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DE AYER A HOY

“En violencia de género aún falta una respuesta más efectiva de la Justicia”

Nora Dinoto, pionera en luchar por los derechos de las mujeres y la diversidad sexual. La militancia desde el Tribunal de Familia. Y el traumático accidente que marcó a su entorno para siempre.

Por Leandro Grecco
Faceboook Leandro Carlos Grecco/Instagram @leandro.grecco/Twitter @leandrogrecco

El 25 de noviembre se conmemoró una vez más en todo el mundo el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, una fecha que invita a reflexionar sobre la importancia de tomar conciencia respecto a una de las problemáticas que más inquieta a la población, frente al estado de indefensión en el que se encuentran las víctimas y el largo trecho que aún resta por recorrer para generar conciencia de género.

Horas más tarde, el femicidio de una joven militar sacudió a los bahienses. El hallazgo de su cuerpo abandonado en un arroyo y su novio como el autor del aberrante crimen, confesando su injustificable accionar, despertaron miles de voces exigiendo que este tipo de episodios no se repitan. El daño irreparable en la familia de las víctimas sirve como muestra para comprender la necesidad de propiciar acciones para evitar que se sumen más muertes.

Nora Dinoto es una activa militante y referente pionera en la ciudad no solo en la lucha por los derechos de las mujeres, sino también de la diversidad sexual. Reconocida por el Senado por su trayectoria –distinción similar a la que recibió la Cátedra Abierta de Violencia de Género de la UNS organizada desde la Red local con la Subsecretaría de Derechos Humanos de la casa de altos estudios–, registra un paso sumamente positivo por el Tribunal de Familia, en tiempos de cambios de paradigmas. En La Brújula 24, le brindamos un merecido espacio a una vida cargada de fuertes emociones.

“Nací en esta ciudad y mis primeros años de vida los pasé en el barrio Bella Vista, junto a mis padres. Soy la segunda de cuatro hijos, tres de ellas mujeres y un varón que falleció hace poco tiempo. La mayor vive en San Rafael (Mendoza) y la más chica reside acá en Bahía Blanca”, destacó Dinoto, al rememorar aquellos primeros años y el presente de su círculo más íntimo.

Luego, retomó la historia de su pasado: “Mi papá era empleado de farmacia, de toda la vida y era una persona muy comprometida, en la Sociedad de Fomento. Mi mamá también fue alguien que hizo lo propio a nivel barrial, pero desde la Iglesia. Mis estudios secundarios los hice en las Escuelas Medias de la Universidad, ingresé al Ciclo Básico y egresé de la Escuela Normal Superior, me gustaba mucho estudiar y es el día de hoy que nos seguimos reuniendo con aquel grupo de compañeras y compañeros”.

“Siempre hay anécdotas para recordar en cada encuentro, como es el caso de las actividades que programamos para hacer el viaje de fin de curso. Fue una etapa que disfruté muchísimo, previa a lo que luego derivó en que comience a estudiar la carrera de Trabajo Social acá en Bahía, dependiente de Región Sanitaria, la cual está bajo la órbita de la Secretaria de Salud de la Provincia, que también dictaba Enfermería”, advirtió, en relación a su formación.

Y postuló que “cuando me recibí, tuve que hacer una formación docente para comenzar a trabajar en educación y luego surgió la posibilidad de hacer la Licenciatura en la Universidad del Comahue. Debí hacer ese curso porque en la secundaria había egresado como bachiller; por ser suplente, trabajé en muchos establecimientos”.

“Fui docente de la carrera de Trabajo Social por espacio de diez años, en tiempos del regreso de la democracia allá por inicios de la década del 80. En paralelo, estaba trabajando en educación, en un jardín de infantes y cuando iba a las Escuelas Medias de la UNS, donde estuve 26 años en el departamento de orientación, me bajaba del colectivo en la esquina de Zelarrayán al 300”, puso de relieve, como un punto de inflexión en lo que sería su destino.

