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DE AYER A HOY

La nueva vida del puntaltense que ganó el primer “Cantando por un Sueño”

Ricardo Rubio revivió su paso por el reality que fue un boom de rating. Su amistad con Ileana Calabró. El vínculo con Tinelli. “Mi familia me ayudó a mantener los pies en la tierra”, dijo, sobre aquella etapa.

Por Leandro Grecco
Faceboook Leandro Carlos Grecco/Instagram @leandro.grecco/Twitter @leandrogrecco

La edición número 90 de esta sección sabatina tiene sus particularidades. Por primera vez, la historia girará en torno de un protagonista con poco arraigo con Bahía Blanca, más allá de que es casi una formalidad porque desde el punto de vista geográfico la distancia es prácticamente nula. Más aún, la mencionada ciudad fue fundamental para que esta entrevista tenga razón de ser.

La otra singularidad es la juventud de quien es objeto de la nota. Apenas superó las cuatro décadas, siendo el menos longevo de los 89 restantes. No obstante, como todo en la vida, tiene una explicación. La vertiginosa popularidad alcanzada hace casi 20 años y el ostracismo que lo envolvió luego, siempre manteniendo la humildad incluso cuando tenía todo en sus manos, lo ubican en un sitio ideal para conocer su “De Ayer a Hoy”.

Ricardo Rubio tuvo que aprender a convivir con la fama, haciendo un curso acelerado de cómo desenvolverse en un ambiente tan mágico como controversial. Aquel niño que despuntaba el vicio en su Punta Alta natal se transformó de un día para el otro en una figura que era conocida por millones de argentinos, los cuales por entonces se sentaban en torno a la mesa para mirar el programa, por lejos, más visto de la TV argentina.

“Nací en Punta Alta, hijo único criado por papá y mamá. Cuando tenía cuatro años, mi familia decide regalarme una guitarra y es ahí donde comienza mi inquietud por la música. Empiezo a jugar con el instrumento porque no tenía recursos técnicos para tocarlo, hasta que al ver que me gustaba y pasaba mucho tiempo intentando los primeros acordes, me mandaron a un profesor. En ese tiempo no se usaba ir a una academia, por eso comencé a tomar clases con Carlos Valentino, quien también me enseñó a cantar”, recordó Rubio, ante ese primer contacto con el arte.

Y sumó: “Como él era del ambiente del folklore, mis inicios se remontan a ese género musical. De a poco me fui abriendo camino participando de los Torneos Bonaerenses, donde tuve el honor de cruzarme con Abel (Pintos) quien era más chico pero ya se notaba que era un monstruo. Parecía que estaba cantando Mercedes Sosa adentro del teatro y en realidad era él porque cuando hablaba tenía la voz de cualquier otro niño”.

“Cursé los estudios primarios en el Colegio Estrada y mis últimos dos años de la secundaria los hice en la Media Nº 2 de Villa Maio, en el barrio Albatros XXVII, cerca de la entrada a Punta Alta. Para ese entonces, terminé quinto año y la música ya era un eje importante en mi vida, participando como solista de actos oficiales organizados por el municipio de Coronel Rosales”, replicó, durante una videollamada que iba tomando vuelo.

Claro que esa raíz tenía un por qué: “La particularidad es que acá hay mucha gente del interior del país por la Base Naval y eso hace que confluyan las peñas, por eso me costaba hacerme un espacio. Es ahí que me decido a incursionar en el tango, conocía a Víctor Volpe que para mi era un fenómeno y, si bien nunca logré cantar con él, siempre que podía le planteaba alguna inquietud. En ese rubro encontré un espacio que sentía que en ese momento y a mis 20 años me podía llenar”.

“En una ocasión viene a Punta Alta un bailarín de tango que estaba en Finlandia, Oscar Prada Domec, alguien muy conocido en la ciudad que quedó impactado con mi forma de interpretar las canciones y me dio esa dosis de seguridad que necesitaba. Con todo ese respaldo, me adentré de lleno en el tango, hasta que a los 23 años ya estaba afianzado, en la Dirección de Cultura rosaleña había logrado un circuito local que me permitía desarrollarme”, indicó, con relación a su consolidación.

