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DE AYER A HOY

Rodolfo Lopes: “No me arrepiento de nada de lo que hice durante la intendencia”

Frontal y directo, recordó su salida de Alsina 65. “Equivoqué la estrategia, pero no había razón para ser destituido”, afirmó. Cómo combinó la política con la medicina. Y una sentencia: “Bahía sigue tan chata como la dejó Linares”.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

Hoy es un día especial. El de la edición número 100 de una sección que nació tímidamente y fue creciendo con la confianza de los lectores que adquirieron el hábito de incorporar a la lectura de los fines de semana las diversas historias de vida que aquí se cuentan, tomando como referencia a los personajes que de alguna u otra manera dejaron su huella con su proceder.

Como tal, hoy le llegó el turno a un hombre que no pasó desapercibido en su paso por la función pública. El exponencial crecimiento de su figura lo llevó a ocupar el cargo más importante que alguien puede ostentar dentro de Poder Ejecutivo de un municipio. Sin embargo, debió dejar anticipadamente el sillón de Bordeu en uno de los momentos más convulsionados de la institucionalidad local.

Detrás de la historia conocida hay un ser humano con un pasado, años en los que se preparó para lo que sería una vida marcada por los vaivenes a los que las contingencias lo expusieron. Rodolfo Lopes se abrió al máximo en una entrevista sin concesiones, a la que no le esquivó a ninguna de las requisitorias. En La Brújula 24, luego de aquella primera entrega de este espacio cuando Juan Carlos Cabirón tomó la palabra, hoy 25 meses después, es el tiempo de otro exintendente.

Foto: La Nueva Provincia.

“Me gusta decir que nací en la ciudad de Villa Mitre (risas), más precisamente en la casa de Castelar 1586. Mi familia estaba compuesta por mis padres y dos hermanas, una mayor y la otra menor. Mi apellido compuesto es Lopes Fernandes por mi ascendencia portuguesa de mis abuelos paternos. Hasta 1964 fui López Fernández, pero a partir de una gestión que realizaron mis tíos pude utilizar los originales con ‘s’”, resaltó el protagonista de esta edición especial.

Remontándose a sus antecesores, afirmó que “mi abuelo cuando vino de Portugal, se escapó porque lo mandaban a Cabo Verde que en ese momento era una posición portuguesa. Él estaba haciendo la conscripción en tiempos de monarquía, pero no quería saber nada con ir a África, por eso se mudó a Galicia. Se embarcó en un buque como gallego y adoptó sus apellidos con “z”, denominación con la que llegó a Argentina. Al tiempo vino Josefina Sardinha Rocha, ambos eran oriundos de un pueblito llamado San Pedro Do Rio Seco, en el centro-oeste de Portugal, casi alineado con la zona de Extremadura (España)”.

“Hice el jardín de infantes en San Vicente de Paul, hasta que llegó una monja y decidió que no haya más varones en el colegio. Por eso continué con mis estudios primarios en la Escuela Nº12, en la esquina de Garibaldi y Alberdi, para luego seguir desde tercer grado en el Don Bosco. Fui un alumno normal, del montón, bastante atorrante, sin ir más lejos tuve un entredicho con un cura cuando iba a tercer año de la secundaria”, consideró el doctor, quien brindó la entrevista en su consultorio del barrio La Falda.

Junto a Felipe Solá y Juan Carlos Hernández.

Consciente de su temperamento, que lo acompaña desde pequeño, reflejó: “Tenía 15 años, era un adolescente difícil de arriar, no quería ir a ese colegio y mi idea era abandonar los estudios, por eso mi padre me dijo que, si dejaba los libros, iba a tener que salir a trabajar. Con esa edad, pude ingresar en el correo, donde desempeñé tareas como mensajero, algo similar a lo que hoy hacen los cadetes. Si bien también andábamos en bicicleta, la diferencia era que no teníamos un sector predeterminado en la ciudad”.

