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DE AYER A HOY

“Llevo un enorme dolor en el corazón por las muertes de mi hijo y mi marido”

“Coca” Cenci, dueña de una nobleza única. La inspiración que significó Favaloro. Su renacer hace 25 años, ganándole a la soledad. Y por qué su hermana de la vida la llama “un Cristo roto”.

Leandro Grecco / [email protected]
Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco

El nombre Edith Susemihl para la inmensa mayoría de los bahienses pasa desparecibido porque, sin lugar a dudas, su apodo (que recibió el mismo día de nacimiento por parte de su abuela) y apellido de casada lo relegaron por completo. Claro está, entonces, que primero fue “Coca” y cuando llevaba un cuarto de siglo en este mundo se convirtió en Cenci para los vecinos de la ciudad, transformándose así en una mujer que gozó –y aún goza– de una notable popularidad.

Versatil y multidisciplinaria, forjó un trayecto lejos de los estándares naturales de su época, ocupando con hidalguía el rol de “la esposa de…” durante muchos años. Rebelde e inquieta, incursionó en distintas disciplinas, aunque su recorrido todavía vigente en los medios de comunicación y, en menor medida aunque no menos importante, a partir de las terapias complementarias holísticas, la mantienen activa y más que saludable.

Sin embargo, la vida se encargó de propinarle golpes durísimos, que para cualquier otro mortal pudieron haber significado letales. Pérdidas en su entorno más íntimo la hicieron tambalear, pero merced a su fortaleza tan única como inconmensurable, se mantuvo de pie. Por todo esto y mucho más, La Brújula 24 le rinde un homenaje a una mujer que reivindica a tantas otras, una pionera en su género dentro del periodismo. En suma, una persona de bien.

“Soy puramente bahiense. Nací en 1948 y mi niñez transcurrió en Yrigoyen al 900, junto a mis padres y mi hermano casi cinco años mayor que actualmente vive en Estados Unidos. Un sector que hoy está totalmente modificado, crecí a escasos metros de un tramo que por aquel entonces se conocía como ‘la pasarela’, luego vino el entubado y lo que luego derivó en el Paseo de las Esculturas”, describió “Coca”, en un diálogo que se convirtió en cautivante con el paso de los minutos.

En esa misma línea de tiempo, puntualizó que “al tiempo mi padre compró una vivienda sobre calle Fuerte Argentino donde crecí, entre el arroyo y las vías del ferrocarril. Un quintero de apellido Lorenzo cerraba todo y teníamos la calle para nosotros, a pocos metros había médanos, no estaba urbanizado como en la actualidad, la calle Sarmiento desde el punto de vista residencial no existía. Para mi niñez, aquello fue brillante. Suponíamos que jugábamos con nutrias y a lo mejor eran ratas”.

“La Escuela Primaria la cursé en la Escuela Nº 4 de calle Lamadrid, tenía más cerca la 509 en La Falda, pero mi mamá no quería que vaya allí porque había que atravesar las vías y no había casas alrededor. Los estudios secundarios los cursé en el ex Colegio Nacional. Mis amigos de la adolescencia eran los hermanos Amodeo, que son los dueños de los Cines del Centro, las familias Santi, Adotti, Rubio, Nuciari, Brizzo”, indicó, con un dejo de nostalgia en sus ojos.

Paralelamente, “Coca” recordó que en sus tiempos de juventud militaba mucho en villas de emergencias: “Lo hacíamos junto a grupos de personas de corta edad que con el paso del tiempo fuimos considerados subversivos. En la UNS me anoté para estudiar Licenciatura en Relaciones Públicas con orientación en la relación obrero-patronal, a partir de un acuerdo con una Universidad de Paraguay, en tiempos donde los golpes de Estado eran moneda corriente. Presenté la tesis y como mi papá trabajaba en la empresa Esso pensé que tenía las puertas abiertas para todo, algo que no fue así”.

“Recién ahora pareciera que se le está dando bolilla a lo que yo escribí en mi tesis respecto de la importancia de tener una guardería para que la mujer rindiera en las empresas. Me convertí en madre grande para aquellos tiempos porque mi hijo nació cuando tenía 25 años, cuando el mandato social indicaba que lo correcto era que lo fueras a los 19”, recalcó, con un fuerte espíritu crítico de la mencionada contingencia.

