WhatsApp de Publicidad
Seguinos

DE AYER A HOY

“El peronismo debe ser mucho más que un partido que solo piensa en elecciones”

Histórico militante, Julio Ruíz recordó su detención en Rawson en la Dictadura. Los ocho años como concejal. Y el día que anticipó el triunfo de Rodolfo Lopes: “No precisaba encuestas, el termómetro era la calle”.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

Los vaivenes de un país tan particular como Argentina adaptan, en especial, a aquellos ciudadanos que convivieron con las oscilaciones históricas, en ocasiones muy crueles y despojadas de todo tipo de piedad al momento de causar daños en la sociedad. El poder de resiliencia, sin lugar a dudas, está garantizado.

Julio Ruiz es un respetado dirigente que suele ser una permanente fuente de consulta entre las nuevas generaciones. Por su carisma y un espíritu jovial, su voz suele penetrar en lo más profundo de las nuevas corrientes de pensamiento. En La Brújula 24 le imprimió su sello a un artículo en el cual la premisa es bucear en la profundidad del personaje.

“Soy ‘maragato’, nacido en Carmen de Patagones. De aquella ciudad era mi padre, quien falleció de un paro cardíaco cuando yo apenas tenía un poco más de un año. Como mi mamá era bahiense y tenía a toda su familia viviendo en la ciudad, nos radicamos acá. Soy hijo único y nos instalamos en la casa de mi abuela, que era la jefa indiscutida, junto a mis tías y tíos. A la hora de comer éramos 12, lo cual tornaba la mesa muy divertida, reinaba el buen humor”, estableció al inicio de una conversación en la que el tiempo iba a transcurrir velozmente.

No obstante, admitió que “si bien me encanta Patagones y siento la nostalgia de esos primeros meses de vida, me considero bahiense. Mi abuela alquilaba una casa en la calle Ángel Brunel al 200, cerca de la cancha de Olimpo, aunque nunca me hice hincha del club, cosa de renegado (risas). Una de esas viviendas antiguas, como se les dice ‘vulgarmente’ chorizo con un largo pasillo, edificaciones típicamente británicas, en las que compartía el mismo techo con sobrinas de mi abuela que habían quedado huérfanas y un tío soltero”.

“Éramos como la familia Falcón, porque luego otro tío se casó y hasta que terminó de edificar su domicilio estuvo un lapso con nosotros. Transcurrían tiempos en los que se obtenían más fácilmente los créditos hipotecarios”, diferenció Ruíz, en lo que respecta a la diferencia de antaño con la actualidad.

Inmediatamente recordó que “fui a la Escuela Nº 34, José Manuel Estrada, que estaba en la esquina de donde yo vivía, un establecimiento que aún existe porque un nieto mío es alumno actualmente. Hasta fui abanderado en cuarto grado, quizás porque le habré caído bien al maestro, pero era un estudiante al que le iba bien en casi todas las materias, salvo en matemática. Después, por una de esas cosas raras, estudié algunos años en el Colegio Nacional que en esa época era un colegio de gran prestigio, al que iban adolescentes de todas las familias bien de Bahía”.

“Así que el hijo de la viuda era mirado de reojo. Nunca fui objeto de discriminación, pero sentía que no tenía mucho en común con mis compañeros. No terminé el secundario, aunque me la pasaba leyendo en casa, eso me inculcó mi madre de chiquito. Ella compraba todas las revistas que salían y yo las leía. Después empecé a elegirlas yo, por ejemplo, El Eternauta, que está tan de moda ahora, la comencé a leer a los 9 años y la entendí perfectamente, pese a mi corta edad”, señaló, en referencia a ese hábito que adquirió desde pequeño.

“De chico jugaba al fútbol en la calle ahí en el barrio, a pesar de que era una zona relativamente macrocéntrica, pasaba un auto por semana (risas). Gracias a mi memoria fotográfica, guardo muchos recuerdos”.

Consultado respecto a la figura de Perón, reveló que “al General lo descubrí en el Golpe de 1955, tenía apenas 7 años, pero había una gran politización en la familia, un poco como sucede ahora, que se pelea todo el mundo. En la mía, en general las mujeres eran peronistas y los varones lo habían sido hasta que después del 52, tras la muerte de Evita se hicieron críticos del movimiento. Se armaban grandes debates y, si bien intentaba prenderme con alguna opinión, me decían que cuando hablaban los mayores, los chicos se callaban”.

