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DE AYER A HOY

“Los graduados de todas las universidades en la ciudad son de calidad”

Mario Ricardo Sabbatini fue rector de la UNS y celebró el nivel de enseñanza. Su formación. Los años perfeccionándose en Europa. “La deserción y el tiempo que demora un alumno en recibirse es algo a mejorar”, afirmó.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

La importancia del aprendizaje brinda la oportunidad de participar en aquellas experiencias que nos acercan hacia las nuevas oportunidades. Es, además, una habilidad fundamental que ayuda a fortalecer el bienestar interior, moldeando nuestro comportamiento y perspectiva.

Si, paralelamente, a eso se le suma la vocación por dejar cierto valor agregado a la materia en la que se especializa cada uno de los que se acercan al conocimiento, es allí donde los trabajos de investigación generan un espectro infinito de acciones que suman contenido a lo ya indagado con anterioridad.
Mario Ricardo Sabbatini cumple con estos requisitos pero, además, entendió que a partir de la gestión se puede transformar positivamente la realidad. Su desarrollo en cargos directivos hasta llegar a ser el rector de la Universidad Nacional del Sur lo catapultan a una élite que está reservada para pocos. En La Brújula 24, le destinamos un espacio a su vida.

“Soy Mario Ricardo, pero me llaman por mi segundo nombre porque el primero es el mismo que el de mi papá. Para diferenciarme de él soy ‘Ricky’ para los más allegados que al día de hoy me dicen de esa forma. Soy oriundo de Bahía Blanca y tengo una hermana, Analía, cinco años mayor”, consideró Sabbatini, al comienzo de la charla.

Y describió que “si bien nací y me crié en el corazón del Barrio Almafuerte, mi vida transcurría en la zona céntrica junto a mis primos, cerca del club de Olimpo. Hice la primaria en la Escuela Nº 3 de calle Terrada y la secundaria en el Colegio Don Bosco, donde pude graduarme en 1972”. 

“Fui un buen alumno y una vez que egresé comencé a estudiar Ingeniería Agronómica en la Universidad Nacional del Sur, donde coseché muchos amigos de la zona. En el 79 obtuve mi título, pero siempre con la idea de permanecer allí como investigador, por encima de la docencia”, comentó, mientras se iba soltando y entregando a la conversación.

Inmediatamente rememoró que “meses después ingresé como becario de la Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires, un organismo similar al Conicet. Allí conocí a Osvaldo Fernández, una persona que fue mi guía en esos primeros tiempos y me ayudó muchísimo. Tal es así que cuando tuve el honor de asumir como rector se lo agradecí profundamente”.

“Él me orientó para hacer las cosas con corrección en mis primeros pasos en la Universidad. Tuve el honor de hacer un magister en la UNS y Osvaldo se me acercó para sugerirme que me vaya al exterior, porque en ese tiempo en Argentina no se dictaba el Doctorado en Agronomía, ni siquiera en la UBA”, advirtió el entrevistado.

No obstante, refirió que “esa fue una puerta que se abrió a través de un convenio con la Unión Europea, mediante un proyecto bajo la temática de las malezas acuáticas, o explicado más sencillo el crecimiento de plantas debajo de los canales de agua que provocan inundaciones, una problemática que se registra en la zona de Corfo Río Colorado”.

“Surgió la probabilidad del financiamiento y, por ende, la posibilidad de esa especialización que me había recomendado Fernández. El director del proyecto era un escocés, por eso debía viajar a Glasgow. Para ese entonces, corría el año 1991, estaba casado y tenía a mis tres hijos, juntamos coraje y nos fuimos los cinco, fue una aventura y salió muy bien”, dijo, inflando el pecho. 

Ricardo tenía en claro lo que quería para su futuro: “Sabía que iba a volver a mi ciudad, en ese entonces era investigador del Conicet y tenía un sueldo. Me largué a una beca que duraba solo dos años cuando, en realidad, los doctorados se extienden entre tres y cinco. En 1996 viajé a defender la tesis y fue una experiencia maravillosa”.

“Mi hijo más grande tenía 8 años, el del medio 5 y la más chica un año y medio, en mi caso viajé un mes antes para buscar un lugar para vivir, mi esposa y mis hijos vinieron luego. Eran tiempos en los que no existía Internet, hacía mucho frío y apenas llegué me tuve que abocar a buscar un departamento para vivir con toda la familia”, evocó con nostalgia.

