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A un mes de la tragedia

Derrumbe en Bahiense del Norte: el relato de la esposa de una víctima fatal

Diego Casatti tenía 45 años y era papá de tres hijos, Enzo, Bruno y la pequeña Emilia, a quien había ido a ver patinar. Su esposa, Natalia Burtre, recordó ese día. “No puedo borrarme algunas imágenes pero tengo que seguir por mi hija”, sostuvo.

Diego y Natalia. Una de las últimas fotos antes de la tragedia

Cecilia Corradetti / [email protected] / La Brújula24

Diego Casatti tenía 45 años, era fanático de River Plate y empleado municipal. Padre ejemplar, compañero y dedicado, justamente por eso el sábado 16 de diciembre quiso estar temprano en el show que iba a realizarse en el club Bahiense del Norte donde actuaba su hija.

Era un día raro. Caluroso al extremo, húmedo. Las nubes amenazaban y había una calma diferente, la que antecede al desastre, recuerda su esposa Natalia Burtre, en diálogo con La Brújula 24.

Patinaba Emilia, su hija de 13 años, a quien había dejado en el club un rato antes junto a su mujer, con patines, tocado para el pelo, maquillaje y toda la vestimenta típica del show. Diego y Natalia jamás se perdían un espectáculo.

Con su hijita Emilia, de 13 años

“Ya ubicado en las gradas”, le escribió a su esposa por WhatsApp, a las 19.22. Nunca imaginó que sería el último mensaje de su vida. Menos aún que el lugar que consiguió para poder ver de cerca a su hija iba a convertirse en una trampa mortal. La tragedia se coló en su vida minutos después, cuando el techo de la cancha se “infló” y se desplomó por completo sobre muchas personas. Trece espectadores murieron y 14 resultaron heridos de gravedad.

El relato de su esposa, a casi un mes de la tragedia, es desgarrador: “Entramos al vestuario, hacía muchísimo calor. Tanto, que hasta llevé un ventilador. Había que ayudar a peinar a las nenas, maquillarlas. Yo sabía que él estaba haciendo la fila. Primero empezó a llover y el comentario era el agua que caía y retumbaba en el techo. De repente la gente empezó a correr, a gritar, a pedir que saliéramos. Se cortó la luz y todo era confusión”, evoca Natalia.

“Tomé a Emilia de la mano y salimos con toda la gente rumbo a un quincho que hay adelante. Allí protegimos a las nenas. El agua ingresaba por todos lados y estábamos a oscuras. No sabíamos qué pasaba del otro lado, si era un derrumbe, una inundación o un incendio”, relata.

La tragedia lo encontró a Diego en Bahiense del Norte. Aquí, años atrás, junto a su familia

Como un presagio, casi presintiendo que algo malo sucedía, Emilia preguntaba por su papá.

“El evento ocurrió en la cancha 3, donde habíamos trabajado muchísimo con otros padres y profesores. Mi hija se daba cuenta de que su papá no había ido a auxiliarla y que algo sucedía”, repasa.

Natalia se arremangó el vestido con un nudo adelante y avanzó a paso firme para ver qué ocurría. Descalza, ingresó al lugar del derrumbe sin medir consecuencias.

“Ya el profesor había hablado de una pared derrumbada pero sin alarmar a la gente. Nos dijo que algunos padres estaban ayudando. El cuidador del club me ofreció ayuda para buscar a mi esposo en medio de las sirenas de las ambulancias, de los gritos y de la gente que corría lastimada. Tengo la imagen de un cielo naranja y del agua que entraba con violencia al club”, rememora.

Natalia contempló, finalmente, la imagen que nunca hubiese deseado. El cuerpo ya sin vida de su esposo en medio de los escombros.

Diego con su mujer y sus tres hijos. Era un padre ejemplar

“Logré sacarlo con la ayuda del cuidador del club. Todavía no sé con qué fortaleza saqué la llave del auto, la billetera y la alianza que luego le entregué a mi hija. Lo más difícil fue decirle que su papá estaba muerto”, reflexiona.

Natalia y Diego estaban juntos desde hacía alrededor de 15 años. Las casualidades de la vida los juntó, explica ella, conmovida, angustiada.

“Emprendimos nuestra gran aventura con mucho amor. Diego ya era padre de dos hijos. Un gran padre, presente, comprensivo, fuera de serie. Amaba a sus hijos por encima de todo”, resume Natalia, que es docente de Prácticas del Lenguaje.

Agrega: “Jamás nos perdíamos un show y el destino quiso que ese día no fueran ni mi mamá ni los hijos mayores de Diego, Enzo y Bruno, que de casualidad no estaban con nosotros”.

La última foto con Emilia, el 8 de diciembre pasado. Una semana antes del derrumbe en Bahiense del Norte

Natalia recuerda a su esposo como una persona alegre, compañero, amigo de sus amigos, amante del asado y “gallina” a muerte.

“Era nuestro pilar, por eso es muy difícil lo que estamos viviendo. Mi propósito es que mi hija esté bien, que no le falte nada y que podamos seguir adelante. Siento que tengo que empezar a escribir otro capítulo de mi vida. Tengo imágenes que no puedo borrar de mi cabeza, llego a casa y me derrumbo”, señala.

“Valoro el apoyo y el amor de muchísima gente. Estamos contenidas, pero empezar a vivir una vida distinta no es fácil. No puedo defraudar a Emilia y siento la voz de mi esposo todos los días que me dice: ‘Levantate, tenés que seguir’”, completa.

Concluye: “Se fue mi compañero, el amor de mi vida y el papá de mi hija. Una persona con temple, empuje, tajante, correcta. Todavía está su aroma en casa y escucho sus canciones mientras miro sus fotos. No puedo creerlo”.

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