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DE AYER A HOY

El legado récord de la familia que perpetúa una marca registrada en Bahía

Los Corvatta ya son una tradición en el mundo de la electrónica. Las tres generaciones. El recuerdo de su fundador. Y una paradoja: “En tiempos de crisis, en nuestro rubro crecen las ventas”.

Por Leandro Grecco
[email protected] – Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco

Emprender y proyectar, materias difíciles en la actualidad pero que están impresas en el ADN de los argentinos, en buena parte por ese gen de aquellos antepasados que fueron inmigrantes con un notorio empuje para forjarse un porvenir mejor, en su gran mayoría, luego de la Primera Guerra Mundial, con muy poco para perder y las valijas cargadas de ilusiones y sueños.

En Bahía Blanca aún quedan rastros de negocios legendarios que lograron sortear todos los escollos, ya sea por factores externos o bien por las vicisitudes propias, para permanecer no solo en el imaginario de los nostálgicos, sino también con la vigencia que implica ir en busca del año número 63 de levantar una persiana para brindar un servicio a quienes confían en lo que del otro lado se ofrece.

Hoy, La Brújula 24, exhibirá el derrotero de una empresa familiar que ni siquiera entre los más optimistas imaginaban semejante cantidad de tiempo de vida útil. Y lejos está de tratarse de una nota comercial, podría haber sido cualquier otra firma, pero con este ejemplo puntual, la premisa es evidenciar de qué forma un comercio se puede convertir en parte del inventario de la ciudad. La historia de Radio Colonia.

Héctor, fundador de la firma, acompañado de su esposa Margarita.

“Nací en 1956 y en 1960 mi padre comenzó este largo camino comercial en la esquina de Estomba y Roca, lugar que coincidió con mi niñez y lo utilicé para disfrutar de mis juegos infantiles. En 1974 nos mudamos a Roca 23, en ese local comencé a trabajar y en 2013 nos trasladamos a nuestras actuales instalaciones”, mencionó Daniel Corvatta, hijo del fundador Héctor y padre de Franco, quien se prepara para tomar la posta, mientras se desempeña palmo a palmo en la rutina diaria.

Daniel contó que “en lo particular, estudié Ingeniería Eléctrica porque me apasionaba el rubro. En medio de ese tramo, más precisamente en 1976, me tocó vivir el momento más delicado de la dictadura militar, lo que complicó todo. Me vine a trabajar con mi padre que tenía una sociedad y unos 20 empleados, en tiempos en los que el negocio era muy grande. Comencé desde abajo y me fui abriendo camino, sabía que esto era lo mío”.

“Actualmente le pude dar continuidad a la firma, acompañado de mi hijo, que tiene intenciones de seguir nuestros pasos, con otra visión de la electrónica. Si no hubiese relevado a mi padre, el negocio desaparecía, porque él murió en 2009 y trabajó aquí hasta ese entonces. Fueron 30 años palmo a palmo, por eso la continuidad estaba sobre mis espaldas”, describió, en otro segmento de la charla en dependencias del inmueble ubicado a metros del Hospital Municipal.

Consultado respecto a la impronta de su padre y si imaginaba las más de seis décadas de existencia del local, reveló: “Él era una persona excelente, siempre condescendiente y nos ayudó muchísimo. En el rubro me enseñó todo lo que debía aprender para dar mis primeros pasos. Tuvo un trato muy especial con los técnicos de esa época, es decir, clientes que se acercaban a diario al local. Todo el mundo lo buscaba a él porque sabía mucho de radios, al menos hasta que la electrónica cambió”.

“Si bien en casa se hablaba sobre trabajo, mi padre sabía separar las cosas y no llevaba los problemas a la intimidad de la familia”, recalcó, al tiempo que exhibió uno de los momentos bisagra: “En 1980, él se independizó de los socios, compró la parte de ambos y transformó la empresa en familiar. La misma funcionó como tal hasta que nos instalamos en el actual domicilio y se dividieron las aguas porque mis hermanas vendieron su parte y yo me quedé con la totalidad del negocio”.

En paralelo, Daniel –hoy responsable de llevar adelante la empresa– enfatizó que no es un rubro sencillo por la constante evolución y la demanda de los clientes: “A mi papá le costó el avance tecnológico porque estaba acostumbrado a una electrónica distinta, la de las radios y los televisores blanco y negro. Ese cambio tan abrupto lo sintió”.

“Siempre apoyamos al técnico, jamás se nos cruzó por la cabeza ofrecer el servicio de reparación porque no era la idea convertirnos en competencia y no existía una demanda en tal sentido porque el gremio cubría la necesidad”, resaltó, durante otro tramo de la entretenida conversación que se materializó minutos después de las 17, cuando el día laboral estaba concluyendo.

Claro que una de las dudas que surgen es la convivencia con la competencia: “Con Casa Di Biagi –otro histórico del rubro que ya no existe como tal– y más allá de lo que los bahienses puedan pensar, la relación fue excelente porque ambos negocios empezaron casi al mismo tiempo”.

