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por Carlos Rossi

Cuestión de Estado: fallecimientos, enfermedades y atentados a presidentes argentinos

Varios de los primeros mandatarios argentinos sufrieron distintas enfermedades en su mandato. Cuatro fallecieron. Otros, toleraron otro tipo de patologías, como sordera y ceguera. Siete de nuestros presidentes sufrieron atentados contra sus vidas.

Por Carlos Rossi, conductor, locutor y periodista

La salud del presidente de la Nación es una cuestión de Estado.

Sin embargo, en ciertas ocasiones, la información oficial sobre el tema es retaceada, ocultada, o al menos, no muy fluida.

Cuando un mandatario está en lo más alto de su popularidad y cuenta con el apoyo generalizado de la población, y sufre alguna enfermedad o pasa por alguna cuestión relativa a su salud personal, suele restársele importancia, tanto desde su círculo inmediato o la prensa oficial, evitando así dar una imagen de debilidad.

Caso contrario, cuando su popularidad y el beneplácito de la población decae, estos padecimientos suelen ser usados como apoyo político a su figura.

Varios de los primeros mandatarios de nuestro país sufrieron distintos tipos de enfermedades durante su mandato. Incluso cuatro de ellos fallecieron. En tanto, otros, toleraron otro tipo de patologías o discapacidades. De la Quintana se estaba quedando ciego consecuencia de una avanzada diabetes, pero lo ocultaba con una serie de artimañas, como por ejemplo hacer siempre un camino conocido en su despacho cuando recibía visitas. Sarmiento, por su parte, padecía de una profunda sordera.  Además, vale sumar, que siete de nuestros presidentes sufrieron ataques contra sus vidas.

Manuel de la Quintana, Roque Sáenz Peña, Roberto Ortiz y Juan Domingo Perón murieron mientras trascurrían sus mandatos

El primero que ocupó la luctuosa lista, fue el doctor Manuel Pedro Quintana o de la Quintana, electo presidente en 1904, quién asumió sus funciones el 12 de octubre de ese año, a la vieja usanza. Debió afrontar el alzamiento armado encabezado por Yrigoyen en febrero de 1905; y en agosto de ese mismo año, sufrió un atentado a manos de un anarquista catalán llamado Salvador Planas y Virella. El gran estrés que sufrió, tanto por el conflicto político como por el posterior atentado lo afectó gravemente. Entonces tenía 70 años de edad. Renunció a la presidencia, siendo reemplazado por Figueroa Alcorta. De la Quintana falleció en 1906.

En 1910 asumió la presidencia Roque Sáenz Peña, quién no se encontraba con buena salud en ese momento, por haber contraído una enfermedad venérea. Tres años después tuvo que delegar el mando presidencial en su vicepresidente, Victorino de la Plaza. Sáenz Peña murió en 1914.

El 20 de febrero de 1938, el Dr. Roberto Marcelino Ortiz asumió como presidente de la Nación. Poco tiempo después, en la ciudad de Resistencia (Chaco) sufrió un desmayo en medio de un discurso.  Su médico le diagnosticó diabetes. Falleció en el 42.

El 12 de octubre de 1973, el general Juan Domingo Perón inició su tercera y última presidencia, junto a su esposa de entonces, María Estela Martínez (Isabelita), quien lo acompañó en la fórmula como vicepresidente. La situación política y económica en aquel momento era muy crítica. En su mandato, Perón tuvo que enfrentar, en lo económico, una altísima inflación, huelgas y el terrorismo que se acrecentaba día a día. El 11 de junio de 1974,  salió por última vez al balcón de la Casa Rosada con un discurso para apoyar su difícil gestión. Días después, la salud de Perón comenzó a deteriorarse rápidamente, aunque hasta fines de junio no se publicó ninguna información respecto al complicado cuadro. El 30 de junio asumió María Estela Martínez, el cargo de presidente de la Nación. Un día después, el 1° de julio, se informó oficialmente sobre el fallecimiento del general Juan Domingo Perón.

Vale decir que su viuda, Isabelita, fue la primera mujer en el mundo en ocupar la jefatura de Estado de un gobierno de un país republicano con sistema presidencial, hasta el golpe de militar de 1976, que dio paso a la dictadura.

Siete presidentes sufrieron atentados contra sus vidas

Nuestro país no quedó afuera del contexto mundial en cuanto a atentados perpetrados contra la vida de varios presidentes.

Esta página violenta –una más- de la historia argentina, fue escrita por grupos organizados o criminales solitarios, quienes idearon y llevaron a cabo estos ataques contra la figura presidencial, por cuestiones políticas externas, e incluso internas. Ninguno de esos atentados, logró el cometido de tomar la vida de los mandatarios.

Las crónicas sobre este tema, comienzan en 1873, contra la vida del entonces presidente de la Nación, Domingo Faustino Sarmiento. Separado de su esposa, el sanjuanino mantenía un romance con Aurelia, hija de su amigo Dalmacio Vélez Sarsfield, a quién visitaba diariamente, sin custodia y desarmado. Los atacantes, dos anarquistas italianos, Pedro y Francisco Guerri, contratados por hombres que respondían al militar y político argentino Ricardo López Jordán, conocían la situación y el recorrido que utilizaba el mandatario. En la intersección de Corrientes y Maipú dispararon al carruaje. El atentado falló. A uno de los anarquistas le estalló el trabuco en la mano. Sarmiento salió ileso y además nunca escuchó nada, porque padecía una importante sordera.

