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DE AYER A HOY

Guido Christensen, la versatilidad del artista que hizo un culto del humor

El bahiense brilla en cada disciplina que incursiona. Su amistad con “El Gato” Peters y cómo colabora con sus libretos. El teatro en su vida. Y una reflexión: “Siento enorme placer al escribir”.

Por Leandro Grecco
[email protected] – Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco

Existe una máxima dentro del mundo del arte escénico que postula que es más difícil hacer reír que llorar sobre un escenario. Incluso podría aplicar a otras manifestaciones dentro de la infinita gama de propuestas, sea cual fuere el soporte en el cual el artista despliega su talento.

No obstante, suele ser menospreciada la labor de aquellos que se apoyan sobre el humor para causar sensaciones en el público. Claro que depende de la gracia de la persona que lleve adelante esa misión, del mismo modo que influye el estado de ánimo del lector o espectador. Y si se combinan ambas sensaciones, es decir carcajada y emoción, la labor está cumplida.

Guido Carlos Christensen es, humildemente, un vanguardista. Escritor, humorista, dramaturgo, poeta, artista plástico, narrador y director de teatro, todas disciplinas que conoce y que lo llevaron a ser objeto de admiración en el mundo donde se desenvuelve. Desde aquel comienzo como guionista por más de una década del Dúo Humorístico Los Mosquitos a este presente, donde entre otros desafíos, colabora en los libretos de “El Gato” Peters. Hoy, en LA BRÚJULA 24, buceamos en su vida.

“Soy básicamente y en esencia artista. Llego a ser escritor tratando de ser considerado humorista, influenciado por el estilo de los cuentos del “Negro” Fontanarrosa que me volaban la cabeza. Él fue un referente para todos mis colegas, al igual que Quino. Para mi gusto, ambos son los dos mejores humoristas del mundo, a un nivel extraordinario. A este último no lo apreciamos hasta que paseamos en Madrid y vemos sus fotos gigantes”, mencionó Christensen, mientras se acomodaba en la silla de un conocido café de la avenida Alem.

Y siguió ensalzando a sus ídolos: “El humor de los dos se expandió maravillosamente, los tuvimos acá y no supimos apreciarlos, es algo típico de los argentinos que ni siquiera le damos total dimensión a Messi o al Papa. Fontanarrosa era más abierto en cuanto a la estructura humorística y era un gran escritor, con remates sublimes en cada una de sus historietas, algo que al día de hoy resulta inverosímil”.

“De chico siempre me gustó el arte, incluso desde la música, pero la literatura siempre tiró más y pese a que en casa no había un referente, no se leía. Habiendo dejado atrás la niñez, abrí mi cabeza con lo que me gustaba que eran los sketch y, cuando descubrí que podía hacer reír a través de la palabra, fue una sensación indescriptible”, advirtió, en una suerte de retrospectiva que lo llevó a revivir esa búsqueda.

Es innegable que el artista siempre busca una reacción en el público: “El mayor elogio radica en esa persona que te dice que le causó mucha gracia un cuento mío y hacerlo desde la escritura o bien a través de actores arriba del escenario diciendo un texto que uno redactó es impagable, casi como tener un hijo”.

“Nací en Bahía Blanca, me crié en España al 100, en mi casa vivíamos mi abuela, mi papá, mi mamá y mi hermana, siendo las últimas dos las que aún están vivas, un núcleo familiar muy reducido. Los estudios primarios los cursé en la Escuela Normal, luego pasé por el Ciclo Básico, en la Escuela de Comercio hice un año y terminé en la Media Nº 3 para poder llegar al servicio militar sin pedir prórroga”, recordó, respecto a la infancia y juventud.

La facilidad, ese don que descubrió de chico, le permitió desandar un camino: “Nunca tuve problemas en cuanto a escribir, incluso hacía cuentos mentalmente en el trayecto desde mi casa a la escuela, a medida que caminaba. Todos los días uno distinto, tenía mucha habilidad para crear. Actualmente tengo más de 150 cuentos escritos y estoy por presentar el séptimo libro de mi autoría, siendo que cada uno de ellos tiene entre 22 y 23 cada uno”.