Su derrotero continuó: “Ingresé a trabajar en la Municipalidad y creo que aquello me permitió sentar las bases para que cuando me tocó incursionar en el periodismo me convirtiera en la primera mujer de la ciudad en hablar de política y economía, durante la presidencia de Raúl Alfonsín. Eran tiempos difíciles porque si bien había regresado la democracia, a diario todavía era moneda corriente recibir amenazas de parte de personajes como Seineldín”.

“A Eduardo lo conocí cuando él ya era periodista y yo tenía mi empleo en el municipio. La vida nos permitió vivir juntos 23 años, hasta su fallecimiento. Era como un chico más, quizás por su timidez los que no lo conocían pensaban que era una persona antipática o creída, muy divertido a su manera”, enfatizó al momento de hablar de su compañero de la vida, hasta el último suspiro de quien fuera un referente de los medios de comunicación de la ciudad.

Su mirada se enternece al evocarlo: “Con mi esposo compartíamos el gusto por las películas, me pedía que le comentara los libros que leía. Fue un hombre que me tuvo muchísima paciencia cuando me tocó recalar en el periodismo en Radio Nacional y LU3 donde hice mis primeras armas. A mí nadie me cuestionaba lo que preguntaba porque siempre me apoyé en la base de los buenos modales. Los entrevistados lo encaraban a él para quejarse por la nota que les había hecho, a lo que Eduardo les respondía ‘Coca lee cinco diarios por día, está muy informada y es frontal’”.

“En una ocasión, había un problema en el Consejo Escolar, Ana Civitella era parte de dicho organismo e inspectora. La invité junto a otros dos políticos, pero no vino a la radio. Los que asistieron a los estudios se explayaron y pide salir por teléfono al aire, enojada conmigo. Le retruqué que yo no iba a salir en su defensa, que ella estaba invitada y no asistió. En definitiva, terminó cortando la comunicación. Hoy lo recordamos con Ana y nos reímos mucho”, relató, a modo de anécdota.

Sobre su filosofía de trabajo, “Coca” no vaciló: “El periodista tiene que preguntar lo que la gente quiere saber, no somos estrellas ni tenemos que respetar de más al entrevistado. Recuerdo que veníamos de un tiempo en el que varios funcionarios nacionales aumentaban su patrimonio, porque daba la casualidad de que siempre aparecía algún familiar muerto en el exterior y les dejaba una herencia”.

“Una vez como hacía con otros políticos, a Roberto Staheli le pregunté si tenía algún familiar que le pueda legar aunque sea una puntilla. Claro que lo negó rotundamente, asegurándome que todo su patrimonio lo había hecho con esfuerzo. Al poco tiempo, la historia conocida: le apareció un campo y la Justicia me pidió la grabación de aquella entrevista que le había hecho”, sintetizó, en uno de los momentos de mayor exposición de su vida profesional.

La charla derivó en el tramo más lapidario que le deparó el destino: “En noviembre de 1995 me diagnosticaron un cáncer de útero del que tenía un 5% de posibilidades de curarme, por lo cual me sometí a una intervención quirúrgica. A tal punto, el propio René Favaloro que tenía conocimiento del cuadro de salud de mi marido, le avisó a mi médico que yo iba a padecer algún tipo de patología, porque me enojé mucho con la vida cuando me dijeron que Eduardo se moría”.

“A Favaloro lo conocimos porque todos los años venía a rendir un homenaje en Bahía Blanca y le hacíamos notas. Además, mi hijo tuvo una arritmia y fui a su Fundación para que lo atiendan. René era un médico que operaba gratuitamente a quien tenía un bajo poder adquisitivo y fue quien diagnosticó a mi marido un problema congénito de todos los varones que no producían colesterol bueno y se le tapaban todas las arterias. Incluso todos sus tíos habían fallecido entre los 49 y 51 años por esa razón. Además, nos advirtió que no había nada para hacer”, sostuvo, con la entereza de quien asumió la resignación de aquellos años.

