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DE AYER A HOY

“Que apareciera Natty Petrosino en mi vida fue tocar el cielo con las manos”

Zulema Governatori recogió el legado de la líder solidaria y abrió el corazón en una nota imperdible. Cómo asumió la vocación de servicio. Y los viajes para tender una mano a la comunidad Wichi.

Por Leandro Grecco
Faceboook Leandro Carlos Grecco/Instagram @leandro.grecco/Twitter @leandrogrecco

Navidad, una fecha que sensibiliza al mundo y propicia que afloren las emociones cada vez que una introspección se apodera de quien reflexiona respecto de su realidad y la de quienes lo rodean. Una festividad de origen cristiano que conmemora el nacimiento en Belén del niño Jesús que, sumado a la inminencia del final de un nuevo año, viene acompañada de los balances típicos de la época.

La bondad, misericordia y amor al prójimo se conjugan en torno al valor de la familia, la amistad y la empatía hacia aquellos que sufren. También sacan a relucir el recuerdo eterno de los que ya no están en este plano. Existen almas nobles y luminosas que nos acercan a esa espiritualidad tan necesaria en una época de inmediatez absoluta. Personas que dedican su tiempo a los que más lo necesitan y con una mínima demostración de cariño dejan atrás tanta postergación.

Zulema Governatori tiene la mística de quienes entregan su vida a Dios. Tienen el don de poner por encima suyo al resto y desborda de afecto. Es inconmensurable el cariño que diariamente entrega y su capacidad de generar condiciones para motorizar su sueño de igualdad son propios de la admiración. El legado que dejó Natty Petrosino, líder mundial de la paz y la solidaridad, la acompaña en cada paso que da. Hoy, en La Brújula 24, nos adentramos en su vida. Un ser indispensable.

“Nací en Aldea Romana, cuando aún ese sector de la ciudad era una zona rural de Bahía Blanca. Soy hija de dos inmigrantes italianos que llegaron al país, ella con 17 años y él con 27, una década después de haber sido parte de la Primera Guerra Mundial. Cuando regresó a la casa, su mamá ya había fallecido y emprendió una búsqueda en su vida que terminó en Argentina”, fueron sus primeras apreciaciones, en una inolvidable charla que se produjo en su luminoso domicilio céntrico.

Luego, recordó que “junto a su novia de aquel entonces, mis padres vinieron a hacer la América y tuvieron tres hijos, yo fui la más chica, después de un hermano varón y una mujer. Mi papá fallece a mis cinco años y el mayor, con 15 años, se convirtió en una suerte de jefe de familia, consiguiendo que pueda ingresar al Colegio María Auxiliadora donde fui alumna pupila”.

“Ahí tuve mi primer encuentro con el nombre de Jesús, algo muy atractivo para mi. Las hermanas religiosas me hablaron con mucho amor y fue un mensaje que me prendió fuerte en el alma. Tenía tan solo diez años y se trató de una experiencia inolvidable. Mi mamá siempre me decía que me la pasaba leyendo, me la pasaba callada y silenciosa”, añadió, en otro tramo de la conversación que se perfilaba para alcanzar momentos únicos.

Asimismo, destacó: “Recuerdo que apenas muere mi papá, había una vecinita en Aldea Romana que tenía un año más que yo y empezó en la Escuela 32. Yo lloraba porque quería ir a clases y me dejaron entrar como alumna oyente porque aún no tenía la edad. A los 17 conocí a Oscar Pasquaré, me enamoré, al poquito tiempo nos casamos y tuvimos cinco hijos, cuatro mujeres (Silvina, Natacha, Lola y Luciana) y un varón (Pachi), que componen mi familia hermosa”.

“Íbamos a misa, pero llegó un momento en el que necesité buscar algo más dentro de la misma Iglesia, una institución hermosa a la que le estoy eternamente agradecida. Junto a mi esposo y nuestros cinco hijos nos radicamos un par de años en Misiones y allegados bahienses nos venían a visitar. Hasta que mi cuñada Susana, en uno de esos viajes, nos dijo: ‘Saben una cosa, la Colorada Petrosino se volvió loca, se fue de su casa y está viviendo con los pobres’”, señaló, como parte de aquel indicio que iba a marcar su destino.

