De Ayer a Hoy
Dimas J. Pettineroli, polifacético emblema local que conquistó Venezuela
Versátil comunicador, experto en relaciones públicas y asesor político de elite se animó a redoblar la apuesta y buscar nuevos desafíos. “Soy puntilloso, me gustan los detalles aunque demanden más tiempo”.

Leandro Grecco / [email protected]
Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco
Almas inquietas, corazones curiosos, espíritus aventureros. Cualidades que fomentan el desarrollo de una persona se introduce en las aguas de las diferentes disciplinas afines a sus gustos e intereses, sumergiéndose en los desafíos que le presenta la vida, sin miedo y con la convicción de que cada una de las experiencias enriquecerá su mochila cargada de buenas sensaciones y aprendizajes.
Esta descripción retrata de pies a cabeza a Dimas J. Pettineroli, decano del periodismo de la ciudad en todas sus expresiones, maestro y licenciado en Relaciones Públicas, formador de voceros políticos y asesor de campañas electorales, con fuerte arraigo en Mar del Plata, pero en especial, en Venezuela, donde desplegó sus alas hace 25 años, sin olvidar sus raíces, el lugar que lo vio nacer y desarrollarse. Hoy, es el protagonista de una nueva entrega de la sección en LA BRÚJULA 24.

En una confitería céntrica y desafiando el calor luego de haber recibido su tercera dosis de la vacuna contra el Covid-19, se definió como “orgullosamente bahiense”, al tiempo que detalló: “Soy hijo único y puedo decir sin temor a equivocarme que mis padres fueron personas hermosas. Él fue el primer mecánico diesel que tuvo Bahía Blanca en la concesionaria Sosa y Cía, y trabajaba en la Fiat. Ella una poderosa gran ama de casa capaz de hacer rendir al máximo cada peso que entraba”.
“Me crié en el barrio Sánchez Elía, siendo la segunda familia que se afincó ahí porque desde Sócrates a Lainez era todo campo. Allí había un ingeniero de apellido Padín, un visionario que compró varias manzanas para edificar viviendas de dos dormitorios con un crédito del Banco Hipotecario. Mi papá adquirió uno de esos inmuebles, donde nos mudamos a mis nueve años porque previamente alquilábamos en Fitz Roy al 100”, aseveró, Pettineroli, mientras leía al pasar la carta antes de ordenar un café cortado.
Con relación a sus estudios, destacó: “Fui a la Escuela Nº 46 de Villa Libre hasta cuarto grado. Los dos restantes de primaria los hice en la Nº 9 de Tiro Federal. La secundaria en la Escuela de Agricultura y Ganadería, donde tuve como compañero a un célebre de la ciudad como Atilio José Fruet, mientras que cuarto y quinto año los completé en el Normal, donde me gradué de maestro en 1960, en tiempos en los que me la pasaba en la Biblioteca Rivadavia sin comprar un solo libro”.

“Un año antes fundé un periódico que salía todos los meses y se llamaba 'Adelante'. Con los años me enteré de que hubo uno similar de la UCR con ese nombre, en tiempos de Yrigoyen. Siempre fui muy puntilloso, me gusta estar detrás de todos los detalles aunque las cosas demanden más tiempo. Asimismo, pienso que las carreras uno las gesta con una pizca de suerte, aunque hay que ayudarla”, evidenció, como parte de dos reflexiones que marcaron una idéntica tónica en su carrera.
Inmediatamente volvió a aquella raíz que forjaría un derrotero exitoso: “Había una imprenta que se llamaba Harris y su dueño, feliz por el contenido del periódico, me ofreció cobrar el precio de costo y eso me posibilitó que todos los últimos días del mes saliera publicado. En la escuela lo compraban todos porque reflejaba la vida estudiantil, con muchas fotos que me acercaban mis compañeras”.
“Era secretario general de la Federación de Estudiantes de la Provincia de Buenos Aires y cuando terminé el secundario me invitaron a ser consejero asambleísta por la Asociación Universitaria, algo que acepté porque me tomaron por sorpresa. Para ese entonces consideraba que mi experiencia de dirigente estudiantil estaba cubierta al máximo. En las elecciones ganamos por una abrumadora mayoría y después de la primera reunión del Consejo me di cuenta de que no era lo mío”, enumeró, dejando entrever su inquieta manera de moverse por la vida.

