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DE AYER A HOY

Impartió justicia con honestidad y ahora escribe sobre la vida y la existencia

El ex camarista penal Guillermo Giambelluca, y su paso por el Poder Judicial. La importancia de la prueba para emitir fallos. Anécdotas con Amadeo Carrizo, Mirtha Legrand y Mauricio D’Alessandro. El ensayo que se viene.

Por Leandro Grecco / [email protected]
Instagram: @leandro.grecco – Twitter: @leandrogrecco

Humanizar la Justicia, un desafío que se presenta desde tiempos inmemoriales y que, para una buena porción de la sociedad, parece una causa perdida. Es parte de un pensamiento colectivo que tiende a generalizar negativamente a una institución que define el normal funcionamiento de la democracia, siendo uno de los tres poderes que convergen en las reglas claras de convivencia.

El Poder Judicial en Bahía Blanca ostenta una historia muy rica, la cual se ubica a la altura de la importancia de la ciudad, por su posición estratégica como puerta de entrada a la Patagonia. Distintas personalidades han ejercido (muchos de ellos aún lo hacen) la noble tarea del derecho en sus diferentes ramas, dejando un legado en quienes toman la posta de aquellos que se retiran.

Este es el caso de Guillermo Giambelluca, un referente en el ejercicio de la abogacía que merced a su calidad profesional desempeñó en múltiples funciones. Respetado y valorado por sus colegas, tuvo una dilatada labor como camarista penal, en la que hizo gala de su honestidad e idoneidad. En una cordial y extensa charla con La Brújula 24, no solo revivió sus años entre expedientes y fojas, sino que adelantó su próximo proyecto: publicar un ensayo sobre la vida y la existencia.

“Nací en Bahía Blanca hace 63 años, mi infancia y adolescencia se desarrolló en Villa Mitre, los estudios primarios los cursé en la Escuela Nº 9 de calle Corrientes al 1200 y la secundaria en la Escuela de Enseñanza Media Nº 2 que estaba en las mismas dependencias. Allí egresé como perito mercantil y, a partir de ahí, la vocación definida hacia el Derecho”, abrió el camino Giambelluca de un ameno momento.

En esa línea de tiempo imaginaria, recordó que “paralelamente estudié inglés en la Cultura Inglesa, empecé cuando tenía nueve años y terminé Sexto Seniors en simultáneo con mi ingreso a la carrera de Abogacía. Jugué al básquet en Villa Mitre, desde los seis años, allá por 1964, en calle Alberdi donde estaba la cancha vieja del club. Tengo el grato recuerdo de aquellos tiempos de grandes recuerdos de amigos. Tuve de entrenadores a los queridos y siempre recordados hermanos “Chipy” y “Chamaco” González, además a “Pancho” Boccanegra con quien viajamos a Bariloche a disputar un torneo y Alberto Pedro Cabrera, un gran placer que me pude dar, como haber entrenado con Miguel Cortijo”.

“Soy hijo único y mis padres fallecieron hace relativamente poco. Él en 2010 y ella en 2014. No tener hermanos no fue algo traumático. Como tenía muchísimos amigos y mi familia era numerosa pude sortear cualquier obstáculo en tal sentido. A los casi 19 años me fui a estudiar a La Plata, no fue fácil, pero guardo los mejores recuerdos a partir del nivel académico que era excelente. Los primeros años los hice libre. Luego, al radicarme allá, cursé cuatro materias en carácter de oyente y en otras pude asistir a las clases gracias a la modalidad de sorteo, hice las prácticas penales, civiles y la tesis. Eso me habilitaba a regresar a Bahía en etapas donde uno extrañaba mucho a sus seres queridos”, detalló, a partir de un repaso por aquellos inicios donde se forjaba su vocación.

En 1986, como secretario de la Cámara Penal, sala única, junto a los camaristas Jorge Julián Alconcher, Giambelluca, Luis José Centurión y Julio César Brignole.

