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DE AYER A HOY

“Cuando me toque morir, me gustaría que sea en mi barrio: Tiro Federal”

Respetado en el ambiente del fútbol, “Tato” Zapata alcanzó la gloria. Por qué no jugó en San Lorenzo y la rompió en Banfield al lado de Sanfilippo. “Me siento vital, hago 10 kilómetros diarios en bicicleta”, destacó.

Por Leandro Grecco
[email protected] – Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco

La figura del territorio es una de las tantas aristas que se han ido desdibujando con el transcurrir de las épocas. Parte de las secuelas de un mundo globalizado donde la memoria emotiva es propiedad de quienes no aceptan que los tiempos han cambiado. El espacio público, en particular aquel que se encuentra más alejado del centro de una ciudad como Bahía Blanca, perdió preponderancia como un sector con arraigo propio.

Tiempo atrás, no hace falta remontarse mucho más allá del siglo pasado, los barrios eran una suerte de fábrica de talentos, donde la calle solía ser la escuela sana y llena de valores en la cual, por solo citar, surgían talentos en el mundo del deporte que hallaban en sus calles, en general de tierra, la posibilidad para desarrollar su habilidad y soñar con la distante posibilidad de alcanzar la gloria, pese a la lejanía de un país poco federal.

Juan Carlos Zapata reúne ambas condiciones. Su amor por Tiro Federal, el lugar que lo vio nacer y crecer, y el fútbol que lo hizo conocido primero en su faceta de jugador al lograr lo que pocos consiguieron, que es brillar a nivel nacional siendo de los primeros bahienses en llegar a la Primera División de AFA. Pero hay otros aspectos de su vida que en esta nota quedan reflejados, gracias a su amabilidad con La Brújula 24. Tan grande es que el realizador Raúl Papalardo produjo un documental único sobre “Tato”.

“Nací en Tiro Federal, sobre Newton, a pocos metros del club. Allí permanecí hasta que cumplí cuatro años, cuando me mudé a la que fue la casa de mi familia, en calle Liniers, donde mi papá compró un terreno y la construyó. Siempre viví en ese sector de la ciudad, salvo cuando jugué en Buenos Aires y ahora que me afinqué en mi domicilio actual del barrio San Cayetano”, afirmó, mientras bajaba el volumen del televisor del living.

Y recordó que “la mayoría de los chicos jugábamos a la pelota en las divisiones inferiores, una niñez absolutamente diferente a la de la infancia actual en la que la urbanización ha ganado terreno, más allá de que en la periferia aún quedan estos espacios donde pueden encontrar un lugar para el esparcimiento”.

“En ese entonces, teníamos baldíos enormes, por ejemplo en el sector donde ahora están los monoblocks, ahí es donde jugábamos. Mis amigos eran los hermanos ‘Lacho’ y ‘Chiche’ Nieto, José Arenas, Cinquegrani, Guerrieri, toda una barrita en la que solía haber muchachos un poco más grandes que yo”, rememoró, en otro segmento del inicio de la charla.

No obstante, existió un punto de inflexión que lo marcó para siempre: “Con diez años me tocó jugar los sábados en el potrero con los muchachos que al día siguiente lo hacían en Primera y eso me ayudó para formarme como persona y deportista. Fui a la Escuela Nº 9, sobre calle Corrientes, hice hasta sexto y fui un alumno normal que nunca repitió”.

“Soy hijo único y, contrariamente a lo que ocurre habitualmente, mi papá no era del palo del fútbol, más allá de que siempre me acompañó. Empecé en los baby, era defensor y a mi mamá no le gustaba mucho, entonces al año siguiente pasé a ser delantero por su sugerencia”, remató, con la picardía de saber que es un caso inusual.

El meteórico ascenso de su carrera no tuvo frenos: “Hice las inferiores en Tiro, llegué a debutar en el equipo principal, porque después me compró Olimpo. Me vio un señor de apellido Pérez Squiorla que entrenaba boxeadores y al mismo tiempo dirigía fútbol. Paso a préstamo en 1962, con 18 años, salimos campeones y me tocó ser goleador de la Liga del Sur, en mi primer año jugando de 9, porque siempre había sido enganche”.

“Fue Barral el que me puso en ese puesto, un plantel que tenía a Perrichón que luego pasó al Benfica de Portugal, Cejas que había venido de Sporting y si bien era centroatacante pasó a ser 8, ‘Chiche’ Torices que venía de Libertad y el fallecido Roberto Leobono, apellido popularmente conocido en Tiro y que había jugado en Boca”, enfatizó Zapata.

