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La bandera que fue cábala en México y Qatar: la tierna historia entre abuelo y nieto

Eduardo Girotti tiene 82 años y en 1986 viajó al Mundial de México con su bandera argentina (y bahiense), la misma que le entregó a su nieto cuando partió a Qatar. Juan Francisco (25) tuvo visión: desde el “vamos” su estadía incluyó el partido final.

Cecilia Corradetti – Para La Brújula 24[email protected]

“Multiplicada por 20”. Así fue la fuerza que hizo Eduardo Girotti (82) para que La Scaloneta ganara la Copa del Mundo el pasado 18 de diciembre.

No era para menos: este bahiense jubilado y abuelo de cuatro nietos había sido espectador del triunfo en México 1986 y ahora, 36 años después, le tocaba el turno a su nieto Juan Francisco, que estuvo en Qatar de principio a fin. Al igual que Eduardo, lo hizo acompañado de sus amigos.

Las cosas del destino y la historia que se repite entre abuelo y nieto: en épocas diferentes, pero aferrados a la misma bandera, regresaron con el sueño cumplido, el campeonato mundial.

Eduardo se emociona y evoca cada gol y cada victoria de Argentina como si hubiese sido ayer. Y dice que cuando “Juancito” partió desde el aeropuerto de Bahía Blanca, lo despidió entregándole aquella bandera como símbolo y como cábala.

“Edu” abrazaba a Juan y también, claro, soltaba algún que otro lagrimón.

“A partir de allí volqué toda mi energía para que disfrutara tanto como lo hice yo en el 86. A la emoción y la ansiedad le agregué mis oraciones y las de su abuela Mirta, que ya no está. Y pedí, que si era posible, regresara con el campeonato”, repasa el abuelo.

Juan Francisco Jouglard es ingeniero en Sistemas de Información egresado de la Universidad Nacional del Sur (UNS) y trabaja en una empresa de telemedicina. Siempre le tuvo fe al equipo de Lionel Scaloni. Tanto, que con sus amigos Alan, Matías y Juan empezaron a “manijear” la idea en septiembre de 2021. Definitivamente, era un sueño lejano.

Desde la izq. Alan Valentín Zuckerman, Juan Jouglard, Matías Massetti y Juan Olmedo en una inolvidable experiencia en Qatar.

Pero lo cierto es que el día esperado llegó y ahora acaba de regresar a Bahía eufórico, feliz. Y asegura que fue tanta la confianza en el equipo que su viaje fue planeado desde el inicio incluyendo la final de la Copa del Mundo.

“La idea fue madurando de a poco hasta que por fin sacamos los pasajes, con escala en Madrid y Egipto, y fuimos recabando toda la documentación requerida. Además, durante todo el año fuimos reservando hospedaje a medida que la FIFA liberaba entradas. Estuvimos pendientes y respetamos los protocolos. Las ganas y la expectativa aumentaban a medida que el tiempo transcurría”, evoca el nieto.

Aterrizó en Qatar el mismo día del cotejo Argentina-Arabia Saudita y, a pesar del bajón por el resultado, los cuatro amigos bahienses trabajaron mentalmente para redoblar el aliento a la Selección.

“Pese a la derrota contra Arabia y a las críticas por su poca experiencia, seguía admirando a Scaloni. Me gustaban los jugadores que había convocado y mucho más desde la Copa América. Me considero un fiel seguidor suyo”, advierte, antes de reflexionar: “La experiencia en Qatar fue increíble en todo sentido. Organización, cultura, costumbres, creencias … Nunca se me hubiese ocurrido ir de no haber sido por el Mundial y hoy lo valoro. Impecable la puesta en escena para recibir al mundo”.

Para Eduardo la experiencia en México había sido más fácil por las costumbres y el idioma, mientras que Juan observaba todo el panorama azorado y pasó un mes hablando inglés.

“Edu” recuerda el gol de Maradona contra Inglaterra el 22 de junio de 1986 en el estadio Azteca y con otros 114 mil espectadores. Fue un gol que casi lo deja sin voz.

