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DE AYER A HOY

La trama detrás de la mujer que rompe todos los esquemas de la ciencia

Cintia Piccolo es licenciada en Ciencias Meteorológicas y la primera de su género en lograr un doctorado en Oceanografía en Old Dominion University de Estados Unidos. “La UNS es mi segunda casa”, confesó.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

En el vasto panorama de la historia académica y científica, pocas figuras destacan con la intensidad y la versatilidad de la protagonista de una nueva edición de la sección “De Ayer a Hoy”. Tal es el caso de Cintia Piccolo, quien desde su visionaria posición, no solo desafió los límites del conocimiento en diversas disciplinas científicas, sino que también dejó una huella imborrable en la comunidad que la acogió con los brazos abiertos.

A pesar de sus notables contribuciones a la ciencia, nunca perdió de vista su conexión con la comunidad que la rodeaba. Fue en Bahía Blanca donde encontró un hogar acogedor dispuesto a apoyarla en su camino hacia la excelencia. La Universidad Nacional del Sur se convirtió en el escenario perfecto para su desarrollo profesional, brindándole las herramientas y el ambiente propicio para alcanzar nuevas alturas en su carrera.

Más allá de eso, por su sapiencia es palabra autorizada para analizar el reciente temporal trágico de lluvia y viento que azotó la región hace casi dos meses. A partir de su capacidad, en LA BRÚJULA 24 puso sobre el tapete las razones de las consecuencias devastadoras de un fenómeno que no será nada fácil de olvidar.

“Nadie me conoce como María. Mi mamá solo quería el nombre Cintia porque había leído el libro de una escritora que admiraba y se llamaba así. Cuando me fueron a anotar, les dijeron que tenía que llevar el nombre de un santo, por eso utilizaron la combinación”, refirió Piccolo, al comienzo de su testimonio.

Y añadió sobre sus datos personales: “Nací en Puerto Belgrano. Mis padres ya fallecieron, al igual que mis dos hermanos varones. Fui la hija del medio, única mujer en toda la familia, no tuve ni una sola prima (risas). De Punta Alta solo recuerdo la calle Humberto Primo, de la casa donde vivimos y de alguna persona puntual que residía en las inmediaciones”.

“A los 5 años, a mi papá que era militar le dieron el pase y nos instalamos en Buenos Aires, pasando el tiempo primero en Martínez y luego en Olivos. Estudié en un colegio de monjas y posteriormente en la UBA. Me gradué de Licenciada en Meteorología, era una carrera que si bien tenía cierto auge, era muy extraño que sea elegida por una mujer”, contó con orgullo.

Junto a su ahijada y una de sus mejores amigas, Cristina Queija.

No obstante, admitió que “la única que me apoyó fue mi mamá y recuerdo que elegí esta opción a través de una publicación que hacía la universidad cuando exhibía las distintas alternativas. Era muy chica y cuando analicé la posibilidad de estudiar sobre las nubes no dudé ni un instante”.

“En mi casa, la orden era que todos estudiemos, me negué a anotarme en Abogacía porque mi idea era especializarme en alguna temática en la que no tuviera que lidiar tanto con la gente. Todo lo que esté vinculado con la matemática me encanta. Mis padres se separaron, cambió la situación económica y empecé a trabajar de maestra a partir de los 17 años”, sintetizó la entrevistada.

Aquel recuerdo, si bien la perturbó, le permitió crecer: “La de ellos fue una ruptura bastante traumática, lo que hizo que tanto mi hermano mayor como yo tuviéramos que ayudar en casa. La idea de mi mamá era que pudiéramos estudiar, eso no era algo negociable, por lo que con gran amor propio me pude recibir en cinco años, mientras repartía mi tiempo con el empleo”.

Haciendo sus primeras armas como Maestra Normal Nacional, mientras estudiaba.

“Fui la primera doctora en Oceanografía y la primera mujer que se recibió en Old Dominion University en Estados Unidos. Siendo una ‘sudaca’ como dicen ellos, fue todo un honor porque ni siquiera hubo una norteamericana que alcanzara ese logro”, detalló Cintia, con el pecho inflado de satisfacción.

Sin embargo, reconoció que “en ese momento no le di tanta importancia, luego entendí por qué algunos estudiantes me tiraron con un tacho de basura, quizás por mi temperamento y mi forma de ser. Llegué a ser teacher assistant y me recibí en solo tres años”.

“Fuimos junto a mi marido (Dr. Gerardo Perillo) a hacer el doctorado y como no teníamos dinero suficiente para quedarnos más tiempo, nos propusimos hacerlo en ese corto plazo, casi sin dormir y abocados exclusivamente a estudiar. Tomaba mucho café solo para mantenerme despierta”, rememoró en relación a aquel sacrificado tiempo.

La vida les deparaba cambios profundos: “Cuando regresamos de Estados Unidos, se corrió la voz de que dos doctores en Oceanografía habían llegado al país y eran de los primeros con ese título, en la UNS nos invitaron como profesores visitantes. Nos iban a buscar a Buenos Aires y dormíamos en Bahía en un hotel, dando clases viernes y sábados”.

