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Es única y es de todos

La vida de “La Pocha”, una bisabuela fanática de Bella Vista, a través del lente de su hijo

Idiolinda Eusebia Villoldo de Mansur es, simplemente, “La Pocha”, de 96 años y madre de Luis “Gallego” Mansur, quien enternece con imágenes cotidianas de la vida de su mamá. Su historia.

Cecilia Corradetti / La Brújula24 / corradetticeciliagmail.com

“La Pocha” es única.

No solo lo sostiene Luis “Gallego” Mansur, uno de sus cuatro hijos, sino quienes la conocen personalmente o a través de las redes sociales y son testigos de su inteligencia, simpatía, “caradurez” y, sobre todo, espíritu de lucha.

Nacida el 20 de septiembre de 1928, la inscribieron poco después en el Registro Civil de Coronel Dorrego como Idiolinda Eusebia Villoldo y rechazó su nombre de plano y desde pequeña. Años después, cuando se casó con un amigo de la infancia, José Mansur, pasó a ser Idiolinda Eusebia Villoldo de Mansur. Y ella, siempre vivaz, divertida y con gran personalidad, repetía todo el tiempo que sobraban motivos para llamarse de otro modo. Y así toda la vida pasó a ser “Pocha”. “La Pocha”.

Tiene miles de facetas y una gran vida interior. Es bisabuela, fanática de las plantas, del mate y de los quehaceres del hogar, porque así le enseñaron desde muy chiquita. Tras vivir con su esposo e hijos en Monte Hermoso, quedó viuda a los 43 años y la familia decidió mudarse a Bahía Blanca, la “gran ciudad”.

Es Luis, el “Gallego”, de 65 años, su tercer hijo varón y fotógrafo de toda la vida, quien suele tomar su cámara en los momentos más inimaginados. No solo cuando ríe en compañía de su familia sino cuando la nostalgia se apodera de ella en las tardes de invierno.

También cuando riega las plantas, cuando dedica un rato a planchar, a tomar mate, a poner caras con el casco de su nieta o a desplegar, desafiante, la camiseta de Bella Vista. Aunque muchas veces no lo advierte, cuando sabe que la cámara fotográfica la enfoca, pide que esa imagen se suba a las redes. Luis obedece como un “soldado” porque, además de su mamá, “La Pocha” es su persona favorita en el mundo y, probablemente, la que más lo hace reír.

“Mi papá era policía y murió a los 41 años. Apenas quedó viuda se puso la familia al hombro y nos vinimos a Bella Vista, a la casa de una tía. Comenzó a trabajar como empleada doméstica para un escribano y su señora. Mucho después quedó encargada de ese edificio, en Alsina al 300, hasta que se jubiló”, señala Luis a La Brújula 24.

En 1976 “La Pocha” se presentó en el Banco Hipotecario y pidió quedar contemplada en un plan de viviendas para ella y sus hijos. La atendieron muy bien, les explicó el caso y se fue. Tuvo miles de detractores, incluso le dijeron que se iba a cansar de esperar la tan ansiada casa. Sin embargo, llamativamente, se le dio.

“Dos años después, una tarde la llamaron para comentarle que había resultado adjudicada y toda la familia fuimos esa misma noche a conocer la casa del Barrio Namuncurá, donde vive hasta el día de hoy”, repasa Luis.

La retrata a toda hora y, a esta altura, tiene casi un “book” enorme de su “vieja”. Muchas de esas imágenes las comparte, por eso “La Pocha” es un poco de todos.

“Vivo con ella y siempre da para las fotos. Es una loca de sus plantas, una mujer muy activa que riega y prepara el patio para esperar a sus visitas. A veces mira por la ventana y me pregunto qué estará pensando. Sus manos, que a veces le duelen, también me llaman la atención. Mi vieja mira televisión hasta las 3 de la mañana y siempre me espera con la comida lista”, señala.

Además de sus cuatro hijos (Cacho, de 70 años; Nono, de 68; Luis de 65 y Claudia de 52) tuvo 12 hermosos nietos y 11 bisnietos.

Como toda jubilada, “La Pocha” la pelea todos los días y, además, producto de la inseguridad, vive bajo rejas. “Injusto”, lamenta Luis. Cuenta que, una vez, le hicieron el cuento del tío y desde entonces se ha vuelto algo desconfiada.

“Es una persona práctica, inteligente. Uno de sus últimos inventos fue cuando se me rompió el filtro del café y llegó con una media sin estrenar y un alambre. Todavía usamos ese filtro”, relata. Agrega: “Otra vez no teníamos salero y lo armó con un envase plástico esterilizado que estaba todavía dentro de su paquete recién comprado en la farmacia”, cuenta.

Dispuesta, convencida de que la vida es luchar pero también disfrutar, siempre se muestra alegre, dispuesta, esperando con un mate a quien quiera visitarla. Especialmente a la familia que formó con esa convicción y espíritu inclaudicable. “La Pocha”, en definitiva, es todo un ejemplo.

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