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de ayer a hoy

Gloria Menéndez: “Estudiar teatro es como un juego que se debe tomar en serio”

El consejo de una de las referentes de la radio y la actuación en la ciudad. Cómo forjó su carrera. La forma en la que resurgió, más allá de toda adversidad. “Amo enseñar”, afirmó, con sus ojos llenos de pasión.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

La sabiduría no solo se adquiere a través de la acumulación de conocimientos empíricos. Necio sería negar las herramientas que brinda la incorporación de saberes en un mundo cada vez más competitivo y dinámico. Sin embargo, el desenvolvimiento ante determinadas vicisitudes del quehacer cotidiano no las enseña un libro.

Se requiere de sentido común, algo de empatía y lo que muchos definen como tener “vida” o “calle”, un atributo que no se vende y que habitualmente se desarrolla a edades tempranas. Aún más valioso es encontrar personas que, a partir de su experiencia, puedan dar testimonio y dejar un legado a las generaciones posteriores.

Gloria Menéndez es un claro ejemplo de esta descripción. Desafiando los cánones preestablecidos de su época, se la jugó por lo que le dictaba el corazón, dejando en un segundo plano la razón. En La Brújula 24, desplegó toda su bohemia, tan intacta como admirable y puso de manifiesto un recorrido que, si bien tuvo espinas, se fue colmando de rosas.

“Soy nacida en el barrio Bella Vista, en casa de mi tío, al poco tiempo me mudé a una casa de Villa Mitre y hace 55 años que me trasladé al departamento donde actualmente resido. Mi padre vino de España cuando tenía 12 años y a los 18 se casó con mi madre”, rememoró, desde la calidez de su hogar en pleno centro de la ciudad.

Rápidamente, se adentró en las primeras etapas de su vida adulta: “Sin temor a equivocarme puedo decir que mi vida comenzó cuando entré a una radio, más precisamente a LU7, Radio General San Martín. Para ese momento, no había vacantes porque todo el personal ya había sido contratado, pero me anoté igual”.

“El único puesto que no estaba cubierto era el que finalmente desempeñé, el de una dactilógrafa al tacto, con la ventaja es que mi ortografía siempre fue muy buena. Además, me jugaba a favor el hecho de tener desarrollada la memoria visual y mi función específica era la de copiar los libretos de los radioteatros”, recordó, en el primer tramo de la entrevista.

De tal manera, rescató que “me pagaban apenas unas monedas, pero estaba feliz porque tenía una entrada de dinero. Una noche vino el director de la emisora que estaba muy preocupado por la falta de publicidades que había en la radio y me pide por favor que lea un aviso al micrófono”.

“Le aclaré que nunca lo había hecho y él me insistió, leí un aviso de Conservas Condemar y, cuando salí, me crucé al director por un pasillo que me confirmó que a partir del día siguiente iba a hacer medio turno de locución. Fue una alegría porque se incrementaba mi salario, además estaba por quedar disponible un puesto en el área de publicidad de LU7”, advirtió Menéndez, al cronista de esta sección.

Y aseguró que “fueron solo seis meses en los que pude trabajar en ambos cargos porque llegó la orden de Radio El Mundo, instándome a tomar uno de los dos. Al contrario de lo que cualquiera pueda pensar, elegí la publicidad porque tenía horarios más previsibles, pese a que ganaba menos”.

“En locución se hacía todo en vivo y te podían mandar a los turnos más incómodos, algo que dificultaba mi idea de estudiar. Lejos estaba de mi pensamiento hacer el curso de Teatro, hasta que apareció Oscar (Pasquaré), quien vino por un llamado para sumarse al equipo publicitario de la radio”, reconoció Gloria, con la cadencia agradable de una artista, cualidad que no se pierde.

No obstante, refirió: “En ese interín, me comentó que habían abierto el Conservatorio de Música y Arte Escénico. Transcurría el año 1957 y al principio no me imaginaba como actriz, sin embargo, accedí a que me traiga el programa y, si me interesaba, anotarme. Entre las materias estaban Historia del Teatro e Impostación de la Voz, dos tópicos que me interesaban, sobre todo el último porque siempre tuve un tono muy alto y quería mejorarlo”.

“Cuando empecé a estudiar descubrí que era lo mío, era la alumna más grande de todas, el teatro entró en mi alma y fue abriendo las puertas a lo que vendría luego. El director artístico de LU7, de apellido Guardiola, tuvo la brillante idea de crear una compañía de teatro con personas que nunca hubieran estado frente al micrófono de una radio haciendo una obra”, comentó Gloria.

Una designación de privilegio la iba a ubicar en un sitio preeminente: “Me designó como cabeza del elenco y recuerdo que hicimos Angustias de un Querer, la cual fue un verdadero éxito. Luego me dieron una audición propia, estuve trabajando en la radio 28 años, hasta que un día se produjo lo que sufrimos todos los bahienses, los militares entraron a LU7”.

