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Opinión

La ciudad heredada: pensar, sentir, actuar

Por José María Zingoni, arquitecto

La herencia urbana es el legado de quienes nos antecedieron en este suelo. Con sus sueños, desafíos y dificultades, las edificaciones nos cuentan historias, pero, más importante aún, nos dan el marco adecuado para fomentar el sentido de pertenencia y arraigo de quienes habitamos la ciudad.

El patrimonio arquitectónico es la relación que existe entre un edificio (objeto) y la sociedad (sujeto). Preservar los edificios patrimoniales es mantener sus principales características, pero muy especialmente un uso adecuado que siga alimentando la empatía con la comunidad que habita el lugar. No son piezas de museos ni objetos de exposición, son construcciones que deben mostrar su vigencia.

La política urbana debe tener una mirada patrimonial que cruce todas sus acciones. No es sólo una oficina, es fundamentalmente una respuesta ética a la ciudad. trabajar el patrimonio es hacerlo desde tres ópticas: el pensar, el sentir y el hacer.

Trabajar el pensar es fomentar la investigación, el conocimiento, la difusión, en medidas adecuadas a públicos muy diferentes. El sentir es facilitar la empatía con la arquitectura patrimonial, la accesibilidad al edificio, la posibilidad de recorrerlo e incluso de tocarlo. El hacer implica el mantenimiento de la obra, su restauración o una intervención cuando corresponda, pero prudente y muy criteriosa, cuidando de no afectar sus principales intereses.

Hay tres tipos de valoración patrimonial: el interés histórico, el artístico y el paisajístico. El primero resume la existencia de hechos valiosos en el tiempo, el segundo aspectos diversos que dicen sobre su valoración como pieza artística y el tercero su particular inserción en un entorno, sea urbano o rural.

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