Consultado respecto a por qué pegó la vuelta, el ex camarista enfatizó que “tenía la sensación de que estar en la ciudad de las diagonales implicaba solo el tiempo que me demandara graduarme, mi idea era instalarme en mi ciudad natal para ejercer la profesión, sabiendo que la carrera judicial era mi alternativa de deseo. Primero me recibí de procurador, luego de abogado cuando estaba a punto de cumplir 24 años e inmediatamente después mientras comenzaba a ejercer en mi ciudad, rendí libre para ser escribano”.

“A los casi 26, más precisamente el 10 de diciembre de 1984, ingresé al Poder Judicial, donde hice mi carrera de 36 años, sin interrupciones, en la materia penal. Entré como secretario de un juzgado penal, tenías que postularte y acompañar esa solicitud con el currículum. El juez que te iba a llamar convocaba a diferentes personas y era ese magistrado el que hacía la selección a partir de las entrevistas que mantenía con los postulantes. Estamos hablando del Juzgado Penal Nº 1, a cargo del doctor Jorge Félix Conget, excelente persona y profesional, me designó para empezar a dar mis primeros pasos”, apostilló Giambelluca, mostrando su agradecimiento para uno de sus primeros faros en su exitoso camino por la profesión.

Inmediatamente regresó a cuestiones ligadas a su vida personal: “A mi esposa la conocí por aquel entonces cuando transitaba mi inicio en la función laboral. Elizabet es profesora de Psicología y de Danza Clásica. Nos conocimos circunstancialmente y al poco tiempo nos casamos, un vínculo que nos encuentra juntos al día de hoy. Mi único hijo se llama Guillermo, actualmente tiene 29 años y sigue también mis pasos, trabajando en el Poder Judicial”.

“Los vaivenes del tiempo son muy relativos y están acompasados con el destino individual”, la frase con la que graficó su filosofía de vida

guillermo gimabelluca

“En 1986 fui secretario de la Cámara Penal de Bahía Blanca, era el único con ese cargo porque había una sola Sala (ahora son dos), con tres camaristas que me convocan en reemplazo de quien pasaba a ser jueza. Aquella fue una experiencia hermosa. Ya en 1989 pasé a desempeñarme como fiscal de primera instancia en los fueros civil y comercial, criminal y correccional, pero con una base esencial de un 80% en materia penal. Incluso, me tocó actuar en tres oportunidades como fiscal de Cámara en juicio oral ante la excusación de un colega. Y lo hice además como defensor oficial, también subrogando”, aclaró, puntualizando su meteórica carrera en la Justicia bahiense.

Y prosiguió: “Luego de esa vorágine de seis años, pasé a desempeñarme como juez penal, finales de 1995, en los fueros criminal y correccional. Una carrera que me permitió estar en prácticamente todas las funciones porque inmediatamente después, a poco de cumplir 40, tuve la suerte también de ejercer, cumpliendo todos los requisitos y rindiendo cada uno de los exámenes, como camarista penal, lugar donde me desempeñé los últimos 22 años, cuando ya había dos salas y me tocó integrar la número uno con los doctores Alejandro Omar Aispuro y Jorge Enrique Alcolea”.

Charla sobre la prueba en el proceso penal, exposición en el Colegio de Magistrados de Bahía Blanca.

“Ese era el último peldaño, porque lo que venía más arriba que aquello era la Corte de la Provincia, por entonces no existía Casación bonaerense como paso intermedio. Cuando apliqué la docencia o dí disertaciones a estudiantes o abogados jóvenes intenté dejar el mejor mensaje. El juez es un abogado que tiene que tener además de la honorabilidad, honestidad y respeto a las instituciones, dedicación al trabajo, sentir que uno pasa por la Justicia y viceversa, sabiendo que tiene que estar al servicio para cumplir una actividad jurisdiccional, dando a cada uno lo suyo, siendo equitativo y evitando caer en la soberbia que es el peor de los errores que se pueden cometer. Cuando se es juez, jura cumplir la Constitución y las leyes tanto de la Nación como de la Provincia. La investidura del juez es innegable.”, sostuvo tajante, con la convicción de quien puso lo mejor de sí para ser honorable en su desempeño.

