de mis grandes amigas, a pesar de que falleció poco tiempo después que la conocí. Me dio la formación y las herramientas para poder trabajar en la ONG de la mejor manera, una persona admirable”.

“La ciudad le debería tener un reconocimiento muy grande hacia ella porque fue un ejemplo. Cuando la llamé por primera vez, la verdad es que me asombró porque primero me dijo que no necesitaba voluntarios y después me comentó que si quería podia llevar adelante la labor desde la computadora de mi casa”, rememoró Ana, en el tramo final de su testimonio.

Consultada respecto a si en ese entonces soñaba con el cargo que hoy ostenta, dijo que “fue genial porque entré con todo el entusiasmo a trabajar y desde el 2010 que no paro de hacerlo junto a mis hijos. En ese entonces nunca hubiera imaginado ser la presidenta de Missing Children a nivel nacional, pero que me hayan designado tiene que ver en parte con que Bahía Blanca siempre trabajó muy bien y eso también se lo debemos a Laura”.

“En nuestra ciudad, actualmente hay seis voluntarios dentro de la ONG y siempre se llevó adelante la labor con mucha responsabilidad, participación. Cuando pensaron en quién reemplazar a la presidenta anterior, que estuvo en el cargo muchísimos años, pensaron en que en Bahía Blanca podia estar una buena opción. Era todo un desafío correr de capital la presidencia, y pensaron que en nuestra ciudad había un equipo de gente muy trabajadora”, recalcó.

Por ultimo, abordó aspectos vinculados a su intimidad: “Soy viuda, tengo cuatro hijos, todos varones y ya adultos. Además tengo cuatro nietos, de las cuales solo una es nena (risas). El hecho de ser abuela también ocupa mi mente, porque siempre digo que el tiempo de los nietos no se negocia. Los chicos, cuando se hacen adolescentes, empiezan a tener mayores libertades, ingresan a una edad donde ya no necesitan tanto de nosotros”.

“El tema de las redes sociales en general y el grooming en particular, lo hemos padecido y el ejemplo más elocuente es el de Micaela (Ortega), donde el dolor se generalize entre los bahienses. A todos nos preocupa mucho porque las redes tienen esa doble cara, una que nos perjudica, nos lleva a situaciones no queridas. Pero por otro lado te brinda la infinita posibilidad de encontrar a los chicos perdidos”, sintetizó la presidenta de Missing Children en Argentina.

Y consideró que “más allá de toda la connotación negativa, es una herramienta extraordinaria. A tal punto que nos ha cambiado los mecanismos de búsqueda, gracias a la posibilidad de compartir las imágenes a través de un sistema que llega a todo el mundo de manera instantánea. Eso, considero que es algo sumamente valioso”.

“Para nosotros es una parte fundamental el contacto con la familia del niño desaparecido. Entendemos que los seres queridos necesitan de muchísimo apoyo y nos conmovemos como cualquier ser humano, aunque cuando uno piensa en un caso que se haya resuelto, te convencés de la necesidad de seguir trabajando”, postuló Llobet.

Inmediatamente puso un ejemplo: “Nos ha pasado con chicos con los que lo que hicimos sirvió y todo lo demás te lo aguantás porque cuando lográs rescatar el paradero de un niño, se justifica el proceso y lo que podés haber sufrido por involucrarte. No sabes el agradecimiento de los padres. Muchos hace 20 años que han perdido un chico y nosotros cada tanto los llamamos y les decimos que seguimos mostrando la foto, que seguimos teniendo esperanzas”.

“Eso para ellos vale oro porque, por cuestiones burocráticas, en ocasiones las autoridades, ya sea la Justicia o el poder politico, no le dan respuesta a esos padres. Es ahí que, cuando escuchan nuestra voz que sabe que los está apoyando y sosteniendo al mantener viva la búsqueda a pesar del paso del tiempo, se transforma en una manera de retroalimentarnos mutuamente”, cerró.

Cultora de un perfil bajo, es nuestra obligación visibilizar cada una de las cruzadas que lleva a cabo. Si bien en su diccionario de vida no figuran palabras como “exposición” o “popularidad”, cada uno de sus actos inevitablemente deberían ser apoyados. Nada la frena, no hay imposibles y tampoco se rinde ante cada revés. La satisfacción de hallar a un chico perdido resume ese desborde de amor que la caracteriza. Por eso, es imposible no quererla desde el primer minuto que uno la conoce.

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