“Me gustaba mucho dibujar y pintar escenas que aparecían en mi cabeza, algunas cosas que pasaban en la realidad nacional o en la realidad de Bahía. Con el golpe del 55 hice varias pinturas. Dibujé la toma de LU7 durante el Golpe, representándome en mi cabeza lo que había pasado a partir de lo que se escuchaba o leía. También admiraba a los dibujantes de historietas. Me encantaba la historia e hice algunos bocetos de las invasiones inglesas”, agregó, con el entusiasmo de quien disfruta de esa actividad.

Más allá de que apeló a nutrirse de los que más saben, su poder de observación contribuyó de forma positiva: “Fui a la academia de una conocida de mi mamá, pero al poco tiempo esta mujer dijo que tendría que ir a otro lado. Comencé a tomar clases con un profesor muy conocido y famoso en la ciudad, de apellido Bagué, pero no fue una buena experiencia y seguí por mi cuenta. Si bien uno nunca aprende aislado, soy un autodidacta que admiraba a los dibujantes de historietas que eran fantásticos, dibujando en blanco y negro, al punto de hacer obras de arte”.

“A mis 16 años, un tío mío que trabajaba en un estudio jurídico me sugirió que hiciera periodismo. Me llevó a La Nueva Provincia y me presentó a una autoridad de la empresa. En ese momento, ingresar a ese lugar te daba cierto status. Tuve una primera entrevista y luego una reunión con un hombre de apellido Polenta, que era algo así como el jefe de Recursos Humanos. Cuando me consultaron qué rama del periodismo me gustaba, respondí con desparpajo que me gustaba la Política Internacional. Rápidamente me pusieron los pies sobre la tierra y me asignaron una tarea en el área de Deportes. La otra opción era comenzar en la sección Sociedad”, dijo, en otro segmento de la charla.

Su predilección le marcaba el rumbo al momento de escribir: “Me gustaban el fútbol y el atletismo, por eso quedé a cargo de Roberto Cortina Bazán. Mi primera cobertura fue un cotejo entre Olimpo y Huracán; mi misión era mirar el partido y hacer el comentario. Cuando regresé de la cancha, redacté la nota y a los dos días me llamó Cortina Bazán para decirme que el artículo estaba bien, pero que no éramos Dante Panzeri. Me señaló que el artículo tenía una visión filosófica o sociológica, por lo que me corrigió y aclaró que en el diario no iban a matar a la gallina de los huevos de oro”.

“Con el tiempo me quedé a cargo de la parte de atletismo, que en esa época era muy importante en Bahía Blanca debido a una serie de atletas que se destacaban a nivel nacional y sudamericano. Me tocó trabajar en la organización de la maratón de La Nueva Provincia, la cual por ese entonces tuvo un gran éxito. En los últimos tiempos, trabajé en el área de corrección del diario, en la sección de la zona y hasta en el sector técnico porque buscaban alguien que supiera un poco de inglés”, se explayó, al aclarar por qué calificaba para el puesto.

Y apuntó: “Mi labor se vinculaba con Canal 9 y LU2, donde tuve un jefe que no fue del todo agradable conmigo. Soy consciente de que mi ideología no iba en la misma línea de pensamiento de la empresa, pero tenía que comer y vivir. Un día hubo una huelga y yo me negué a salir junto con otros empleados a repartir diarios, aunque el momento crucial se dio cuando intentamos organizar el sindicato de TV. Hasta que un día me llamó el jefe de personal para informarme del despido, allá por comienzos de la década del 70. Es decir, que estuve allí unos cinco años”.

“Como militante de la Iglesia Católica, además de mis ideales políticos, el día que me fui, este hombre hizo una hermosa descripción de mi persona. Me dijo que era tercermundista, peronista y sindicalista. Acepté todos los cargos (risas) y dejé ese empleo. No eran tiempos sencillos porque estaba por casarme con quien fuera mi primera esposa. Era joven, pero en esa época la gente maduraba más rápido. Eran tiempos del gobierno de Onganía en los que había pleno empleo y apenas un 5% de desocupación”, evocó Ruíz, desde el living de su casa ubicada en el límite de los barrios Sánchez Elía y Anchorena.

No le costó prácticamente nada asegurarse el sustento: “Conseguí trabajo en blanco a la semana. Entré en una de las empresas lácteas más importantes del país que tenía una sucursal en Bahía que funcionaba inicialmente en calle General Paz, un depósito no muy lindo. Era una especie de promotor, acompañaba a los concesionarios, dividiendo a la ciudad en sectores. Allí permanecí otros cinco años. En ese lapso, noté que no había un gremio específico en Bahía”.

