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DE AYER A HOY

Fundó su jardín hace 47 años y tiene asistencia perfecta desde el primer día

“Chana” Borel de Selvarolo dio su vida al establecimiento por el que pasaron miles de bahienses. El apoyo familiar como pilar fundamental. Y su presente: “Hoy soy un drone que supervisa todo”.

Por Leandro Grecco
[email protected] – Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco

Bahía Blanca cuenta con una rica historia a través de sus 194 años de existencia, desde su posición geográfica estratégica hasta su recurso humano, con notorios exponentes de una trayectoria que los convirtió en verdaderos embajadores de la ciudad en el mundo, desde César Milstein, hasta “Manu” Ginóbili, por citar solo algunos.

También confluyen otros ciudadanos que, sin la trascendencia de aquellos, dejaron un legado tal vez más terrenal, pero no menos importante. Detrás de cada edificio antiguo, de un pasillo añoso en el casco urbano de la ciudad existe un retazo del pasado del cual existen testimonios vivos para contarlos, incluso por sus protagonistas.

Ana María Borel de Selvarolo es la fundadora del jardín de infantes y maternal “Colorín Colorado”, uno de los más antiguos de los establecimientos de este tipo en la ciudad. Conocida popularmente como “Chana”, su calidez la convirtió en una mujer sumamente querida en las distintas generaciones que tuvieron la posibilidad de conocerla. Hoy, te cuenta su historia en primera persona.

“Nací en Bahía Blanca, hasta los ocho años viví en la casa ubicada en Viamonte 81. Por razones de trabajo de mi papá nos fuimos a Buenos Aires. Además de él vivía con mi mamá y un hermano menor, todos ya fallecidos”, inició su testimonio, con la elegancia de una mujer con estilo y clase.

Posteriormente, continuó con la crónica de su vida: “Antes de emigrar y establecerme en el barrio de Caballito, fui a la Escuela Nº 2 de calle avenida Colón y armar las valijas para mudarnos no lo recuerdo como un difícil proceso, al menos en mi caso, siendo mi madre la que más lo sufrió”.

“Solo dos cosas extrañaba de mis primeros pasos en la niñez: jugar con barquitos de papel porque la calle se llenaba de agua, además del ruido de las hojas caídas de los árboles al pisarlas”, describió con la nostalgia de aquel que recuerda con cariño esos años lejanos en el tiempo.

Su destino estaba marcado: “Transcurrieron más de 20 años hasta que regresé a Bahía para radicarme de manera definitiva, en el medio terminé los estudios primarios y secundarios en Capital, donde ingreso, allá por 1959, a la carrera Ciencias de la Educación en la UBA, la cual no terminé”.

“Me casé con Vicente Selvarolo, un bahiense que estudió Arquitectura en La Plata y con el cual compartíamos la idea de regresar a nuestra ciudad natal. Por eso, antes de pegar la vuelta, tomé una serie de cursos en el Instituto Bernasconi donde me recibí de Visitadora Escolar”, reflejó “Chana”, mientras le solicitaba a su hija que le acerque un vaso con agua.

Y añadió: “Con mi marido nos conocimos un verano en Monte Hermoso y la relación prosperó porque vivíamos a 60 kilómetros de distancia durante el año. Él hizo una casa en Buenos Aires con uno de sus profesores, que trató de convencerlo para que no regrese a Bahía Blanca, pero no hubo caso”.

“Mi idea era trabajar, pero la idea de ambos era tener cuatro hijos. Después de que nació el tercero, le dije picaronamente que si me ponía un jardín de infantes, íbamos a buscar el cuarto. Fue casi una negociación (risas). Josefina es la mayor y tiene 53 años, luego vienen Luciana, de 52, Vicente (50) y la más chica se llama Julieta que tiene 46”, puntualizó, en otro segmento de la amena charla.

El primer paso fue premonitorio: “Inicialmente, cuando corría el año 1975, logré abrir un jardín de infantes en calle Moreno al 700. Se llamaba ‘El Principito’, uno de los pocos establecimientos de este tipo por aquel entonces en la ciudad”.

“Fueron tiempos donde se eran frecuentes los viajes a La Plata para poder anotarme para que no ser considerados como clandestinos y solo pedía que me entreguen un permiso provisorio”, rememoró, sobre las gestiones que tenía que hacer, demostrando que la burocracia no es algo de la actualidad.