Pero fue aún más allá: “Caminaba por calle 19 de Mayo y veía una casa antigua que en la puerta decía ‘Tribunal de Familia’. Por dentro dije que ese era mi lugar, golpeé la puerta, pregunté si ya habían nombrado Asistente Social y la respuesta fue que estaban recibiendo carpetas con antecedentes. Me postulé y fui elegida para ingresar en el equipo técnico del organismo judicial”.

Mimi y Cholo, los padres de Nora.

“Todo se dio muy rápido porque transcurría el mes de noviembre, solo habían nombrado a los jueces y estaban armando el resto del plantel, compuesto por tres trabajadoras sociales, un médico psiquiatra y una psicóloga. A los 30 días me llamó uno de los jueces para decirme que había sido seleccionada”, consideró Dinoto, orgullosa y satisfecha.

Su perfil la iba a definir rápidamente: “Comencé a desempeñarme en temas ligados a derecho de familia, me involucré en una realidad que había visto en educación, pero solo tangencialmente porque desde el fuero judicial era diferente la perspectiva. Cuando retomamos la actividad después de la feria judicial, tras la crisis de 2001, nos enteramos que desde la Provincia se había aprobado la Ley contra la Violencia Familiar, la cual era incumbencia del fuero que integraba, hacerse cargo de las denuncias”.

“Empecé a tomar contacto con esa realidad, empiezan a abrirse los expedientes y me involucro en esta temática hasta 2016 cuando me jubilo. Hoy sigo trabajando porque considero que es una militancia social que me acompaña incluso fuera de la función”, agregó, mientras bebía un jugo en la mesa de un café céntrico y en una calurosa tarde de finales de noviembre.

Hubo hitos que fueron considerados un avance en materia de tratamiento de la situación que generaba inquietud en un amplio sector de la sociedad: “Recién en 2006 se creó en Bahía Blanca la Comisaría de la Mujer, hasta aquel entonces las víctimas hacían exposiciones policiales civiles que no tenían el carácter de denuncias. Las mismas fuerzas de seguridad dilataban la cuestión porque conocían al victimario y la mujer tenía miedo. Solo intervenía el fuero penal y recién cuando había lesiones de por medio”.

“Costó visibilizar esa problemática, pero valió la pena y aún se trabaja porque quedan más ítems pendientes. En mi caso, fue muy importante la formación social que traía, la cual se tuvo que consolidar luego desde lo jurídico, pero a partir del relato de las mujeres. Escucharlas me hizo entender que algo más siempre se podía hacer, que las víctimas así no podían seguir, inmersas en situaciones tan dolorosas”, afirmó, con énfasis.

Esos primeros tiempos no fueron sencillos: “Al principio uno se llevaba mentalmente a casa esas situaciones, muchas de ellas aberrantes, y pasaba el fin de semana pensando cómo podía ayudar, preguntándose a uno mismo cómo estaría esa mujer en estado de indefensión. Ahora existen organizaciones en territorio que hacen contención y acompañamiento, por ello en muchas oportunidades las ubico y les señalo a determinada persona para que se le preste la atención necesaria”.

En 2018, en un acto en la Universidad Nacional del Sur.

“Por eso, hoy la estructura para intervenir y accionar es diferente. Lo que predomina en esta sociedad patriarcal es el poder y los privilegios de lo masculino por sobre lo femenino, por eso, dejar de lado esas cuestiones y que se cedan espacios a las mujeres es algo que cuesta muchísimo”, argumentó, con la firmeza de quien sabe de lo que habla.

Y aseguró: “Si bien cuesta, hay hombres que se comprometen y reconocen su lugar, construyendo desde otro plano. Percibo que los adolescentes, antes de finalizar la secundaria, logran una apertura mental importante. Incorporan con más naturalidad las distintas identidades de género sin prejuicios y, de alguna manera, eso abre una puerta como para decir que algo está sucediendo, porque ellas y ellos son quienes nos van a marcar los cambios”.

“Hay organizaciones que están trabajando muy bien, pertenezco a la Red Local de Violencia de Género, funcionamos de manera articulada con otras que han ido surgiendo y se van acoplando en el camino con el asesoramiento legal o contención psicológica para las víctimas”, reconoció una de las mujeres más queridas por el colectivo de los bahienses.