“Estoy escribiendo un ensayo -el cual obrará como puente para futuras conferencias y charlas- sobre la vida y la existencia. Ya está listo en un pendrive, y es relativamente breve porque luego vendrán ampliaciones sobre varios de los temas allí desarrollados”

guillermo giambvelluca

Inmediatamente, el otrora juez expresó una de sus máximas: “Soy de los que piensa que hay que leer mucho y escribir poco, algo que ejercité en mi etapa profesional con el análisis de expedientes enteros compuestos por innumerable cantidad de fojas. Hay casos muy frondosos, con múltiple prueba producida, que ameritan profundos estudios y pormenorizados análisis. Los cambios que pudo haber experimentado el Poder Judicial durante mi tránsito por él no los percibí porque hasta hace un año y medio que me jubilé estuve dentro de dicha carrera. A modo de ejemplo, sería como cuando te mirás al espejo con cierta cotidianeidad que no se alcanza a percibir la aparición de las primeras canas y arrugas en su rostro”.

“La forma y el fondo son fundamentales, de este modo y si bien el contenido es lo esencial en cualquier situación, también es importante el envase. Esto es algo que aplico en mi ensayo, explicando por ejemplo que a nadie se le ocurriría, brindar con champagne empleando para ello una taza, dado que es la copa, por más humilde que sea, la que le da la preminencia al contenido. En esta analogía es donde puedo decir sin temor a equivocarme que mi paso por el Poder Judicial fueron 36 años de una experiencia riquísima”, infirió Giambelluca, agradecido por lo que la vida le entregó, aunque claro, mucho tuvo que ver su conducta para lograrlo.

Posteriormente abordó la creencia respecto a si en alguna oportunidad se vio presionado al momento de dictar un veredicto: “Existen casos que cobran mayor notoriedad que otros y es allí donde razonablemente, a partir de su tarea, el periodismo le da impulso hacia fuera, otorgándole a la sociedad un conocimiento, por el cual se siente atraída, sorprendida o simplemente le permite seguir el desarrollo de la causa. Para el juez y, si bien hablo en primera persona creo que lo hago en nombre de casi todos, no me impedía que fuera como cualquier otro caso al momento de la evaluación donde aplicaba la vara recta de la Justicia. Nunca me sentí influenciado por la presión mediática o de la sociedad”.

“Es cierto que cuando se sale a la calle, escucha a la gente preguntar o consume la información de un medio de comunicación y, a lo mejor, de 20 casos que desfilan en tus manos, solo se instaló uno en la opinión pública. Jamás tuve inconvenientes en mi vida personal, pude desenvolverme muy bien en esos 36 años y caminar sin problemas, lo que no es poco porque te da una tranquilidad de espíritu muy grande. Hay causas que pueden tener un cuerpo, es decir 200 fojas, y otras ser infinitamente más voluminosas, lo que no significa que sean más complejas”, añadió, mientras bebía el último sorbo de un café.

Paralelamente planteó que “es decisivo trabajar el tema de la prueba, he escrito en tal sentido y lo continúo haciendo para en algún momento poder ampliar algunos conceptos sobre un tema tan trascendente como lo es el análisis y la valoración de los elementos probatorios. Uno imagina al cirujano con un bisturí en el momento del corte, priorizando que sea lo más preciso, lo más seguro y lo menos traumático posible para el paciente. Un milímetro en esas circunstancias es fundamental, por eso se habla de lo categórico del corte quirúrgico”.

Junto a Héctor Negri, Presidente Decano de la Corte de la Provincia de Buenos Aires.