Allí, apareció un primer mojón en su vida: “Fui a despedirme de los medios que me habían ayudado en aquella campaña y en LU3, Esteban Dobal me preguntó qué iba a hacer, a lo que le contesté que estaba inscripto como maestro rural que para mí sería una experiencia maravillosa, viviendo en el campo, más precisamente en Teniente Origone. Automáticamente me dijo 'tengo algo para vos'. Me sugirió hacer noticias universitarias en la radio, que no me iba a costar nada. Eso me sirvió como excusa para renunciar a la banca”.
“Paralelamente, en Brown y Fitz Roy estaba la agencia de motos Vespa y su dueño era un teniente de navío, que se había estrellado con un avión en Espora, salvando su vida de milagro. En una ocasión, me llamó para que ingrese a su oficina y me propuso trabajar con él, porque necesitaba un secretario que se pareciera a él. Me ofrecía tres veces más de lo que iba a ganar como maestro rural, y terminé aceptando porque era muy tentador incluso como experiencia, porque aprendí mucho”, indicó agradecido.
Mientras hacía mis primeras armas en la radio, recibí el llamado de Valentín Pitiot, gran periodista deportivo que era director del diario El Atlántico, el segundo de la ciudad además de La Nueva Provincia y que luego terminó intervenido. Él era el esposo de mi maestra de los últimos años de la primaria y me convocó para escribir sobre softbol. Por si esto fuera poco Guillermo Brandauer, que fue quien trajo ese deporte a la ciudad y era mi vecino me dio la posibilidad de ser delegado de su club y no me arrepiento porque fue una experiencia maravillosa”.

“Se hizo un petit Campeonato Argentino para crear la Asociación nacional, donde fui uno de los fundadores, algo realmente hermoso porque era muy joven y solo estuve un año. Me borré del Consejo Escolar, una carrera como maestro que nunca comenzó por razones económicas, más allá de que luego pude ser docente desde otro lugar”, aseveró, con relación a una de sus primeras decisiones fuertes, pese a su corta edad.
El periodismo atrapó a Dimas y, como suele ocurrir, no es fácil escapar a sus encantos: “En El Atlántico empecé a hacer carrera porque las secciones deportivas de los diarios eran muy poderosas, compuestas por hasta 15 periodistas, no todos con salario. En mi caso particular, comencé a progresar porque me ofrecían la cobertura de partidos de fútbol y básquet”.
“Al muy poco tiempo, surge una vacante en LU3 porque Mario Gabrielli emigra a La Nueva Provincia, a quien era muy cercano porque compartíamos los mismos gustos. Les manifesté que quería que me tomaran una prueba, a lo que accedieron y pedí que sea presenciada por uno de los dos locutores que junto a un par de empresarios eran dueños de la primera emisora del país en ser privatizada”, recordó Pettineroli, entusiasmado con aquel relato y las imágenes que le venían a su mente.

De esa anécdota, describió que “al otro día me tocó leer las noticias a las 16 ante la mirada de los cuatro titulares del medio, entre los que estaba la gran voz de Herberto Long que era un caballero. Uno de ellos se pone de pie e inmutable se acerca y me da la mano para decirme 'bienvenido', en vísperas de las elecciones de marzo de 1962 que proyectaba una gran cobertura, al punto de incluir hasta vecinos que hacían las veces de corresponsales”.
“Ese domingo de comicios me integraron a la transmisión radial y era costumbre que terminaba cuando se conocía el ganador local, para luego conectar con Buenos Aires. Eran las nueve de la noche y le hice el planteo a Dobal de que era un error cortar, porque era incierto el resultado, entregando servido a LU2 toda la audiencia, a lo que me contestó que si quería quedarme, podía hacerlo. Junto a un locutor llamado Antonio Medina que también fue actor, estuvimos hasta la una de la mañana e hicimos un show que catapultó mi carrera, se podría decir que ahí nací periodísticamente”, añadió.
Claro que al principio tuvo ciertos reparos: “Nunca había querido hacer nada en televisión porque veía que todos los que lo intentaban, terminaban prendidos fuego, producto de la precariedad técnica. Solo iba de invitado a los programas, hasta que el 1º de julio de 1966 debuté en Telenueva, donde permanecí varios años, logrando el 85% de audiencia por noche”.