El paso del tiempo le permitió a “Coca” sacar conclusiones: “Con mi inconveniente oncológico quedó en evidencia algo que el reconocido doctor siempre estudió mucho los problemas emocionales que una persona padecía y luego repercutían en enfermedades. A tal punto que Favaloro le dijo a mi médico en Bahía: ‘Coca salta con algo malo’ y a los 15 días me apareció el cáncer. Pese a que los pronósticos no eran alentadores logré curarme”.

“Para aquel entonces Eduardo estaba haciendo un tratamiento asociado a unas pastillas que tomaba solo cuando se acordaba y solo hacía dieta en casa. No tenía cura. En 1996 cuando apenas empezaba a recuperarme del cáncer ocurre el fallecimiento de mi hijo un 22 de julio y 20 días después (13 de agosto) muere Eduardo. Una situación terrible y dramática”, dijo, en el único momento de los más de 30 minutos de diálogo donde su tono de voz bajó un par de decibeles.

Lejos de evitar ahondar en detalles, añadió que “Claudio murió por el disparo de un arma. Él la tenía registrada e iba al polígono de tiro. El hecho ocurrió en casa y nunca supimos si fue un accidente o quiso suicidarse. Cuando nuestro hijo partió, Eduardo hizo un duelo muy distinto al mío, porque yo quedé como paralizada en el tiempo y él se enfocó mucho en el trabajo y era Presidente del Directorio porque Canal Siete había sido comprado por los empleados”.

Claudio tenía 22 años cuando falleció.

“Hasta el último día concurrió a su empleo y a casa venía todos los días el doctor Oscar Casalini, alguien al que sentíamos como parte de la familia. El día de su deceso, Eduardo estaba empecinado con que volviera a trabajar pese a mi estado anímico que estaba por el piso. Él tenía una especie de estado gripal, llegó su médico a revisarlo, le dijo que tome un vaso de leche con whisky y que se acueste”, sostuvo, en una jornada que jamás podrá borrar de su mente.

Y afirmó: “Me quedé levantada. Eran tiempos en los que dormía poco merced al impacto por la muerte de nuestro hijo. Voy a la habitación y veo que mi marido no roncaba, algo poco frecuente porque por su situación de paciente cardíaco era habitual ese sonido característico. Lo llamé en voz alta, no contestó, lo toqué y estaba tibio. Ahí me di cuenta de que Eduardo había fallecido”.

“Llamé al servicio de emergencias y me decían que tenía que despertarlo, no me creían, hasta que llegó el médico en moto. Él vino convencido de que lo iba a despertar, pero ya no había nada que hacer. Para mí fue transitar por lo mismo que había pasado menos de tres semanas antes, porque de familia éramos muy pocos. Pasé por períodos de autodestrucción de todo tipo, tuve al lado lo que llamé ‘un congreso de psicólogos y psiquiatras’ que me sacó de mi casa”, agradeció “Coca”, pese a la crudeza de aquellos momentos.

Ese mismo destino que le jugó la peor carta le tenía preparada una grata sorpresa: “Como hacía un programa de televisión en Tornquist donde había un colegio de franciscanas que me venían a visitar, pese a que soy una persona poco practicante de la religión. Entre ellas estaba Fátima, quien me vino a acompañar en ese duro trance, desde aquel entonces estamos juntas. Hace 25 años que es mi hermana de la vida”.

“Ella es una excelente masajista, reflexóloga y deportista que decidió quedarse con quien definía como un “Cristo roto”. Así me bautizó por todo lo que me había pasado. Cuando quise volver a trabajar me enteré que me habían echado de todas partes, me decían que habían puesto a otra persona en mi lugar, pese a que retomé mi vida habitual bastante rápido”, se lamentó, a sabiendas de que nada iba a resultar sencillo ni servido en bandeja.

Fue así que se refugió en la radio para remontar vuelo, con las alas aún heridas pero el alma intacta para afrontar lo que venga: “Cuando llega BVC a la ciudad me incorporo automáticamente, como la única profesional que había en el cable, lugar en el que permanezco hasta el día de hoy”.

