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DE AYER A HOY

Juan Carlos Bonacorsi: amor por la política y vigencia como empresario

En una charla imperdible, el abogado reveló que estuvo al borde de la muerte con apenas 14 años. Su gestión como diputado. El complejo rubro funerario. Lágrimas al recordar su amistad con Menem. Y quién es Miguelito.

Por Leandro Grecco, redacción La Brújula 24
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Juan Carlos Bonacorsi pasa largas horas en su oficina de la empresa familiar fundada en 1901 bajo el nombre La Moderna. Inicialmente la presidía una sociedad compuesta por tres personas, pero en 1919 quien se hizo cargo de las riendas de la funeraria fue don Rosario Bonacorsi. En 1946, a raíz de su repentino deceso, toman la posta sus hijos Carlos y Mario, para posteriormente dar paso a la gestión del protagonista de este artículo quien, junto a su hermano Jorge, mantiene viva la tradición y el inalterable legado.

Además de su rol de empresario, Juan Carlos es abogado, pero rápidamente abrazó su pasión: la política. Entre su derrotero en la gestión pública se destaca su labor como diputado del espacio Acción Federalista por Buenos Aires, donde entre otras funciones, presidió la Comisión de Deportes de la Cámara Baja a nivel nacional, recinto en el que ostentó una banca entre 2003 y 2007, cuando cumplió su mandato representando al partido que lideraba por aquel entonces Luis Abelardo Patti.

Como viene ocurriendo desde hace varios meses, La Brújula 24 publica la charla íntima con una personalidad de la ciudad. Hoy, sugerimos tomarse unos minutos para conocer algo más de la vida de quien logró cumplir prácticamente todos los objetivos que se propuso. Corría el mediodía del último miércoles y, mientras transcurría la charla con el entrevistado, entre otras noticias vinculadas con la visita del gobernador Kicillof o la búsqueda de Gabriel García Gurrea, se conocía la muerte de Carlos Alberto Reutemann.

Juan Carlos Bonacorsi, algunas décadas atrás.

“Nací en Bahía Blanca, mis primeros años de vida transcurrieron en una casa de calle Yrigoyen 157. Mi abuelo era inmigrante italiano y llegó a Argentina expulsado de su país en tiempos de preguerra. No lo conocí porque falleció tras un accidente mientras viajaba en colectivo. Tuvo una gangrena en una pierna y no lo quisieron operar porque era muy joven”, inició el recorrido, sentado en su sillón del despacho ubicado en los altos de Mitre al 400, marcando una diferencia entre aquellos tiempos con la actualidad: “Quienes llegaban del exterior, venían a trabajar, de lunes a lunes y sin horarios”.

Y recordó uno de los momentos más traumáticos que le tocó atravesar a temprana edad: “A los 14 contraje lo que en ese entonces se denominaba fiebre tropical. Creo que nos contagiamos junto a un par de chicos más en la pileta de Olimpo. En Bahía no daban en la tecla con el tratamiento y me llevaron a Buenos Aires donde me atendió un médico de apellido Catoggio quien me salvó probablemente de morir. Pesaba menos de 30 kilos, estuve más de un mes con un promedio de 40 grados de temperatura. Me sumergían a una bañera con agua fría y una medicación que era como la Cafiaspirina Plus, con ácido salicílico. Al entender que la fiebre había afectado el funcionamiento de mi corazón, me dieron nueve meses de vida. Gracias a Dios erraron el pronóstico”.

“Fui al Colegio Normal, me recibí de maestro y me afinqué en La Plata para cursar la carrera de Abogacía. En 1968, con apenas 22 años me recibo y comienzo a trabajar en un estudio jurídico de Buenos Aires, del cual uno de los socios era nada menos que Carlos Alberto Perette, ex vicepresidente de Arturo Illia. Un tipazo con el que discutía desde el respeto y más allá de nuestras diferencias ideológicas. Al poco tiempo decidí volver a Bahía pero me sentí muy atraído por la política. Me atrajo el peronismo, un espacio del que rescato la justicia social, desde mi visión cristiana, era un partido que buscaba ayudar al tipo de abajo, desde la movilidad social”, esgrimió.

“Hasta no hace mucho, cuando me tocó ocupar una banca en el Honorable Concejo Deliberante, veía en una de las cortadas que rodeaban al antiguo recinto, un cartel que decía ‘Bonacorsi verdulería’, que era de mi tío abuelo. Junto a su familia tenían chacra en la zona de Villarino Viejo y era quintero”

juan carlos bonacorsi.

