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Cuando la crudeza nos define

Apuntes sobre “El Marginal”: la serie que fascina e incomoda a la vez

Por Fernando Quiroga

Especial para La Brújula 24

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Tal vez por creatividad, o simplemente por sorpresa, persistía en nuestro ideario colectivo nacional, que “Los Simuladores”, la creación de Damián Szifrón, habría sido la mejor serie de nuestra producción nacional. Abruptamente, esa convención desapareció a partir de la puesta en el aire de la controvertida tira carcelaria que ya, se ubicó en la cima de la consideración pública. Estamos hablando de la producción vanguardista de Sebastián Ortega, quién hizo de “El Marginal”, una fórmula electrizante.

La opresiva serie ambientada en un Penal, cristaliza un universo donde todos, grandes, chicos, buenos, malos, mediocres, corruptos y honestos, caen en “la misma bolsa”. Nadie tiene redención; las posibilidades de muerte crecen minuto a minuto en una trama donde triunfa el miedo, la desidia y la desesperanza. El enemigo, la figura oscura está por momentos frente a cada uno, y por momentos en el espejo de cada uno…

Utilizando el viejo principio comunicacional conocido como falatia ad populum, Ortega, en su bajada de línea a los guionistas, apela justamente a la simpleza y la sencillez de un pueblo argentino en crisis; para comprender, o querer hacer comprender, los subrepticios códigos sociales más allá de la ley.

Si bien es un escaparate para mostrar la delincuencia en su máxima expresión, incluso refrendada por estamentos estatales, la serie no deja de abordar la humanidad de un grupo de hombres escindidos de nuestra vida cotidiana, más no de nuestra realidad o, mejor dicho; de nuestra viveza criolla, de cierto modus operandi en nuestro ADN nacional, que no enorgullece a nadie.

En una sociedad, donde los valores fluctúan por muchas situaciones que van más allá de la economía o la educación, “El Marginal” no retrata una Argentina alterna, sino una Argentina desconocida por muchos.

Quizás lo erróneo de la lectura convencional, es asumir que simplemente es un show pasatista, un entertainment file para el prime time de los martes en la televisión pública. La serie habilita, más que muchas otras realizaciones, la posibilidad de la crítica social, desde la favorable e increíble platea de nuestros hogares.

El armado ficcional es un poco confuso, sin embargo ya estamos acostumbrados a los sistemas de precuelas y secuelas en diferentes momentos: La primera temporada es la tercera en orden; la segunda, se plantea como la primera cronológicamente, y ésta tercera entrega, que recién se inicia, aparece como segundo estadio en la línea temporal.

Lo extraño y fantástico, es el giro que Ortega le imprime a la realización con algunos detalles no solo desconocidos por la mayoría de la audiencia, sino que, hasta podríamos afirmar que, se acercan a la condición de “material de culto”; giros “de alto vuelo”, tal vez para él o para sus guionistas certeros.

El penal lleva el nombre de una figura religiosa del año 400 d. C.; San Onofre a quien, paradójicamente, los santeros y ritualistas (incluso de cultos paracristianos) lo utilizan como objeto de adoración que intercede para mitigar la pobreza. Un santo dedicado a la vida interior y a la comunión íntima con Dios, es irónicamente el patrono de un espacio donde los excesos, los abusos, y la corrupción están a la orden del día.

Dios le da pan al que no tiene dientes” reza el viejo adagio; en ésta ocasión, socarronamente, la adaptación sería “Diosito le da al pan, a quién le conviene que coma de su mano”, mientras nos guiña el ojo el discutido y brillante papel de Nicolás Furtado en la serie.

Tal vez, estos metamensajes escondidos en subtramas, nos quieran llevar a responder cuestiones fuertemente arraigadas en nuestro “ser nacional”, tan oscuras y polémicas como nuestra naturaleza de luces y sombras; una de éstas sería: ¿Cuánto de los hermanos Borges vive en cada uno de nosotros? ¿Da para debatirlo?. Tal vez no.

La desafiante propuesta de Ortega, se completa con las actuaciones memorables de grandes como el mencionado Furtado; además de Claudio Rissi, Gerardo Romano, Juan Minujín, Martina Gusmán, Roly Serrano, Esteban Lamothe, Maite Lanata, Lorenzo Ferro (el actor de “El Angel”), David Masajnick (con una ineludible asociación al caso de Ricardo Barreda), y la consagrada Ana María Piccio (quien aborda un personaje con profundos guiños inspirados en Patricia Bullrich).

Sin tregua emocional, “El Marginal” se yergue como una ambiciosa propuesta que cristaliza éxito, derrochando trompadas de calidad, profundizando una crítica como sociedad que, aunque nos ofenda admitirlo, nos incluye a todos.

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