“La analogía con el ejemplo dado es la de un juez que tiene que valorar y analizar con la máxima precisión, el material probatorio que debe ser equilibrado para saber si alcanza o no para el dictado de una sentencia absolutoria o condenatoria, un sobreseimiento o la procedencia o no de un dictado de prisión preventiva, entre otras alternativas procesales. Por otra parte, es posible señalar que en el derecho penal rige el conocido principio de tipicidad, a diferencia del civil donde opera la comparación, circunstancia esta que determina que en la primera rama mencionada, según los elementos de juicio con los que se cuenten, se puede determinar que la prueba alcanza o no para resolver una situación de absolución o de condena”, agregó, ensimismado en un relato que no pareciera ir en consonancia de alguien que haya perdido las fuerzas para continuar ejerciendo, pero claro, esa explicación vendrá un poco más avanzado el artículo.

Giambelluca admitió que “el nuestro es un trabajo delicadísimo, de una responsabilidad absoluta. Hay noches en las que uno queda con la tranquilidad de conciencia, pero pensando cómo va a resolver tal tema al otro día. La tarea perdura más allá del horario laboral. Como se suele decir, aquel fallo que por apelación de todas las partes, no termina generando la conformidad de ninguna de ellas, suele ser, en ocasiones, el resolutorio más justo. Como juez de Cámara, ante una apelación, me ha tocado revocar o confirmar fallos de la instancia de grado, transformándolos en absolución o viceversa, lo que no implicó por ello que el magistrado de la instancia inferior haya incurrido en un error, sino que tal situación fue una forma diversa de analizar el caso y la prueba. El derecho es naturalmente opinable y es el juez el que tiene que analizar con la prueba que tiene y resolver en consecuencia”.

“Decidí jubilarme porque sentí que se había cumplido una larga y maravillosa etapa de mi vida, permitiéndome ahora abocarme a otros proyectos que el devenir de la vida nos regala en su recorrido. Hace cuatro años vino a Bahía un ídolo de River como Amadeo Carrizo, con él cual tuve una muy agradable charla en un pasaje de la cena y él allí me preguntó a qué me dedicaba. Le comenté que era abogado y que toda mi carrera fue judicial en materia penal, contándole que era Camarista. En un momento dado, el distinguido arquero me preguntó cuánto tiempo más me restaba para continuar en la carrera judicial, a lo que le contesté que pensaba jubilarme a los 62 años ya que había sido una faceta hermosa de mi vida, pero era a su vez una etapa cumplida, con nuevos planes. A ello agregué que no existe el momento justo para poder emprender el retiro. Y Carrizo tuvo una respuesta muy gratificante y genial, afirmando que hay una edad para irse la cual coincide con el momento en el que todos te piden que te quedes”, dijo el ex camarista, emocionado por aquel episodio con su ídolo.

Pero fue más allá: “Me ha ocurrido que colegas y amigos me decían que aún tenía mucho para dar, a lo que les contestaba que también tenía demasiado para hacer afuera. Me siento vital y joven. Así como en algún tiempo supe integrar el grupo coral del Colegio Don Bosco, al día de hoy en mis tiempos de ocio sigo tocando la guitarra y cantar que es en esencia lo que más me gusta, pero a la vez quiero volver a viajar, jugar al básquet con gente de mi edad, ir al gimnasio, escribir como lo estoy haciendo y en breve dar conferencias y disertaciones sobre el futuro ensayo a salir a la luz. Decidí jubilarme tras una decisión absolutamente meditada y apenas cumplí la edad necesaria para hacerlo, habiendo acontecido ello en pleno pico de la pandemia, cuando la Justicia estaba trabajando de manera limitada”.

