WhatsApp de Publicidad
Seguinos

Por Viviana Lozano

La revictimización de la víctima

Por Viviana Lozano, abogada

A lo largo de los años siempre me he hecho una pregunta sin obtener respuesta lógica- ¿por qué la víctima es sistemáticamente la gran criticada?, tanto a ella como a su familia, la hacemos pasar por un tamiz de preguntas o cuestionamientos minuciosos, sin detenernos a pensar lo que genera en su psiquis, sin entender que la víctima de un delito no es sólo aquella identificable con nombre y apellido, lo es su familia, su entorno, sus amigos y también, indirectamente, la sociedad. Existe un camino muy largo hasta llegar a la verdad (años hasta que se desarrolle un juicio o hasta que haya sentencia firme), y a veces nunca se obtiene la respuesta y los hechos quedan impunes, generando gran desconfianza en el sistema judicial o sus operadores.

Frente a un delito contra la integridad sexual, el microscopio utilizado en la víctima o su familia es aún más potente, tanto por la sociedad como por el propio sistema que, con el objetivo de buscar la verdad real, revictimiza sistemáticamente a quien debe proteger. Si la víctima es un menor lo primero que vemos es el descreimiento generalizado, la negación del adulto bajo la premisa de: “miente”, “está manipulado”, “es una venganza”, “quiso, pero se arrepintió y luego lo denunció”, “¿por qué no habló antes?”, “¿la familia no se dio cuenta?”. Algo que debe entenderse es que la víctima habla cuando puede, no cuando quiere, a veces lo hace inmediatamente y a veces tarda años porque su psiquis, a fin de protegerse, puede bloquear el recuerdo, o porque no logra tener ante sí a una persona con la empatía suficiente como para darle la seguridad que no será juzgada a la hora de contarle lo vivido.

Ahora bien, cuando finalmente un menor devela lo sucedido, el camino es aún más sinuoso. Hay víctimas menores de edad que debieron contar 9 veces lo sucedido. Si, 9 veces. El proceso es largo y desgastante, pero sobre todo es revictimizante a cada tramo del camino, mientras que en silencio la víctima debe observar que si su victimario no quiere declarar no lo hace, si quiere mentir puede hacerlo, si no quiere someterse a pericias, no lo hace y, a veces, hasta se da el lujo de huir para evitar la cárcel. La víctima debe atravesar ser sometida a una serie de pericias para determinar si dice la verdad. Y, esas pericias -aun cuando se hagan con el mayor respeto- son tan invasivas como lo fue el propio abuso. Sólo imaginen lo que es tener que acostarse en una camilla para que un médico (que no conocemos ni elegimos), luego de hacernos una serie de preguntas, comience a revisar nuestras partes íntimas…si, momento desagradable porque, aunque el profesional haga su trabajo con profesionalismo, la víctima debe exponerse a todo tipo de exámenes y toma de muestras.

A ello, debe sumarse que debe atravesar entrevistas psicológicas para demostrar que no fabula, que no está influenciada, que está en condiciones de declarar y luego recién, poder hacerlo. Y surgen múltiples preguntas “¿por qué no me creen?” o  “¿por qué está libre con lo que me hizo?”. Ese proceso desgastante puede durar uno, dos o más años hasta que llega a juicio, mientras tanto vive bajo la constante  lupa de la sociedad, que muchas veces juzga sobre hechos y pruebas que desconocen.

La víctima es víctima de su victimario, es víctima de los prejuicios sociales y es víctima de un sistema que posee más garantías para el imputado o condenado de un delito, que para ella misma. Ese tatuaje indeleble que la acompañará toda su vida, -porque la víctima es víctima hoy y será víctima siempre que recuerde lo que le sucedió-, aun cuando obtenga una condena (en muchos casos no se logra) porque muchos años de su vida se consumieron a la espera de un juicio justo, de una condena y luego, debe iniciar un nuevo proceso, volver a “insertarse” en la sociedad, vencer miedos, vencer prejuicios propios y ajenos, dejar finalmente el pasado atrás para enfrentar la construcción de un futuro. Por ello, si hay algo que necesitan las víctimas es que se otorgue mayores recursos humanos y materiales al Poder Judicial para que sean más expeditos los procesos y se evite que sentencia tarde años en adquirir firmeza, porque esas demoras revictimizan, una vez más, a las víctimas.

Lo más leído