Es así que destacó que “falta una respuesta más efectiva por parte de la Justicia, las leyes existen, pero de alguna manera falta una mayor celeridad para dictar medidas de protección que solicitan las víctimas. También hay que comprender que la denuncia ya no es un mero trámite administrativo, lo que requiere de una rápida intervención”.

En 2020, inauguración del “banco rojo” en el Puerto.

“A la víctima le cuesta mucho tomar la decisión de afrontar el problema y no se puede demorar más de 48 horas una medida de protección. Para ello, se requiere de proveer de dispositivos que la mantengan a resguardo y una red de acompañamiento para dar una respuesta integral, que no sea fragmentada”, lanzó, a modo de crítica constructiva, en un tema sumamente sensible.

Para el cierre, se adentró en su vida personal: “Estoy casada con Leonardo y soy abuela de dos nietas. Tuve cinco hijos, la primera se llamaba María Cecilia y murió de un síncope respiratorio al poco tiempo de nacer. Una situación sumamente traumática porque se trató de lo que hoy llamaríamos violencia obstétrica, si hace algo más de 40 años atrás hubiese existido esa figura a lo mejor la hubiésemos interpuesto”.

“José fue a estudiar, se enamoró de una entrerriana y se radicó cerca de Gualeguaychú. Tomás también está casado pero no tiene chicos, se dedica al arte digital y reside en Buenos Aires”, puntualizó sobre sus primeros dos hijos.

Luego, abordó uno de los aspectos más delicados que, con entereza, relató: “Conmigo y mi marido vive el tercero: se llama Ezequiel quien hace 25 años llevó la peor parte de un accidente muy grande regresando desde Zapala donde uno de mis hijos jugaba un torneo de fútbol con las divisiones inferiores de Tiro Federal. Nos embistió un camión, habíamos hecho noche en Neuquén para volver de día y a las 15 nos ocurrió ese siniestro vial que arrojó como saldo que él termine con una cuadriplejia importante que, si bien no lo afectó cognitivamente, lo limita desde el punto de vista motriz”.

Junto a Estela Díaz, ministra de Mujeres, Género y Diversidad.

“La sigue peleando, hace cursos de programación y está centrado en eso. Todos somos sobrevivientes de una situación traumática, cada día enfrentamos un desafío para seguir andando, con luces y sombras, sin bajar los brazos. Por último, la menor se llama Candela, quien también está afincada en Bahía Blanca y es instructora de yoga y meditación”, sostuvo Dinoto.

Sus firmes convicciones la mantienen muy activa: “Es así que mi tiempo se reparte en la vida de cada uno de ellos y, a su vez, me capacité y sigo trabajando desde hace cuatro años, brindando asesoramiento a varones que ejercen violencia, personas que son derivadas por la Justicia. Se trata de un grupo virtual, compuesto por profesionales de distintos lugares, que se conformó para brindar nuestro conocimiento a hombres de la Ciudad de Buenos Aires que fueron condenados por la Justicia, ordenados a formar parte de este dispositivo por un año”.

“Una vez a la semana nos encontramos remotamente y requiere de mucho compromiso porque es una manera de prevenir los femicidios. Se genera un ida y vuelta, trabajando mucho el control de las emociones y hacemos hincapié en por qué están en el grupo, no todos lo reconocen y si lo hacen, lo entienden como un castigo, echándole la culpa a lo que ocurre afuera”, reveló, sobre una actividad que le aporta mucho en lo coyuntural.

Y finalizó con la siguiente frase: “Mi lema en todo lo que emprendo se simplifica a la siguiente frase: No es la felicidad lo que uno quiere, sino quiere lo que uno hace. Todos los trabajos que desempeñé, los disfruté con mucha intensidad”.

Nora, acompañada de una de sus nietas.

Solo la buena gente de verdad se detecta en una primera impresión, con una simple mirada uno puede percibir la bondad que un ser humano que con nobleza y amor transmiten un mensaje en un contexto vertiginoso, despojado de todo tipo de sensibilidad y plagado de superficialidades. Nora Dinoto, pese a su perfil bajísimo, es una referencia ineludible dentro del radar de la empatía.

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