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INFORME ESPECIAL

Alerta por la falta de repuestos: cuando la incertidumbre vence a la certeza

En la ciudad ya se siente el aumento de precios de las autopartes. El predominio de la mercadería importada golpea el bolsillo de los bahienses. El análisis de dos referentes del sector.

Por Leandro Grecco
[email protected] – Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco

“No me dejan entrar el auto al taller hasta que no lleguen los repuestos y el costo de la reparación es altísimo”, es una frase que se escucha cada vez más asiduamente entre los bahienses que deben poner en condiciones (al menos mínimas) su medio de transporte para el desenvolvimiento diario.

Algunos materiales son importados, en su mayoría originales, y resulta difícil destrabar el arribo al país. La escasez de embragues, amortiguadores, pastillas de freno y motores atenta contra los autos que no se fabrican en el país. También los neumáticos viven una situación particular.

La falta de insumos no solo afecta a talleristas. Cabe aclarar que la industria automotriz –que venía golpeada por la pandemia- ha tenido una merma en las entregas por falta –entre otros insumos- de microchips para las computadoras de las unidades nuevas.

Desde La Brújula 24 conversamos con dos titulares de comercios bahienses dedicados a la venta de repuestos y artículos del rubro, quienes expusieron la realidad del mercado, frente a las turbulencias que se viven en materia económica en el país. Además, un fallo que puede traer consecuencias y remite a la delicada situación actual.

Franco Perruccio es el titular de Autostore y frente a la consulta en relación al contexto de suma incertidumbre que cunde en la calle, no ocultó su inquietud respecto a la rentabilidad y la posibilidad de seguir creciendo tal como tenía proyectado meses atrás, incluso pandemia mediante.

“Estas últimas semanas se complicó para todos, no es novedad. Aumentos semanales, incluso en plazos más cortos, que van desde el 15 al 45% y con algunas líneas de repuestos con restricciones de entrega o directamente sin entrega”, destacó Perruccio, al comienzo de su alocución.

Y describió un panorama preocupante para el rubro: “Se trabaja prácticamente a ciegas, no hay margen que alcance a cubrir una corrida semejante. Una venta del viernes a la tarde, es probable que el lunes no se pueda reponer. Ni hablar si se trabaja con ventas a plazo, supongamos 20 días”.

“Para los que hacemos pequeños trabajos como reemplazo de lámparas o escobillas, terminamos trabajando por menos que una propina”, estableció, graficando el casi nulo margen de ganancia con el que deben capear el temporal.

En cierta forma, también ejercen como psicólogos: “Por otro lado tenemos la difícil tarea de comunicarle al cliente los aumentos de precios, te consultan una tarde, y al otro día cuando llegan al negocio se encuentran con un precio 15/20% de aumento, lo que genera en algunos casos, mala cara y a veces la venta se cae”.

“A todo esto se le suma la presión impositiva que nunca fue baja, pero a lo largo de los últimos dos años por la irrupción del Covid, se ha incrementado”, lamentó Perruccio, un joven empresario local al que no se le cruza por la cabeza bajar los brazos.

En el tramo final, trazó una comparación: “Este tipo de corridas se asemeja a cuando uno recién arranca el negocio en el cual toda la ganancia se va en reponer mercadería, se diluye la ganancia, se hace difícil trabajar en un contexto tan turbulento. Se trabaja para no perder, lo cual desmotiva mucho”.

“Hoy hay que consultar precios en tres o cuatro lugares, más que nunca. Y aprovechar si existe alguna promoción de cuotas. Y jamás esperar, cuando surge un tema resolverlo lo mas rápido posible, porque como pudimos apreciar en 15 o 20 días se puede llegar a pagar hasta 40%”, cerró, aconsejando a los potenciales clientes.

A su turno, Juan Pablo Urra, responsable de la firma JP Repuestos, tampoco es ajeno a las vicisitudes que azotan al sector, independientemente de que mantener el vehículo en buenas condiciones siempre termina siendo una prioridad para los bahienses, lo que a la postre repercute favorablemente en el movimiento cotidiano de su comercio.