“La curiosidad es que mi segunda hija, actual Directora del jardín de infantes que tengo en la actualidad, compartió salita cuando era niña con quien hoy es la Vice”

No obstante, sumó que “dos años después, me independicé de mi socia y abrí el ‘Colorín Colorado’ el cual hasta el día de la fecha está emplazado en Saavedra 250. Paradójicamente, este lugar se edificó gracias a un viaje frustrado a Japón con mi marido y el gerente de la agencia de turismo nos advirtió que lo posterguemos para invertir el dinero en algún inmueble”.

“Por eso, compramos esta propiedad y fue paradójico porque estaba casi vendida al Bahía Blanca Automóvil Club y, como mostramos tanto entusiasmo, deshizo la operación para cerrar trato con nosotros”, sostuvo, en otro guiño que les dio la vida, permitiéndoles desarrollarse.

Claro que hubo que hacer grandes sacrificios: “Comenzamos a edificar en el mes de agosto y, como no contábamos con dinero para publicidad, abrimos un verano para que me conocieran y al que acudían muchos chicos de Tambor de Tacuarí”.

“Mi marido les enseñó filatelia, mi papá les daba clases de pesca, era una especie de colonia de vacaciones porque teníamos una pileta de lona y mi mamá tocaba el piano”, refirió, con un noble brillo en su mirada.

Inmediatamente esa situación la llevó a revelar lo que le ocurre por estos días: “Resulta muy emocionante ver que tres generaciones fueron alumnos de la institución, con abuelos que trajeron a sus hijos y hoy los que asisten son sus nietos, es una sensación indescriptible”.

“Hoy, más alejada de los aspectos cotidianos del jardín, soy como un drone que sigue viniendo todos los días y mira todo, pero con el equipo de primera que trabaja no tengo de qué ocuparme. Lo importante de todo es que mi proyecto continuó con el transcurrir de los años”, explicó “Chana”.

Quien actualmente es representante legal del establecimiento afirmó sobre un objetivo que siempre tuvo claro: “La impronta fue fomentar el involucramiento de los padres, un aspecto que en su momento destacó una inspectora que, cuando leía el libro de actas, se sorprendía de la participación de ellos en las reuniones”.

“Es importantísimo porque contribuye al trabajo palmo a palmo. Se sigue percibiendo en tiempo presente porque en los actos del 25 de Mayo y del 9 de Julio, los papás vinieron a participar representando un personaje patriota que hubiesen elegido, de la mano de sus hijos”, celebró, emocionada y satisfecha.

Por estas semanas, comienzan a transitar una suerte de cuenta regresiva hacia otra fecha importante: “El 1º de diciembre vamos a cumplir 47 años abiertos como jardín de infantes y tengo la suerte de que el grupo humano es muy dedicado. Nos esforzamos por el respeto que implica tanto compromiso, lo que convierte el trato con cada familia en algo casi personalizado”.

“En plena pandemia, las maestras dieron clases por Zoom y cuando el establecimiento cumplió 45 años, apagué las velitas de una torta, cantamos el himno nacional argentino y el del jardín”, infirió la histórica propietaria del lugar.

Y sobre es anécdota resaltó que “cuando cada docente se iba caminando a su sala, una nena de salita de tres le comentó a su mamá ‘qué suerte que la señorita tiene pies’ porque siempre la vio en una pantalla. Esas cosas nos llenan de energía y nos dan fuerzas porque ahora la intención es abrir una escuela al lado”.

“La clave, en lo particular, es siempre tener proyectos, eso me da vitalidad y me considero una afortunada porque es el fruto de una educación hermosa que me brindaron mis padres y luego con mi esposo formé una familia numerosa la cual me genera mucho orgullo”, sentenció “Chana”.

Por último, apuntó que estos últimos años no fueron nada fácil, como para casi nadie: “Tuve Covid a finales de año, gracias a Dios con síntomas leves producto de que estaba vacunada. Me contagié unos meses después de haber estado internada por una neumonía en un pulmón, también en plena pandemia. Ahora estoy por aplicarme la quinta dosis; fueron casi dos años muy difíciles porque no me dejaban venir”.

“A los papás de los alumnos del jardín les digo que críen a sus hijos con mucho amor, pero sin dejar de poner límites y lo comparo con una ruta porque no es lo mismo que esté o no señalizada. Eso es lo que se necesita, más allá de que por mi avanzada edad, hoy soy yo a la que cuidan, en especial mis hijos”, concluyó.

“Chana” contagia vitalidad, irradia optimismo e invita a no bajar los brazos. Sus ganas de mantenerse aggiornada, sumado al empuje de su entorno más íntimo, la convierten en un ejemplo a seguir. Con sus 80 años, sin necesidad de acudir diariamente a su creación, pudiendo incluso descansar y alejarse de las obligaciones, mantiene el espíritu del primer día. Y eso, es digno de destacar.

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