A su turno, realizó una mirada en perspectiva de la historia reciente: “El peronismo no siempre ha sido un lecho de rosas y muchas veces se perdió en su camino, pero soy de los que piensan que de una vez por todas hay que mirar para adelante. Ese es uno de los grandes pasivos de la República Argentina. En el Interior del país siempre existió, y aún existe, una convivencia razonable entre las diferentes formas de pensar. En los últimos 70 años, todos los que hemos gobernado el país cometimos errores. Pero si por una de esas cosas de la vida me tengo que hacer cargo de un negocio quebrado, lo primero que hago es sacarlo del pozo. Después, habrá tiempo de buscar al responsable y si tengo ganas lo enfrento”.

Continuando con el recuerdo de sus inicios en el ingreso a la adultez detalló que cuando se reinstaló en la ciudad en 1970 eran menos de 200 abogados acá y ahora son más de 3000: “Como ocurre habitualmente en esta profesión, el chico recién recibido no tiene la opción de elegir la rama del derecho que más le atrae y termina vinculándose con lo que el mercado laboral le ofrece. Y en el Interior es difícil la especialización, salvo cuando se habla del derecho penal, laboral o civil y comercial. Antes, la Justicia funcionaba de manera muy eficiente. Cuando comencé a trabajar había cuatro juzgados civiles y ocho secretarías; ahora multiplicaron y la pandemia ha profundizado aún más la ineficiencia que traía desde hace años. Antes, ir a ver a un juez solo requería golpearle la puerta”.

Los primeros años de la funeraria familiar.

Paralelamente se dedicó a la política, siendo concejal entre 1993 y 1997. Lentamente junto a su hermano se fue acercando a la empresa, dejando de lado de forma paulatina el estudio jurídico. Al tiempo, llegó su etapa en la legislatura: “Todos tenemos una mochila de cosas que hubiéramos querido hacer de otra manera. En la Cámara de Diputados aprobé el famoso acueducto Bahía Blanca-Río Colorado, que fue confeccionado por ingenieros de la Universidad Nacional del Sur. Con el tiempo me sorprendí porque en ese estudio el agua se traía siguiendo las costas del ferrocarril por gravedad hasta el salitral de la vidriera. Incluía diez mil hectáreas de río en el partido de Villarino, quedando como remanente tres metros y medio cúbicos por segundo que debería estar destinado al Polo Petroquímico, liberando el líquido tratado del Dique”.

“Hoy, ese proyecto no tiene sentido porque el agua del río Colorado no existe más. De todos modos, en esa época, habíamos hablado con autoridades del gobierno de La Pampa por el famoso by pass con el río Negro que era la solución final de la película. No había otra. Libré una batalla en el Congreso para lograr que obtenga luz verde, pero lo triste es que durante diez o quince años nadie le dio bolilla. En ese momento, la cotización del proyecto oscilaba los 40 millones de dólares y llegó a 200, con ocho plantas de bombeo que no eran necesarias porque el agua transitaba por gravedad. Nadie me lo puede explicar y, en este país, todo tiene una explicación”, se lamentó admitiendo que a veces es mejor no saberla y trayendo al presente la promesa de la ex gobernadora (María Eugenia) Vidal de una partida de dinero que nunca llegó por no realizar la mega obra.

Sobre el momento de mayor trascendencia en la política, Bonacorsi contó que “mientras tuve el honor de ocupar una banca en Diputados, siempre me decía a mi mismo que era un paisanito del Interior. Porque te agarra la trituradora y te lo demuestra a cada paso. Llegué al puesto como parte de una lista que solo proponía cinco diputados nacionales, de los cuales metimos tres y logramos el 9% de las adhesiones, sin dinero para encarar la campaña, repartiendo la boleta de mano en mano y colocando pasacalles que se nos perdían en las tinieblas. En ese momento, como creo que se empieza a producir otra vez ahora, la gente de Conurbano tenía miedo por la inseguridad. Por eso aparecieron Patti, Aldo Rico y hoy tiene cierto plafón Sergio Berni, que no termina de hacer pie porque tiene que convivir con las dos caras de su partido. Él quiere ser duro pero del otro lado abonan la teoría contraria”.

Bonacorsi, Oscar Vecslir, el vicegobernador Macaya, su esposa y Edgardo Levantesi.