Asimismo, resumió que “al regresar al país pude retomar tanto la docencia como la investigación, que es lo que más me gusta. Sin embargo, empecé a vincularme en todo lo que tiene que ver con la gestión universitaria. Comencé como secretario académico, seis años de decano, luego estuve a cargo del posgrado, hasta que la Lista Blanca me presentó como candidato a rector”.

“Cuando me preguntan por qué amo la universidad pongo el ejemplo de los 14 meses del servicio militar, lo único que hice sin ganas. En la UNS miraba la hora y no tenía ganas de ir a casa o a buscar a los chicos al colegio. Esto le pasa a los que somos parte de la gestión y siempre vas a encontrar gente trabajando por vocación”, aseguró Sabbatini.

En esa misma dirección planteó que “en 20 años pasamos de tener solamente la Ingeniería Astronómica y la Maestría de dicha carrera a sumarle el Doctorado y tres tecnicaturas: la de Parques y Jardines que es muy elegida por los alumnos, una dedicada a la Apicultura y la restante que tiene como eje central la temática de los suelos”. 

“La Universidad Nacional del Sur está muy bien posicionada a nivel nacional, en mis tiempos de rector, cuando iba a Buenos Aires, percibía ese reconocimiento, en especial en materia de investigación. En todo el mundo y también en Argentina, este tipo de instituciones como la UNS crecen de manera exponencial”, disparó, ingresando al epílogo del ida y vuelta con este cronista.

Independientemente de ello, amplió: “Hoy en Bahía Blanca tenemos, además, la UTN, la UPSO y las privadas como Unisal y una sede de la Católica de La Plata, todas con un gran nivel académico. El sistema universitario argentino es muy bueno y no se puede colocar a este ítem como uno de los que funcionan mal en el país”.

“La educación pública y privada se complementan y producen graduados de calidad. En la ciudad se critica la deserción, pero en la UNS se gradúan mil alumnos al año. En mi gestión como rector introduje las carreras cortas. Tal es el caso de Medicina que tiene en su órbita la de Ayudante Terapéutico o la Licenciatura de Enfermería”, señaló Ricardo.

A propósito de eso, indicó: “El campus creció, además, durante mi etapa en el rectorado me tocó inaugurar el departamento de Economía y el de Computación. Pusimos en marcha otros que se inauguraron ahora, con obras a las que se le dieron continuidad pese al cambio en la conducción. Nadie puede discutir la calidad de los ingenieros, médicos y abogados que se reciben en Bahía Blanca”.

“Uno no es necio y no niega que, en promedio, un alumno tarda mucho tiempo en recibirse y ese es otro punto a mejorar. Están en marcha los procesos, pero la calidad no se puede bajar. Nuestros Ingenieros Agrónomos tienen nivel inclusive para discutir con sus pares en Santa Fe o Córdoba donde hay también gente muy bien preparada”, recalcó quien, además, es abuelo de tres nietos.

De todos modos, reflejó que “no puede ser que un estudiante nuestro demore entre 8 y 10 años en recibirse cuando el plan de estudios es de solo 5, pero también es cierto que el costo de ese alumno dentro del presupuesto universitario no es tan alto comparado con otros países, por eso me preocupa esa tendencia en contra de la gratuidad sin mayores argumentos”.

“Es cierto que se ha pensado en una alternativa de arancelamiento, pero uno internamente es defensor del modelo actual, pero aún cuando no se hiciera no va a representar una gran mejora. Más allá de esto, soy partidario de analizar todas las variables e ir viendo alternativas porque esto ocurre no solo en la Universidad Nacional del Sur”, concluyó “Ricky”.

Sabbatini se acogió a los beneficios de la jubilación hace poco tiempo, pese a lo cual supo ir apagando esa llama que lo mantenía apegado a su desempeño diario. Aún así, opta por ser un hombre que no se deja ganar por la nostalgia, elige llevar adelante las actividades que lo hacen feliz, ya sin estar atado a la rutina. Su gestión en la UNS será recordada por aquellos proyectos que pudo cristalizar. Esa satisfacción no se puede traducir en palabras.

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