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informe especial

La historia de la maestra que creó una escuela para personas en situación de calle

Se trata de Susana Reyes. Su vida y sus convicciones. El presente y futuro del Instituto Isauro Arancibia, al que actualmente concurren cientos de estudiantes. Un ejemplo de valores y superación.

Fotos EDUCREAR.

Por Juan Luis Tucat, redacción de La Brújula 24

Es fácil dar inicio a esta nota. Porque es simple: hay historias que merecen ser contadas.

Susana Reyes es mucho más que una docente. Hace ya varios años fundó un centro educativo para personas en situación de calle, y desde entonces, sigue con la misma pasión buscando darle una mano y un mejor futuro a aquellos lo necesitan.

Se trata del Instituto Isauro Arancibia, un establecimiento destinado a jóvenes y adultos que funciona en un viejo edificio ubicado en Paseo Colón 1318, en la populosa ciudad de Buenos Aires. Y las historias en sus pasillos se multiplican. No es para menos.

Si hacemos un poco de historia, debemos mencionar que el origen de este centro educativo se remonta al año 1998, cuando en la sede de la CTA Nacional pidieron maestras y maestros a la Dirección de Educación de Adultos del gobierno porteño, para personas de la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas -AMMAR- y del Movimiento de Ocupantes e Inquilinos que querían terminar la primaria -MOI-.

Y Susana, docente y ex detenida desaparecida durante la última dictadura militar, fue una de las iniciadoras de este proyecto, que recibió el nombre en homenaje a un gran maestro asesinado en Tucumán el 24 de marzo de 1976.

A modo de introducción, la profesional contó que “en agosto del año pasado cumplimos los 24 años del centro. Yo soy básicamente una maestra, es lo que siempre quise ser. El Isauro lo construimos entre muchos y muchas maestras. Si bien yo empecé sola en el 98, después se tuvieron que sumar más maestros porque venían chicos y chicas, muchos, y fuimos armando un equipo para poder construirlo”.

“Para mí la educación es un derecho inalienable, es el punto de partida para todo. Siempre me dediqué a eso, a tratar de que haya derechos para todos y todas”, dijo. 

Respecto del inicio de la escuela, Susana indicó que “lo principal eran las necesidades que traía ese sujeto pedagógico, ese pibe o piba en situación de calle, que es la situación para mí más denigrante que hay”. Y añadió: “Se tienen que bancar el desprecio social, el miedo de la sociedad, la indiferencia y la violencia institucional en muchos casos”.

“Entonces me pareció que en este lugar, donde recibían esa mirada amorosa, iban a poder llevar adelante lo mejor que tenían ellos, sacar el mayor potencial. Y así fue que efectivamente terminaron la primaria pibes de entre 15 y 30 años”, consideró. 

A modo de análisis, además, refirió que “es difícil salir de la situación de calle, porque va más allá de un techo. Tiene que ver con algo mental, con sentirse por fuera de todo. Aparte solo imaginarse un segundo vivir en la intemperie es algo muy complicado, por eso cuando se habla de inseguridad en realidad hay que preguntarse quién puede estar más inseguro que un pibe en situación de calle”. 

“Primero se trabajó con mucha paciencia. Al principio venían contentos, pero a cualquier hora. En vez de retarlos, les agradecíamos y así empezaban, de a poco”.

“Les gustaba tener una maestra al lado que les ayude, poder escribir su nombre, organizar sus ideas y su vida. Entonces al otro día querían estar más tiempo y venían más temprano. Hoy, 24 años después, hay un centro de estudiantes en la escuela, porque tenemos secundario también, y entre ellos mismos se regulan”, describió con orgullo. 

Dónde el Estado no llega

“Con las ranchadas venían chicos menores de 14 años, que nunca habían ido a una escuela. La gente que vive en la calle no tiene lazos sociales, no tiene a nadie que los vaya a buscar. Entonces, cuando venían esos niños que nosotros no podíamos tener, al principio lo hacíamos igual para que no se queden solos. Mientras tanto, le pedíamos al Estado un grado de nivelación”, recordó Susana en la entrevista.

Y dijo que “cuando finalmente se escolarizaban, los acompañábamos a la escuela para que terminen con niños de su edad y empezamos a trabajar los vínculos con la familia. Ese es el denominado grado de nivelación”.

Presente y futuro

“Hoy al Isauro van alrededor de 800 personas. Es un estimativo porque a lo largo de estos 24 años fuimos agregando instancias que eran necesidades para este adulto o joven que se acercaba. Por ejemplo el jardín maternal y el grado de nivelación. Pero el tema del trabajo, por ejemplo, no es solamente un oficio, es también el concepto del trabajo. Por eso armamos una escuela de formación, donde no solo hablan del oficio que eligieron sino que hablan de la historia del trabajo, qué es ser un compañero de trabajo”.

“Además, los pibes hacen paralelamente a la tarde la parte laboral y lo mismo ocurre con el arte, en muchas instancias. Creemos que el arte es transformador de las vidas, desde el movimiento del cuerpo hasta la música y artes visuales”.

“El Isauro”

“El Isauro”, como lo conocen sus estudiantes y educadores, ha ido (re)construyéndose a lo largo de su historia, en una búsqueda por consolidar un proyecto alternativo, inclusivo y alojante. Es decir, con la intención de construir una institución educativa que dé respuestas integrales a las necesidades complejas y a las posibilidades de los estudiantes que concurren, entendiendo que la tarea educativa debe contemplar un trabajo integral e interdisciplinario dando respuesta a las múltiples situaciones problemáticas que atraviesan los estudiantes. (isauroarancibia.org.ar)

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