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DE AYER A HOY

La cuenta pendiente de un político local: “Solo me faltó ser intendente de Bahía”

Jorge Scoccia contó pormenores de su dura infancia y juventud. El peronismo en su vida. Los días como preso político. Su gestión como jefe comunal de Pellegrini. Y sus diferencias con el kirchnerismo.

Por Leandro Grecco, redacción La Brújula 24
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Los caminos de la vida deparan inesperadas y permanentes sorpresas para cada uno de los que la transitan con la intensidad y el apasionamiento de Jorge Scoccia, un hombre al que apenas a los dos años y medio le retiraron de su cuerpo tres costillas y parte de su esternón luego de hallarle un tumor. Así comienza esta historia, la de un dirigente peronista que se diferencia del kirchnerismo y que tuvo (o tiene) como cuenta pendiente haber sido intendente de Bahía Blanca, cargo que ostentó en la localidad de Pellegrini.

Hoy, La Brújula 24 repasa y cuenta en primera persona el recorrido de un preso político que logró sobrevivir y supo empezar de cero en cada una de las oportunidades que se le presentaban. Sorteando adversidades y trascendiendo, hoy la actualidad lo ubica como un ciudadano preocupado por la coyuntura, lejos de “la rosca” y convencido de que la forma de hacer política parte de los consensos: “El que cree que es el dueño de la razón está equivocado”.

Scoccia, a sus jóvenes 23 años.

“A los 14 años empecé a trabajar en un estudio jurídico mientras hacía el secundario. Fue casi por obligación, porque en casa había problemas familiares y con mis hermanos tuvimos que tomar ese camino. Termino el magisterio en la Escuela Normal Superior y comienzo a desempeñarme en la Base Naval Puerto Belgrano. Allí di clases, pese a que me inhibía de asistir a las prácticas en la carrera de Bioquímica. En 1966 ingresé a trabajar en el Departamento de Química y de Biología de la UNS, encargándome de las compras y, simultáneamente me enrolé en el rol gremial como miembro de Atuns”, resaltó Scoccia, apelando a su prodigiosa memoria.

Y se adentró en su derrotero en el área de la educación: “Cuando asume el nuevo gobierno en 1973, me designan como interventor en el Departamento de Biología, con Benamo como rector de la UNS. Posteriormente, por pedido del personal docente y no docente, asumo como Secretario General Administrativo. Luego me volvió a nominar Antonio Tridenti, un hombre de FORJA y lo propio hizo Arango, otro de los rectores de la Casa de Altos Estudios”.

Jorge, disfrutando de su viaje de egresados.

“Después viene otra etapa, donde Remus Tettu es nombrado como rector, me propone que continúe en mi cargo, a lo cual me niego. No coincidía políticamente con él y, en una reunión me dijo, ‘me lo vas a pagar’”, resaltó, mientras llegaba el primer café a la mesa de un conocido bar de la avenida Alem y retomó: “Me fui de la Universidad para trabajar en el laboratorio Ferrández, de calle Chiclana y Fitz Roy. Corría 1975, yo ya tenía esposa y un hijo y era momento de marcar cuándo nos íbamos a tomar vacaciones. Yo puse 15 de diciembre y, casualmente, ese día me secuestró el Ejército Argentino”.

Con una tranquilidad admirable, Scoccia contó con lujo de detalles aquella traumática experiencia: “Me encapucharon, me llevaron a la Policía Federal, de ahí a la comisaría de calle Berutti. Estuve 15 días allí y luego me pasaron a la cárcel de Villa Floresta. En la seccional te desnudaban, te hacían preguntas y te pasaban la picana. Tenía la cara tapada y yo les trataba de explicar que no tenía nada que ver ni con los Montoneros ni la Triple A. Solo era peronista”.

“Cuando llego a la prisión, al poco tiempo los internos comunes nos amenazaron a nosotros que éramos 21 presos políticos. Negociamos y por suerte llegamos al entendimiento para que la historia no termine mal. Me liberé antes del Golpe de Estado de 1976. Una noche, estaba en la celda y dicen ‘interno Scoccia, interno Scoccia”, eran las 12 de la noche y me despedí porque pensé que me mataban. Bajé las escaleras y un personal de la cárcel me dice ‘pase por acá doctor’. Cuando me dijo así, hubo algo de calma”, sostuvo, con un brillo muy particular en sus ojos.

Inmediatamente prosiguió con la aterradora crónica de lo acontecido, puntualizando que lo llevaron al lugar donde estaba el director de la cárcel, junto a un ex obispo de Bahía Blanca y una persona que conocía del Ejército: “Me avisaron que no iba a pasar nada, que al poco tiempo iba a salir en libertad. Pero como en Bahía Blanca un preso político liberado era mal mirado, me fui a Trelew por un trabajo que conseguí allá en un instituto gremial de salud pública”.