Incluso, localmente se le abrían puertas: “Había cantado dos veces en el teatro con un espectáculo propio, haciendo mi camino y para ese entonces había participado de distintos casting en Buenos Aires. Primero para un programa de Julián Weich que se llamaba Sorpresa 2002, hasta que en 2005 hubo otra selección de artistas para Showmatch. Tinelli estaba en la transición del humor a los concursos de talentos. Mi familia me incentivaba, pero yo estaba reacio de participar porque también me había tocado ir a un casting de Operación Triunfo que fue extremadamente multitudinario y hasta casi despersonalizado”.

“La selección en esos casos suele ser cruel porque en dos minutos tenés que mostrar toda tu carrera, algo que aún se complica más cuando sos chico y no tenés las herramientas para defender tu talento ante productores de TV. Recuerdo que mis padres justo fueron a pasear conmigo a Bahía, casualmente llevaron las pistas que yo cantaba y en secreto decidieron pasar por el lugar donde se hacía la búsqueda de participantes del Cantando por un Sueño. Me acuerdo que la convocatoria era de 8 a 16 y eran las 15:45 cuando me sugieren entrar”, puntualizó en relación a aquella tarde que iba a impactar en su destino.

Sus esperanzas eran prácticamente nulas: “Interiormente pensaba que iba a estar lleno de gente, pero ya no quedaba nadie, el lugar estaba muy tranquilo. Me bajé del auto, llené una planilla y me invitaron amablemente a participar, aprovechando que tenían el tiempo necesario para dedicarme porque cuando está muy lleno andan a las corridas. Canté un tango, me preguntaron si quería interpretar otra canción, lo hice y sin darme grandes expectativas me agradecieron y me fui”.

“A los cinco meses llamaron a mi casa para avisarme que había quedado seleccionado para intervenir del programa. Ya casi no recordaba aquella prueba y mucho no caía porque en mis castings anteriores jamás había logrado superar ni siquiera el primer filtro. No entendía demasiado lo que estaba pasando, pensé que faltaba aún una selección, pero me reiteraron que iba a ser parte del staff definitivo”, contó, casi con la misma sorpresa que hace casi 20 años.

En tal sentido, agregó que “para ese entonces ya me había recibido de Licenciado en Radiología en la Universidad del Litoral y especializado en Radiología Industrial en el INTI. Paralelamente a la propuesta de la TV me habían llamado de una empresa de La Plata para instalarme en Chubut para trabajar en un oleoducto, en el medio del desierto, pero un empleo bien pago. Fue una decisión difícil porque este último era un trabajo para toda la vida, o bien apostar un pleno por la música en un programa tan masivo del cual podría volverme a los dos días”.

“La historia es conocida, me subí a ese tren y lo viví a pleno, mi familia fue un pilar fundamental porque si bien ya no era un nene, siendo hijo único me protegieron en esa adolescencia tardía de mis 24 años (risas). Llegué a Capital y me sentía totalmente perdido como cualquier joven de pueblo. Tuve la suerte de que me acompañara mi mamá que se había jubilado anticipadamente por una operación porque si ella no hubiese tenido esa posibilidad, me habría sido imposible permanecer”, reflejó Ricardo, cuando la conversación fluía de manera natural.

Consultado respecto de la forma en la que se conformó la logística de semenajnte estadía, explicó: “Vivimos diez meses en un hotel con las comidas y los traslados pagos por parte de la producción. Me llevaban a un estudio de grabación a ensayar, algo que no me hubiese imaginado ni en mis mejores sueños, era como una estrella de rock que llegaba a concretar aquello que jamás había intuido. Mi primera compañera inicialmente iba a ser Mónica Ayos, con quien aún mantengo vínculo como con muchos otros de los que formaron parte de ese proyecto”.