Juan Jouglard y sus amigos bahienses, un sueño cumplido

“En aquella famosa jugada magistral que arranca desde el círculo central estábamos ubicados a nivel de cancha y comencé a gritar el gol mucho antes. Cuando convirtió, nos abrazábamos entre los cuatro sin poder creer lo que estábamos viendo”, rememora. Pocos minutos antes también vivió el famoso “gol del siglo” y en ese caso, dice Eduardo, no se dio cuenta de la “mano de Dios”.

Pese al dramatismo de casi todos los partidos que jugó la Argentina en esta oportunidad, Juan confiesa que hubo un gol que gritó hasta el hartazgo. Fue, precisamente, contra México. Sí o sí había que ganar.

En un estadio con más de 80 mil personas --muchísimos de ellos mexicanos-- hubo que aguantar las cargadas de los aztecas. Muchas de las burlas se fundaban en la derrota contra Arabia, asegura.

“El gol de Messi fue un desahogo total. Lo grité como nunca. Estábamos salvados”, señala, mientras cuenta que quedó maravillado con el orden y la fluidez en los accesos a los distintos estadios.

“El alojamiento donde estuvimos los primeros 15 días contaba con micros que iban a todos los estadios y lugares turísticos. También era fácil y ágil moverse en subte. Miles de personas coparon Doha y todo funcionó 10 puntos durante el lapso del Mundial”, agrega.

Eduardo protagonizó cuatro partidos en México 86: contra Uruguay, Inglaterra, Bélgica y, claro, la final con Alemania.

“Entre partido y partido hicimos algo de turismo en Acapulco. Algo anecdótico: nuestro periplo, por las combinaciones, incluyó 10 vuelos. Hay grandes diferencias entre la experiencia de mi nieto y la mía por tratarse Qatar de un lugar totalmente desconocido y diferente desde el punto de vista cultural”, reflexiona.

Para Eduardo, Maradona es el “más grande a nivel mundial” y Messi el “más grande de la actualidad”.

La escalofriante final

Juan repasa la escalofriante final entre Argentina y Francia, el pasado 18 de diciembre.

Y reitera: “Teníamos mucha confianza. La selección había hecho un papel excelente. Habíamos visto jugar a otros países como España, Alemania, Portugal, Japón. Yo sentía que Argentina tenía pasta de campeón”.

La final fue una locura, dice. “A través del portal de la FIFA conseguimos tickets solo hasta la semifinal, pero luego debimos anotarnos y ver si salíamos sorteados para poder comprar. No lo logramos y ahí empezó otra experiencia, aunque nos movimos muchísimo y logramos dar con gente que vendía. Pagamos más que el valor oficial pero lo único que nos importaba era estar en la cancha”, señala.

Finalmente, se ubicaron en plazas separadas, aunque luego pudieron reunirse y ver la final todos juntos.

Juan Jouglard y su abuelo Eduardo Girotti, al regreso, en el aeropuerto

Eduardo evoca el cotejo definitivo contra Alemania y dice que en algún punto fue parecido al de Argentina-Francia.

“Ganábamos 2 a 0 y de repente nos empatan. Por suerte se dio el tercero y ¡Campeones del Mundo! El regreso al hotel fue algo sensacional, los mexicanos nos aplaudían, nos pedían los gorros, las banderas… Al llegar, el personal nos recibió con un aplauso increíble”, recuerda de cuando la albiceleste logró la segunda Copa.

Juan resume lo que sintió durante el último partido: “Les pegábamos un baile tremendo y los franceses no tocaban la pelota. Pero se dio vuelta y fue un balde de agua fría. No podíamos creer lo que estaba pasando, nos estaban sacando la Copa de las manos. Fue frenético y la tensión aumentaba, pero seguíamos alentando más que nunca, cantando para contagiar al equipo y al público argentino. Parecía que el destino estaba en contra nuestro. Qué más hay que hacer, nos preguntábamos”.

En los penales, detalla, su corazón casi se sale de lugar.

Y el resto es historia conocida: Juan Francisco, Alan, Matías y Juan permanecieron dos horas más en el estado viviendo el sueño más grande de sus vidas.

El último miércoles, en el aeropuerto de Bahía Blanca, Eduardo, con su sombrero mexicano, aguardaba ansioso a su nieto.

Juan bajó del avión extenuado de tantas escalas, pero con una sonrisa de oreja a oreja y aferrado a la bandera argentina, la mejor cábala y muestra de cariño que pudo haberle dado su abuelo.

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