“Me hice cargo del laboratorio hasta que un día me presento a concurso en el Instituto Universitario de Trelew, rindo el examen y gano la propuesta. Pasan unos días y me cita el ministro de Gobierno de Chubut. Teníamos dos hijos y a mi esposa le dije que si me querían matar, ya lo hubiesen hecho. Fui a hablar con este funcionario que me refirió que no me daban el cargo concursado y me agregó que tampoco podía estar en Trelew, porque no podía vivir donde hay bases militares. Le aclaré que detestaba a la Triple A y a los Montoneros. No tuve más remedio que irme”, aseveró Scoccia, considerando aquello un quiebre en su vida.

Afiche de campaña, cuando la política se apoderaba de su vida.

Frente a este panorama y bebiendo el último sorbo del primer café, recordó que “una persona que vendía reactivos para laboratorios me informa de una vacante en Pellegrini. Viajé acompañado de mi suegro, era un 4 de abril de 1978, justo el día del aniversario de creación del distrito. Hablé con un colega, le expliqué que venía del peronismo, lo que me había ocurrido. Él me dijo que era radical y que teníamos en común que ninguno de los dos queríamos a los militares. Le sugerí que se tome un par de días para que busque referencias de quién era acá en Bahía Blanca. Llegamos a un acuerdo y nos adaptamos a vivir en un pueblo chico”.

“Participé en la construcción de un hogar de ancianos, pusimos en valor un complejo polideportivo casi abandonado, con una pileta hermosa que me trajo reminiscencias de mi infancia porque a los dos años y medio me sacaron tres costillas y parte del esternón por un tumor. Por eso hice natación desde los cuatro años”, sintetizó Scoccia, al tiempo que añadió: “Empecé a hacer trabajos sociales, ayudé a docentes y llegó la época de las elecciones, con la vuelta de la democracia. Me propusieron ser candidato a Intendente, pero mi señora no quería saber nada. Tenía miedo por mi integridad a partir de lo vivido años antes. En definitiva, ella aceptó que me postule para concejal, un puesto con un perfil algo más bajo. Y si bien ganó los comicios el radicalismo, logré mi banca”.

Jorge Scoccia, jurando como intendente del partido de Pellegrini.

Sin embargo, el golpe de efecto llegó a continuación: “Como dirigente gremial tenía mucha gimnasia política, entonces todos soñaban con que fuera jefe comunal el 1987. Ahí sí ganamos la elección y fui intendente. Fue un período complicado porque todo el oeste de la provincia estaba inundado. Y entendí que para resolver la problemática, debía priorizar el arreglo de caminos para los productores. Por eso, no lo dudé y convoqué a todo el mundo. En ese entonces, Antonio Cafiero era el gobernador bonaerense, con el cual tenía muchísima llegada. Él fue un gran peronista, nada que ver con su nieto que es actualmente Jefe de Gabinete”.

“Me puse como objetivo personal hacer las cloacas y el gas. Al resto de mi equipo les encomendé los otros aspectos de gestión. Y lo logramos, pese a la fuerte inflación que había en el país. Yo daba aumentos nominales, no porcentuales para que como Intendente no perciba un sueldo tan elevado. Iba a un escribano, renunciaba al aumento y hacía los aportes que correspondían. Es mentira que un jefe comunal no se pueda bajar el sueldo”, consideró Scoccia, desterrando una idea que se generalizó en algunos sectores.

En el repaso por su vida, recordó que le propusieron ser legislador y ocupó una banca, pese a que en ese interín debió regresar a Bahía Blanca por una complicación familiar. A partir de allí, la historia ya conocida, su trabajo en la Ley de Puertos en la que buscó corregir que aquello que se producía en su ciudad vaya a Buenos Aires: “Mi idea era que el Consorcio de Gestión incluyera también a Coronel Rosales que es la zona de mayor profundidad, pero no lo pude lograr”.

Asumiendo formalmente la presidencia del Consorcio de Gestión del Puerto.

Fue presidente entre el 2000 y el 2008 y se dio el gusto de darle un perfil distinto con la construcción de un muelle multipropósito para contenedores, al que le llamaron Andoni Irazusta, “quien no estaba inicialmente muy de acuerdo con la idea porque asumía como peronista, sin embargo luego se dio cuenta que yo no venía a jugar por un partido, sino que lo hacía por Bahía Blanca y la región”.

“También pude iniciar el paseo portuario y realicé el homenaje al primer fallecido en Malvinas, pese a que algunos me miraban de reojo porque invitaba a alguien del Ejército y les expliqué que aquella guerra debe estar desligada de toda cuestión política. Bajé las tarifas portuarias para ser más competitivos. Y por dos períodos fui elegido presidente del Consejo Portuario Argentino, pese a que siempre se nombraba a alguien de la hidrovía, del sur o alguien de la provincia de Buenos Aires y por primera vez se la propusieron a alguien de manera consecutiva”, mencionó Scoccia.