“Nuestro coach era Guillermito Fernández, pero el programa demora su inicio porque en ese año se estaba disputando el Mundial de Fútbol en Alemania y como a la Selección Argentina le estaba yendo bien, Marcelo (Tinelli) hacía el programa desde allá y eso demoró el inicio del reality. En ese interín, a Mónica le surge la oportunidad para hacer una novela que, lógicamente, aceptó porque es actriz. Conmigo quedó todo diez puntos, más allá de que dejó el proyecto del Cantando a pocos días de comenzar”, aseguró, con relación a un contratiempo que parecía ser letal en sus aspiraciones.

El panorama parecía oscuro, pero algo se estaba gestando: “Guillermito (Fernández) también tomó otro rumbo, por eso quedé solo, una semana antes de estrenar el programa. La veo en Ideas del Sur a Ileana Calabró, me la presentan y ella me dijo que iba a ser mi famosa, que cantaríamos juntos. Con pocos días de preparación tuvimos que ensayar, sabiendo que ella no era una virtuosa, sin embargo, todo lo que vino después fue fantástico”.

“El día que salíamos por primera vez a escena, estábamos detrás del decorado, esperando que se abra la pantalla para ingresar al estudio. Mirábamos un monitor donde se mostraban las imágenes de Punta Alta y el testimonio de mis amigos, tratando de que la emoción no me gane porque de lo contrario, a cualquier cantante se hace imposible poder entonar y afinar. Era un sueño, crecí con Tinelli e iba a ser protagonista por un ratito, hasta ese momento no lo había visto y solo escuchaba su voz diciendo mi nombre”, contó un conmovido Rubio.

Era momento de salir al ruedo: “Nos presentó, escuché un ruido como el del freno de un colectivo, era la puerta que se abría y un productor nos empujó para que ingresemos al escenario. Ese fue el primer contacto visual que tuve con Marcelo, con las cámaras haciendo su trabajo, el público y las luces, algo impactante, me sentía adentro de la televisión. Ese día no me enteré que habíamos desafinado, para mi el jurado estaba desvariando hasta que miré el video de la presentación me di cuenta que tenían razón, hasta yo no había entonado”.

“A partir de ahí, fue convivir con el hecho de salir del hotel y que la gente te reconozca por la calle, pero es ahí donde entra en juego la familia para mantener los pies sobre la tierra y que lo cotidiano siga siendo lo mismo. Sin el acompañamiento de ellos no habría sabido manejarme porque existe otro entorno que te da la notoriedad de estos casos, pese a que quiero dejar en claro que no gané dinero con esto”, refirió.

Honrado y extremadamente feliz, afirmó que incluso hoy “con los Calabró somos familia, trabajé con el recordado Juan Carlos en el  teatro, siendo que en 1988 había ahorrado todo un año para la primera vacación familiar en Mar del Plata. Esa plata que seguramente no alcanzó porque mis papás pusieron la diferencia, la usé para ver a Johnny Tolengo. En 2008, estaba haciendo temporada con él y su hija, tengo en mi casa los últimos lentes que él usó, una verdadera locura, algo hermoso”.

“Con Marcelo (Tinelli) no tuvimos una relación super fluida porque él estaba a cargo de todo ese barco y no existían muchos momentos libres como para compartir. En mi caso, que me tocó ganar, los últimos tres meses me sentía el mimado porque nos preguntaban qué necesitábamos, le pedíamos plumas de faisán para un disfraz y nos las traían porque cuando algo funciona, ellos lo cuidan”, manifestó, ingresando en el segmento final de su testimonio para este diario digital.  

Y trajo a la luz una anécdota divertida: “Cuando hicimos el especial de Halloween, nos vestimos como los cantantes de Kiss, con una gran previa inventada por Ileana, la gracia era que Tinelli no nos viera antes de salir al aire. No hay nada peor para un conductor que sorprenderse en cámara y recuerdo que me encontraba a medio vestir, me estaban maquillando, hasta que escucho que él empieza a gritar mi nombre para ver mi atuendo, porque sabía qué canción íbamos a interpretar. Me escondí adentro de un placard, Marcelo me buscaba y no me encontró, lo que generó una relación divertida en la previa”.