“No vivo de esto, soy comerciante, junto a mi hermana tenemos una empresa de autopartes y todo el mundo se sorprende de cómo hago para escribir para “el Gato” Peters, pintar esculturas o preparar las obras de teatro. Admito que me cuesta, este año particularmente no me fue fácil por el enorme movimiento que se genera en torno a cada proyecto”, evidenció, en otro segmento de la conversación, mientras bebía de su pocillo de café.

Consultado respecto a la razón por la cual tiene una ocupación paralela, infirió: “Nunca intenté vivir solo del arte, siempre lo tomé como un aspecto primordial para mi y pasatista para el resto del mundo. El placer que siento al escribir es inmenso, no lo puedo considerar un trabajo, jamás lo sentiría como un sacrificio. En mi caso, escribo a mano, me siento enfrente a un papel y con la birome tengo mi fuente de inspiración. Después, como buen obsesivo que soy, lo corrijo y lo paso a la computadora”.

“Soy un convencido de que la base de todo es estudiar, hoy siento que en mi vida el hecho de escribir teatro ha ganado un enorme terreno. Es una pasión que durante la pandemia me permitió escribir cinco obras y este año llevé a escena cuatro e hice más de 30 puestas. En 2022 hice Encuentro Con Amigos, Se Lo Juro Señor que es la primera que repito en mi vida, Volvete Conmigo y Postales que es un unipersonal que escribí a pedido de Pablo Fiordelmondo”, consideró Christensen.

Sus convicciones son firmes: “Lo que no se puede negociar es la pasión por lo que uno hace, después, el humor que es uno de mis sellos aparece solo. Participé hace más de 20 años en un certamen de teatro con una obra que se llamaba De Seis en Seis y estaba muy entusiasmado. Para mi estaba bárbara, fue la más aplaudida pero no recibió ningún premio, uno de los jurados de Buenos Aires me puso la mano en el hombro y me felicitó. Le aclaré que no había ganado y me respondió ‘¿vos querés ganar con humor?”’.

“Por eso, cuando escribí una obra dándole un tono serio dije por dentro ‘esto no es mío’ y la volví a plantear humorísticamente, siendo a mi humilde opinión una de las mejores que hice. Con esta obra, Se Lo Juro Señor, una remake que me sugirió mi hija, llenamos el Teatro Municipal”, exclamó orgulloso.

La forma de hacer reír ha cambiado, pero en su caso no le resultó tan difícil adaptarse: “Nunca abusé del humor desde un punto de vista agresivo porque considero que si hay mil personas en el público, jamás apelaría a un recurso que pueda molestar a uno solo de ellos. Siempre tengo a mano eso, me gusta ir a ver teatro, viajo a Buenos Aires una semana y trato de abarcar todas las obras posibles”.

“Mi frase de cabecera es ‘si vos me necesitás a mi para hacer reír, estás en problemas”, porque considero que apoyarse en el espectador para despertar una risa me molesta muchísimo. En Volvete Conmigo, compartimos la mirada con el público sin molestarlo, tratando de formarlo cómplice, sin improvisar y ajustándose al libreto. La gente que paga una entrada debe ser respetada al máximo”, diferenció el multifacético artista.

La nueva ola modificó el paradigma histórico y negar la realidad sería en vano: “Con el stand up, mi percepción es que hay gente que lo hace muy bien y otra que no; soy de los que piensan que “El Gato” Peters lo hacía hace tantos años sin saberlo. A él lo conozco desde hace casi 40 años, él es de Carhué y vive hace mucho tiempo en Las Flores, le gusta venir con frecuencia a Bahía Blanca. Conocía a su representante, lo que me llevó a que en una ocasión pueda charlar cuatro horas en el Café Muñoz”.

