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INFORME ESPECIAL

Universo graduados: cuando el sacrificio tiene recompensa y vale la pena

Tres flamantes profesionales recibidos en Bahía contaron sus experiencias. El impacto de la pandemia. La inserción en el mercado laboral. Y la importancia de nunca dejar de perfeccionarse.

Leandro Grecco / [email protected]
Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco

El esfuerzo, la satisfacción del deber cumplido, horas de “quemarse las pestañas” para alcanzar el objetivo de completar una etapa de formación académica que dota de las herramientas necesarias para enfrentar el mundo exterior y, por mencionarlo de alguna manera, recibirse de adulto, no solo por el significado de un título o un diploma.

La inserción en el mercado laboral se transformó en un verdadero desafío para quienes no cuentan con la experiencia requerida por los que ofrecen empleos. Los tiempos han cambiado y aquel paradigma que reinó durante décadas respecto a las formas convencionales de lograr acceder a un trabajo ha quedado atrás, abriendo las puertas de otras alternativas tan válidas como aceptadas por el común denominador de la sociedad.

En estos últimos casi dos años, las universidades de todo el país debieron readecuar sus mecanismos de evaluación para permitir que los estudiantes pudieran graduarse en el marco de la pandemia de Covid-19 y los nuevos matriculados obtuvieron sus títulos en ceremonias que, en algunos casos, hasta se realizaron a distancia, con ayuda de las redes sociales.

La Brújula 24 se apoya en la columna de opinión publicada días atrás por Luciano Campetella, flamante Profesor en Letras, y propone conocer otras tres historias de ex egresados del mismo nivel que hoy cuentan y ostentan con los pergaminos necesarios para convertirse en profesionales exitosos, en un contexto donde el saber nunca ocupa lugar.

“Obtuve buenas calificaciones casi sin proponérmelo”

El primero en prestarse a la propuesta fue Emanuel Eduardo Ramadori, de 30 años, nacido en Bahía Blanca y que con 9,75 de promedio obtuvo el título de Licenciado en Matemática en la Universidad Nacional del Sur.

“Considero que llegué bien preparado a la Universidad en cuanto a los conocimientos que arrastraba desde la secundaria. Sin embargo, no tenía un buen hábito de estudio. En mi opinión, esto se debe a que la mayoría de exámenes con un día o dos alcanzaba para incorporar lo aprendido, pero a nivel universitario, los exámenes, sobre todo los finales, requieren de más tiempo de estudio”, resaltó Ramadori, al inicio de su testimonio.

Paralelamente, sostuvo que en relación a si el hecho de haber alcanzado uno de los mejores promedios del año entre todas las carreras fue algo buscado o se fue dando: “Cursé el 95% de la carrera, luego de retomarla, con 25 años y siendo padre, por lo que mi intención desde el inicio fue conseguir trabajo de matemático luego de recibirme”.

“Al principio obtuve buenas calificaciones ‘casi sin proponérmelo’, pero luego de un tiempo fue algo buscado, ya que mi objetivo era ser investigador y muchos profesores me recomendaron lograr un buen promedio para tener mayor probabilidad de obtener una beca doctoral”, mencionó, a raíz de la segunda de las preguntas formuladas.

Por último, el joven matemático recalcó que “cuando me preguntan si una vez graduado considero necesario seguir estudiando alguna especialización o doctorado siempre respondo lo mismo. Depende de lo que quiera hacer cada persona. En mi caso sí, pues es lo que me gusta, además de la docencia. Actualmente, cuento con una beca doctoral de Conicet, la cual me permite dedicarme por completo a mis estudios”.

Un profesorado con todos los honores

Nazarena Rocío Cejas tiene 29 años y vive en Bahía Blanca. Hace escasas semanas se recibió en la UNS de Profesora de Educación Inicial, con un promedio de 9,61. Brindó sus sensaciones ante la requisitoria de este informe especial

“La pandemia atravesó el último año de mi carrera, por lo cual era justo el momento de hacer las residencias. Ese fue un punto crítico porque no se sabía si íbamos a poder cumplir con ese requisito para recibirnos. Fueron días de gran incertidumbre porque, además, la premisa era poder compartir con los nenes y las nenas en la sala para llevar adelante el proceso, del mismo modo que se venía haciendo años anteriores”, destacó Cejas, rompiendo el hielo.

Pero fue aún más allá: “Estamos hablando de la etapa más enriquecedora y que más se disfruta de la carrera. Allí, el Covid-19 tuvo un impacto directo. Lo positivo fue vivir situaciones distintas, a partir del uso de otros canales de comunicación, experimentando los vínculos de otro modo y dándonos cuenta de lo importante que es la relación cara a cara con los alumnos, además de sus familias, lo cual no fue sencillo al comienzo, pero permitió poner en marcha muchas herramientas, algunas de ellas desconocidas, para tratar de lograr los objetivos. Principalmente que aprendan y estén contentos en esas horas que estaban con nosotras a través de la plataforma Zoom.