“La vida profesional me permitió conocer colegas no solo de la ciudad, sino también de otros sitios del país. Entre ellos puedo hacer mención al doctor Mauricio D´Alessandro, con quien entablamos una linda amistad, a partir de un amigo en común como el doctor Guillermo Ayarra, quien es su socio en el estudio jurídico que ambos comparten en Capital Federal, al que conozco desde hace muchísimos años por ser bahiense. Mauricio es como lo ves frente a cámara, de una transparencia absoluta y espontáneo. Junto con Ayarra se graduaron en la Universidad de Buenos Aires, mientras yo me recibía en la Universidad Nacional de La Plata. Hemos hecho viajes familiares y compartimos muy gratos momentos. Sin ir más lejos, en 2015 fuimos a ver a Paul Mc Cartney al Estadio Único, en ocasión en la que D’Alessandro me invitó a un palco para ver el concierto. Y cuando él vino a Bahía hemos compartido también momentos inolvidables”, añoró el oriundo de Villa Mitre.

Sin embargo, la vida le tenía preparada otra sorpresa: “En 2010, fui de vacaciones con mi esposa e hijo a Mar del Plata y aprovechamos para instalarnos unos días en el Hotel Costa Galana. Dio la casualidad que desayunando allí intercambié unas palabras con José Martínez Suárez, habiendo entablado un lindo vínculo en ese momento, a tal que las mañanas siguientes volvimos a compartir la mesa. Un cineasta increíble que me contó historias del séptimo arte. En ese viaje, conocí también circunstancialmente a su hermana, Mirtha Legrand, que estaba llevando adelante su programa televisivo estival. Compartí un diálogo con la señora y su asistente Elvira, ambas realmente encantadoras. Si bien con Mirtha no tuve el trato que se dio con su hermano, charlamos de mi función y a los dos días regresé a Bahía Blanca. Me dejó la imagen de una persona trabajadora y luchadora con varias décadas frente a cámara, manteniéndose joven y con una cabeza en total plenitud”.

“Al ser un apasionado por el canto, siempre fui ferviente admirador de la carrera de Sandro y una cuenta pendiente fue no haberlo tratado personalmente, más allá de lo que fue escucharlo en algún concierto. Y por mi registro vocal el de tenor barítono, admiro a Jairo, para mí uno de los mejores intérpretes argentinos con el cual sí tuve la oportunidad de compartir breves diálogos. Soy un tipo que piensa en positivo, en mi ensayo trato de hacer una fuerte apuesta a la felicidad”, infirió Giambelluca, con una visión que le permite asumir las vicisitudes de la forma más natural posible.

Al epílogo, dejó la siguiente reflexión: “La propuesta es entonces, ponernos varas no desmedidas o desmesuradas sino de proporciones razonables, a las cuales -y aún con un denodado esfuerzo-, podamos finalmente acceder y cumplimentar así con los pretendidos logros y desafíos planteados, los cuales nos brindarán la felicidad y satisfacción deseada. Hay que intentar acostumbrarse a ver las cosas bajo el mejor prisma posible, pues cuando uno incorpora aún en marcos de cierta provisoriedad, actitudes que se entroncan o enlazan con la apatía o el desaliento, los resultados serán inevitablemente acordes y proporcionales a ese derrotero desesperanzador y pesimista. Y pensemos entonces, que si no hay nada más definitivo que lo provisorio, que ese marco provisional o transitorio contenga siempre y en todo momento exclusivas dosis de aliento, esperanza y un optimismo constante e ininterrumpido”.

Una hora antes del retiro, en su última oficina, como Presidente y Decano de la Excelentísima Cámara de Apelaciones y Garantías en lo penal.

La velada podría extenderse y de hecho ocurrió porque el grabador de este cronista se apagó y una última ronda de café se acercó a la mesa. Pero lejos de ahondar en cuestiones escabrosas vinculadas con la Justicia o las anécdotas con otros personajes famosos del país, el diálogo profundizó sobre aspectos ligados al ensayo que está pronto a salir a la luz.

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