Contrariamente a lo que suele suceder, se dio el lujo de estar un tiempo parado: “En el 63 no jugué en ningún lado porque me quería comprar Estudiantes de La Plata después de una prueba, Tiro pidió mucho dinero y quedé un año inactivo. Ya para 1964, como no precisaba el pase, me fui a Peñarol de Pigüé y luego de eso Olimpo me compra definitivo. En el 65 y 66 salimos campeones, compartiendo equipo con ‘Laucha Recio que llegó desde Bella Vista”.

“En el 67, me vino a buscar San Lorenzo de Almagro, club que me pagó los pasajes y llegué a ir a jugar un amistoso en el estadio Defensores del Chaco contra la Selección Paraguaya. Barreiro era el director técnico y ese equipo tenía, entre otros, a ‘Toscano’ Rendo, ‘Bambino’ Veira y ‘Oveja’ Telch. Era la primera vez que salía del país, ganamos 3 a 0 y, cuando volvimos a Buenos Aires, el DT me dijo que los dirigentes de San Lorenzo iban a comprar mi pase a Olimpo”, enfatizó “Tato”, sobre la génesis de su salto a la popularidad.

Y trajo a colación una anécdota: “Como no me podía volver a Bahía inmediatamente y tenía pasaje de regreso tres días después, me subí a un colectivo, fui a Constitución, abordé otro micro que se llamaba el Cañuelas y era color amarillo. Me iba a bajar en Lanús, pero terminé en Banfield, pregunté dónde estaba la cancha, me presenté con el apellido de mi mamá, Bottoni, porque quería probarme”.

“Todo esto a escondidas de San Lorenzo y Olimpo. La práctica la dirigió un señor de apellido Zurlo, a los diez minutos detuvo la práctica y me preguntó dónde jugaba, a lo que le respondí que lo hacía solo en los potreros, nunca le dije que era de Bahía Blanca. Me pidió que espere que llegue José D´Amico que era el entrenador de la Primera”, añadió.

Consultado respecto a por qué tomó esa determinación, aclaró: “Mi única intención era distraerme un poco, qué iba a hacer hasta regresar a mi casa, por eso me pusieron inicialmente del lado de la Reserva, los que jugaban en mi puesto era Julio San Lorenzo que estaba vendido y ‘Nano’ Areán, hasta que en ese entrenamiento jugué del lado de los titulares”.

“En ese plantel estaban, entre otros, Ramos Delgado y ‘Nene’ Sanfilippo, que fue quien me sugirió que cuando me reuniera con Valentín Suárez, el presidente de Banfield por aquel entonces, les pidiera 60 mil. Me pareció demasiado porque en Bahía ganaba 4 mil, sin embargo cuando me senté a negociar, les pareció mucho dinero para un jugador nuevo. Entonces les dije que iba a arreglar con San Lorenzo, Suárez me dijo que no me vaya, que me iba a pagar ese monto”, estableció, sobre la negociación.

Luego, llegó el momento de decir la verdad: “Tuve que blanquear en Olimpo que había arreglado por mi cuenta con Banfield y San Lorenzo quiso hacer juicio al club que era dueño de mi pase, pero quedó en nada. D´Amico no me creyó cuando le mentí el apellido, sabía que era Zapata porque tenía gente en común que me había visto en un Campeonato Argentino en San Juan”.

“Después de un año me compró Platense porque había tenido una buena campaña y paso a cobrar casi el doble de sueldo. Allí me fue mal, un poco por culpa mía, no me cuidaba y ya en el 69 vuelvo a Bahía para vestir la camiseta de Olimpo y en la Selección de la Liga del Sur, donde retomé porque mientras estuve afuera de la ciudad no había podido seguir siendo parte”, agregó el actual DT que no descarta volver al ruedo.

Sobre su vida personal, lejos de la pelota, reveló: “Me casé en el año 1971 y tuve mis tres hijos, pero paralelamente en el transcurrir de mi vida tuve muchos trabajos pese a que fui futbolista. Mi primer empleo fue en una escribanía donde entré porque era muy rápido para redactar a máquina, habiéndome recibido de Dactilógrafo”.

“Después entré como administrativo en un comercio llamado Saima que vendía artículos del hogar en Donado y Brown, luego entré en Eseba y, a mi regreso de Buenos Aires, fui bancario por el lapso de 21 años, donde llegué a ser subtesorero. Estuve en el Banco del Sud y el de Río Negro y Neuquén, en el medio pasé por otra escribanía”, enumeró Zapata.