“Un día vino ‘Pipo’ Mancera a Bahía Blanca a hacer su mítico programa de TV Sábados Circulares y me encomendaron atenderlo. Apenas llegó al aeropuerto me pidió que lo lleve a conocer el canal porque tenía una intriga tremenda que lo hizo solicitar apenas puso un pie en el estudio la planilla de mediciones de audiencia. La miraba y no podía entender cómo Bahía era la segunda ciudad en la que estaba segundo, por debajo de Telesíntesis, la cual yo conducía. Ahí nomás me nombró su corresponsal, muy bien rentado”, rememoró, en otro de las emotivas situaciones.
Quizás el punto máximo fue recibir un galardón ante verdaderas figuras de la escena nacional: “Haber ganado el Martín Fierro en 1972 fue algo muy grande, porque enfrenté a monstruos enormes y de visitante, al estar ternado junto a Nuevediario, Telenoche y Canal 11. Nadie me conocía, salvo Omar Gómez Sánchez, y cuando gané tardaron 20 minutos en acercarse a saludarme. Mónica Cahen D´Anvers me felicitó y me dijo que hacía falta que alguien los ubicara en la palmera a los que trabajamos en Buenos Aires”.
“A fines de la década del 90 me fui a vivir a Mar del Plata porque me había prometido instalarme en la ciudad que elijan mis hijos para estudiar. Eso surge de lo que me pasó en los 70, cuando amigos habían recibido a sus hijos en un cajón y no quería que eso me ocurriera. A comienzos de la década siguiente, mi hijo se fue tres meses allí y al poco tiempo viajé yo; me encontré con Norbert Degoas que me insistía para que vuelva a la televisión, a lo que en un principio me rehusaba”, afirmó, mientras terminaba el contenido de su pocillo y el local gastronómico empezaba a poblarse de clientes.

Pero el histriónico publicista y coterráneo lo convenció: “Fuimos ambos a una reunión con el director de Canal 10 de Mar del Plata que me conocía de mucho tiempo y me comenta que tenía intenciones de hacer la cobertura de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984, donde iban a participar atletas marplatenses. Me hizo una oferta muy buena, incluso con segundos en publicidad que estando con Degoas se convertía en dinero rápidamente. Para el segundo programa ya querían incorporar mis espacios en el noticiero”.
“Después comencé a trabajar como asesor del intendente Ángel Roig y descubrí otra faceta de mi carrera que logró un empuje gigantesco. Me pude hacer conocido en Buenos Aires, más allá de que en campaña electoral tenía que dejar el periodismo para ejercer el nuevo rol”, invocó, sobre otra de sus ocupaciones, la que aún hoy lo tiene muy atento y demanda la mayor cantidad de horas a nivel profesional.
No obstante, aún faltaba un último golpe de timón: “Con el tiempo, empecé a notar que los inviernos me hacían mal, vivía resfriado y con un fuerte dolor lumbar. Y mi hijo que se había graduado de abogado, el primer año tras obtener el título trabajó mucho en verano levantando suspensiones de comercios en Mar del Plata y ganó mucho dinero en esos pocos meses. Junto al otro colega con el que había trabajado planificaron irse de vacaciones y les sugerí que no vayan a Brasil, sino a un lugar que no conocieran”.