“El impacto en el bolsillo es innegable, lo que también repercute en el humor de la gente y eso termina siendo contraproducente en la rueda que debe girar para que todo funcione”, explicitó Urra, comprendiendo la gravedad de la situación.

No obstante, reconoció que “en mi caso particular, los proveedores me siguieron vendiendo prácticamente con total naturalidad, en especial y, haciendo la salvedad, tratándose de productos de fabricación nacional”.

“Los artículos de importación han experimentado un considerable aumento, a tal punto que antes de vender tengo que preguntar si me habilitan la mercadería, al precio que está en ese momento. Luego, la última palabra siempre la tiene el cliente”, relató, en relación a una de las circunstancias más habituales que se le presentan.

Consultado respecto al impacto de la crisis, señaló: “Todavía puedo trabajar con cierta normalidad, aunque en ese caso es clave contar con stock y lo termino vendiendo siempre y cuando si sé que se trata de una pieza que puedo reponer en el corto o mediano”.

“Hay una sola línea que es de extremos de tren delantero que está suspendida porque tuvo un incremento de casi el 60%. Cuando se estabilicen, seguramente volverán a normalizar las entregas, no dejamos de trabajar, más allá de que para cobrar no está nada fácil”, lamentó Urra.

En paralelo trazó una diferencia: “Dentro del local tengo dos mostradores, en uno ofrezco repuestos de autos y en el otro para motos. En este último caso, quizás por el poder adquisitivo de quienes se movilizan en dos ruedas, la gente no está comprando el aceite que lleva el rodado, sino uno más barato que se vende suelto porque no llega”.

“Son personas que utilizan el vehículo para trabajar y cuando tienen que comprar una lamparita, optan por la más económica. El bolsillo viene golpeado porque en todos los rubros se siente la inflación, es así que la forma que tenemos de ‘defendernos’ es tener movimiento, flujo de ventas, para que la rotación implique un margen”, finalizó otro empresario con visión joven de la ciudad.

Jurisprudencia “peligrosa”

Una fabricante de vehículos, una concesionaria y un taller oficial deberán indemnizar a un cliente que compró un cero kilómetro y al poco tiempo ya no pudo usarlo por demoras en la reparación de una falla de fábrica.

El arreglo demandaba razonablemente una semana, pero por una supuesta falta de repuestos, lo tuvieron más de cinco meses. Pretendieron escudarse en que el contrato los autorizaba a tenerlo hasta 120 días hábiles, pero los fallos rechazaron el argumento.

Tal como publica el portal El Cordillerano, el hecho tuvo lugar en Neuquén y todo comenzó cuando un hombre compró de contado una VW Saverio. El primer service oficial debía hacerlo a los 15 mil kilómetros, pero al alcanzar los 9 mil debió concurrir al taller oficial porque el motor no regulaba.

Como la unidad estaba en garantía, el hombre espero un rápido diagnóstico, solución y entrega en perfecto estado. Sin embargo, los días pasaban y pese a que reclamaba información, “nadie le decía nada”. Finalmente le indicaron que el rodado estaba listo y que era un problema “de combustible”. Al retirar la unidad y hacer unos pocos metros, advirtió que la camioneta seguía teniendo la misma falla.

Inmediatamente la reingresó a reparación y nuevamente se sucedieron las demoras sin información respecto del problema. Desde la concesionaria finalmente le informaron que era un problema del catalizador y que la fábrica no les enviaba los repuestos.

La víctima continuó con sus reclamos pidiendo algún tipo de solución, porque el vehículo le era imprescindible. Luego inició una demanda civil en el marco de una relación de consumo.

Un perito mecánico informó que la reparación debió tardar, como mucho, 10 días. Pero la concesionaria y la empresa fabricante se escudaron en que, por contrato, tenían 120 días hábiles reponer el bien.

Un fallo de primera instancia condenó a la concesionaria, al taller oficial y a la marca en cuestión. La indemnización por la privación del uso, el daño punitivo y el daño moral ascendió a 800 mil pesos, más los intereses acumulados.

La Cámara Civil de Apelaciones confirmó el fallo y recordó que un artículo de la Ley de Defensa del Consumidor establece que los fabricantes, importadores y vendedores deben “asegurar un servicio técnico adecuado y el suministro de partes y repuestos”.

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