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era de un circo

La historia del “vampiro” asesino que aseguran que se esconde en un cementerio

En Bajo Flores, Buenos Aires, circula la leyenda de que este personaje se esconde desde haca unos 40 años.

En el invierno de los 1980, un reconocido circo vino desde Rusia para presentarse en la Argentina, y una gran carpa amarilla fue instalada en el barrio de Bajo Flores, en Buenos Aires.

Todas las tardes pasaba por el barrio una camioneta que anunciaba por megáfono la gran llegada del circo ruso “Los Zares”.

Un clima tenso se apoderaba del público cuando un pequeño ser de origen húngaro, presentado como un fenómeno, aparecía entre la multitud. Se trataba de Belek. Decían que su pelo era rojo como la sangre y que tenía ojos vidriosos celestes, los cuales miraban al público de manera desagradable y hasta con desprecio.

A medida que pasaban las semanas, muchos de los artistas del circo caminaban por el Bajo Flores para conocer el lugar. De hecho, algunos pudieron conseguir habitaciones para poder vivir afuera de la carpa.

Un día, en el barrio trascendió la noticia de que los animales del circo aparecían muertos y sin sangre. “Todos tenían un patrón en común: dos heridas de forma circular marcados en el cuello”, explicó Hernán Santiago Vizzari, que explora la historia de los cementerios porteños.

Boris Loff, que era dueño del circo, les avisó a los integrantes sobre lo que pasaba. Cuando comunicó esto, uno de ellos no estaba: Belek. Al poco tiempo, sus compañeros lo vieron succionar con devoción la sangre de una monita tití.

Sin dudarlo, por la noche Loff desarmó la estructura del circo y partió con destino desconocido junto a su equipo. En tanto, Belek quedó abandonado a su suerte en el Bajo Flores.

El miedo se apoderó de los vecinos, que aseguraban que se escondía en casas abandonadas. Al mismo tiempo, los que aparecían asesinados ahora eran los animales del barrio. A esta altura, ya lo habían bautizado como el “vampiro” Belek.

Una noche, unos jóvenes estaban jugando al fútbol en una típica cancha de tierra del barrio. Uno de ellos observó de reojo algo que le llamó la atención: era Belek. El arquero, rápido de reflejos, arrancó la red del arco y con mucha precisión logró capturarlo.

En medio del desconcierto y el miedo, mientras pensaban qué hacer con él, Belek cortó la red con una navaja que tenía encima y se fugó ante la mirada atónita del grupo.

Desde ese momento, algunos aseguran que jamás volvió a aparecer por el Bajo Flores. Aunque también, hasta el día de hoy, están aquellos que dicen haberlo visto merodeando dentro del cementerio de Flores y sus alrededores.

Fuente: TN

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