“Nos radicamos definitivamente acá cuando nos ofrecieron ser profesores formales y, paralelamente, se abrió la posibilidad de ingresar al Conicet. Mi marido es de Capital Federal y no tenía ni una sola referencia de Bahía Blanca. La Marina me había nombrado investigadora y no los quise dejar en banda porque acá tenía Espora para seguir haciendo la tarea”, recalcó la meritoria científica.

En paralelo, marcó una diferencia: “Mi padre fue marino, pero esa oferta era incompatible con mis otros empleos. Ocurre que cuando hice la Licenciatura, la Fuerza Aérea daba becas para ingresar directamente al Servicio Meteorológico Nacional. En ese momento mi trabajo de maestra era mejor remunerado, por lo que no opté por esa opción”.

“Al poco tiempo surgió un proyecto de aguas profundas que tenían en mente desarrollar en la zona de Mar de Ajó. Como todos los meteorólogos habían entrado a trabajar al SMN, me contactaron. Ahí también tuve el honor de ser la primera mujer que incorporaron”, añadió, promediando su testimonio.

Piccolo se detuvo en el suceso que cambió la vida de los bahienses: “Respecto del temporal de hace casi dos meses, debo decir que la meteorología evolucionó y se verá reflejado en los medios. Estamos inmersos en un proceso mundial de variabilidad climática, el planeta aumentó un grado su temperatura, por lo tanto hay mucha energía. Por eso, las olas de calor, las de frío y las tormentas van a ser más frecuentes e intensas”.

“Antes teníamos cuatro o cinco días consecutivos con más de 40 grados de temperatura y ahora se extienden por espacio de hasta dos semanas. Nos vamos a tener que amoldar a esa nueva realidad y en eso debemos trabajar, concientizando a la comunidad para que sepa que los eventos van a ser más usuales. El 24 de marzo de 2022 hubo un temporal impresionante en Monte Hermoso y Pehuen Co que no se sintió tanto en Bahía”, dijo.

Tal es así, que se animó a lanzar un pronóstico: “No sería de extrañar que dentro de un año o un año y medio tengamos un fenómeno climático similar en otra ciudad de la zona. Es momento de que las autoridades y entiendan de que se deben tomar las medidas preventivas porque episodios como ese pueden volver a ocurrir en el mediano plazo”.

“La Universidad Nacional del Sur se fue convirtiendo en mi segunda casa, soy una agradecida en tal sentido porque hallé el lugar para poder desarrollarme profesionalmente. Mi infancia desde el punto de vista familiar fue dura, quedé marcada, por lo tanto aprendí que no quería repetir esa experiencia cuando me casara y tuviera mis hijos”, lanzó Cintia.

Su objetivo en cuanto a su futuro era claro: “Sabía que tenía que trabajar para que lo que vivió mi mamá no tenga un correlato porque ella dependía económicamente de mi papá. Mi marido jamás tuvo problemas con que yo tuviera mi propio empleo, muy por el contrario, siempre me alentó a que ambos podamos desarrollarnos profesionalmente”.

“Tengo dos hijos y aún no soy abuela, el varón vive en Estados Unidos y ella acá en Bahía Blanca, pero ninguno de los dos tiene en sus planes darme ese título. Mi mamá vino a vivir con nosotros cuando sus nietos eran chicos y, gracias a eso, pudimos tener un desarrollo profesional con mi marido”, aseguró la protagonista de una nueva edición de esta sección.

Pese a lo cual, se apoyaron en el círculo más íntimo para afrontar el cambio: “Como no conocíamos mucha gente en Bahía, ella vino primero por 15 días y después se terminó quedando, llevándose mejor con mi marido que conmigo (risas). Repartimos las tareas y funcionó todo perfectamente”.

“Estoy jubilada, aunque la UNS me designó profesora emérita y hasta me destinó una nueva oficina. Tengo un contrato vigente con el Conicet, trabajando ad honorem para el IADO en investigación. Cuento con 35 doctores recibidos, a los cuales acompañé bajo mi dirección y otros cuatro que están en el proceso para graduarse”, enunció, mientras bebía de su pocillo de café.

Y detalló que “lo único que cambió desde que me jubilé fue el hecho de que a la tarde hago ejercicio, pese a que tuve que dejar de jugar al tenis porque sufrí hace algunos años un accidente automovilístico que me dejó algunas secuelas en la cervical y me mareaba”.

“Ahora hago pilates, salsa, stretching y salgo a caminar tres veces por semana entre ocho y diez kilómetros. Paralelamente, le dedico mucho tiempo al cuidado de mi huerta y tanto a la mañana como a la noche me pongo a trabajar con los proyectos que tengo a mi cargo”, finalizó.

El legado de Cintia Piccolo trasciende fronteras disciplinarias y geográficas, destacándose como una pionera en alcanzar logros significativos en campos tan diversos como la meteorología y la oceanografía. Detrás de todos esos insoslayables ítems existe un ser capaz de afrontar el desafío que se proponga, sin temores ni tabúes, con la naturalidad de quien confía plenamente en su capacidad.

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