“No sé si esa es la solución del problema. El principal déficit es la desaparición de los partidos políticos, que no existen hace muchos años en el país. Hoy rige el caudillismo y los diferentes espacios solo se abren para el debate cuando hay elecciones, pero la lista la confeccionó el conductor. Cuando fui presidente del partido peronista intenté hacer cursos de capacitación porque creo que hay que recuperar esa modalidad con gente que cuando le toque gobernar esté en condiciones de plantear un proyecto”, se quejó, visiblemente preocupado por el presente.

En una vuelta de página, la charla volvió hacia su rol empresarial, en un rubro al cual definió como “muy difícil” y para el cual el mensaje que se le baja a los empleados es que “cuando tienen que atender un fallecimiento piensen que están llevando al papá o a la mamá”, incorporando el siguiente concepto: “Esta actividad que es necesaria, no es la misma que la venta de indumentaria, donde está permitido el cambio de una prenda. Acá, cada error se potencia y en este momento, con la pandemia, es aún más complejo porque recuerdo estamos hablando de realizar los velatorios a ataúd cerrado”.

“Tradicionalmente ofrecimos el servicio de una psicóloga para acompañar a hacer el duelo, que es muy difícil de llevarlo a cabo cuando uno no puede dar el último adiós al ser querido. Con la irrupción del coronavirus, la participación de esta profesional se ha potenciado, sobre todo en la atención de los más chicos. En la primera etapa de esta enfermedad, cuando fallecía alguien, nosotros nos limitábamos a ir a buscarlo y llevarlo directamente al cementerio, a la hora que fuera. Como cualquier profesión, uno se va acostumbrando a lo monstruoso, a lo raro. Es una frase que se acunó en la época de la dictadura. Yo no podría ser médico, pese a que a los 14 años me ha tocado ir a buscar un cadáver. Cuando un amigo me cuenta de una operación con total naturalidad lo entiendo porque a mi me ocurre lo mismo en mi rubro”, aclaró Bonacorsi, trazando un paralelo con la sensible labor que se realizan en otros ámbitos.

En un lago del sur, disfrutando de la calma del paisaje.

Desde la mística que representa la casa velatoria suelen surgir historias, muchas de ellas misteriosas. Tal es el caso de Miguelito, del cual el propio Juan Carlos se encargó de explicar quién es: “Se trata de un hombre de más de 50 años con discapacidad que mi papá lo recogió de la calle. Tiene una tía en la zona, pero él vive acá adentro, aquí se crió y no lo tenemos trabajando. Es una persona buenísima, que con sus limitaciones, conversa con la gente. Es un político multifacético como lo bauticé porque va a todos los actos políticos, subiéndose al colectivo del partido que sea. Se divierte de ese modo y lo queremos. No lo sentimos como un hermano, pero es parte de nuestra familia”.

Miguelito, junto a empleadas de Bonacorsi, en tiempos pre pandemia.

Y fue aún más allá: “En Bahía hay varias fábulas de muertos vivos, enterrados y que salieron de su lugar de inhumación. Hay uno que fue muy famoso y cuenta la historia de un señor que fue enterrado en una bóveda, se despertó, fue a la casa con una mortaja y cuando la mujer lo vio, murió de un infarto. Lo mismo que el de la monja que cuando fue exhumada, el ataúd estaba arañado. Son mentiras. Esto es como la estupidez del relato que daba cuenta de que un tipo pasaba por la puerta de la cochería y se agachaba para que no lo midan. Un verdadero absurdo. No hay funebrero que trabaje con un metro en la mano”.

A partir de esa reflexión, recordó los tiempos de infancia en los que recorría los barrios para juntar botellas para Lalcec (Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer) entendiendo que la sociedad antes era más abierta, pero el miedo y la situación social contribuyeron para que aquello cambie: “Nací a 80 metros de la Plaza Rivadavia, enfrente había un baldío de los hermanos Arriaga que hacían mudanzas a caballo, con un carro. Nosotros usábamos aquel terreno para jugar al fútbol y a nadie se le ocurría cerrar una puerta con llave. La sociedad moderna nos dio muchas cosas, pero nos ha quitado otras”.

“En la casa de mi tía abuela, ubicada en Alsina 232, funcionaba la peluquería Braghero y en ese lote vivían no menos de tres generaciones, viviendas gigantes con muchísimas habitaciones alrededor de un patio. Allí convergía toda la familia y los domingos jugaban a la lotería tomando un chocolate caliente a la tarde”

juan carlos bonacorsi.