“El encargado nos preparaba el reparto de los telegramas y nos asignaba a qué barrios debíamos acudir para cumplir con la labor. Así es como empecé a conocer toda la ciudad. Corría el año 1969 y, paralelamente con ese empleo, me anoté en el Colegio Nacional, cursando lo que me quedaba del secundario en la nocturna. Era condición indispensable en ese momento que tuvieras un trabajo para que te admitan en el aula”, aseguró, con relación a su ingreso a la juventud.

Para comenzar a forjar su futuro profesional, debió esperar: “Recién me fui a La Plata a estudiar Medicina un año después de lo previsto porque el correo no me dio el pase inmediatamente. Durante la cursada, allá por 1976, me casé en La Plata, con mi primera mujer, era algo muy frecuente por ese entonces. Era muy joven, tenía tan solo 25 años, había una onda muy marcada entre los militantes de contraer enlace y la mayoría de las jóvenes solían quedar embarazadas. La mayoría de ellas tuvieron a sus hijos en prisión o secuestradas”.

“Con la madre de mis hijos (tenemos tres varones, dos de ellos mellizos) con la cual estoy divorciado, pero con quien mantengo una buena relación, siempre le digo que estamos vivos de milagro. Fue un lapso muy duro haber estudiado en La Plata durante la etapa del proceso militar. Me recibí en 1980, pero antes de regresar a Bahía Blanca hice la residencia en el Hospital Gutiérrez”, agregó Lopes.

Consultado respecto a su comprometido perfil, aclaró que “mi familia paterna siempre estuvo muy ligada a la política, por eso ya desde niño incorporé ese gen tan marcado, a punto tal que uno de mis tíos, Juan Lopes, por quien luego se fundó un barrio en Bahía y mi papá eran los más involucrados con la militancia. Ambos fueron presos en la Revolución Libertadora porque habían tomado un protagonismo muy fuerte. En el medio, mi mamá sentía cierta bronca lógica por los acontecimientos al tener que quedar a cargo de mi hermana y yo, cuando aún no había nacido su hija menor”.

“Mis inicios como militante fueron cuando proscribieron al peronismo, en el gobierno de (Arturo) Illia y nuestro partido fue con el sello de Unión Popular. En aquellos comicios, si bien se ganó en la elección de la provincia de Buenos Aires, no dejaron asumir a (Andrés) Framini, que había sido el más votado para el cargo de Gobernador. Cuando volví a mi ciudad natal, tuve que priorizar el hecho de tener un empleo por sobre la militancia política, por eso acepté durante casi tres años trabajar como médico de buques pesqueros congeladores”, señaló, en otro tramo de una charla que iba a deparar muy interesantes momentos.

A regañadientes, aceptó el puesto: “Tomé este ofrecimiento porque una propuesta se cayó apenas volví de La Plata y había que parar la olla. Comencé a trabajar antes de la Guerra de Malvinas gracias a un contacto de un profesional que se iba a bajar del barco. Me preguntó si me interesaba, internamente sabía que iba a ser un desafío porque nunca había navegado hasta ese momento. Fue una experiencia muy atractiva que duró casi dos años que me abrió otra oferta para hacer lo mismo en los buques mercantes de línea japonesa”.

“Si bien pagaban bien, terminé por declinar la posibilidad porque llegaba el momento de decidir si me iba a dedicar a ejercer la profesión en altamar o en tierra firme. Opté por la segunda opción, fui médico de guardia del Hospital Español, me desempeñé en el servicio de urología del Penna y tenía mi consultorio. Ahí es cuando retomo mi actividad en la esfera de la política, evocando lo que había sido mi labor gremial dentro del correo”, exclamó el ex jefe comunal bahiense.

Su vida comenzó a dar un vuelco que lo convirtió en un hombre más visible: “Empecé a frecuentar el partido, trabajando en cada una de las elecciones, al inicio en la de 1983, cuando se produjo el regreso de la democracia, pero mucho más activamente dos años más tarde. Me metí de lleno en la campaña de Antonio Cafiero, logrando que su lista ganara en la Sexta Sección Electoral. Eso que me valió ser elegido por el ministro de Salud (Floreal Antonio) Ferrara, quien hizo una selección de profesionales jóvenes y me ungió como subdirector de la Región Sanitaria”.