Scoccia, brindando a la izquierda de Eduardo Duhalde e intendentes de la región.

No obstante, sumó un concepto fundamental: “Inmediatamente se crean las zonas francas, las cuales estaban dispuestas una sola para cada provincia y Buenos Aires tenía una en La Plata y nosotros estábamos excluidos. Pero un colaborador mío, Víctor Colace, descubre leyendo que en la época de Rosas se había decretado una zona franca en el sur de la provincia. Fuimos a la Procuración, ganamos el juicio y se establece una en Bahía Blanca. Ahí, pude juntarla junto con la de Coronel Rosales, haciéndola equitativa y federal”.

“Allí crecieron mis deseos de ser intendente de la ciudad en la que nací, pero no se dio, se eligió al compañero Rodolfo Lopes que luego sufrió una serie de consecuencias importantes”, se lamentó y, volviendo sobre sus pasos, admitió que “del Puerto me fui con discrepancias con algunos ministros que trabajaban en la campaña para Scioli, que hacían cosas non sanctas”, antes de lo que fue su última incursión activa en la política cuando en 2013 colaboró con el massismo”.

Una vez que finalizó el repaso de su nutrida experiencia, se sumergió en la actualidad: “Con el tema de la pandemia, hubiera hecho lo mismo que hice en Pellegrini con la inundación. Y me preocupa que el Presidente prescindiera, después de los primeros meses, de las opiniones de la oposición y los especialistas, porque se trataba de un tema que atraviesa a la cuestión partidaria, siendo una situación de emergencia del Estado en su conjunto”.

“Más allá de las problemáticas económicas que vienen del gobierno de Cristina y luego el de Macri. Si Argentina no logra encontrar un acuerdo político para definir un camino, está complicada. La primera prioridad es resolver la problemática de la corrupción. Se necesita de un gran acuerdo político, empresarial y gremial, sino no se sale más. Hay que generar trabajo genuino porque al que tiene hambre hay que darle de comer, pero también se le debe brindar trabajo y dignidad”, disparó enérgicamente, antes de la llegada del segundo pocillo de café.

Otros tiempos, cuando la realidad permitía viajar sin temor al coronavirus.

Y fue aún más allá: “Lo que pasa en naciones como Australia, Canadá, Alemania o Noruega demuestra que tienen en común el capitalismo y si la salud y la educación, donde todos somos iguales, fracasa, también lo hace el modelo económico. Es un tema cultural, pero se debe convocar a todos los sectores. No puede ser que tengamos más del 50% de la población bajo la línea de pobreza y un guarismo similar de trabajo en negro. Esto no se resuelve de un día para el otro”.

“Como dice Angela Merkel, que es mi ejemplo político por la pulcritud económica con la que vive. Ella enarbola que uno no tiene que pensar solo en criticar al que se fue, sino resolver sus errores. Hay peronistas que están dispuestos a salir del kirchnerismo pero no se animan. Especialmente esto ocurre con gobernadores que si se oponen al Estado, te cortan los fondos. Creo que están dadas las condiciones para que aparezca algo superador. Y te cito un ejemplo de algo que no debe volver a ocurrir en el país: la ministra de Desarrollo Social durante el macrismo, Carolina Stanley, abasteció a los grupos que aprovechaban los fondos para su discrecionalidad”, afirmó Scoccia.

A continuación, se adentró en lo local: “Creo que a Bahía Blanca le falta más presencia, hay que convocar a más acuerdos políticos. Es una ciudad que está un poquito abandonada y se ve en la gente, en el estado de las veredas. Se perdió ese sentido de pertenencia. Cuando era niño crecí en Ingeniero Luiggi al 500 y las calles estaban muy pulcras. Esto pasa en otras ciudades, no en todas. Confío en políticos como Florencio Randazzo que por estas horas conversa con gente de las provincias. Mi generación está para ayudar, no para ocupar cargos”.

“Estoy jubilado como senador y bioquímico. Soy muy afecto a la lectura, a compartir con la familia. Mi hijo trabaja en el campo y yo suelo acompañarlo, aunque la pandemia me limita. Formo parte de la Sociedad de Fomento de Napostá, de Aymas que propone cambiar la logística de Argentina. Hablo con todo el mundo, no tengo problemas y cuando discrepo lo planteo. La política es cuestión de sentarse y convencer al otro. Uno de los problemas es creer que uno es el dueño de la razón”, concluyó Scoccia, antes de una despedida (choque de puños mediante, como se saluda en pandemia) con este periodista e iniciar a pie el regreso a su casa.

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