En 1886, el presidente Julio Argentino Roca se dirigía hacia el Congreso para iniciar las sesiones legislativas. Acompañado de sus ministros, salió caminando de la Casa de Gobierno. El Congreso entonces estaba en uno de los laterales de la Plaza de Mayo. De entre la gente que saludaba al primer mandatario, apareció un joven llamado Ignacio Mojes, correntino de 26 años, que con una gran piedra golpeó a Roca en la frente, produciéndole una herida importante. El atacante fue detenido antes de propinar un segundo golpe. Declaró que había querido terminar con la vida del Presidente por considerarlo “responsable de la situación política del país, insoportable desde hace un año y medio” y que quería “salvar la patria”.

Como se indicó anteriormente, ya en el siglo XX (en 1905) el entonces presidente Manuel Quintana o Manuel de la Quintana, soportó un intento de asesinato a manos de un anarquista catalán llamado Salvador Enrique José Planas y Virella. El primer mandatario se dirigía en carruaje de su casa a la Rosada cuando, en la intersección de Santa Fe y Maipú, frente a Plaza San Martín, un hombre se acercó a la ventanilla, revólver en mano, y gatilló sin éxito. El atacante corrió a la par varios metros e intentó accionar el arma varias veces. En ninguna salió el tiro.

En febrero de 1907, José Figueroa Alcorta presidía el país con muy poco apoyo político. La crisis nacional abarcaba todos los confines. La provincia de Corrientes era intervenida. El Senado se negó a tratar el presupuesto. Ante este panorama, el presidente suspendió las sesiones legislativas, produciéndose encontronazos entre la policía y los legisladores que intentaban ingresar al Congreso a sesionar. En medio de estos conflictos, Figueroa Alcorta sufrió dos atentados a su vida en la misma semana. El primero fue a través de una simple canasta de frutas que debía estallar en la propia casa del Presidente. El artefacto falló. El segundo se produjo cuando un hombre intentó depositar un artefacto explosivo en la entrada de la finca presidencial. Figueroa Alcorta llegó a su domicilio, y al descender, logró empujar a tiempo de un puntapié el artefacto.

A cien años de la Declaración de la Independencia Nacional, el 9 de julio de 1916, se produce un inexplicable atentado contra el entonces presidente Victorino de la Plaza, que con 76 años, estaba prácticamente retirado de la política, y con Hipólito Yrigoyen ya electo. Mientras el presidente observaba junto a sus ministros el desfile desde un balcón de la Casa Rosada, desde una de las columnas, un hombre disparó con su revólver en dos oportunidades hacia el balcón. Erró ambos tiros.

En la víspera de la Navidad de 1929, se produjo otro caso de intento de asesinado a un presidente argentino. El objetivo fue Hipólito Yrigoyen. Era mediodía y el primer mandatario salió su domicilio hacia la Casa Rosada, cuando, en la intersección de Brasil y Tacuarí, su coche recibió tres disparos. El responsable, un mecánico dental italiano llamado Gualterio Marinelli. El chofer del Presidente logró acelerar a tiempo, dejando atrás al atacante, que comenzó un tiroteo con la policía, el cual terminó con un subcomisario herido y con la muerte del agresor.

El Dr. Raúl Alfonsín sufrió tres atentados a su vida. Uno mientras ejercía su cargo como presidente de la República, y dos cuando ya lo había entregado. El primero fue el 19 de mayo de 1986, en un momento caliente para las Fuerzas Armadas, cuyos jefes y oficiales se resistían a ser juzgados por los crímenes cometidos durante la última dictadura. El Juicio a las Juntas Militares era un hecho. El presidente tenía previsto realizar una visita protocolar al Comando del Tercer Cuerpo de Ejército, en Córdoba. Poco antes de su llegada, dos policías descubrieron un cable negro que asomaba de una alcantarilla, a pocos metros de donde Alfonsín dispararía un cañón como parte de la ceremonia. El cable llevaba a una bala de mortero calibre 120 mm, semienterrada, con 2,5 kilos de dinamita adosados a dos panes de trotyl de 450 gramos cada uno. El artefacto fue desactivado.

El segundo atentado ocurrió en octubre de 1989, cuando Alfonsín ya era ex presidente. Una bomba de gran poder estalló en el edificio de Ayacucho al 100 en el que vivía provisoriamente, y destruyó varios ambientes. Ocurrió cuando no había nadie en el lugar. Nunca se identificó a los responsables. En febrero de 1991, durante un acto de la Unión Cívica Radical en San Nicolás, mientras Alfonsín hablaba a sus correligionarios desde un palco, Ismael Darío Abdalá, de 29 años, disparó su revólver calibre 32. La bala no salió. La custodia del expresidente reaccionó rápidamente. El personal lo cubrió con sus cuerpos, mientras otros lograban reducir al agresor. Pasado esos momentos de zozobra, el Dr. Raúl Alfonsín se puso de pie, acomodó su ropa, y continuó hablando… “desde luego”.

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