“Soy terapeuta transpersonal holística, siempre me gustó lo humanístico, me he caracterizado por tener sentido del humor, aunque admito que tengo un carácter bravo. Junto a Fátima trabajamos en estas terapias complementarias, a partir de la física cuántica, que es más afín a algunos médicos que a otros, pero lo pude comprobar yo misma porque todos tenemos mentes brillantes y los pensamientos y sentimientos son los que sanan o enferman el cuerpo físico a partir de esas emociones”, explicó, respecto de otra de sus pasiones.

Asimismo, admitió un aspecto que pudo haberle jugado una mala pasada: “En aquellos años críticos por la pérdida de dos familiares directos no terminé mi tratamiento oncológico, si bien me operé y me hice rayos, pero los médicos no tenían con quién hablar porque mi papá era muy mayor y no conocían a Fátima”.

“Me despierto muy temprano, tomo un único medicamento que es un protector gástrico porque me salió una úlcera socavada. Hago las tareas del hogar junto a Fátima y me pongo a planificar las terapias del día. Mi programa de televisión lo tomo como un show, me encanta porque si bien lo produzco sola, a esta altura del partido dejo que las cosas fluyan y todo sale bien”, enumeró “Coca”, consultada sobre cómo son sus días.

Pero inmediatamente volvió a manifestar su pesar: “El dolor lo llevo continuamente en el corazón, en especial a partir de la pérdida de mi hijo, pero también de mi marido, aunque soy muy positiva y tengo muy buen sentido del humor. Me divierto mucho con la gente, tengo una frase que siempre digo: ‘los bahienses me perdonan y me quieren’ porque nunca me puse el cassette”.

“Mis orígenes tienen que ver con la ideología del Partido Intransigente de Oscar Alende, hasta que ese espacio político decide apoyar a Carlos Menem y decido retirarme. Al poco tiempo me acerco al radicalismo muy distinto al actual, el de aquellos tiempos era más socialdemócrata, a partir de la figura de Raúl Alfonsín. Con lo que no voy es con el neoliberalismo que en realidad es neoconservadurismo”, sostuvo sin titubear.

Después, analizó el contexto actual del gobierno nacional: “Lo que más me identificó de estos primeros dos años de gestión de Alberto Fernández fue el manejo de la pandemia, tuvo una visión que comparto a partir del plan de vacunación porque tengo bien presente que al principio lo criticaban cuando un sector de la sociedad decía que nos estaban envenenando”.

“Si Mauricio Macri hubiera sido presidente en esta pandemia habría existido una minoría inmunizada y el resto se las tendría que haber arreglado como podía. No niego la Vacunación VIP ni la foto del cumpleaños en Olivos, reprocho esos episodios y no me gustan, pero ante semejante lío a nivel planetario donde hasta Angela Merkel se vio en problemas, acá se manejó con bastante prudencia, pese a que aún estamos en pandemia”, resaltó, apañando a la gestión que está al frente del país.

Sobre su forma de manejarse en la vida, la mujer que reside en un bello departamento de Santiago del Estero al 300 mencionó: “Nunca me gustó hacer prevalecer mi nombre o apellido para pedir un favor para beneficio propio a algún funcionario, no tiene ningún sentido caer en esa práctica”.

“Coca” Junto al intendente Héctor Gay, contemplando la imagen de Cenci en el Palacio Municipal.

“Con Eduardo pensábamos políticamente muy parecido, la gran diferencia es que yo soy más caradura de lo que fue él, más impulsiva y de no guardarme nada. No me importa porque para mi somos todos iguales, los funcionarios son nuestros empleados y no van a tener más privilegios que yo. Los vecinos, en líneas generales, no se le plantan a los políticos. Ellos, con su dinero, pagan sus dietas y tienen sus jubilaciones de privilegio a las que el ciudadano común no accede”, finalizó.

El portero eléctrico de su domicilio dejó oír un sonido armonioso. Del otro lado una paciente que requería los servicios de Fátima y “Coca”. El tiempo de la nota había llegado a su fin. Sin embargo, se generó una conexión tan fuerte que, sin lugar a dudas, este artículo sería merecedor de otro capítulo, porque claramente lo que abunda no daña y en este caso, deja la huella de un verdadero mimo al alma.

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