“Mantenerse actualizado con los cambios que propone el mercado en esta actividad no es sencillo, porque los clientes te exigen estar a la altura. Hoy, vienen con inquietudes modernas y terminología nueva que encuentran en Google, preguntando por elementos que en China ya existen, pero que no llegaron a Argentina”, refirió Corvatta, planteando una realidad conocida por todos, pero que la vive en primera persona.

Daniel y Franco, continuadores de un clásico bahiense.

Es un rubro muy particular, que presentó (y aún presenta) oscilaciones en cuanto a su rentabilidad: “Puedo puntualizar varios momentos duros para nuestro negocio, uno de ellos durante la década del 90, con el uno a uno en la gestión menemista en la que muchos viajaban y se traían los televisores desde Estados Unidos. A nosotros nos destruyó, desaparecieron los técnicos porque la gente compraba todo nuevo, se le rompía un artículo y lo sustituía por otro a estrenar”.

“Ahora volvimos otra vez al tiempo de la reparación porque reemplazar un producto por uno a estrenar es muy oneroso y es el cliente el que busca recuperar eso que dejó de funcionar. Cuando hay poca plata en el bolsillo de la gente, a nosotros nos levantan las ventas, como ocurrió durante la pandemia”, manifestó, tomando como referencia un punto de la línea de tiempo.

En ese tramo del confinamiento, Daniel resaltó que “fuimos declarados esenciales y pudimos abrir, notando que como a los clientes se le rompían las cosas por pasar tanto tiempo adentro de sus casas. Por las videollamadas por Zoom en tiempos donde no se podía ir a visitar a seres queridos, nunca vendimos tantas fuentes para computación”.

“Obviamente que ante una disparada de la cotización del dólar se torna complejo stockearse porque lo que se vende es importado, pero con tantas corridas cambiarias en los últimos tiempos, lo manejamos casi de taquito”, aseguró, en lo que respecta al modo de subsistencia establecido, a partir de las reglas de juego del mercado en determinado momento de la historia del país.

Y lo ejemplificó: “Empecé a trabajar acá desde el Rodrigazo y desde ese entonces hasta hoy, las pasamos todas, atravesamos todos los vaivenes del país y gracias a Dios aquí estamos, poniendo el hombro. Es un honor que después de 63 años, el público nos siga aceptando y tuvimos que esmerarnos, entendiendo que era menester abrirnos a las redes sociales y la venta online”.

“El desafío está en seducir a los más jóvenes, siendo Instagram una herramienta vital para ampliar el horizonte. Un negocio familiar requiere de encontrar consensos, por eso con mi hijo siempre estamos barajando la posibilidad de cambiar la modalidad con la que crecimos y nos acostumbramos”, reconoció, sin miedo a innovar.

Por tal razón, analizó esa alternativa en profundidad: “El comercio al público desde un lugar físico está bajo la lupa, a partir de los cambios que se produjeron durante la pandemia, con la irrupción de la venta online. Por ahora, los clientes siguen acercándose y busca el contacto cara a cara con nosotros, para que uno le explique cómo se coloca o funciona determinado artículo, guiando y orientando a la gente”.

Daniel, Edith y Franco llevan adelante la compañía en la actualidad.

“Pasar por la puerta de las anteriores sedes de la empresa no me provoca nostalgia, fueron etapas que se fueron cumpliendo y todas tuvieron su aspecto positivo, más allá de los excelentes o críticos momentos, como el actual porque no sabemos dónde estamos parados”, explicó Corvatta, con el anhelo de un horizonte más claro.

Cuando se le preguntó sobre los períodos más prósperos, los marcó con total certeza: “Los buenos los puedo encontrar durante el Mundial de 1978, también en gran parte de la década del 80, hasta la hiperinflación del gobierno de Alfonsín. Éramos únicos, no existían las grandes cadenas mayoristas multinacionales de ferretería que fueron llegando a la ciudad y tampoco las 30 casas de electricidad, más allá de que en lo que respecta a electrónica, las alternativas siguen siendo pocas”.

“Si ninguno de sus tres hijos nos hubiésemos hecho cargo de continuar lo que mi padre forjó, creo que lo hubiese aceptado de buena forma. Apostó a que sea yo el que tome la posta y lo hice porque me gustó el rubro, no fue una carga”, afirmó con cierta nostalgia, por todo lo vivido a su lado.

Es así que no vaciló en trazar un escenario hipotético: “Soy consciente que Radio Colonia es uno de los comercios más antiguos de la ciudad y siento que si nos tocara bajar la persiana por alguna razón, le deberíamos dar una continuidad en el comercio virtual, con el sello de la marca que somos para Bahía Blanca”.

“Es algo que pienso casi a diario, porque la carga impositiva, el gasto de alquiler y los otros costos fijos crecen exponencialmente y son letales para la subsistencia de este tipo de locales es difícil, solo es posible logrando un caudal de ventas grande o con un margen importante”, finalizó Corvatta, sin ocultar su preocupación.

La historia se escribe todos los días, cada página depara una sorpresa. Claro está que si se trata de un proyecto que cuenta con el respaldo familiar, la base sólida de ese vínculo es un valor agregado para iniciar el camino del éxito, que no está emparentado a otra cosa que no sea la satisfacción de hacer lo que a uno le gusta, algo que en los tiempos que corren, no es poco.

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