Claro está que aún no tenía definido hacia dónde iba a derivar aquello: “A Natty solo la conocía por comentarios, pero había compartido con Oscar algunos bailes. Aquellas palabras de mi familiar resonaron muy fuerte dentro mío, un sentimiento muy grato, una señal del cielo. Ese llamado, como si fuese una campanita dentro de mí hizo que a nuestro regreso a Bahía la vayamos a visitar. Natty nos recibió de una manera preciosa, como lo hizo con todos los que la iban a ver, nos hizo sentir que éramos hermosos, luminosos y nos invitaba a ayudar junto a ella”.

“Dos de mis hijas fueron las primeras en deslumbrarse con esa tarea de servicio, antes de irse a estudiar a La Plata. Ya existía el Hogar del Peregrino y para ese entonces mi hijo menor tenía apenas cuatro años, por lo cual en mi caso solo podía colaborar los fines de semana, con mi Ford Falcon rural. Natty lo entendió y me encomendó que los sábados vaya a retirar las donaciones a la panadería de la Cooperativa Obrera”, refirió, con su mirada emocionada.

En ese sentido, enfatizó que “cada vez que llegaba y entregaba lo que me habían dado. Siempre ella nos hablaba un ratito y era tal su magnetismo, una energía que irradiaba con esa mirada única y una voz potente que dejaba sembrado en mi una atracción grandísima, encontrando siempre algo más de la vida. Con el correr de las semanas nos fuimos haciendo cada vez más habituales en ese lugar, acompañando las ollas populares en el Hogar”.

“A partir de la decisión de Natty de viajar al norte argentino, nos involucramos aún más como familia, pero cada vez la tarea nos comprometía aún más. Recuerdo que iba a visitar a un abuelo en Villa Serra que luego se enfermó y había que atenderlo con más ímpetu porque vivía solo. Situaciones como esas fueron muchas, subirlo al auto y llevarlo al Hogar, un compromiso que sabía que no podía eludir porque Natty tenía muchísimos frentes por atender”, agregó.

La obra estaba en marcha y la magnitud de la misma era difícil de dimensionar: “Para aquel entonces ya había fundado el Cottolengo para varones, estando casi sola, por eso le queríamos tender una mano. En esa época era maestra de escuela primaria y me vi en la obligación de ir renunciando a las horas que tenía para dedicarle más tiempo al Hogar Peregrino”.

“Llegó un momento, allá por mediados de la década del 80, en el que abandoné definitivamente la docencia, una decisión difícil pero muy linda, gracias al consejo de un médico psiquiatra que me ayudó a elegir el rumbo, porque no sabía qué hacer. Me habló de que no debía traicionarme a mi misma. No dudé y elegí darle más horas al Hogar, involucrándome casi en tiempo completo”, evocó Zulema.

No obstante, llegaron momentos difíciles: “Inmediatamente vino la crisis de la hiperinflación de 1989, donde muchos nos turnábamos para colaborar con Natty, hasta estudiantes del comedor de la Universidad Nacional del Sur que llevaban bolsas con materia prima para hacer alimentos. Largas filas de personas que necesitaban de la ayuda para poder comer, eran tiempos complejos, un nivel de solidaridad en Bahía y la región sin antecedentes”.

“Hasta se dio un hecho inédito porque quien por entonces era gobernador bonaerense, Eduardo Duhalde, vio la gran cantidad de gente que se juntaba allí y puso la mano en el bolsillo y donó dinero. Luego, siguió mandando partidas para las ollas populares por intermedio de la Cooperativa Obrera, porque el Hogar no tenía Personería Jurídica”, dijo.

Tan notoria era la fuerza de la premisa que rompió todas las estructuras y límites geográficos: “En 1992, me tocó acompañar a su primer viaje. Fue a Rusia, al cual ella fue invitada por el Embajador argentino de aquel entonces. Luego, Natty empezó a realizar su misión en el norte argentino y en su ausencia me tocó quedar a cargo del Hogar, pasando algunas noches allí, repartiendo mi tiempo con mi casa y familia”.

“Me tocaba acompañar a esas personas que estaban de paso, gente en situación de calle que acudía a la ayuda de Natty, quien estaba desbordada porque no tenía empleados, solo voluntarios. Reconozco que en algún momento me fui de casa y me instalé en el Hogar, me turnaba con Blanca, otra gran trabajadora del lugar, para no estar las 24 horas del día atendiendo a la gente y limpiando”, reconoció Governatori.