“Pegamos una cierta onda, me ofreció vender su espectáculo en la ciudad, en tiempos en los que yo trabajaba con Los Mosquitos, luego me pidió que le escribiera algo, empezó a ver mis libros hasta que me dijo que quería llevar al escenario un texto mío. Le di vía libre. Hoy aparezco en Argentores con mis libretos de sus obras, hasta que le dije que lo único que me interesaba es que esto siguiera como una amistad, que me alcanzaba con que me mencione como autor en sus CD y nada más”, destacó.

Igualmente, el mítico humorista reconoce su trabajo: “Cada tanto recibo un porcentaje de sus obras, pero lo que a mi me importa realmente es que me invite a su cumpleaños, viajar a su casa. ‘El Gato’ es un tipo muy cariñoso, ameno y sencillo, que no se fija en pavadas y nunca se la creyó. Es uno de los grandes humoristas del país, creo que es el único que hace un espectáculo diferente por año. Y después lo graba, por eso tiene más de 30 CD editados, todos los años cambia el show”.

“Somos tres los que escribimos y hacemos nuestros respectivos aportes, él toma mi idea y las otras dos restantes y le pone su magia, que es lo mejor de todo. Lo nuestro son granitos de arena para lo que es el producto final armado por ‘El Gato’”, describió, en referencia a cómo funciona la dinámica por la cual se le da forma al material de cada espectáculo.

Inmediatamente, se explayó respecto de un grupo icónico: “Les Luthiers son unos fuera de serie, no improvisan nada, creo en esa escuela del humor porque si una persona paga una entrada no tiene por qué importarle si el artista tuvo un buen o mal día. Por eso es tan importante el guión, porque un show no puede depender del estado de ánimo del que está arriba del escenario”.

“En Encuentro Con Amigos es la primera vez que subo al escenario y me planto frente al público, algo que ocurrió en febrero en Monte Hermoso, donde suelo hacer temporada. Pablo (Fiordelmondo) se iba de vacaciones ese mes y, casi de casualidad me encontré en la necesidad de hacer mía la interpretación. Salí al ruedo y la pasé muy bien, luego la seguí haciendo en Bahía”, aportó Christensen.

Inquieto, no deja nunca cuentas pendientes: “Hace tiempo me lancé a escribir poesías, las cuales son leídas por Andrea Guerras, tratando de abarcar los rubros que despiertan mi inquietud. El apoyo incondicional de mi familia directa es fundamental para tener las energías necesarias y encarar tantos proyectos en simultáneo. Trato de estar en todos lados a la vez, aunque no se pueda”.

“Solo una vez en mi vida fui a un taller de literatura y me di cuenta que lo que en realidad necesitaba era tiempo para leer. Soy socio de la Biblioteca, saco libros permanentemente, soy lento para leer, me gusta detenerme en cada línea y me considero una persona muy observadora de lo que ocurre alrededor. Creo que de ahí sale el humor”, recalcó, en el tramo final de la conversación.

Al cierre, soltó una serie de definiciones: “Mi público no es el adolescente, no tengo las herramientas para llegar a ellos y es algo que tampoco me haya quitado demasiado el sueño. Me apoyo en mis hijas, una de ellas vive en Mar del Plata y se encarga del diseño de las obras, las cuales las trabajo desde cero. Mi otra hija está en Bahía y me maneja las redes sociales. Y con mi esposa nos encargamos del vestuario y la escenografía. Estoy llegando agotado al final del año por la gran cantidad de puestas en escena que hice. El año que viene pienso dedicarme a dos libros que tengo pendientes”.

No fueron necesarias las bromas durante la charla para comprender cómo funciona la psiquis de un fuera de serie, capaz de alcanzar la fibra más íntimas de la persona para captar su atención y que la carcajada sea inevitable. La figura de Guido Christensen empezó a ser valorada de un tiempo a esta parte, premiado y reconocido como se merece. En la ciudad vive un ser incomparable que despliega la risa como bandera.

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