“La gente allí estaba afiliada a Empleados de Comercio y ahí descubrimos que el convenio de la industria láctea era muy superior. Empezamos a organizar la afiliación, junto con Rubén Achares, un personaje genial. Luego organizamos una lista y ganamos la elección sindical. Tenía apenas 24 años, pero en esa época, los jóvenes emergían. Luego, tuve un empleo en la cervecería Santa Fe, que antes llevaba el nombre Austral. Fue una experiencia interesante porque aprendí a hacer la malta. Solo pude permanecer un año y unos meses, hasta que vino el Golpe y me levantaron”, lamentó, con indisimulable dolor.

Consultado sobre su protagonismo en aquellos momentos convulsionados, reconoció: “No fui un militante activo, aunque admito que era alguien conocido. No ponía la cara a lo loco porque veía que la cosa estaba difícil, ya había tenido un problema en la empresa láctea por un compañero que aparentemente había estado relacionado con una suerte de atentado en el Parque de Mayo. Me vincularon con eso y me llevaron. Fueron más de cinco años adentro”.

“Para ese entonces ya estaba casado y tenía tres hijos, algo que visto con los ojos de hoy parece una locura, pero en aquel entonces estaba naturalizado. La vuelta de la democracia ya me encontró afuera, hubo un consejo de guerra y al cumplirse la ‘condena’ me dejaron en libertad. Estuve en Rawson, en una cárcel que si funcionara bien, sería fantástica porque está muy bien diseñada. El resto de mi familia tuvo la mala idea de irse a vivir a Trelew para estar cerca mío. Si bien inicialmente volvimos todos juntos a Bahía, mi ex mujer se volvió al sur con nuestros tres hijos”, afirmó, promediando su testimonio.

Luego, expuso con relación a su compromiso ideológico: “Antes de haber sido capturado, ya era parte del peronismo de base y logré reinsertarme sin problema en la sociedad, quizás demasiado pronto. Entré a trabajar en una empresa en la que me dedicaba a hacer zanjas y ese tipo de cosas, algo que no hacía que se me cayeran los anillos. El resto del día se lo dedicaba a la Iglesia Metodista que tenía un centro cristiano, en el cual la premisa del Concejo Mundial era amalgamar el metodismo, la iglesia evangélica y, obviamente, la católica. Tuve a mi cargo el centro de estudio histórico durante un prolongado lapso de tiempo”.

“Respecto de la política partidaria, en 1983 militábamos para (Ezequiel) Crisol. No porque tuviera afinidad con él, sino porque la otra opción era aún menos seductora. Ahí conocí de rebote a un joven abogado, Alejandro Larriera, con el cual empezamos a frecuentar y en una de esas charlas me propuso reunir a las cabezas peronistas que han tenido que ver con la real referencia de los años 70”, explicó el protagonista de la 96ª edición de esta sección en el diario digital.

“El peronismo es una cosa rara, no es simplemente el partido y las elecciones, como se lo ha transformado ahora”

Al intentar amalgamar la corriente de pensamiento, apuntó que “Larriera venía de una posición de la llamada guardia de guerra, yo del peronismo de base, Carlos Richter, cuyo origen era la JP Montonera y otros militantes como Eduardo Gómez. Con ellos empezamos a trabajar, tratando de que el peronismo que nosotros habíamos conocido no se transformara en una planta híbrida, o sea, el PJ, que no era la síntesis del peronismo. La génesis estaba más cerca del sindicalismo que del aparato meramente electoral”.

“Empezamos a trabajar ahí y conocí a una gran cantidad de compañeros muy valiosos. De una forma similar surge el Polo Social en la década del 90, donde me tocó ser un poco el referente del espacio. Alejandro no quiso vincularse de lleno con la política, consideró que lo mejor era abocarse a los jóvenes y si tengamos otra cosa que se dedique a la política. Tuve que aprender a hacer política de ese tipo, de aparato, digamos. Lo mío era más territorial, más de juntarnos a hablar con la gente”, trazó, distinguiéndose de otras maneras de involucrarse con lo público.

Y sacó pecho: “Como nos fue también en la elección con Polo Social, nos propusimos, medio audazmente intentarlo otra vez a los dos años siguientes. Corrían los primeros meses del Siglo XXI y nos planteamos hacer una lista para la elección a intendente con el propósito sano de lograr que ingrese algún concejal. Sabíamos que no íbamos a ganar porque no teníamos aparato detrás, pero sí un proyecto. Que ingrese un concejal ya era objetivo cumplido”.