“Un año después, me convierto en director del Penna, puesto que tuve el honor de desempeñar hasta 1989, un último tramo muy duro por la hiperinflación, cuando asumo como concejal. Este cargo es maravilloso, ideal para caminar las calles y conocer la realidad de cada uno de los vecinos, fueron cuatro años fantásticos. En 1993 volví a la actividad privada, si algo tenía en claro es que no quería vivir de la política”, apuntó, sin vacilar.

Sin embargo, iba a regresar al ruido público: “Ya en el 95 me volvieron a llamar para ser el segundo de la lista que encabezaba David Diskin, logrando ingresar al recinto gracias al voto de una porción de los vecinos, donde permanecí hasta 1999. En el 2000, vuelvo a la Región Sanitaria, pero ya como director, en reemplazo de quien tenía a su cargo esa oficina, un muchacho que terminó quitándose la vida. Siempre me tocó bailar con la más fea porque llegó la crisis que desembocó en diciembre de 2001, una historia conocida por todos los argentinos”.

“Esa situación me envalentonó, me invitó a soñar en ser parte de una alternativa porque el peronismo llevaba 20 años sin poder ganar una elección a intendente. Me tocó cortar esa racha y hoy sostengo lo que dije siempre: no me arrepiento de nada de lo que hice. Lo que me pasó fue por enfrentar a ciertos espacios de poder y en mi caso solo había ganado una elección, quizás equivoqué el enfoque estratégico, pero de lo que hice no me retractaría de mi proceder”, disparó, con la certeza de quien está convencido de sus actos.

Y fue aún más allá: “Tampoco estoy de acuerdo con mi destitución, no había ninguna razón para que eso ocurra, fue todo armado y fabricado. Sentí bronca porque por mis venas circula sangre, pero al día de hoy puedo decir que lo he ido superando, a sabiendas de que, si la historia no terminaba de ese modo, hoy la ciudad sería otra. Hoy, Bahía Blanca está tan chata como la dejó (Jaime) Linares cuando se fue, porque se convirtió en una agencia encargada de arreglar calles y colocar luminarias”.

“Es algo muy caro, no se puede tener un presupuesto de tantos miles de millones para solamente eso. No hay una gestión planificada y estratégica, más allá de que nosotros le cambiamos la imagen a partir de la Estación Terminal Aérea y la de Ómnibus, que la hubiera hecho mucho mejor. Tomaron mi proyecto y lo hicieron peor, a través de una persona que solo sabía hacer galpones. Ahí está el curro, sé de qué hablo porque estuve de los dos lados del escritorio”, denunció Rodolfo.

En ese mismo sentido, sostuvo que “conocí los negociados que venían haciendo y los que querían hacer, tuve muchos enemigos y otros aún los sigo teniendo, muchas personas se acercaban circunstancialmente al poder para ver qué podían rascar. Tengo muy pocos amigos y con ellos suelo mencionar que no veo que alguien haga un planteo real y concreto de la ciudad que pretendemos todos los que la habitamos y la queremos”.

“En mi etapa como jefe comunal, recuerdo que armé un viaje en el marco de la generación del corredor bioceánico, que no fue una mera cuestión declamatoria. Se trabajó coordinadamente con el gobernador de la octava región de Chile, hicimos un viaje del que participaron hasta periodistas, uno de ellos el actual intendente (Héctor) Gay y fue realmente espectacular en todos los sentidos posibles”, ponderó, ingresando en el segmento final de la charla.

Y dijo: “No se trató solo de un paseo, sirvió para fortalecer lazos y que luego fueron ellos los que vinieron del país trasandino a visitarnos, permaneciendo una semana en Bahía Blanca haciendo ronda de negocios. En 2005, organicé un viaje a China cuando nadie hablaba de aquel país con empresarios de la Corporación de Comercio de Industria, incluso pagamos una parte desde el municipio para que el costo no sea tan oneroso”.