“Se me ocurrió recomendarles Isla Margarita por la cantidad de publicidad que veía por aquel entonces y allá fueron, compraron los pasajes a Venezuela. Cuando regresaron no me decían ni una palabra del viaje hasta que le pregunto a mi hijo y me responde que si me comentaba algo de lo que se encontró me iba a querer ir a vivir allá”, aseguró Pettineroli, con una mueca de satisfacción en su rostro, al haber optado por la opción correcta para su destino.
La salud tenía a maltraer a Dimas: “En aquel entonces, por el frío se sumó que también estaba con 15 de presión, por lo que le dije al médico que iba a instalarme en el lugar donde mi hijo la pasó tan bien. Mi hija, que estaba a punto de recibirse en la carrera de Turismo, se fue primero con mi esposa porque para la tesis necesitaba hoteles cinco estrellas que en Mar del Plata no existían y en aquel entonces recién se estaba construyendo el Sheraton”.
“Una semana más tarde viajé con mi hijo, y dejé de sentir dolor en el cuerpo además de normalizar mi presión arterial, pero la idea inicial no era echar raíces en la Isla Margarita. No obstante, a mi regreso a Mar del Plata le explico la situación al médico, que me contestó que mi problema no era algo que se resolviera con medicación, sino que el clima cálido ayudaba a mejorar mi salud ósea desde el punto de vista lumbar”, expresó, sobre una situación que no lo hizo titubear al momento de armar las valijas.
Y no regresó: “A los seis meses nos radicamos en Isla Margarita, que para esa época, año 1997, era el Las Vegas de Sudamérica, hasta que apareció Hugo Chávez. En 2005, cuando veníamos de visita a Argentina, mi señora afirmaba que notaba ciertos síntomas que emparentan al país con Venezuela. Eran tiempos de un vínculo fuerte entre Chávez y Néstor Kirchner”.
“Cada vez que comentábamos ese paralelo entre ambos países, nuestros amigos de acá decían que estábamos equivocados y eso nos hacía acordar a lo que nos aseguraban los venezolanos, que ellos no eran Cuba. El ataque a la Justicia, la expropiación de la propiedad privada, la inseguridad, la pobreza y la falta de un plan económico son aspectos que se replican y que algunos aquí no los quieren ver”, se lamentó, con un inocultable dejo de preocupación.
Tras cartón, evaluó la breve alternancia que se produjo entre 2015 y 2019: “Lo de Macri fue una decepción tremenda, porque cuando ganó la presidencia, le creí lo que dijo al asegurar que tenía el mejor equipo del mundo, pero empecé a escucharlos hablar y descubrí que no tenían idea de nada. Cuando anunciaron el aumento de las tarifas del 50% sin ofrecer ni siquiera un vaso de agua me di cuenta que estaban locos”.

“El matrimonio Kirchner y Chavez comían en una parrilla al lado de mi casa en Isla Margarita, localidad que durante mucho tiempo fue sede de cumbres latinoamericanas. Alrededor de las diez de la noche viene el dueño del lugar a pedirme por favor que lo ayude a organizar todo el protocolo, pese a que ya estaba lo que allá se conoce como 'la casa militar' que tiene a su cargo toda la logística”, aportó, sobre el vínculo entre los máximos exponentes de la historia moderna de Argentina y Venezuela.
De aquel episodio reveló: “Definimos en qué mesa ubicarlos, al aire libre y a escasos metros de la playa, un lugar espectacular, y a los diez minutos llegaron en dos autos. Se ubicaron los tres en una mesa en la que no faltaron risas, mientras en otra más lejana estaban los cancilleres y demás miembros de las comitivas”.
“Al poco tiempo se hizo otra reunión con el mismo esquema, fue seis meses después de aquella primera cumbre, pero en esa oportunidad me avisaron con más tiempo de antelación. La familia Kirchner y Hugo Chávez eran amigos de verdad”, concluyó Dimas, como quien sabe perfectamente de lo que habla porque lo pudo observar con sus propios ojos.
Como si hubiese sido guionado, Pettineroli recibió un llamado importante que se prolongó por varios minutos, instantes después de que el grabador se apagara, justo antes de la despedida formal para tomar contacto con el calor abrazador de una de las últimas tardes tórridas pronosticadas para los próximos días y la promesa de volver a encontrarnos para compartir pensamientos con este cronista, ya sin la formalidad de un artículo periodístico de por medio.
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