“Una vez me invitó a la maratón de Bolivar, me hizo cantar en el estadio en la final de voley de su equipo contra Boca y en un palco pude compartir con su familia aquel momento. Tuvo una actitud muy loable, porque me presentó a la señora como si no los conociera, ‘ella es Paula (Robles), mi mujer’ y lo mismo con sus hijos, dándome un trato muy humilde y sencillo”, ponderó sobre el exitoso conductor televisivo

No obstante, se presentó un tobogán en su carrera: “Luego de eso, si tengo que explicar el declive de mi popularidad, hay varios factores que entran en juego. Mi presente se precipitó por un representante que me estafó con dinero en tiempos en los que trabajé para la productora Endemol, algo que es más común de lo que muchos piensan dentro de este ambiente. Con mi familia llegamos del Interior y no teníamos la experiencia suficiente para negociar un contrato. Y también coincidió con la crisis del campo de 2008 que incluyó cortes de ruta, lo que redundó en que se nos cayeran todos los shows que teníamos con Ileana porque lo primero que se corta en estos casos son las fiestas”.

“Veníamos de recorrer todo el país, hicimos giras en Uruguay y de más de 90 presentaciones nos quedaron apenas tres. Para ese entonces tenía mi casa en Punta Alta y alquilaba un departamento en Capital, pero me era imposible mantenerlos, entonces decido volver a radicarme en mi ciudad natal y viajar cuando surgiera una contratación. No era lo ideal porque requería de cierta planificación y logística”, admitió Ricardo.

La racha negativa se extendió: “Después, un productor musical me propone incursionar en la pre y post producción de discos, a partir de mi experiencia adquirida en los trabajos que había editado Ileana. Oscar Mediavilla me propuso sumarme a un sello discográfico de San Luis y surgió un problema con uno de los artistas que se judicializó, por lo que no se logró facturar. En esa provincia tengo un primo que es empresario del rubro de las heladerías y me puse a trabajar con él, a la espera de que se resuelva el tema con la discográfica y poder cobrar”.

“Pero eso nunca ocurrió, fueron nueve meses como gerente de Grido y aprendí un montón sobre la administración de los negocios, hasta que regresé a Punta Alta. A mi arribo, Radio Rosales me propone hacer un programa en la emisora y luego comencé a trabajar en la Base Naval de mi profesión como radiólogo, un lugar en el que me desempeño aún hoy”, consideró, ya sin reproches, si es que en tal caso existieron.

Al cierre, exclamó que “no doy por cerrada mi carrera artística a ese nivel porque el momento de cantar y bailar te aporta plenitud, no podría vivir sin esa adrenalina, sea en la ducha o arriba de un escenario. Estoy en una etapa distinta de mi vida, con tiempos diferentes, porque estoy haciendo un Doctorado en Imágenes Médicas en la Universidad Nacional del Sur, pero cada vez que me veo con Ileana me manifiesta que quiere hacer shows conmigo”.

“Ella dejó de cantar, hace humor y baile pero ya no está presente lo musical, por eso me insiste en que volvamos a trabajar juntos, no te puedo mentir porque la idea en sí misma me encanta de solo imaginarla. Quizás viviendo en el Interior y en la televisión que no atraviesa su mejor momento resulta difícil suponerlo, pero las redes sociales son masividad pura. El programa de Tinelli me dio una destreza única, cada gala era como un estreno teatral, adrenalina pura para solucionar lo que saliera mal, eso lo tuvimos por nueve meses”, finalizó el embajador que llevó bien en alto a su querida Punta Alta.

La naturalidad con la que narró todos aquellos acontecimientos que le permitieron entrar en un paraíso destinado solo para una elite artística es digna de destacar. Cada palabra pronunciada con la serenidad del que sabe que la varita mágica lo tocó gracias a su tesón y virtuosismo. Volver al mundo terrenal no lo frustró, supo reinventarse rápidamente y eso lo convierte en un ejemplo, especialmente para las jóvenes generaciones que tienden a marearse cuando llegan a la cima.

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