“En esa oportunidad opté por no ir para evitar que digan que yo solo quería conocer Medio Oriente, por lo que tomaron parte de la comitiva representantes de la Bolsa de Comercio, de la Corporación y de la Unión Industrial. Corría el 2005 y ya veíamos la necesidad de generar vínculos con actores influyentes de la producción. Eso, lamentablemente quedó en la nada cuando me tocó dejar el cargo”, se quejó Lopes.

Ante la pregunta respecto de cómo semblantea la ciudad, aseguró: “Más allá de algunas cosas puntuales, Bahía Blanca no está en la agenda nacional, siendo que tiene un Puerto de aguas profundas tan importante. Los Consorcios de Gestión son un negocio, lo vengo sosteniendo desde siempre, incluso los discutí desde adentro cuando fui intendente. Creo que termina cerrándole el negocio a todas las cerealeras que están adentro y lo transforman en un Puerto privado”.

“Sumado a eso, tenemos un Polo Petroquímico que lo único que le deja a la ciudad es débito ambiental, como fuente de empleo, su aporte es muy poco, es bajísimo el nivel de recurso humano en mano de obra si se compara con la magnitud de la inversión. Acá solo están los gerentes de producción que no deciden nada y cuando logré reunirme con los jerárquicos que realmente deciden en Buenos Aires les pedí que me ayuden a tener un parque industrial donde se industrialice el policloruro de vinilo”, comentó, a modo de paradoja.

Luego, puso sobre la mesa los argumentos en relación a ese tema: “Somos el principal productor de esa materia prima, que está presente en casi todo lo que nos rodea y las fábricas que manipulan ese PVC no están instaladas cerca de la ciudad. Cómo puede ser que haya una fábrica de caños de polipropileno en el medio de la pampa húmeda, como es en Saladillo, donde no se produce un solo gramo. Eso es falta de gestión, no existe otra explicación al respecto”.

“En la década del 60, con las dictaduras militares, se decidió que Bahía Blanca deje de ser un área netamente rural para transformarse en un territorio industrial, instalándose paulatinamente las empresas. Estas compañías tienen condiciones que no encuentran en otro lado y no se van a ir porque de los tres nudos gasíferos del país, dos pasan por esta ciudad, tienen acceso directo al agua”, criticó, elevando levemente su tono de voz.

Acto seguido, postuló: “Por eso, como ciudadanos tenemos derechos y cuando hice el planteo para controlarlos, me enfrenté con un poder real que me hizo sentir el rigor. Cambié el comité que estaba a cargo de esa tarea y tuve la desgracia de que el que ganó el concurso era un hombre brillante de Mar del Plata que me advirtió que, si lograba un cargo similar en Brasil, lo iba a tomar. Eso finalmente ocurrió y en su reemplazo asumió su segundo, alguien que era de la ciudad, del mismo grupo y no resultó”.

“Hoy trato de disfrutar de la vida desde otro lugar, en la semana en mi consultorio y los fines de semana descansando en lo posible fuera de la ciudad. Cuando opino en las redes sociales soy duro, no soy una persona fácil, no me considero una persona violenta, soy tal cual se me ve, transparente y sin caretas”, graficó quien a diario trabaja en contacto con pacientes de PAMI.

Al cierre, hizo una radiografía de sí mismo: “Me cuesta la hipocresía, no entiendo a quién se le ocurrió hablar de lo ‘políticamente correcto’, porque en última instancia puede existir un cierto ejercicio de la diplomacia en determinados esquemas. Eso me molesta, a mí no me mandes a arreglar Medio Oriente porque entiendo que no soy diplomático, pero tampoco hipócrita. Los que me conocieron discutir en el Concejo saben que nunca tomé algo en forma personal, pero defiendo a capa y espada mis convicciones”.

Se podrán decir muchas cosas de Rodolfo Lopes, le podrán achacar cada una de las acciones que lo llevaron a ser destituido en su cargo, pero si algo no hizo fue bajar la mirada y cerrar su boca, en una localidad donde todos en menor o mayor medida se conocen con el otro. Si algo no ocurre con él es el hecho de pasar desapercibido, quizás el paso de los años, puedan determinar si lo suyo fue un mal desempeño en sus funciones o, como él manifiesta, una víctima del poder real.

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