“Éramos cinco empleados, entre ellos mi marido Pepe que había ingresado ocho años antes, y nos comunicaron que debíamos renunciar. Le pregunté cuál era el motivo porque tenía una foja intachable sin suspensiones y me contestó que podía acogerme a la jubilación”, lamentó, aún con el dolor del difícil trance padecido.

Y prosiguió con la crónica de los hechos: “Contesté negativamente, pero ellos no me dieron demasiado lugar para pensar la decisión final. Me planté, les dije que hagan lo que quieran, pero que yo no iba a dejar mi puesto de trabajo, dando un portazo antes de irme. Llegué a la Escuela de Teatro, me senté y me puse a llorar”.

“Antonio Medina, uno de mis grandes amigos de aquel entonces, me convenció de asumir la situación porque ya habían desaparecido a una compañera nuestra. Recapacitando, porque era mamá hacía apenas cinco meses, junto a mi esposo le dimos muchas vueltas, nos ofrecieron viajar a Luis Beltrán donde había abierto una radio”, apuntó Menéndez.

Sin embargo, surgió un golpe de suerte, una señal, ante el contexto negativo: “No aceptamos y a la larga fue una buena decisión porque al tiempo nos enteramos que la emisora finalmente no pudo abrir. Los militares fueron vivos, nos exigían el certificado de renuncia y no nos quedó más remedio junto a Pepe que enviáramos la dimisión. En ese momento, quedamos sin trabajo y con un bebé, solo me quedaban seis horas como profesora de la Escuela de Teatro”.

“Me agarró la locura y empapelé toda la casa, pero apenas se abrió un curso nuevo para docentes, la directora me convocó. Sin duda tomé esas horas, las cuales luego se fueron multiplicando, aunque el problema a mediano plazo era que no tenía las materias didácticas para dar clases”, resumió Gloria, promediando el mano a mano.

La entrevistada advirtió que debía mejorar sus competencias: “En mi caso no tenía ni el secundario, pero el Instituto Avanza abrió un curso para todos los docentes de Artística y quedamos habilitados para ejercer con todas las de la ley. Me saqué 10 en todas las materias (risas)”.

“Lo último que hice fue A Pesar del Tiempo con Alejandro Méndez como director en el Centro Cultural La Panadería. Nunca creí que iba a ser mi última incursión en lo laboral, pese a que ya contaba con 85 años porque tenía comprometido para Tornquist otra propuesta”, dijo.

Luego, agregó: “A dicha localidad viajé mucho, a punto tal que cuando era más joven pude abrir un grupo de teatro con el cual llegamos hasta a estrenar una obra. Con el tiempo, ellos crearon una compañía cuyo nombre era Gloria y me invitaron al lanzamiento, donde fui reconocida y me entregaron un ramo de rosas”.

“A todos los que comienzan a estudiar esta expresión artística les aconsejo que se relajen porque el teatro es un juego que debe tomarse en serio. Tengo fama de ser muy sincera, no actúo arriba del escenario y es algo que te puedo ejemplificar”, evaluó, mientras bebía agua y se ensimismaba con el diálogo.

Rebosante de anécdotas, puso a la luz otra más: “Cuando estábamos en La Plata; en la obra debía abrazar en una escena a mi hermano de la vida Oscar (Pasquaré). En los ensayos practicábamos esa secuencia y le dije al director que no sentía lo que debía experimentar, que lo que se reflejaba hacia el exterior era algo falso. La respuesta fue contundente: que ese abrazo surja de lo más profundo de mi ser. Ahí aprendí a creer en mi plexo solar, los actores podemos tener un sentido más que los cinco que tienen el resto de los mortales”.

“Cuando hice la obra Rosita la soltera, interpreté a la protagonista que llevaba 30 años esperando al novio que se había ido a Argentina, donde contrajo matrimonio. La hicimos hace no tanto tiempo en Sierra de la Ventana y por dentro pensaba en que ningún chico de la secundaria podía creer que una persona esté paralizada tres décadas”, sostuvo.

Por último, exclamó tajantemente: “Nunca cambié los textos de los autores, si los interpreté fue porque les tenía admiración, pero lo que hice fue modificar el tono. A los alumnos les dije que Rosita cumplió su palabra, algo que la gente no cumple y fue ahí donde afloró en mí el alma docente porque pese a que no tengo un título de carrera, amo enseñar”.

Sorprende y cautiva la lucidez que ostenta, habiendo capitalizado el inexorable paso de los años de la mejor manera. Sigue activa, más allá de alguna limitación producto de los achaques lógicos, pero lo mejor es que forja cada día con la ilusión de crear un nuevo proyecto, aunque más no sea en el plano mental, para soñar despierta. Un aliciente para todos quienes se tientan con bajar los brazos.

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