“A quienes están a punto de terminar sus estudios secundarios y aún no tienen resuelto qué van a estudiar les diría que estén abiertos a todas las posibilidades que pueden aprovechar. Que le metan para adelante, que se tomen el tiempo para probar, sabiendo que lo que elijan no tiene por qué ser definitivo”, aseveró, a modo de consejo, tomando como referencia su experiencia personal.

Y agregó que “también sugiero investigar de qué se trata determinada carrera, si los temas y las materias les gustan. Y en última instancia anotarse para comenzar, porque lo peor que les puede pasar es que no les guste. Es allí donde se abren otras alternativas para incursionar en otra propuesta académica. En mi caso, hice la carrera de Psicología, pero no era lo que yo pretendía para mi futuro laboral, optando luego por la que me permitió graduarme”.

“No se cierran las puertas, es válido experimentar hasta saber cómo se sienten, siempre aprovechando la oportunidad para formarse. Tampoco quiero dejar de poner en consideración a aquellos que tienen que trabajar, donde lo ideal es no ponerse límites y evaluar la posibilidad de hacer ambas cosas, a sabiendas de que los tiempos sean otros, aunque sin quedarse con las ganas”, mencionó Cejas en esa misma dirección.

Asimismo, la flamante docente sugirió “acudir a un profesional para que los oriente en su vocación aún mejor porque sé lo que es salir de la escuela y frustrarse por no hallar un rumbo. Incluso, preguntar a los que cursan lo mismo que uno tiene en mente para sacarse las dudas”.

“Mi paso por la UNS fue muy grato porque se convirtió en un segundo hogar y me quedo con las muy lindas experiencias que me tocaron vivir. En lo que respecta a mi carrera me hubiese gustado tomarme más tiempo para las jornadas educativas que se proponían o las actividades que los propios estudiantes sugerían. Incluso a partir de los trabajos grupales que eran un verdadero disfrute”, ensayó, a modo de crítica totalmente constructiva.

No obstante, lo ejemplificó: “A veces en el día a día y por ir cumpliendo con el plan de estudios o simplemente por dedicarle tiempo a la vida social o a la familia, uno se pierde de aprovechar de esos momentos que son diferentes y son positivos para incorporar conocimientos. En especial por el hecho de que se construyen vínculos con personas con las que seguramente estará en contacto por el resto de su vida, un peldaño más que se construye durante la formación, con los colegas con los que forjó un nexo”.

Estudiar lejos de casa, un desafío

En último término, los conceptos de Gabriela Yasmina Romero, de 30 años y oriunda en Zapala (Neuquén). Se recibió de Ingeniera Electricista con un promedio de 8.20 en la Universidad Tecnológica Nacional de Bahía Blanca.

“Mi experiencia en la universidad fue excelente. Obviamente que hubo algunos bajones como todo mortal, sobre todo el primer año que me mudé a Bahía Blanca, ya que venía desde Zapala, la competencia directa al viento de esta ciudad y solo tenía una conocida. Ese fue el golpe más duro creo. Igual siempre estuve muy involucrada en la universidad y eso me ayudó muchísimo”, repasó Romero, mirando aquellos tiempos no tan lejanos.

“El primer año empecé a participar del Grupo de Robótica y Simulación y fue mi pilar más fuerte en toda la carrera, es un vínculo que hoy como graduada sigo manteniendo. Lo que aprendí más allá de la carrera creo que fue el relacionarme y terminar de formar mi personalidad. En electricidad hay pocas mujeres y ese era un desafío. Pero por suerte siempre me encontré con gente que me apoyó y mis compañeros de cursada son lo mejor de la vida”, sostuvo sonriente y agradecida.

Con respecto a la búsqueda de un sustento para aplicar lo aprendido, indicó: “Empecé a trabajar como pasante en una empresa afín a lo que venía estudiando cuando estaba en el cuarto año de la carrera. Luego de esa etapa me convertí directamente en empleada de planta permanente. Soy una agradecida porque allí me enseñaron muchísimo durante todos los años en los que trabajé con ellos”.

“Sin embargo, hace cuatro años que cambié de rumbo, buscando nuevos horizontes y me incorporé a una compañía dedicada a la ingeniería en oil & gas y petroquímicas. En esta empresa desarrollo el puesto de coordinadora de proyectos, y desde el rol que me toca cumplir, intento ayudar a nuevos profesionales y alumnos avanzados a insertarse en el mundo laboral”, sostuvo orgullosa, con una carrera en meteórico ascenso.

Por último, rememoró un momento imborrable: “Sobre aquellas primeras sensaciones que experimenté luego de rendir el último final de la carrera me quedó grabado que no me dieron la nota ese mismo día. Me acuerdo que abrí el mail con la calificación y cuando leí la palabra “aprobado” me senté en el piso y empecé a llorar. Fue algo realmente muy loco. Obvio que pensé en mi familia y en el significado de tener el primer título universitario, devolviéndoles de algún modo tantos años de sacrificios”.

En tiempos donde las últimas estadísticas a nivel nacional reflejan que solo un 15% de los estudiantes universitarios consigue su título de grado, contar en Bahía Blanca con un amplio abanico de posibilidades, en un menú académico cada vez más completo y con el valor agregado de tener propuestas públicas y gratuitas, es poco menos que agua en pleno desierto.

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