“Fue un esfuerzo grande porque hicimos todo a pulmón, no teníamos ni mecenas. Alquilamos un local en el centro por muy bajo costo, aunque por la crisis de ese entonces reunir ese dinero no era sencillo. Veía que a diferencia de la anterior elección, la gente no venía a buscar boletas. Me dice Virginia (Linares) el viernes previo a los comicios y en medio del festejo anticipado del radicalismo, que iban a ganar. Me dijo que tenían una encuesta en la que les anticipaban la victoria. Yo le adelanté que el que iba a ganar era (Rodolfo) Lopes y cuando me pregunta cuál era la fuente le dije que me basaba en andar en la calle; ese era mi termómetro”, subrayó, a modo de anécdota.

En el ámbito legislativo, tuvo una activa participación en la primera década del milenio: “Entre los proyectos en los que me tocó participar durante los 8 años en el Concejo Deliberante, si bien no prosperó, hubo uno que encaramos con La Bancaria para crear un Banco Municipal, en momentos acuciantes por la falta de crédito. De haber prosperado hubiese sido fundamental para fomentar la capacidad de ahorro. Eso no significaba tener algo personal contra entidades como el Credicoop. Tampoco avanzó la propuesta de una funeraria municipal. Tomamos el modelo escandinavo, donde el Estado Municipal o Provincial está obligado a fomentar una alternativa que conviva con las empresas privadas. La intención era ofrecer algo para la gente de escasos recursos”.

“Creo que está agotada la experiencia (Héctor) Gay, y me parece que los que suenan como alternativa en su espacio no alcanzan a colmar las expectativas. Ni (Nidia) Moirano ni (Lorenzo) Natali, siendo este último un muchacho al que todo el mundo conoce. Después de varios intentos, me parece que (Federico) Susbielles puede ser el próximo Intendente”, manifestó, al desglosar la coyuntura actual.

Y sobre el probable candidato kirchnerista local confirmó que “en la campaña anterior le había dicho que tenía grandes posibilidades de ganar. Le sugerí que tenga cuidado con las fotos que se sacaba, porque estaba en una posición muy buena. En las PASO de hace cuatro años había tenido un desempeño bárbaro. Y en el lapso hasta las generales se lo vio posando con algunos personajes de Bahía que le pudieron haber restado posibilidades”.

“Acá se dice muy fuerte que Bahía es una ciudad gorila, lo cual no es cierto. Esta es una ciudad que siempre ha tenido un peso importante en los golpes militares. Incluso, en Bahía el peronismo no perdió nunca hasta el 76. Después de ese año no ganó más salvo ‘El Gordo’ Lopes. Luego, es cierto que se impuso (Christian) Breitenstein, pero no lo considero un especimen digamos de raza pura peronista, que esté preocupado por la situación de la gente más humilde”, respondió, ante la pregunta del perfil medio del votante bahiense.

Hubo un hito que lo expuso mediáticamente, por el rol en el partido gobernante: “Me tocó vivir muy de cerca el proceso de la destitución de (Rodolfo) Lopes, era el presidente del bloque. Me tocó recibir todas las cachetadas, todas las mañanas (risas). Pero no arrugaba, respondía lo que estaba a mi alcance. Fue grave lo que le ocurrió porque era muy injusto. Lo vi desde el primer día, cuando leí el expediente hice algún viaje a Buenos Aires para tratar de explicar, pero todo el mundo estaba muy asustado por lo que decía Clarín”.

“Hubo que capear el temporal y lo sentí mucho, sobre todo por Rodolfo que fue un buen tipo y que pagó con su peculio, todo el tema del juicio lo afrontó con su patrimonio, no echó mano al dinero de la política”

“En mi casa cuento con una biblioteca de más de tres mil ejemplares. Trato de mantenerme activo físicamente por algunos achaques de salud, pero procuro salir a hacer gimnasia. Tengo cinco hijos, algunos de ellos no viven en Bahía y 17 nietos,”, contó Ruiz, bajando al llano y dando un pantallazo de su actualidad.

“Con la pandemia, la distancia fue terrible porque mi casa era de puertas giratorias y por dos años se cortó. Quizás por eso no tuve Covid o al menos no me enteré”

Por ultimo, reveló que “una de mis hijas vive en Buenos Aires. Luego de estar muchos años residiendo en Uruguay porque su marido era el sonidista de la banda No Te Va A Gustar. Todo lo que no pude disfrutar en los años 70 entre la militancia y después la cárcel, hoy acuño los pequeños momentos dentro del seno familiar”.

Alejado de la famosa “rosca” en tiempos electorales y sin ánimos de alimentar la grieta, defiende sus ideales, sin imponer su doctrina. Julio Ruiz se aferra a lo que le hace bien, goza de esos instantes que lo definen como un espíritu inquieto, aunque algo más sereno que en otra etapa de sus años mozos. Sin embargo, cuando invocan su nombre, él siempre está listo para aportar una palabra autorizada.

Lo más leído