Y sintetizó: “Cada vez que Natty volvía de sus viajes, aprovechaba para ir un poco a mi casa, no me arrepiento de eso y mis hijos lo entendieron, nunca lo reprocharon porque vieron de qué se trataba la misión que teníamos por delante. Los cinco viajaron a Formosa y atendieron a los integrantes de la comunidad Wichi, estuvieron presentes en la inauguración del primer barrio en El Divisadero”.

“Natty se turnaba con Marcos Molina (que vive en Buenos Aires y pertenece a nuestro grupo) para manejar las largas distancias, ella no le cedía el puesto a nadie, nunca dejó de hacer lo que debía, pero, al mismo tiempo, daba participación a los que la rodeaban. En mi caso me tocó acompañarla en la camioneta, pero también viajé a la misión en alguno de los colectivos junto a Mónica Tello, Claudia Benedetti y otros integrantes del equipo. Hasta un matrimonio alemán y uno de Suiza se sumaron luego de ver a la distancia algunos videos para trabajar, atraídos por la tarea que ella llevaba adelante”, mencionó, ingresando al segmento final de la entrevista.

Pese al paso del tiempo, el fuego sagrado no se apaga: “Actualmente, soy parte de un grupo que ella designó con el nombre ‘Los del Camino’, unas 15 personas a los que se suman otros voluntarios y está siendo liderado por Juan Francisco, según dichos de ella el tercer hijo que Dios puso en sus brazos. Él es un joven admirable por la contracción al trabajo y el compromiso, llevando adelante tareas comunitarias y realizando campañas que luego se convierten en viajes”.

“El último fue la semana pasada al oeste formoseño, hicimos un pesebre viviente en El Divisadero, una labor tan hermosa como dura porque con 50 grados de calor no funcionaban los ventiladores. Sin embargo, Mónica preparó a todos los ángeles, vistió a más de 100 niños y niñas, Marcos puso la música y me tocó ser una de las que hizo el relato”, consideró “Zule”, como la llaman sus íntimos.

Y describió aún más en detalle el evento: “Dentro de esa selva, en medio de los árboles se dio un encuentro maravilloso porque la comunidad Wichi siempre se quiso sumar, Natty siempre les dijo que cada uno mantenga sus devociones porque, si bien ya conocían el nombre de Jesús a través de otro grupo de cristianos, ella tenía la misión divina de hacer ese pesebre, sin invadir la cultura. Cada vez que llegamos, las personas que integran la comunidad nos reconocen y se llenan de júbilo”.

Zulema y su adorable familia.

“La aparición de Natty Petrosino en mi vida fue tocar el cielo con las manos, encontré un mundo trascendido, otra dimensión, considero que siempre tuvo los pies tan sobre la tierra que por eso hizo la tarea que se propuso. Dio de comer, cuidó a la gente que enfermaba, visitaba a los presos, conseguir abrigos y viajar sin descanso al desierto para tender una mano”, consideró, llena de una mezcla de júbilo y emoción, además de la nostalgia que implica no tenerla cerca.

Inmediatamente, lanzó una reflexión: “Hoy el mundo no nos está dejando tan felices, el planeta está sufriendo junto con todos nosotros. En mi caso particular me siento muy bien, tratando de cumplir lo que ella nos pidió antes de irse. Nos dijo que no nos preocupemos demasiado por la tarea, algo que en cierta forma va a continuar porque es obra de Dios. Nos encomendó que cada uno que nos conozcamos a sí mismos, eso es lo más importante, trabajando dentro de uno”.

Los nietos de Governatori, la luz de sus ojos.

“Eso es lo que estoy tratando de hacer y tengo que reconocer que no es fácil porque nos llenamos de justificaciones para evitarlo. Recalcó que esa es la misión que todos los humanos vinimos a cumplir, combinando con la tarea terrenal y con el dar que es tan gratificante. En eso estoy por estos días”, finalizó

Se apagó el grabador y ambos coincidimos que podría haber continuado, justo cuando el sentimiento compartido de que ingresaba en un plano mágico, creado a partir de la grata confianza generada entre las partes. Quizás, por primera vez en esta sección, se evalúe planificar una segunda parte. El tiempo tendrá la respuesta.

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