Volviendo a su pasión, revivió mentalmente su retiro: “Mi último partido oficial fue en Villa Mitre, en el 76, en cancha de Sporting donde si perdíamos nos íbamos al descenso y empatamos 1 a 1 con gol mío y por eso salvó la categoría. Ese año, con el combinado de la Liga, enfrenté como jugador a la Selección Argentina en cancha de Olimpo, que hizo el gol Barrado y ganábamos 1 a 0, pero terminamos perdiendo 3 a 1”.

“Dos años más tarde, meses previos al Mundial, la Selección Argentina volvió a Bahía y nos metió seis goles, en tiempos en los que me había tocado asumir la dirección técnica del selectivo de la Liga del Sur. Como DT salí campeón con la UNS en un torneo nacional con universidades de todo el país, ganándole la final a la UBA 4 a 0 y me hizo la nota del final el hijo de José María Muñoz, minutos después de ese partido que se disputó en Embalse Río Tercero”, destacó “Tato”, como uno de los momentos más felices de su vida.

Otra vez, su carrera le deparaba nuevos desafíos, aunque de la línea de cal hacia afuera: “Después de dirigir a Tiro, pasé a Olimpo allá por comienzos de la década del 80 donde me tocó perder una final contra un equipo de Junín que tenía a ‘Pinino’ Más en un cruce ida y vuelta para entrar a la Primera de AFA, luego de ganarle al poderoso Loma Negra de Olavarría que se había reforzado muy bien”.

“No he tenido grandes inconvenientes como jugador ni como entrenador, pese a ser un tipo muy frontal, aunque eso creo que fue un punto a favor porque a las personas les gusta que uno le diga lo que piensa. La gente que en la calle me reconoce, me saluda de manera cordial porque donde estuve siempre dí todo lo que estaba a mi alcance, pese a que todos conocen mis orígenes y cuando me toque morir me gustaría que sea en Tiro Federal”, se sinceró.

El logro más destacado como entrenador llegó en 2006: “Tuve la oportunidad de lograr el ascenso con Villa Mitre a la B Nacional, ganando nada menos que en Tucumán y orientando a un plantel duro, guerrero. La Comisión Directiva no aceptó mi continuidad porque consideraba que había solicitado mucho dinero, pero luego me enteré que trajeron un DT de afuera que ganaba más. De eso no opino porque siempre hice lo mismo con los jugadores, pongo y saco, cada uno elige y lamentablemente no pudieron permanecer más de un año en la divisional”.

“Mi última experiencia se remonta a 2016 con Tiro Federal cuando nos tocó jugar la final con Bella Vista que era dirigido por Carlos Mungo, un muchacho muy amigo mío. Ocurre que tengo 78 años, estoy bien, pero nadie me ha llamado en todo este tiempo. Es como que me retiré y si alguien se acercara con una propuesta tampoco sé qué haría, pero si te rodeás de un cuerpo técnico con chicos jóvenes se hace más sencillo el trabajo diario”, sostuvo.

En medio de todas esas incursiones y, a sabiendas de que necesitaba un ingreso fijo, se inclinó por otras actividades laborales simultáneas: “Cuando cobré la indemnización del banco, compré la llave de un kiosco en Darregueira y Fitz Roy, me fue bien y allá por el año 98 empezaron a flaquear las ventas. Lo vendí y Oscar Hidalgo (papá del exjugador) sacó un legajo de taxi y le pedí trabajo como empleado. Trabajaba de noche manejando el auto, fue el último de mis empleos”.

“Actualmente me gusta salir a caminar, ando 10 kilómetros en la bicicleta fija todos los días, miro televisión, tanto noticias como deporte. Tengo dos bisnietos que nacieron este año y disfruto mucho de ellos, gracias a Dios en esta post-pandemia porque durante esos meses de tanta incertidumbre me cuidé y, creo, no me contagié, soy una persona que no toma ningún medicamento, afortunadamente me siento sano y vital”, advirtió sobre el epílogo de la entretenida conversación.

Por último, analizó la actualidad de la disciplina que lo hizo trascender: “No me gusta criticar al fútbol de hoy, es diferente, otro juego, porque hay mucha fricción, sumado al VAR, pero hay que reconocer que en la época en la que fui jugador, si bien sobraba la técnica individual, también había menos velocidad. Y es eso lo que quita precisión, algo que no solo pasa en el fútbol, sino en cualquier ámbito de la vida”.

El ida y vuelta terminó, su carisma lo convierten en un hombre que, en una primera impresión impone respeto y, en apariencia, cierta distancia. Pero es solo una sensación, al poco tiempo de interactuar con “Tato” Zapata se puede comprender que detrás de ese semblante algo adusto, se esconde un ser sensible, frontal y con valores. Es por eso que resulta inconmensurable el cariño del ambiente del fútbol y Tiro Federal en particular y de toda la ciudad en general.

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