La memoria lo llevó, nuevamente, a otra etapa de su juventud: “Fui asesor de la UNS, con Víctor Benamo. Fallece Perón y hay un cambio muy notorio en la política argentina que no viene al caso discutirlo filosóficamente. No obstante, en Argentina hubo 900 desparecidos, dentro de un gobierno constitucional. Todos los políticos entre los que me incluyo si es necesario, en cargar todas las culpas a los militares. Pero hay un período de la historia en la que los responsables son la Presidenta de la Nación y los gobernadores de las provincias de Buenos Aires y Córdoba. Y si no me equivoco en el número final, en territorio bonaerense había 76 localidades con intendencias de origen radical. En todos los golpes militares hubo participación civil, nadie me lo contó”.

Juan Carlos, feliz con la pieza que logró extraer del agua.

“Cuando era diputado, me llamó el almirante Godoy, comandante en jefe de la Armada. Yo me había opuesto a que la escuela de mecánica se convierta en un circo ridículo, cuando en realidad era un emblema de la represión. Durante esa charla, le comenté que ellos me había metido preso, pero le propuse mirar hacia adelante para dejar de estar atados a una historia en la que todos tenemos una dosis de responsabilidad, más allá de que tal vez ellos tenían la mayor porque no hice nada para estar preso cinco meses. El problema era que uno no sabía cuánto tiempo iba a estar privado de su libertad porque estaba a disposición del Poder Ejecutivo. No había una condena establecida”, sintetizó, sobre los tiempos difíciles que le tocó vivir, pidiendo que aquello no regrese nunca más.

Para el epílogo, afloró la emoción y las lágrimas, al traer al presente a un amigo, el ex presidente de la Nación Carlos Saúl Menem, a menos de un año de su deceso: “Con los errores propios que puede cometer cualquier ser humano, fue el mejor cuadro político de los últimas décadas. Fui a un acto que él hizo en Avellaneda, pese a que acompañaba la campaña de Cafiero y después de escucharlo dije ‘perdimos’. Era una avalancha que nos iba a pasar por encima, pese a que en su discurso no había dicho nada. Así lo conocí”.

En el centro de la escena, Carlos Menem, a su derecha Bonacorsi.

“En una oportunidad me llamó el edecán para avisarme que el domingo iba a llegar a Puerto Belgrano para jugar al golf y quería que yo vaya. Llegué a la Base y les aclaré que yo solo quería charlar con mi amigo. Al verme a lo lejos empezó a gritar ‘compañero’, mientras me mostraba los palos marca Yamaha que le había regalado el Chino Fernández (una gloria del deporte). Empezamos a caminar por todos los hoyos. Coloca la pelotita en el primero y solo Dios sabrá dónde la tiró. Siguió jugando y nadie se animaba a decirle absolutamente nada. En un momento, el capitán le dijo algo que para un golfista es un insulto. Quiso ser obsecuente con el riojano que le contestó con su picardía que lo caracterizaba, bajándole el hándicap a su rival y, admitiendo, luego de todo el recorrido: ‘Yo soy muy mal perdedor’, con un tono muy agradable”.

“Menem me contó que una vez estaba pescando en un barco en la Florida y cuando Bush se enteró, le envió cinco fragatas para que lo protejan. La respuesta de Carlos fue ‘sáquenme esos barcos que me espantan los pescados’”

juan carlos bonacorsi.

Al epílogo, ahondó en su caracterización y trajo a colación más situaciones que lo describían como político: “Menem era el tipo más agradable que vi en mi vida, pero cuando se enojaba, mejor no estar cerca. Tenía un don de gente, una simpatía natural que no se fabrica. Con errores, como la salida fallida del uno a uno, su presidencia fue el período de la historia argentina donde mejor estuvimos. Fue doloroso y me tocó defenderlo en el tema ferroviario. Alguien puede creer que un presidente peronista va a disfrutar de dejar gente en la calle. Pero si perdés un millón de dólares por día y los ferrocarriles no andan, tenés que tomar medidas por más duras que sean”.

Visitando el cementerio de Darwin donde descansan caídos en Malvinas.

Como suele suceder en estos casos, la charla que inicialmente estaba pactada para que no se extienda más allá de los 15 minutos duró dos horas. Mampara de por medio, periodista y entrevistado se saludaron y con una mirada cómplice celebraron lo ameno del encuentro, que incluyó risas y lágrimas, pero por sobre toda las cosas, en anhelo de un país mejor.

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